John Cassidy fracasa en su crítica de los mercados

Por Robert P. Murphy. (Publicado el 28 de diciembre de 2009)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3946.

                         

Mientras llevaba a mi hijo a la escuela un mañana, oí una entrevista en la Radio Pública Nacional con John Cassidy, autor del nuevo libro How Markets Fail. Por suerte, llegamos a destino antes de que Cassidy empezara los sarcasmos. Unos pocos minutos más tarde y mi hijo habría visto a papá perder los nervios.

Cassidy primero caricaturiza la defensa de los mercados libres, luego trata de demostrar la hipocresía de un rescate financiero de “libre mercado”. Aún así, obviamente sus argumentos no se relacionan con si los mercados fracasan o necesitan supervisión gubernamental. En realidad, el propio Cassidy reconoce que lo que ocurrió al final de la administración Bush fue cualquier cosa menos el libre mercado.

El famoso argumento de Adam Smith

Así es como empezó la entrevista:

RENEE MONTAGNE, presentadora: Los creyentes en el libre mercado dicen que cuando un individuo actúa de acuerdo con su propio interés racional, la sociedad se beneficia. Siempre ha habido escépticos que dicen que los mercados libres pueden torcerse y lo hacen.

Entre ellos está John Cassidy. Es escritor económico de la revista New Yorker y tiene un libro nuevo llamado How Markets Fails. En un capítulo describe lo que pasó con una nueva pasarela sobre el río Támesis en Londres.

JOHN CASSIDY: Diez minutos después de abrirse, empezó a agitarse violentamente con cientos de personas sobre él y nadie podía explicar qué había pasado. Así que la cerraron  Fue una gran vergüenza. Resultó que el problema fue que cuando el puente empezó a balancearse todos empezaron a dar pasos a la vez que los demás para evitar caer y eso produjo fuerzas laterales adicionales en el puente que se añadieron al balanceo.

Así que todos estaban actuando en su propio interés tratando de evitar caerse, pero se dio un resultado desastroso. La gente en los mercados financieros tiende a alimentarse entre sí y la gente sigue a los demás en lugar de limitarse a hacer cosas porque es una buena idea suya. Podemos trasladar este proceso a una burbuja especulativa que puede llevar al desastre.

Bien, es una historia estupenda y es cierto que muestra un interesante ejemplo de comportamiento en interés propio que lleva a un desastre colectivo. Aún así esto no es nuevo: por ejemplo, el famoso dilema del prisionero de la teoría de juegos hace tiempo que personifica esta posibilidad.

Es también cierto que Adam Smith argumentó sobre los beneficios del comercio internacional escribiendo, “Lo que es prudente en la conducta de cada familia, difícilmente puede ser una locura en un gran reino”.

Aún así, no es verdad que la defensa de los mercados libres se base en la (falsa) afirmación de que cuando la gente hace algo en su interés inmediato, esto siempre lleve al mejor resultado para todos. La gran aportación de Adam Smith (igual que otros pensadores anteriores y posteriores) fue que esto resulta ocurrir muy a menudo en la economía de mercado. Pero eso no somete al creyente en los mercados libres a una regla rígida en la que tenga que esperar que escritores como Cassidy nunca oigan lo que pasó en la pasarela del Támesis.

Por un lado, no me sorprendería si la pasarela hubiera sido diseñada y construida por el gobierno. Hay muchos ejemplos de aparentes fallos del “propio interés desnudo” que son de hecho fallos en la labor de supervisión del gobierno. Los conservacionistas, por ejemplo, apuntan a la sobreexplotación pesquera como una refutación de Adam Smith, cuando en realidad ésta subraya la importancia de los derechos de propiedad.

En un ejemplo distinto, el economista A.C. Pigou utilizaba un una hipotética congestión de tráfico para demostrar que el gobierno podía aumentar el bienestar general fijando un impuesto a los conductores que quisieran tomar una ruta que sólo pueda absorber un número limitado de vehículos. Sin embargo, Frank Knight demostró que si la carretera fuera de propiedad privada, entonces el supuesto “fallo del mercado” desaparecería: el propietario privado de la carretera maximizaría su beneficio cobrando un peaje exactamente igual que el hipotético “impuesto óptimo pigoviano”.[1]

Laissez-faire no significa “sin reglas”

Hay una creciente literatura sobre “comportamiento gregario”, “cascadas informativas” y cosas así que utiliza los modelos neoclásicos de agentes con expectativas racionales que acaban tomando decisiones de inversión estúpidas cuando se ven ocasionalmente en un “mal equilibrio”. Muchos de los economistas que trabajan en estos modelos creen que demuestran la necesidad de regulación gubernativa de los mercados financieros.

Aún así, esto es un completo non sequitur. Se puede ser un defensor de los mercados libres y seguir estando de acuerdo en que los partidos de baloncesto profesional necesitan árbitros. De lo que se trata es de que los árbitros deberían contratarse privadamente por organizaciones que reciban pagos voluntarios de sus clientes.

Más en general, el creyente en el laissez-faire son está forzado a renunciar a todas las formas de inspección aeronáutica o seguridad en productos. Pero estos procedimientos pueden suministrarse privadamente, ya por las propias compañías o por grupos supervisores externos o por compañías de seguros.

La alternativa no es “¿Con reglas o sin reglas?” La alternativa es “¿Reglas elaboradas y aplicadas por acuerdos contractuales voluntarios o reglas elaboradas y aplicadas por agencias coactivas que no pueden quebrar?”

Cassidy deja el juego

Cuando llega a la explicación de los rescates bancarios, Cassidy sigue a una larga lista de críticos que (a) echan la culpa de los rescates a “los mercados libres desregulados” y luego (b) apuntan que los rescates no son ejemplos de un mercado libre. El punto (b) no pretende contradecir al punto (a), pro supuesto, sino más bien demostrar la hipocresía de los políticos y reguladores del “libre mercado”. Aquí está la trascripción del diálogo importante, después de escuchar una declaración de Greenspan admitiendo que se ha visto sorprendido por el crash financiero:

CASSIDY: [La admisión de Greenspan va a] entrar en los libros de historia como un cambio muy famoso. Empiezo con él mi libro. La idea en que se apoya el modelo del libre mercado es que el propio interés más la gente actuando racionalmente lleva a un buen resultado. Greenspan creía que los bancos atendería a su propio interés y no harían nada que les dañara y por tanto dañara a la economía en su conjunto. Eso, por supuesto, resulto ser completamente erróneo.

Resultó que los bancos habían asumido riesgos enormes y cuando colapsó el mercado inmobiliario, los bancos… la mayoría de su capital había desaparecido y no podían prestar a nadie. Y eso llevó a la economía a una gran recesión.

MONTAGNE: Bien, entonces ¿qué postura sería mejor ante los mercados?

CASSIDY: Bien, en lo que se refiere a la Fed, hay dos asuntos centrales. Uno, debería volver a su misión original de tratar de evitar las crisis financieras. Así que si ve que emerge mucha especulación en varios mercados, debería actuar para detenerla, ya sea aumentando los tipos de interés y diciendo a los bancos que no presten hipotecas al 100% a gente que no pueda pagarlas. (…)

Bajo el sistema actual, los bancos son demasiado grandes para caer. Eso significa que nosotros, los contribuyentes, estamos básicamente subvencionando las actividades de riesgo de los grandes bancos. Eso me parece intolerable. Tampoco es una idea de libre mercado. Ya sabe, la idea del libre mercado es que si tomas un riesgo y va bien, haces bien. Si tomas un riesgo y va mal, pierdes tu dinero.

Cassidy no se da cuenta, pero acaba de limitar significativamente toda su tesis. Muchos defensores de los mercados verdaderamente libres han criticado (a) los bajos intereses de la Fed por favorecer el boom y (b) la expectativa de rescates futuros por crear “riesgo moral” y llevar a las empresas financieras a tomar posiciones muy arriesgadas. Como admite el propio Casssidy, lo que acabamos de vivir no era un mercado libre, aunque luego lo describa como un “experimento de laboratorio” de regulación frente a desregulación.

Los críticos tienen una pequeña parte de razón: El peor de todos los mundos se produce cuando las grandes instituciones financieras pueden realizar apuestas agresivas y luego mantener el dinero si ganan, pero ser rescatadas por los contribuyentes si pierden. Si los contribuyentes realmente van a verse obligados a recoger a ciertas empresas, entonces ese cheque en blanco tiene que suplementarse con otras restricciones no sea que el Tesoro quiebre una vez se produzca la próxima crisis.

Sin embargo, reconocer esa realidad en modo alguno justifica las radicales nuevas regulaciones que se endilgan al sector financiero. La manera correcta de evitar hacer quebrar a los contribuyentes es dejar de rescatar a los grandes bancos. Y ya que estamos en ello, deberíamos librarnos también de la impresora de moneda. ¿Es realmente sorprendente que los mercados financieros sean tan volátiles cuando una persona (el presidente de la Fed) puede inyectar billones de dólares prácticamente a su antojo?

Conclusión

John Cassidy no me convenció de que los mercados fracasen. Aunque no se diera cuenta, su análisis subraya el papel que las políticas del gobierno jugaron en el reciente desastre financiero.

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Robert Murphy, investigador adjunto del Mises Institute y miembro de la facultad de la Universidad Mises, gestiona el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy, and State with Power and Market, Human Action Study Guide y The Politically Incorrect Guide to the Great Depression and the New Deal.



[1] Frank Knight (1924), "Some Fallacies in the Interpretation of 'Social Cost,", Quarterly Journal of Economics, Vol. 38, Nº 4, pp. 582–606.

Published Sun, Jan 3 2010 12:12 AM by euribe

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# Explotando la burbuja de Eugene Fama

Tuesday, February 16, 2010 9:33 AM by Mises Daily en español

Por Robert P. Murphy. (Publicado el 15 de febrero de 2010) Traducido del inglés. El artículo