Por Allen Mendenhall. (Publicado el 21 de diciembre de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/3929.
[A Failure of Capitalism: The Crisis
of '08 and the Descent into Depression • Richard Posner • Harvard University Press (2009) • 368 páginas]
Con su último libro, A Failure of Capitalism, Richard
Posner ha estado a la altura de su habitual mala fama como provocador. Viniendo
de un hombre que es el fundador del movimiento del análisis económico del
Derecho y miembro electo de la Sociedad Mont-Pelerin, la sensacional
declaración de que el capitalismo ha fracasado sin duda generará arqueos de
cejas. Pero las reflexiones de Posner, además de prematuras, a menudo apestan a
salidas falsas y grandes mentiras.
Los libertarios deberíamos elogiar a Posner, uno de los
pensadores más originales de nuestro tiempo, por su permanente rechazo al
pensamiento en grupo y a adecuarse a las ideologías trilladas. Sin embargo
también deberíamos despedirle. Este último libro, una media vuelta en su
carrera, hará poco para ayudar a los afectados por la crisis. Incluso puede que
les haga más daño.
Posner sugiere que, en lugar de andarnos con eufemismos,
llamemos espada a una espada: la crisis financiera es una depresión.
Insiste en el desagradable término “depresión” porque los problemas actuales
exceden con mucho cualquier caída modesta de las recientes décadas y ha
producido una intervención gubernamental sin parangón desde la Gran Depresión.
Posner probablemente tenga razón en este punto.
También tiene en general tazón en su crítica a la burbuja
inmobiliaria, incluso sin llegar a atribuir la culpa real al papel del gobierno
en las hipotecas subprime: promocionando exageradamente la propiedad de la
vivienda, rebajando drásticamente los tipos de interés, canalizando una demanda
artificial hacia el sector de la vivienda, etc. La tesis de Posner (de que la
depresión representa un fallo del mercado producido por la desregulación)
pivota sobre el mito de que los reguladores realmente regulan en lugar de
servir a los intereses de los beneficiarios del Leviatán (es decir, ellos y sus
compinches).
En cuanto a este último punto, Posner sí reconoce, entre
otras cosas, que la SEC estaba vinculada a agentes del sector de los valores
privados a pesar de su obligación de hacer cumplir las leyes federales de
valores. De todos modos, no se ocupa correctamente de este problema o siquiera
de los problemas relacionados que afectan a empresas patrocinadas por el
gobierno (como Fannie, Feddie y similares) que privilegian los intereses de una
élite pequeña a costa de la mayoría. En plata, Posner ignora el corporativismo.
No tengo tiempo ni especio para ocuparme de este asunto ahora. Para saber más,
recomiendo leer Meltdown,
de Thomas E. Woods, un libro corto y bien razonado que es accesible para
cualquiera (como yo).
La propuesta de Posner de que “necesitamos un gobierno más
activo e inteligente para evitar que nuestro modelo de economía capitalista no
descarrile” parece como mínimo quijotesca. Porque un gobierno inteligente (si
existe algo así) minimizaría en lugar de aumentar las imposiciones estatales en
la economía y permitiría a los recursos fluir de los sectores en declive a los
que estén en expansión de acuerdo con las fuerzas naturales del mercado.
Cargado de referencias y apoyos implícitos a la economía keynesiana
(cuyo poder reside, afirma Posner, en su “lógica sencilla y de sentido común”),
este libro es un tour de force estatista. Mario J. Rizzo ha escrito
extensamente acerca de la conversión
keynesiana de Posner. Basta con decir que Posner argumenta por un lado que
el gobierno puede prevenir las depresiones y por el otro que el gobierno ha
fracasado en frenar la reciente crisis económica. Esta desconexión genera la
pregunta ¿Más burocracia y regulación del gobierno habría ocasionado una
respuesta más oportuna y coherente? ¿No es arriesgado poner tanto poder en algo
con un historial tan imprevisible?
Posner sostiene que los “conservadores”, un término asombrosamente
vago que deja sin definir, argumentan que el gobierno trajo la crisis con
“presiones legislativas a los bancos para facilitar la propiedad de la vivienda
facilitando los requisitos y condiciones para las hipotecas”. Este verdad que
muchos autodenominados conservadores adoptaron esta postura. Pero Posner,
aparentemente para calificar a estos “conservadores” como hipócritas, acusa al
ex Presidente Bush de promocionar la propiedad de viviendas como parte de la
agenda del conservadurismo compasivo.
Que Posner designe al Presidente Bush como el rostro de la
“economía conservadora” (una categoría curiosamente equívoca en sí misma) no es
sólo revelador, sino también francamente ridículo. Pues Bush (que defendió rescates
masivos por parte del gobierno mucho antes que Obama) difícilmente pudo ser
conservador en cualquier sentido del pequeño gobierno. Aumento los déficits
presupuestarios mucho más que sus predecesores, nos llevó a dos costosas
guerras y dobló la deuda nacional. A la luz de estos fracasos del gran
gobierno, parece escandaloso que Posner afirme que “el camino estaba abierto
para una ideología doctrinaria del libre mercado, pro-empresas y
antiregulatoria que dominara el pensamiento económico de la Administración
Bush”.
Posner consigue su objetivo de un “examen analítico conciso,
constructivo, libre de jerga y acrónimos, no técnico, no sensacionalista y
enfocado a la anécdota”, pero su apresurado análisis es totalmente defectuoso.
Sorprende poco que este libro haya recibido poca atención. Muy probablemente
escrito aprisa y corriendo por tener plazos estrictos, se lee como varios
artículos de blog ajustados chapuceramente (Posner admite en el prólogo que ha
incorporado varios artículos de blog).
Aunque no podemos reprocharle por las restricciones
temporales de su proyecto, podemos y deberíamos apuntar que el prisa se ha
cobrado su peaje. Por ejemplo, en un momento Posner afirma que los demócratas
se apuntaron un tanto ante el público estadounidense al rescatar la industria
del automóvil; poco después afirma que el público estadounidense se opuso al
rescate de la industria del automóvil. En momentos como estos, Posner, al
guisárselo y comérselo, defrauda una y otra vez.
Flirteando aparentemente con partidarios de ambos partidos
políticos mayoritarios, se equivoca ad nauseam explicando un argumento
falsamente conservador, un argumento falsamente liberal y luego su propio
argumento, una cómoda posición entre ambos. Como otro gesto ante las audiencias
masivas, evita las notas a pie de página y critica a la profesión económica
(que considera un grupo de élite de académicos y teóricos financieros) por su
aparente laxitud e ineptitud, Sin embargo, el populismo recién descubierto de
Posner no es convincente.
Incluso los lectores simpatizantes se aburrirán pronto del
estilo gallito de Posner. Posner es (por lo que yo sé) una persona magnánima,
con una verdadera preocupación por la vidas de millones de estadounidenses,
pero su libro, si se le hace caso, sólo empeoraría las condiciones actuales.
La Sociedad Mont Pelerin declara que sus miembros “ven
peligrosa la expansión del gobierno”. Si Posner sigue compartiendo esta
opinión, tiene una forma divertida de demostrarlo.
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Allen Mendenhall es un antiguo asociado legal en el
Instituto Cato. Obtuvo su grado de maestría en inglés y doctorado en
jurisprudencia en la Universidad de West Virginia, su licenciatura en inglés en
la Universidad Furman y completará su maestría en Derecho Internacional en el
campus de Tokio de la Escuela de Derecho Beasley de la Universidad de Temple en
2010.