Por Dan O’Connor. (Publicado el 19 de enero de 2009).
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4015.
La presidencia de Andrew Jackson (1829-1837) fue uno de los
periodos más controvertidos y trascendentales en la historia de EEUU. Los dos
debates principales que alcanzaron su culminación durante su tiempo en el cargo
afectaban a la secesión y al banco central (entonces el Second Bank of the
United States). Aunque jeffersonianos y libertarios generalmente discrepan
sobre la postura de Jackson en la sucesión, Jackson no siguió los pasos de
Jefferson y abolió el Banco.
En ese tiempo estos asuntos eran extremadamente controvertidos,
tanto desde una perspectiva pragmática como moral. Aún así, durante los últimos
100 años, los medios de comunicación y el público en general desdeñaron estos
asuntos hasta el punto de que a menudo se consideran anacrónicos o radicales.
Al pasar las décadas ¿cambia tanto la moral? ¿La queja principal de Jackson acerca
de la corrupción del Banco ya no es relevante? ¿Se han hecho más honrados
nuestros líderes políticos e instituciones de gobierno?
Jackson contra el Banco
En el libro ganador del Premio Pulitzer 2008 y best-seller
en el New York Times, American Lion, Jon Meacham apunta:
“Jackson creía que el país estaba
siendo controlado por una especia de complejo
congresista-financiero-burocrático en el que las necesidades y preocupaciones
de los no relacionados eran secundarias ante las de los que lo componían. Era
una opinión muy simple, sin duda, pero estaba convencido de ella, así como
estaba convencido de que tenía de desempeñar el papel de héroe” (p. 120).
Jackson estaba decidido a derrotar a todas las fuerzas que
apoyaban el banco. Desafió al presidente del Second Bank of the United States,
Nicholas Biddle, retirando los depósitos públicos y rechazando renovar el
privilegio del banco. Meacham explica que
“Biddle realmente no podía
concebirlo. Su opinión sobre su propio poder era absoluta. Los presidentes
vienen y van, pero el Banco, creía Biddle, era eterno” (p. 103).
Algunas de las tácticas de Jackson para acabar con el banco
fueron cuestionables; sin embargo, su trabajo incansable por hacerlo destaca su
carácter de líder que se atiene constantemente a ciertos principios.
En su campaña presidencial de 1832, la oposición al banco
fue uno de los principales puntos de su programa. Se presentó bajo el lema
“Jackson y ningún banco” (“Jackson and no bank”) y recibió un enorme apoyo de
la población en general. Proclamó en público que el Banco era “la encarnación
del privilegio injusto”.
“Sabía que la cuestión del Banco
se vería desaprobada por todos los sórdidos e interesados que primaban más el
propio interés que la perpetuación de nuestra libertad y las bendiciones de un
gobierno republicano libre (…) Preví el poderoso efecto, producido por esta
aristocracia del dinero, sobre la pureza de las elecciones y de la legislación;
que estaba ganando fuerza diariamente y que con sus operaciones secretas estaba
aumentando. (…) Lo había presentado al pueblo y tenía confianza en que hiciera
lo que debía” (p. 121-122).
Jackson entendió la importancia de tener el apoyo del pueblo
en este aspecto vital de su programa. Entendía que muchos políticos tenían
estrechas relaciones con el Banco, otros no estaban de acuerdo con la
importancia del asunto y otro grupo creía realmente en la necesidad del
gobierno de tener influencia en la moneda de la nación. Por tanto, creyó que
era su obligación educar a las masas con el fin de obtener su apoyo. Jackson
estaba de acuerdo con Jefferson en la idea de que un banco central es contrario
a una verdadera sociedad libre. Jackson también dijo:
“No conozco otro depositario
seguro de los poderes últimos de la sociedad salvo el mismo pueblo y si
pensamos que no está ilustrado suficientemente para ejercer su control con un
criterio sano, el remedio no es quitárselos, sino formar su criterio mediante
la educación”.
Sin un fuerte apoyo de la población, Jackson no hubiera
tenido éxito. Como parte de su apelación al pueblo, argumentó que el Banco
concentraba la fuerza financiera de la nación en una sola institución, exponía
el gobierno a la influencia externa, servía principalmente para hacer más ricos
a los ricos, ejercía demasiado control sobre los miembros del Congreso y
favorecía a los estados del noroeste frente a los del sur y el oeste.
El Banco Central, hoy
Si el público respondió tan fuertemente en apoyo a la
oposición de Jackson al banco, ¿por qué se creó al Reserva Federal en 1913?
¿Por qué se dejó esencialmente de lado la oposición a un banco central en el
debate público desde la formación de la Fed? ¿Los intereses externos ya no cooperaban
con la Fed? ¿Ya no tenía la Fed influencia en el poder legislativo? ¿Las
instituciones financieras no llegarían a dominar buena parte del dinero
nacional y recibir privilegios especiales?
Buena parte de la razón por la que se reintrodujo con éxito
en 1913 un banco central se debió al apoyo de los grandes medios de comunicación
y el mundo académico. Al tiempo que la mayoría de Europa ya había adoptado un
sistema de papel moneda, las comunidades periodística y académica ya habían
desarrollado argumentos defectuosos, aunque muy aceptados, apoyando la
necesidad de un patrón papel y un banco central. En Estados Unidos, muchos de
los banqueros que buscaban un banco central utilizaron su poder financiero para
influir en los medios, el mundo académico y la política. Además, Woodrow Wilson
no informó a la población de los aspectos negativos de un banco que opera en
secreto con control total sobre la oferta monetaria de la nación. En 1913, no
hizo declaraciones como las de Jackson:
“Es lamentable que los ricos y
poderosos demasiado a menudo tuercen los actos de gobiernos para sus fines egoístas”
(p. 210).
De hecho, después de que se estableciera la Fed en 1913, muy
pocos presidentes han mencionado siquiera el asunto de la política monetaria,
que dominó la escena política durante todo el siglo XIX. La política monetaria
fue debatida por todos los presidentes del siglo XIX, hasta que el debate llegó
esencialmente a un punto muerto después de la creación de la Fed.
Las mayoría de los políticos modernos argumentarían que no
hay necesidad de discutir la política monetaria porque la Fed ha funcionado
bien. Sin emabrgo, los economistas austriacos pueden apuntar muchos defectos en
la política monetaria de EEUU desde la creación de la Fed, no siendo el menor
el hecho de que el dólar ha perdido un 97% de su poder de compra desde 1913.
El Senador DeMint, de Carolina del Sur, ha planteado
recientemente al presidente de la Fed, Ben Bernanke, varias preguntas relativas
al desempeño real de la Fed basadas en sus tareas establecidas en 2005:
- “Promover
la estabilidad del sistema financiero y contener el riesgo sistémico que
pueda aparecer en los mercados financieros”.
- “Supervisar
y regular el sistema bancario para promover la seguridad y solidez de
sistema bancario y financiero nacional”.
- “Dirigir
la política monetaria nacional en busca del objetivo legal del pleno
empleo”.
El presidente
Bernanke no puede afirmar haber realizado bien estas tareas. De hecho,
el desempleo en EEUU es actualmente mayor del 10%. Por tanto, puesto que la Fed
ha fracasado en alcanzar sus objetivos establecidos en 1913 y sus tareas como
las fijó Bernanke en 2005, la Fed se ha visto recientemente sujeta a una
presión significativa. Esta presión ha sido encabezada por Ron Paul, quien
podría ser comparado con Andrew Jackson en varios aspectos. Ron Paul ha tenido
éxito educando al público igual que Jackson en la década de 1830. El principal
objetivo de las críticas recientes de Ron Paul es explicar las operaciones de
la Fed al pueblo estadounidense.
Ben Bernanke y los defensores de la Fed han hecho lo que
podían para proteger el status quo, igual que sus predecesores durante la
permanencia en el cargo de Jackson:
“El lunes, 7 de octubre de 1833,
Biddle tuvo una reunión del consejo en Filadelfia. Dijo que iba a liquidar
préstamos y restringir crédito para crear una reacción popular contra Jackson.
Fue una descarada y audaz maniobra… que encajaba con la caricatura de Jackson
del Banco como una institución aristocrática más interesada en su
autoperpetuación que en el bien del país” (p. 269).
¿Es 2010 muy diferente de 1833? ¿No hay algunas personas muy
cercanas al banco más interesadas en su autoperpetuación que en el bien del
país?
La mayor sucursal de la reserva Federal, en Nueva York, está
rodeada por enormes edificios, como el JP Morgan Chase (a menudo citado como el
Banco de los Rockefeller), Brown Brother Harriman (magnates financieros desde
antes de Andrew Jackson) y Goldman Sachs (unas pocas manzanas más lejos). Jaime
Dimon, Consejero Delegado de Jp Morgan Chase es actualmente un director “clase A”
de la Fed de Nueva York. De hecho, este puesto ha sido ocupado constantemente
por las élites de Wall Street, incluyendo a David Rockefeller de JP Morgan
Chase, John C. Whitehead de Goldman Sachs y muchos otros. No sólo los jefes de
los bancos emplean tiempo en el edificio de la Reserva Federal, sino que los
empleados de la Fed también realizan sus tareas en oficinas de los bancos
cercanos, pues el edificio de la Fed no tiene espacio suficiente para
acomodarlos a todos.
(Casualmente, durante la reciente crisis financiera, no sólo
Goldman Sachs y JP Morgan Chase se las arreglaron muy bien comerciando con
derivados, sino que los dos bancos pasaron la crisis prácticamente indemnes).
Si la denuncia de Jackson de la corrupción que rodeaba al
banco en la década de 1830 fue suficiente para despertar el interés del
público, ¿por qué ya no preocupa al público en 2010? Si Andrew Jackson fuera
actualmente presidente, sin duda trataría de abolir completamente el banco.
Aunque el banco es ahora mucho mayor, mucho más poderoso y quizá incluso más
secreto.
La Fed de hoy en día opera en secreto ante el congreso y el
pueblo, pero también se las ha arreglado para evitar críticas de los grandes
medios de comunicación. Por fortuna, unas pocas figuras políticas, como el
Congresista Paul y el Senador DeMint han tomado una postura jacksoniana. Han
sido muy eficaces en despertar preocupación entre la población. Aún más
importante: se han mantenido tan firmes en este asunto como el propio Jackson.
En 1833, después de retirar los depósitos públicos del Banco exclamó:
“Os digo que nunca restauraré los
depósitos. Nunca reharé el banco de Estados Unidos. (…) Estoy recibiendo una o
dos cartas anónimas cada día amenazándome de asesinato. (…) ¿Va a arrodillarse
Andrew Jackson ante el becerro de oro?” (p.272).
--------------------------------------------------------------
Dan O’Connor vivió casi 6 años en grandes ciudades de Asia.
Habla mandarín con fluidez y cantonés a nivel profesional. Ha trabajado
recientemente en un think tank en la economía más libre del mundo, Hong Kong,
antes de volver a Estados Unidos. El Sr. O’Connor tiene actualmente un pequeño
negocio en Nueva York, ofreciendo servicios de consultoría sobre el mercado de
la Gran China.