Una guía no tan radical

Por Gerald P. O’Driscoll Jr. (Publicado el 2 de febrero de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4081.

[Libertarian Forum, 1970]

A Radical's Guide to Economic Reality • Angus Black • Holt, Rinehart and Winston, Inc., 1970 • 87 páginas

 

Angus Black es un pseudónimo, pero se sabe que el libro está escrito por un aspirante a doctor en economía en la Universidad de Chicago. De hecho, en muchos aspectos, A Radical's Guide to Economic Reality es una versión a la moda de Capitalismo y libertad, de Milton Friedman. Black aparentemente trata de dirigirse a los miembros de la cultura de la droga y otros “marginados”. Parece estar haciendo un esfuerzo honrado para educar a sus lectores en la realidad económica hablando de asuntos en los que probablemente tengan un interés especial y en palabras que entiendan. Sin embargo Black ha adoptado una postura excesivamente condescendiente hacia sus lectores. Dudo que ninguna de las personas a las que evidentemente se dirige aprecie su estilo o acepte sus argumentos (de hecho, algunos de sus lectores pueden ser insensibles a cualquier tipo de argumento, pero eso es otra historia).

Una debilidad más importante es la tradición intelectual en la que se escribe este libro. La Escuela de Chicago no se caracteriza generalmente por entender los problemas básicos que acucian hoy a los Estados Unidos. Milton Friedman, cabeza visible de la escuela, cree que Richard Nixon es un hombre profundamente inteligente que está llevando al país de vuelta al laissez-faire. El significado real de la Guerra de Vietnam (la guerra no fue un error) se pierde en los chicaguistas. Analizando la economía estadounidense a través de las optimistas gafas de un modelo de “competencia perfecta”, son incapaces de ver la bruta realidad del complejo militar-industrial. Además, su análisis económico falla en varios otros aspectos, de forma que en cuestiones clave (como la inflación), no consiguen llegar a las objeciones esenciales a la política actual. A Radical's Guide sufre todas estas deficiencias, y algunas propias.

Aún así, el libro es un inicio, un intento de comunicar soluciones del libre mercado a problemas concretos, a clases de gente normalmente enemigas de esta postura. Pero Black debería haber escrito menos frívolamente. Len Liggio tiene un artículo sobre anarquismo en el Liberated Guardian del 14 de julio, escrito en inglés llano y libre de actitudes condescendientes, que es mucho más probable que pueda servir de puente con la izquierda.

El libro es corto. Una ojeada a los títulos de los capítulos da una indicación de qué se ha preparado al lector: “Grandes empresas o engaña al cliente y a toda máquina”, “Nuestro sistema fiscal: carta blanca para los ricos” y así sucesivamente. Black es particularmente bueno en algunos puntos. Sobre el boicot a las uvas de California:

“Quiero ayudar a los recolectores de uvas, así que como uvas para desayunar, uvas en el almuerzo, uvas en la cena y uvas en esa visita nocturna a la nevera. De esta forma, además de a los fabricantes de antidiarreicos, ayudo a los recolectores de uva. ¿Cómo? Simplemente aumentando el valor de las uvas y por tanto aumentando la demanda de recolectores de uvas”.

Además de ocuparse del boicot a las uvas, Black examina el problema de los sindicatos en general, apuntando la naturaleza necesariamente discriminatoria de éstos. Pero afloja sus golpes en los asuntos importantes y ha menudo llega a soluciones “de compromiso” que perpetúan el mismo problema que le preocupa. Al ocuparse del sistema fiscal, Black da un argumento contundente sobre quién paga realmente los impuestos y luego sugiere débilmente un impuesto de la renta de tipo fijo del 20% (además de un impuesto de la renta negativo para los pobres). No se intenta ningún análisis de por qué el sistema fiscal se estableció tal y como está. Sin duda, Black no cree que el electorado, con nuevas ideas por leer el libro de Black, pueda marchar a Washington y cambiar el sistema fiscal. Es disculpar los intereses creados que son los responsables del sistema tal y como es; es también suponer ingenuamente que el poder lo ejerce la población en general del país. Es fracasar en analizar realistamente la situación.

Más importante aún: debo preguntar por qué no hay crítica al impuesto federal de la renta por sí mismo (al estilo del ensayo clásico de Frank Chodorov, “Taxation Is Robbery”).Debo pensar que cualquiera con pretensiones de ser un libertario debería al menos ocuparse del asunto de la moralidad en los impuestos. Black no lo hace.

Como la mayoría de los chicaguistas, Black es razonablemente bueno en su crítica de las falacias económicas, pero tiene una tendencia a descubrir áreas “problemáticas” donde se supone que el mercado no funciona. Así, para resolver el problema de la pobreza, necesitamos un impuesto negativo de la renta. Hay una “infrainversión” en educación, luego necesitamos cheques escolares. No se ofrece ningún análisis de por qué el mercado a veces “fracasa” (sobre el supuesto problema del fallo en los mercados, ver la nueva obra de Murray Rothbard, Poder y mercado).

Desgraciadamente, sospecho que puede haber un problema de intereses de clase en todo ello. La idea de las subvenciones a la educación es habitualmente una de las favoritas de los chicaguistas (a pesar de sus críticas muchas otras ideas de subsidios). Me parece que su posición en esta materia puede estar condicionada por un interés beneficiado en el asunto de la educación.

El último capítulo es quizás el más curioso, ya que se titula “Un alegato por la anarquía”. Ciertamente si se ha aceptado la crítica básica de Black (aunque no esté exenta de fallos), podría estar en camino hacia una postura anarquista. Pero “No”, dice Black, no podemos tener anarquía porque

“Se levantaría la veda sobre italianos, espaldas mojadas, judíos, negros, hippies, irlandeses y lisiados si no existiera la constitución (…) La anarquía no es la respuesta. Debemos, por tanto, mantener el gobierno, pero reducir su poder sobre nuestras vidas económicas, morales y sociales”.

Para que funcione la anarquía, de acuerdo con Black, “todos los miembros de la sociedad deben ser bastante homogéneos”. Bueno, los argumentos de este libro son, a veces, deficientes, pero en ningún otro lugar son tan malos como aquí.

El argumento como lo pone Black es un viejo bulo. De hecho, sólo si la población fuera (absolutamente) homogénea podría justificarse el gobierno. (Por qué debería desearse éste, es una cuestión distinta). Sólo en un mundo heterogéneo (como el que tenemos) hay un problema de libertad individual. Si todos pensáramos igual y deseáramos exactamente los mismos fines, vivir en una “dictadura” absoluta no significaría infringir la libertad individual: ex hypothesi, el dictador simplemente nos diría qué quiere hacer. En un mundo heterogéneo, por el contrario, la gente no piensa igual. Por tanto, cualquier autoridad que coaccione a un hombre es una violación de la libertad individual. John Stuart Mill lo explicó agudamente:

“Si toda la humanidad menos uno fuera de una sola opinión y sólo una persona fuera contraria a esa opinión, la humanidad no estaría más justificada en silenciar a esa persona que él, si tuviera el poder estaría justificado en silenciar a la humanidad” (De Sobre la libertad).

Hicieron falta pensadores más perspicaces que Mill para ver que la existencia de cualquier gobierno, por muy limitado que esté, es incompatible con la libertad individual.

En resumen, A Radical's Guide to Economic Reality es digno de la atención de los libertario, pero podía y debía haber sido un libro mejor.

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Gerald P. O’Driscoll Jr. es miembro senior el Instituto Cato.

Esta crítica se publicó originalmente en Libertarian Forum, 15 de septiembre de 1970.

Published Tue, Feb 2 2010 4:48 PM by euribe