Por Doug French. (Publicado el 8 de diciembre de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/3925.
La contracción del crédito continúa con empresas grandes y
pequeñas encontrando que sus banqueros siguen siendo extremadamente tacaños al
inicio de la debacle financiera de 2008. “Necesitamos ver que los bancos hacen
más préstamos a sus empresas clientes”, dijo recientemente a los reporteros la
Presidenta de la Corporación Federal de Garantía de Depósitos (FDIC, por sus
siglas en inglés), Sheila Bair, después de que la FDIC presentara los datos que
mostraban que la cantidad de préstamos pendientes de pago en la nación se
redujo en 210.400 millones de dólares en el tercer trimestre de 2008. Es la
mayor bajada trimestral desde que la FDIC empezó a registrar los préstamos en
1984.
Por supuesto, los bajos tipos de interés actuales no hacen
especialmente atractivo el riesgo incrementado de prestar a pequeñas empresas.
Incluso al Sra. Bair concede que “la adversidad del crédito sigue entre
nosotros”, evidenciada por los 50.800 millones de dólares en préstamos fallidos
que los bancos imputaron en el último trimestre, la cifra más alta desde 1983.
Al final del año, los bancos tratan de limpiar sus balances. Si un banco se lo
puede permitir, probablemente descartarán todos los malos créditos posibles en
el cuarto trimestre. Esperemos más amortizaciones al final de este año.
Sin embargo, Robert Pretcher señala
en la edición de noviembre del Elliott Wave Theorist que los bancos han
estado prestando con moderación a las empresas durante los últimos 35 años:
“las empresas informan que, desde
1974, la facilidad de pedir prestado no ha sido ni peor ni igual
que en el trimestre anterior, lo que significa que (al menos para los
propietarios de negocios) los créditos ha sido cada vez más difíciles de
obtener con el paso del tiempo”.
Lo que dice Pretcher es que los bancos han prestado a los
consumidores a expensas de los negocios, y que sólo son los préstamos a las
empresas las que se están “autoliquidando”. Los negocios sanos generan
cash-flow que puede liquidar la deuda, mientras que los préstamos al consumo
“no tienen base para el reembolso excepto las perspectivas de los prestatarios
en el empleo y, en último término, las ventas colaterales”.
Las líneas de crédito a las empresas se ofrecen bajo la
premisa de que las empresas prestatarias “girarán la deuda”, solicitada para
pagar a vendedores y empleados y luego amortizarla a medida que sus clientes
les paguen el producto. Así que la deuda está directamente ligada a la
producción de la empresa. Los fondos tienden a utilizarse sólo por cortos
periodos de tiempo. El crédito en este caso ayuda a una empresa a obtener
potencialmente ganancias empresariales que incrementan el capital que en último
término fomenta la expansión económica.
Por el contrario, las deudas de consumo no son
autoliquidables, sino que permanecen en las cuentas de los bancos durante
largos plazos de tiempo, con los pagos hechos sólo para servir a los intereses
y amortizar porciones muy pequeñas del principal del préstamo. También, como explicaba Hans
Sennholz,
“la nueva deuda en forma de una
segunda hipoteca puede financiar la compra de una vivienda de vacaciones, nuevo
mobiliario u otro automóvil, o incluso un crucero de lujo alrededor del mundo.
El deudor puede llamarlo ‘productivo’, pero sin duda no crea capital, es decir,
construye tiendas o fábricas o herramientas de fabricación que aumenten la
productividad del trabajo humano”.
Pretcher escribe en su libro Conquer the Crash,
que el proceso de préstamo a las empresas “añade valor a la economía”, mientras
que los préstamos al consumo son antiproductivos, añadiendo costes, pero no
valor. El sistema bancario, con su énfasis en los préstamos al consumo, ha
desplazado al capital de la parte productiva de la economía de
“gente que ha demostrado una
habilidad superior para invertir o producir (acreedores) a gente que ha demostrado principalmente una
habilidad superior para consumir (deudores)”.
Las cifras de la FDIC reflejan este cambio durante la década
pasada. Al final del tercer trimestre de 1999, los activos de los bancos
nacionales totalizaban 5,5 billones de dólares. El 30 de septiembre de este
año, los activos bancarios habían crecido hasta los 13,2 billones. Pero los
préstamos pendientes comerciales e industriales aumentan poco, pasando sólo de
974.000 millones de dólares hace una década a 1,27 billones el 30 de septiembre
de este año. Entre tanto, los préstamos con garantía inmobiliaria aumentaron de
1,43 billones en otoño de 1999 a 4,5 billones este otoño. Y se dobló la
inversión en valores, aumentando de 1,03 billones a 2,4 billones.
Los bancos tienen cada vez más el incentivo para realizar
préstamos amortizables a largo plazo garantizados por activos a largo plazo
porque la amenaza de corridas bancarias ha desaparecido por los aumentos en la
garantía de depósitos de la FDIC. La garantía de depósito empezó en 2.500$ en
la Gran Depresión y ha aumentado a tropezones hasta los actuales 250.000$. Con
el aumento de la garantía de depósito no hay necesidad de mantener la liquidez.
Así que en lugar de dar líneas de crédito de largo plazo y autoliquidables a empresas,
los banqueros han optado por realizar préstamos hipotecarios.
“Antes de las instituciones modernas de apoyo y subsidio (la
Fed, la FDIC, la doctrina de demasiado grande para quebrar, etc.), los bancos
tenían que buscar su propia liquidez”, dijo recientemente James Grant en una
conferencia en el Cato Institute. “Operando bajo el constructivo temor a una
corrida, un banquero moderadamente prudente mantiene un colchón confortable de
líquido respectos de sus depósitos, de un 25% o superior”.
La deuda total de los hogares alcanzó en 2008 los 13,8
billones de dólares, de los que 10,5 billones sus deudas hipotecarias. Y como explicaba Sean Corrigan, “Las casas son
activos no productivos, financiados con una gran cantidad de apalancamiento”. Y
mientras los propietarios de viviendas recogen lentamente con el tiempo los
servicios que les ofrecen sus viviendas, las casas “generan un gran porción de
poder adquisitivo no compensado ante sus constructores o que no obtienen dinero
en el mercado”, haciendo de la vivienda “el motor definitivo de crédito creado
en el crecimiento y (…) entre los deflactores más peligroso en la caída”.
En la última década, el sistema de EEUU de banca de reserva
ha creado lo que Frank Shostak llama “dinero vacío”, que se disfraza de dinero
real cuando de hecho “no se ha ahorrado nada”. Esta explosión de dinero se crea
mediante el sistema bancario, a medida que los consumidores se atiborran de
activos no productivos como viviendas, autos y televisores panorámicos. Estas
compras dan la ilusión de crecimiento económico y buenos tiempos, pero en
realidad debilitan el proceso de formación de la riqueza: en lugar de crear
capital, el sistema lo desperdicia.
Mientras tanto, las empresas que crean empleos que producen
riqueza se han estancado mientras el capital se dirigía hacia la especulación.
Se indujo a la mano de obra a trabajar para empresas que representan malas
inversiones: construcción de viviendas y locales comerciales, así como otros
trabajos relacionados con los inmuebles, y empresas dependientes del consumo.
Por desgracia, los gobiernos federales y estatales
constantemente aprueban legislación que hace que el empleo de trabajadores que
hace más costosa la contratación de trabajadores y a su vez hace más arriesgada
la expansión de las empresas. Así que las empresas que producen riqueza, como
las metalúrgicas y similares, tienen todos los incentivos para no pedir
prestado dinero a un banco para expandir sus operaciones y no aventurarse en la
densa maleza de reglas onerosas sobre el empleo al contratar más empleados. En
su lugar, el empresario dedica sus energías a obtener una hipoteca a bajo
interés y comprar una gran casa o interesarse por el desarrollo y la
especulación inmobiliarios. Además, hasta la crisis actual, al empresario le
era mucho más fácil obtener un préstamo hipotecario que un préstamo comercial.
La gente de Washington hace todo lo que puede para promover
la destrucción continuada de capital y riqueza. Políticas como “dinero por
chatarra”, créditos fiscales a compradores de viviendas, el rescate de los
grandes bancos, Fannie, Freddie y las compañías automovilísticas y mantener los
tipos de interés cerca de cero sólo sirven para promover la especulación y el
consumo. Por el contrario, Washington debería estar rebajando los impuestos y
los costes de contratación de empleados, especialmente en sectores que
produzcan capital y riqueza.
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Douglas French es presidente del Mises Institute y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply. Es doctor en economía de la Universidad
de Nevada- Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor
Hans-Hermann Hoppe en su comité de tesis.