Por Frank Chodorov. (Publicado el 30 de diciembre de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí
http://mises.org/daily/3936.
[Este artículo se ha extraído del capítulo 9 de The
Rise and Fall of Society]
Dionisio, el histórico tirano de Siracusa, era un financiero
consumado. Su don le mantuvo en buen lugar el día en que se vio en bancarrota,
al haber pedido prestado a la ciudadanía más de lo que podía devolver.
Podría haber aumentado los impuestos y pagado a sus
acreedores con su propio dinero, pero no lo hizo porque, según parece, sus
tasas habían llegado al punto de los rendimientos decrecientes: un aumento
habría desalentado la producción o causado una fuga de capitales y agotado así
la fuente de sus ingresos. Eso no funcionaría.
Y aún así debía atender sus deudas, pues el rechazo habría
manchado su reputación y dañado el crédito nacional: nadie le habría prestado
ni un duro sicarusiano desde entonces.
En este aprieto, Dionisio ideó un plan que se ha usado desde
entonces para recuperarse de la prodigalidad nacional. Reclamó todas las
monedas de su reino, conocidas como dracmas, y las reselló de forma que cada
dracma se convirtió en dos y, después de pagar sus deudas con el dinero
revaluado, devolvió a los propietarios más dracmas de las que habían tenido que
entregar. Sin duda a los siracusanos les encantó la operación: sus adelantos al
tirano se devolvieron íntegros y sus activos no monetarios habían doblado su
precio de la noche a la mañana. Mereció alabanzas por su proeza financiera.
En veintidós siglos, los hombres han pensado mucho y de este
uso del cerebro han aparecido nuevas formas de hacer cosas antiguas. Igual que
Dionisio, los políticos de hoy en día se ven a veces sin los recursos
necesarios para sufragar los costes de las gloriosas aventuras del Estado y, al
haber estirado los impuestos hasta el punto de rotura, recurren a pedir
prestado. Convencen a los ciudadanos no sólo de que sus ahorros se gastarán de
formas que redundarán en su beneficio, sino que se les premiará por su fe con
un rédito anual: el imponente recibo impreso emitido por el prestatario
compromete solemnemente el honor de Estado en él. Luego, de una forma u otra,
estos recibos se monetizan y a la Sociedad se le inunda con nuevas monedas del
reino, igual que se hizo a los suracusianos cuando se resellaron sus dracmas.
Todo el mundo de “enriquece”.
Esta moderna brujería financiera es una enorme mejora sobre
el método de Dionisio en que da la impresión de una transacción de negocio
honrada, no un timo. Evidentemente Dionisio no había pensado este negocio de
los recibos, pues si lo hubiera hecho, nunca se hubiera encontrado en el apuro
antes mencionado. Pues, entre otras ventajas, este recibo moderno lleva una
fecha de liquidación, normalmente para la próxima generación, para alivio de
los prestatarios inmediatos; además, mediante métodos de financiación y
refinanciación, esta fecha adquiere la capacidad exclusiva de extenderse por
toda la eternidad, así que el préstamo nunca se devolverá. Por otro lado, el
prestatario o sus hijos siempre pueden estar seguros de recibir intereses, pues
como contribuyente el portador aporta los fondos.
No nos cabe duda de que los ministros de Dionisio le animaron
con una erudita disertación sobre la virtudes del plan de resellado. Su
equivalente moderno no sólo tiene ministros que le asesoren, sino asimismo
profesores de economía que explican al público cómo la abundancia en sus
despensas se mejora por la inflación.
------------------------------------
Frank Chodorov fue un defensor del libre mercado, el
individualismo y la paz. Empezó apoyando a Henry George y editó la revista
georgista The Freeman antes de fundar su propio periódico, que fue el
influyente Human Events. Después fundó otra versión de The Freeman
para la Foundation for Economic Education y dio clases en la Freedom School en
Colorado.
Este artículo se ha extraído del capítulo 9 de The
Rise and Fall of Society.