Por Jeremie T.A. Rostan (Publicado el 28 de octubre de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/story/3776.
“Uno de cada ocho estadounidenses pasa hambre”.
Si no ha escuchado esta frase, no debe tener TV. Y si no la
ha leído, incluso si se ha preocupado de abrir un periódico, debe usted vivir
en un lugar muy, muy remoto del país.
“Uno de cada ocho estadounidenses pasa hambre”. Todos los
saben. Y todos hablan de ello. Esa estadística está grabada a fuego, impactando
a cada uno con una sensación de emergencia colectiva.
Mi reacción fue muy diferente, no porque no preocupe la
satisfacción de las necesidades primarios de mis vecinos, sino porque soy más
desconfiado que sensible.
Uno de cada ocho, pensé, es un 12,5%, una proporción enorme.
Son 37 millones y medio de personas, una cifra enorme, realmente increíble. Me
dije: ¿cómo es posible que tantos estadounidenses pasen hambre y yo vea tan
pocos?
Así que hice algo que pocos hacen: verificarlo. ¿De dónde
viene ese “uno de ocho”? ¿Y qué significa?
La ahora famosa estadística viene de la Encuesta de Alimentación
asegurada (FSS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Agricultura de
los Estados Unidos.
Lo primero que hay que puntar es que este nivel de hambre no es nuevo:
contrariamente a lo que puede pensarse de la actual campaña, la crisis
económica tiene poco que ver con él. De hecho, mientras que la inseguridad en
los alimentos en Estados Unidos ha aumentado ligeramente bajo las condiciones
económicas recientes, ha sido más o menos estable durante los últimos 15 años,
afectando alrededor del 11% de las familias.
Otra información interesante es que hasta 2005, la FSS
dividía la alimentación no asegurada entre “alimentación no asegurada sin
hambre” e “alimentación no asegurada con hambre”. Después reemplazó estas
etiquetas sin cambiar su definición estadística, por “baja alimentación
asegurada” y “muy baja alimentación asegurada”, respectivamente. Por tanto, los
famosos “uno de cada ocho” estadounidenses hambrientos incluye a todas las
familias que, hasta 2005 se describían como inseguras alimentariamente, pero
sin hambre.
Así que ¿cuántos estadounidenses realmente pasan hambre? Bien,
las familias con “muy baja alimentación asegurada” han representado
constantemente un tercio de todas las familias con alimentación no asegurada en
años pasados: alrededor de un 4% de las familias. Aún así, eso significa que
uno de cada 25 estadounidenses pasa hambre.
Estado de la alimentación asegurada en familias de EEUU, 2007
Amarillo: Familias
con seguridad
Rojo: Familias con
baja seguridad
Verde: Familias
con muy baja seguridad
Nota: las familias
inseguras incluyen las familias con baja y muy baja inseguridad
Fuente: Calculado
por el Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de los
Estados Unidos, usando datos de la encuesta de diciembre de 2007 de la Encuesta
de Población en el Suplemento de Alimentación asegurada.
¿Qué significan en realidad estas categorías estadísticas?
Esta pregunta es esencial, porque son sólo definiciones engañosas las que
permiten a los activistas y a los medios de comunicación promover el mito de
que “uno de cada ocho estadounidenses pasan hambre”.
En la encuesta, se cuenta como familias con muy baja alimentación
asegurada si dicen, pro ejemplo, que el pasado año han estado “preocupadas
porque se les acabara la comida antes de obtener dinero para comprar más”.
Es una buena descripción de de una condición obviamente muy
insatisfactoria: una sensación de inseguridad en relación con la comida.
Pero esto no implica y no debe confundirse con una inseguridad real en
relación con la comida, es decir, la amenaza real de la capacidad de comprar
comida.
Otros criterios son la incapacidad de permitirse “comidas
equilibradas” o la necesidad de depender de unos “pocos tipos de alimentos de
bajo coste”. Además, esas condiciones no tienen por qué ser una situación
constante en una familia, sino solo “algunos” casos durante el pasado año.
Repito que una sensación de inseguridad o la dependencia de
la comida barata es sin duda algo muy indeseable. Aún así, parece una verdadera
mentira describir como “pasan hambre” a aquellas familias (contando los dos
tercios de todas las familias con alimentación no asegurada) que contestaron
“pocas o ninguna indicación de consumo de alimentos” en cualquier momento del
año.
Porcentaje indicadores de informe de familia sobre inseguridad en alimentación de adultos,
Por estado
alimentación asegurada
Preocupados de que
se acabe la comida
La comida comprada
no se acabó
No puede
permitirse una alimentación equilibrada
Disminuir el
tamaño de las comidas o saltarse comidas
Disminuir o saltar
comidas durante más de 3 meses
Comer menos de lo
que piensan que deberían
Hambriento, pero
no comen
Pérdida de peso
No comer en todo
el día
No comer en todos
el día más de 3 meses
Azul oscuro:
Alimentación asegurada
Azul claro: Baja
alimentación asegurada
Blanco: Muy baja
alimentación asegurada
Fuente: Calculada
por ERS usando datos de la encuesta de diciembre de 2005 de la Encuesta de
Población en el Suplemento de Alimentación asegurada
¿Qué pasa con las familias con muy baja alimentación
asegurada? La distinción entre baja y muy baja alimentación asegurada pueden
describirse mejor como una distinción entre inseguridad subjetiva y objetiva.
La “característica definitoria” de las familias con muy baja
alimentación asegurada “es que, en algún momento del año, la comida consumida
de los miembros se reduce y sus costumbres alimenticias normales se interrumpen
por falta de dinero y otros recursos para comida”.
Bien, esto difícilmente se ajusta a la definición de hambre
como la formula el Comité de Estadísticas Nacionales: “una consecuencia
potencial de una alimentación no asegurada que, a causa de su prolongación
involuntaria de falta de comida, ocasiona molestias, enfermedades, debilidad o
dolor que va más allá de las sensaciones habituales de incomodidad”.
De hecho los hogares con “muy baja alimentación asegurada”
incluyen todos los que, a causa de la reducción de ingestión de alimentos, a
veces sienten la “sensación habitual de incomodidad” del hambre, no el hambre
en el sentido de la lucha diaria pro mantener la salud y las fuerzas.
Igualmente, haciendo pública la desastrosa situación de
Estados Unidos respecto del hambre, los activistas apuntan al caso de los
niños. Pero una revisión cuidadosa de los datos reales revela que un 1% de las
familias con niños tienen una muy baja alimentación asegurada para ellos.
Uno esperaría que la alimentación no asegurada estuviera muy
ligada a los recursos familiares. Sin embargo, la mitad de las familias
categorizadas como de muy baja alimentación asegurada tienen ingresos por
encima del límite de pobreza. “Por otro lado”, indica el informe de 2005, “muchas familias de bajos ingresos
(incluyendo casi dos tercios de quienes se encuentran por debajo del límite
oficial de pobreza) tienen asegurada la alimentación. De hecho, sólo el 15% de las
familias bajo el límite de pobreza tienen muy baja alimentación asegurada.
Esto significa que un 2% de todas las familias
estadounidenses a veces siente la “sensación habitual de incomodidad” del
hambre debida a la falta de recursos económicos, cuya gran mayoría con hijos se
las arregla para evitarles esa hambre.
Indudablemente, esto es un problema. Aún más indudablemente,
la verdad está lejos del mito de emergencia colectiva de que “uno de cada ocho
estadounidenses pasa hambre”.