Por Carl Menger y Doug French. (Publicado el 4 de enero de
2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/3993.
Prólogo de Doug French
La comprensión pública de lo que es el dinero y sus orígenes
ha llegado al punto en que las autoridades monetarias pueden ahora inflar
impunemente, con la consecuencia en último término de la destrucción de la
división de del trabajo deshaciendo todo el progreso de la humanidad hasta la
fecha. El ciudadano medio debe confiar en la inteligencia de hombres y mujeres
que trabajan en secreto en los bancos centrales en todo el mundo con lo que
pretende ser dinero: papel y dígitos en pantallas de computadoras. Estos bancos
son los principales contratantes de economistas formados académicamente. Pero
bajo la guía de los educados keynesianamente, los bancos centrales realizan
operaciones monetarias que atienden las necesidades de fondos demandadas por
políticos para sus fines igualmente políticos.
Las esperanzas, los sueños y los niveles de vida de millones
de personas se ven afectados diariamente por estos burócratas sin rostro que
supuestamente saben con exactitud qué botones monetarios hay que pulsar para asegurar
nuestra prosperidad. Sin embargo, la historia demuestra que los banqueros
centrales no tienen más que una estrategia para curar todo, especialmente sus
errores pasados: imprimir más dinero, con lo que sus planes de estabilización
tienen los resultados opuestos.
Con que todos pudieran leer y entender el ensayo que tienen
en sus manos [The
Origins of Money], descrito por el ganador del Premio Schlarbaum de
2009, Jesús Huerta de Soto, en su Dinero, crédito bancario y ciclos
económicos como “la mejor y quizá mas brillante sinopsis de la teoría de
Menger del origen evolutivo del dinero”.
Escrito el mismo año en que testificó ante la Comisión
Monetaria de Austria-Hungría, Carl Menger explica que no son los edictos del
gobierno los que crean el dinero, sino el mercado. Los individuos deciden cuál
es el bien más comerciable para usarlo como medio de intercambio. “El propio hombre
es el principio y fin de cada economía”, escribía Menger, y así pasa cuando se
decide qué se va a usar como moneda.
Fue Menger quien desarrolló un teoría completa de las
instituciones sociales que aparecen por las interacciones entre humanos, cada
uno con su propio conocimiento subjetivo y experiencias. Es la evolución
espontánea de estas acciones humanas la que crea instituciones a través de las
cuales los individuos descubren ciertos patrones de conducta que ayuda a cada
persona a obtener sus objetivos más eficientemente. Nada es más importante para
esta evolución que el desarrollo del dinero, haciendo posible la división del
trabajo y alcanzable la satisfacción de deseos.
En su testimonio ante la Comisión Monetaria en 1892, Menger
urgía un retorno a un dinero sólido y ofrecía recomendaciones específicas a
alcanzar este objetivo, pero Menger fue, en palabras de Hans F. Sennholz,
“siempre escéptico acerca del
conocimiento e intelgencia de las autoridades políticas que dirigían la
reforma. Pero tenía un fe constante en los principios y leyes del mercado que
derivan de las elecciones subjetivas de los hombres”.
Y mientras que los economistas fuera de la escuela austriaca
dejaban fuera las acciones de los individuos al formular sus teorías y
argumentos, la contribución de Menger a la economía empezaba en ese mismo
punto. El trabajo de Menger ofreció la base para toda la Escuela Austriaca y la
piedra angular para la teoría monetaria, preparando el camino a Mises, Hayek y
Rothbard.
Por desgracia, la economías mundiales continúan alternando
continuas expansiones y crisis mientras el dinero está en manos de los
banqueros centrales. Y aunque se acuse al libre mercado de los recientes
desastres financieros, no puede haber libre mercado si el dinero esta controlado
y pervertido pro el estado. Menger ofreció la respuesta hace más de un siglo:
un dinero sólido y por atnto un economía sólida, sólo puede ser un producto del
mercado.
Introducción de Carl Menger
Hay un fenómeno que atraído desde antiguo y particularmente
la atención de filósofos sociales y economistas prácticos, el hecho de que
ciertos productos (en civilizaciones avanzadas, piezas acuñadas de oro y plata,
junto con documentos posteriores que representan esas monedas) se hayan
convertido en medios de intercambio aceptables universalmente. Es obvio hasta
para la inteligencia más sencilla que debe darse algo a cambio de algo que nos
sea más útil. Pero que toda unidad económica en una nación debería estar
dispuesta a intercambiar sus bienes por pequeños discos de metal aparentemente
inútiles como tales, o documentos que los representen, es un proceso tan
opuesto al decurso ordinario de las cosas, que no podemos sino maravillarnos
cuando incluso un distinguido pensador como Savigny lo encuentra directamente “misterioso”.
No debe suponerse que la forma de la moneda o documento
empleado como moneda corriente constituya el enigma de este fenómeno. Debemos
alejarnos de estas formas y volver a etapas anteriores de desarrollo económico,
o incluso a lo que sigue ocurriendo en país aquí y allá, donde vemos metales
preciosos sin acuñar utilizados como medio de intercambio, e incluso ciertos
productos, ganado, pieles, cubos de té, bloques de sal, conchas, etc.;
siguiendo viendo este fenómeno, seguimos teniendo que explicar por qué el
hombre económico está dispuesto a aceptar cierto tipo de producto, incluso si
no lo necesita, o si su necesidad ya está cubierta, a cambio de todos los
bienes que lleva al mercado, aunque sin duda lo que necesita es lo que pide en
primer lugar, con respecto a los bienes que pretende adquirir en el curso de
sus transacciones.
Y desde aquí se desarrolla, desde los primeros ensayos de
una contemplación reflexiva del fenómeno social a nuestro tiempo, una cadena
ininterrumpida de elucubraciones acerca de la naturaleza y cualidades
específicas del dinero en su relación con todo lo que constituye el tráfico.
Filósofos, juristas e historiadores, así como economistas e incluso
naturalistas y matemáticos se han ocupado de este notable problema y no hay pueblo
civilizado que no haya aportado su cuota a la abundante literatura existente. ¿Cuál
es la naturaleza de esos pequeños discos o documentos, que en sí mismos no
parecen servir para ningún fin útil y que, sin embargo, en contradicción con el
resto de la experiencia, pasan de una mano a otra a cambio de los productos más
útiles, por el que todos están dispuestos a entregar sus mercaderías? ¿Es el
dinero un miembro orgánico de mundo de los productos o una anormalidad
económica? ¿Tenemos que atribuir su valor comercial a las mismas causas que
condicionan a otros bienes o son un producto distinto de la convención y la
autoridad?
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Carl Menger fundó la Escuela Austriaca de Economía. Menger,
junto con Jevons y Walras, publicó en 1871 una obra que revolucionó el modo en
que los economistas contemplaban la teoría del valor y el precio introduciendo
innovaciones en la teoría de la utilidad marginal. Su obra tuvo una enorme
influencia en Europa, donde inspiró el trabajo de Ludwig von Mises y Friedrich
Hayek.
Douglas
French es presidente del Mises Institute y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply. Es
doctor en economía de la Universidad de Nevada- Las Vegas, dirigido por Murray
Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su comité de tesis.