Por Ludwig von Mises. (Publicado el 25 de noviembre de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/3872.
[Extraído de La
acción humana]
Mientras un bien que se use como dinero se valore y
considere por los servicios que ofrece para fines no monetarios, no parecen
problemas que requieran un tratamiento especial. La tarea de la teoría
monetaria consiste simplemente en ocuparse de ese componente de la valoración
del dinero que viene condicionado por su función como medio de intercambio.
En el curso de la historia se han empleado diversos
productos como medio de intercambio. Una larga evolución eliminó la mayor parte
de estos productos de la función monetaria. Sólo quedaron dos, los metales
preciosos oro y plata. En la segunda mitad del siglo XIX, cada vez más
gobiernos optaron por la desmonetización de la plata.
En todos estos casos lo que se emplea como moneda es un
producto que también se usa para fines no monetarios. Bajo el patrón oro, el
oro es dinero y el dinero es oro. Es indiferente si las leyes asignan curso
legal sólo a monedas de oro acuñadas por el gobierno.
Lo que importa es que esas monedas realmente contengan un
peso fijo de oro y que cualquier cantidad de oro en bruto pueda transformarse
libremente en moneda. Bajo el patrón oro, el dólar y la libra esterlina
solamente eran nombre para un peso concreto de oro, con muy pequeños márgenes
determinados con precisión por las leyes. Podríamos llamar a este tipo de
dinero, dinero producto.
Un segundo tipo de dinero es el dinero crédito. El
dinero crédito aparece por el uso de sustitutivos del dinero. Es habitual usar
pagarés, reclamables a la vista y absolutamente seguros como sustitutos de la
suma de dinero de la que se tiene una reclamación. (Nos ocuparemos de las características
y problemas de los sustitutivos del dinero en la próxima sección).
El mercado no dejará de usar esos pagarés si una día se
suspende su redención inmediata y por tanto aparezcan dudas acerca de su
solvencia y la del obligado a pagar. Mientras estos pagarés hayan ido deudas
que se reclaman diariamente a un deudor de solvencia indudable y puedan ser
acumulados sin aviso y libres de gatos, su valor de intercambio será igual que
su nominal: es su perfecta equivalencia lo que les asigna su carácter de
sustitutivos del dinero.
Ahora bien, si se suspende la redención, se pospone la fecha
de reclamación a un día indeterminado y consecuentemente se duda de la
solvencia del deudor o al menos de su deseo de pagar, pierden parte del valor
anteriormente asociado a ellos. Ahora son meros pagarés, que no dan interés,
contra un deudor dudoso y que vencerán en un día indefinido. Pero como se
usaron como medio de intercambio, su valor de intercambio no bajará hasta el
nivel al que habrían caído si fueran simples pagarés.
Podemos asumir correctamente que ese dinero crédito podría
mantenerse en uso como medio de intercambio incluso si hubiera perdido su
carácter de reclamación contar un banco o tesoro y así se convertiría en dinero
fiduciario. El dinero fiduciario es un dinero consistente en simples piezas
de metal que no pueden ser usadas ni para fines industriales ni conllevan
ninguna reclamación ante nadie.
No es una labor de la cataláctica, sino de la historia
económica investigar si aparecieron en el pasado tipos de dinero fiduciario o
si todos los tipos de dinero que no fueron dinero producto fueron dinero
crédito. Lo único que tiene que establecer la cataláctica es que debe admitirse
la posibilidad de existencia de dinero fiduciario.
Lo que es importante recordar es que con todo tipo de
dinero, la desmonetización (es decir, el abandono de su uso como medio de
intercambio) debe producir una caída importante en su valor de intercambio. Lo
que esto significa en la práctica se ha puesto de manifiesto cuando en los últimos
ocho años el uso de la plata como moneda producto se ha ido restringiendo
progresivamente.
Hay ejemplos de dinero crédito y dinero fiduciario que se
manifiestan en monedas metálicas. Ese dinero se imprime, como si fuera tal, en
plata, níquel o cobre. Si se desmonetiza esa pieza de dinero fiduciario, sigue
teniendo valor de intercambio como pieza de metal. Pero ésa es la única muy
pequeña indemnización para el propietario. No tiene importancia práctica.
El mantenimiento de dinero en efectivo requiere sacrificios.
Mientras un hombre mantiene dinero en su bolsillo o en sus cuentas bancarias,
renuncia a la adquisición instantánea de bienes que podría consumir o emplear
para producir.
En la economía de mercado estos sacrificios pueden
determinarse con precisión mediante el cálculo. Son iguales a la cantidad del
interés originario que podrían haber obtenido invirtiendo la suma. El hecho de
que un hombre acepte esta pérdida es una prueba de que prefiere las ventajas
del efectivo a la pérdida de un interés.
Es posible especificar la ventajas que la gente espera de
mantener una cantidad concreta de efectivo. Pero es un error suponer que un
análisis de estos motivos podría ofrecernos una teoría de la determinación del
poder de compra que podría hacerse sin las nociones de efectivo y demanda y
oferta de dinero.
Las ventajas y desventajas derivadas del efectivo no son
factores objetivos que puedan influenciar directamente el tamaño de las
existencias de dinero. Cada individuo las pone en la balanza y las sopesa. El resultado
es un juicio de valor subjetivo, influenciado por la personalidad individual.
Distintas personas y las mismas personas en distintos momentos valoran los
mismos hechos objetivos de formas diferentes.
Igual que el conocimiento de la salud y la condición física
de un hombre no nos dice cuánto estaría dispuesto a gastar en comida de un
cierto poder nutritivo, el conocimiento de datos acerca de la situación
material de un hombre no nos permite hacer afirmaciones categóricas en relación
con el volumen de su efectivo.
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Ludwig von Mises es reconocido como el líder de la Escuela
Austriaca de pensamiento económico, prodigioso autor de teorías económicas y un
escritor prolífico. Los escritos y lecciones de Mises abarcan teoría económica,
historia, epistemología, gobierno y filosofía política. Sus contribuciones a la
teoría económica incluyen importantes aclaraciones a la teoría cuantitativa del
dinero, la teoría del ciclo económico, la integración de la teoría monetaria
con la teoría económica general y la demostración de que el socialismo debe
fracasar porque no puede resolver el problema del cálculo económico. Mises fue
el primer estudioso en reconocer que la economía es parte de una ciencia
superior sobre la acción humana, ciencia a la que llamó “praxeología”.
Este artículo está extraído de La
acción humana.