Banca libre y derecho contractual

Por Ludwig von Mises. (Publicado el 7 de enero de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3995.

[Extraído del capítulo 17 de La acción humana]

 

Las actitudes de los gobiernos europeos y sus satélites en relación con la banca fueron desde el principio falsas y mendaces. La supuesta preocupación por el bienestar de la nación, por el público en general y por las pobres masas ignorantes era una mera fachada. Los gobiernos querían la inflación y la expansión del crédito, querían booms y dinero fácil. Esos estadounidenses que tuvieron éxito dos veces en evitar un banco central sabían de los peligros de esas instituciones: es una pena que no comprendieran que los males contra los que luchaban estaban presentes en cualquier tipo de interferencia gubernamental en la banca. Hoy ni los estatistas más recalcitrantes pueden negar que los supuestos males de la banca libre son pequeños en comparación con los efectos desastrosos de las tremendas inflaciones que han ocasionado los bancos privilegiados y controlados por el gobierno.

Es un cuento que los gobiernos interfieran con la banca con el fin de restringir la emisión de medios fiduciarios y evitar la expansión crediticia. La idea que han seguido los gobiernos es, por el contrario, el deseo de inflación y expansión del crédito. Han privilegiado a los bancos porque querían ensanchar los límites fijados a la expansión del crédito por las condiciones prevalentes en el mercado no intervenido o porque tenían ganas de abrir una fuente de ingresos para el tesoro. En la mayoría de los casos, ambas consideraciones movieron a las autoridades. Estaban convencidas de que los medios fiduciarios son medios eficientes de rebajar los tipos de interés y pidieron a los bancos que expandieran el crédito en beneficio tanto de los negocios como del tesoro. Sólo cuando se hicieron visibles los efectos no deseados de la expansión del crédito se dictaron leyes para restringir la emisión de billetes (y a veces también de depósitos) no cubiertos en especie. Nunca se ha considerado seriamente el establecimiento de una banca libre, pues hubiera sido demasiado eficiente al restringir la expansión del crédito. Gobernantes, escritores y público unánimemente creyeron que los negocios tenían derecho a reclamar una cantidad “normal” y “necesaria” de crédito circulante y que esta cantidad no podía obtenerse bajo una banca libre.

(La noción de una expansión “normal” del crédito es absurda. La emisión de medios fiduciarios adicionales, no importa su cantidad, siempre pone en movimiento esos cambios en la estructura de precios cuya descripción es tarea de la teoría del ciclo económico. Por supuesto, si la cantidad adicional no es grande, tampoco los son los efectos inevitables de la expansión).

Muchos gobiernos nunca han considerado la emisión de medios fiduciarios desde un punto de vista distinto de sus preocupaciones fiscales. A sus ojos, la principal tarea de los bancos era prestar dinero al tesoro. Los sustitutivos del dinero eran indicativos para el papel moneda emitido por el gobierno. El billete convertible fue solamente un primer paso en el camino hacia el billete no redimible. Con el progreso de la estadolatría y la política de intervencionismo, estas ideas se han generalizado y ya no son cuestionadas por nadie. Ningún gobierno desea hoy día considerar un programa de banca libre, porque ningún gobierno quiere renunciar a lo que considera una cómoda fuente de ingresos. Lo que hoy se llaman preparativos de guerra financiera es simplemente la capacidad de procurarse mediante bancos privilegiados y controlados por el gobierno todo el dinero que una nación en guerra pueda necesitar. El inflacionismo radical, aunque no admitido explícitamente, es una característica esencial de la ideología económica de nuestro tiempo.

Pero incluso cuando el liberalismo gozó de su mayor prestigio y los gobiernos estaban más dispuestos a preservar la paz y el bienestar que a fomentar la guerra, la muerte, la destrucción y la miseria, la gente era parcial con los problemas de la banca. Fuera de los países anglosajones, la opinión pública estaba convencida de que una de las principales tareas del buen gobierno es bajar los tipos de interés y que la expansión crediticia es el medio apropiado para lograr este fin.

Gran Bretaña estuvo libre de estos errores cuando en 1844 reformó sus leyes bancarias. Pero los dos defectos de la Currency School viciaron esta famosa norma. Por un lado, se preservaba el sistema de interferencia del gobierno en la banca. Por otro, los límites se pusieron sólo en la emisión de billetes no cubiertos en especie. Los medios fiduciarios sólo se suprimieron en su forma de billetes. Podían prosperar como depósitos.

Desarrollando la idea implícita en la teoría monetaria hasta su conclusión lógica, podría sugerir que todos se vean forzados legalmente a mantener una reserva monetaria del 100% por la cantidad total de sustitutivos del dinero (billetes y depósitos a la vista). Es la base del plan del 100% del Profesor Irving Fisher. Pero el Profesor Fisher combinaba su plan con sus propuestas referidas a la adopción de un patrón numérico indexado. Se ha apuntado ya por qué un plan así es ilusorio y equivalente a una abierta aprobación del poder del gobierno de manipular el poder adquisitivo de acuerdo con los deseos de los grupos de presión poderosos. Pero incluso si el plan de reserva del 100% se adoptara basándose en un patrón oro no alterado, no eliminaría completamente los inconvenientes que supone cualquier clase de interferencia del gobierno en la banca. Lo que hace falta para prevenir cualquier expansión adicional del crédito es poner al negocio bancario bajo las reglas generales de las leyes mercantiles y civiles obligando a cada persona y empresa a cumplir todas sus obligaciones tal y como se especifican en los contratos. Si los bancos se mantienen como establecimientos privilegiados sujetos a provisiones legislativas especiales, se mantiene la herramienta que los gobiernos pueden usar para fines fiscales. Por tanto, cualquier restricción impuesta a la emisión de medios fiduciarios depende de las buenas intenciones del gobierno y el parlamento. Pueden limitar la emisión a periodos que puedan calificarse como normales. Esta restricción se eliminaría siempre que un gobierno estime que una emergencia la obliga a recurrir a medidas extraordinarias. Si una administración y el partido que la apoya quieren aumentar el gasto sin comprometer su popularidad mediante la imposición de impuestos más altos, siempre estará lista para calificar de emergencia a su impasse. El recurso a la imprenta  y a la obsequiosidad de los gestores bancarios, deseosos de agradecer a las autoridades reguladoras de su gestión de asuntos, es el principal medio de los gobiernos deseosos de gastar dinero para fines para los que los contribuyentes no están dispuestos a pagar impuestos más altos.

La banca libre no es el único método disponible para evitar los peligros inherentes a la expansión crediticia. Es verdad que no entorpecería una lenta expansión crediticia, mantenida en límites muy estrechos, por parte de bancos cautelosos que ofrezcan al público toda la información necesaria sobre su situación financiera. Pero bajo la banca libre habría sido imposible que la expansión crediticia con todas sus consecuencias inevitables se hubiera desarrollado como una característica habitual (estoy tentado de escribir normal) del sistema económico. Sólo una banca libre habría mantenido segura la economía de mercado frente a crisis y depresiones.

Mirando atrás en la historia de los últimos cien años, no puedo dejar de apreciar que los errores de bulto cometidos por el liberalismo a gestionar los problemas de la banca fue un golpe mortal para la libre empresa en el sector bancario. La mayoría de los políticos liberal simplemente se rindieron a la hostilidad popular contra los prestamistas y la usura. No se dieron cuenta de que el tipo de interés es un fenómeno de mercado que no puede manipularse ad libitum por las autoridades o por otras instituciones. Adoptaron la superstición de que bajar los tipos de interés es beneficioso y de que la expansión del crédito es el método correcto para obtener ese dinero barato. Nada daño más a la causa del liberalismo que la casi regular vuelta a booms febriles y dramáticos derrumbes de los mercados bajistas seguidos de prolongadas depresiones. La opinión pública se ha convencido de que esos hechos son inevitables en una economía de mercado sin trabas. La gente no entendía que lo que lamentaba era el resultado inevitable de las políticas dirigidas hacia una rebaja de los tipos de interés mediante la expansión del crédito. Tenazmente mantuvieron estas políticas e intentaron en vano luchas contra sus consecuencias indeseadas con más y más interferencia gubernamental.

----------------------------------------- 

Ludwig von Mises es reconocido como el líder de la Escuela Austriaca de pensamiento económico, prodigioso autor de teorías económicas y un escritor prolífico. Los escritos y lecciones de Mises abarcan teoría económica, historia, epistemología, gobierno y filosofía política. Sus contribuciones a la teoría económica incluyen importantes aclaraciones a la teoría cuantitativa del dinero, la teoría del ciclo económico, la integración de la teoría monetaria con la teoría económica general y la demostración de que el socialismo debe fracasar porque no puede resolver el problema del cálculo económico. Mises fue el primer estudioso en reconocer que la economía es parte de una ciencia superior sobre la acción humana, ciencia a la que llamó “praxeología”.

Este artículo está extraído del capítulo 17 de La acción humana.

Published Fri, Jan 8 2010 1:37 PM by euribe