La guerra contra los jóvenes

Por Brian Foglia. (Publicado el 3 de febrero de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4040.

 

Vivimos en una época llena de opresión. Ningún otro grupo de estadounidenses es más consciente de ello que nuestra juventud. Los jóvenes de hoy probablemente serán la primera generación en la historia de EEUU que no superará los niveles de vida de sus padres. Pensemos en la creciente proporción de jóvenes adultos que eligen permanecer viviendo con sus padres o volver con ellos. En lugar de buscar nuevas oportunidades por sí mismos, eligen la seguridad del hogar a expensas de su futuro.

¿Por qué pasa esto? Hay muchas causas ocultas, todas las cuales corroen las perspectivas económicas de la generación actual y las posteriores y enriquecen a unos pocos privilegiados. No es un fenómeno aislado. En todo el mundo los gobiernos han descartado la responsabilidad fiscal en favor de gastos a corto plazo en guerra, bienestar y rescates.

Es fácil ver que este comportamiento nos costará caro, pero no todos los grupos soportan la misma carga. La brujería contable del gobierno y el dinero fiduciario pueden ocultar la decadencia por un tiempo, pero el preció acabará en definitiva en recaer en quienes hereden la inevitable crisis. Los excesos de las generaciones mayores vendrán a expensas de la riqueza y las oportunidades de las más jóvenes.

Examinemos la economía estadounidense: las estimaciones actuales de responsabilidades no financiadas del estado de bienestar son asombrosas: 107 billones de dólares sólo en Seguridad Social y Medicare. La recesión y la consecuente caída en picado de recaudación en el impuesto sobre las nóminas han devastado el superávit actual de la Seguridad Social. La evaporación de este superávit acelerará la implosión financiera del gobierno federal y disminuirá drásticamente la carga fiscal de los ciudadanos.

Como estos programas son insostenibles, cuanto más joven seas, menos probable es que recuperes el poder de compra perdido por los impuestos. Esto se debe a una redistribución masiva de riqueza de los jóvenes a los burócratas y beneficiarios de estos sistemas.

Como muchos jóvenes adultos van a la universidad, no es sorprendente descubrir que el gobierno ha promulgado asimismo legislación bajo la pretensión de ayudar a los universitarios a pagar sus matrículas. Lo hace ofreciendo préstamos subvencionados a los estudiantes forrando indudablemente de paso los bolsillos del cartelizado sector bancario.

Como nos enseña la economía austriaca, cuando el precio de un bien o servicio se fija por debajo del precio de liquidación del mercado, aumenta la demanda de dicho bien o servicio. Los tipos de interés subvencionados distorsionan el sistema de precios y el análisis racional de coste-beneficio de los consumidores.

Esto lleva a muchos jóvenes a acudir a la universidad cuando no lo hubieran hecho si los tipos de interés fueran reales. El tipo de mercado más alto podía haber llevado a los estudiantes a economizar y decidir ir a una universidad más barata, acudir a un instituto profesional o quizá abandonar directamente la enseñanza superior.

Los préstamos baratos desaniman a los estudiantes a explorar completamente sus opciones y tomar las mejores opciones a partir de sus aspiraciones personales. Los estudiantes ahora saben que pueden obtener fácilmente un préstamo para la matrícula y ser admitidos en una universidad “comunitaria” pública sin la preocupación de tener que estudiar y tener que hacerlo bien en el bachillerato.

A causa de esto, ahora encontramos a muchos estudiantes vagando sin sentido por el sistema durante años, acumulando enormes deudas por el camino y gastando recursos preciosos en cursos frívolos y actividades “extracurriculares”. Esta perversa estructura de incentivos ha llevado a nuestro sistema de educación secundaria a un camino de desidia y mediocridad, en el que muchos estudiantes están más interesados en las fiestas y en perder el tiempo que en aprender realmente algo.

Pero la teoría económica tiene aún otra lección que enseñarnos. Como la oferta de estudiantes que no pueden pagarse la universidad se ha inflado debido a los préstamos subvencionados, las universidades han descubierto que pueden dedicarse a aumentar sus matrículas hasta niveles estratosféricos.

Sin embargo los estudiantes siguen llegando, tanto porque los préstamos son baratos y fáciles de obtener como porque la clase dirigente de la educación tiene un arsenal de estadísticas y eslóganes listo para describir las enormes ganancias financieras a obtener teniendo una licenciatura universitaria. “La enorme deuda merece la pena”, dicen. “La recuperarás después de unos pocos años”.

Hubo un tiempo en que esto era probablemente cierto para la mayoría de los estudiantes, pero ahora un creciente número de estudiantes descubren que la aplastante deuda que requiere acudir a la mayoría de la universidades simplemente no lo merece, especialmente a la luz del pésimo estado del mercado de trabajo.

Para hacer peor las cosas, la recesión ha impulsado a muchas universidades a encarecer sus matrículas aún más. De acuerdo con un nuevo estudio del Project on Student Debt,

“Los datos muestran que en los últimos años, alrededor de los dos tercios de los estudiantes graduados en universidades tiene deudas de préstamos académicos. La cantidad media que deben esos estudiantes ha aumentado alrededor de un 6% anual desde el curso 2003-04, llegando a 23.200$ para la promoción de 2008. En comparación, en 1996, sólo el 58% de los estudiantes se graduaron con deudas y debían una media de 13.200$”.

Hemos encontrado otra crisis amenazante ocasionada por la dura mano del gobierno. Los jóvenes adultos deben ahora emplear muchos años después de su graduación en devolver su deuda a un sistema educativo hinchado e ineficiente. A pesar del barniz del altruismo, es importante recordar que su “ayuda” se ha realizado en beneficio de los banqueros, el personal de la universidad y las burocracias que les sirven.

No es sorprendente que el siempre declinante valor del dólar también genere un gran problema para las perspectivas económicas de la juventud estadounidense. Incluso aunque esté lejos del colapso monetario hiperinflacionista predicho por gente como Peter Schiff, John Williams y Jim Rogers, la inflación será pronto un serio problema en los Estados Unidos. Tengamos en cuenta la enorme deuda nacional (que actualmente asciende a más del 80% del PIB), el irremediable déficit presupuestario federal masivo y el abrumador nivel de reservas excedentes acechando en el sistema bancario. Estas responsabilidades se financiarán en último término imprimiendo dinero o repudiando la deuda. Cualquiera de estos escenarios causaría un trastorno político a gran escala.

Además de ese problema colosal, se impide a los jóvenes construir su riqueza mediante una larga lista de regulaciones estatales y federales que limitan su comportamiento y restringen su capacidad para encontrar empleos indefinidos. Las leyes que fijan el salario mínimo y que regulan el trabajo infantil desempeñan un papel importante en impedir que los jóvenes encuentren empleo.

El salario mínimo prohíbe a quienes desean trabajar que acepten salarios por debajo de una cantidad arbitraria y aumenta en mucho el coste de contratar trabajadores no especializados (muchos de los cuales son jóvenes tratando de pagarse la universidad). Esto ocasiona que trabajen muchos menos trabajadores de este tipo. La subida del salario mínimo del pasado año sólo aumentará el problema del desempleo juvenil y hará más difícil independizarse a los jóvenes adultos.

Incluso las estadísticas del gobierno parecen apoyar esta conclusión. Para diciembre de 2009, la Oficina de Estadísticas Laborales informa de que la tasa oficial de desempleo para gente entre 16 y 19 años era del 27,1% y para la gente de entre 20 y 24 años del 15,6% comparada con la tasa general del 10%. Los menores de 20 años eran el 9% de la mano de obra en la década de 1970, pero ahora sólo suman el 3,2%.

La infame “Guerra contra las Drogas” es otro programa fallido que se dirige tanto contra los jóvenes como contra las minorías. Los “delincuentes” no violentos de la droga son principalmente jóvenes que son arrestados por poseer pequeñas cantidades de hierba. De acuerdo con el FBI, la gente menor de 25 años comprende alrededor de la mitad de los todos arrestos relacionados con la droga en Estados Unidos.

La policía, los fiscales, las agencias judiciales y los sistemas penitenciarios de la nación se benefician  de esta explotación. Es mucho más fácil para ellos concentrarse en multar y encarcelar a la gente que son en su mayoría buscadores de emociones fuertes no violentos que dedicarse a buscar y arrestar a criminales violentos, como asesinos, ladrones o violadores.

Hablando de “guerra”, otro punto de interés es que los reclutadores militares están echando sus redes cada vez más en institutos y campus universitarios. Usan la seductora promesa de una educación universitaria gratuita para convencer a los jóvenes para que se alisten. Incluso suponiendo que la salud física y mental de los reclutas esté aún intacta cuando vuelvan, a menudo tienen problemas en obtener su indemnización en el laberinto burocrático.

Aunque los cerebros de estas intrusiones gubernamentales sean a los únicos a los que hay culpar por crear estos problemas, me desilusionan las generaciones anteriores a la mía. Los estadounidenses saben desde hace muchos años que estos programas eran en último término insostenibles. Incluso si no lo fueran, nunca es legítimo usar la coacción para pagar las jubilaciones o las facturas médicas de otros, para implantar prohibiciones draconianas sobre drogas o el empleo o para subvencionar los préstamos a los estudiantes.

La del baby-boom estadounidense es probablemente la generación más rica de seres humanos que jamás haya poblado la tierra. Aún así, ha hecho pocos esfuerzos por acabar con las subvenciones que les dieron a costa de sus hijos y nietos y tampoco ha intentado acabar con las leyes opresivas que impiden a los jóvenes estadounidenses librarse de las cadenas de la deuda y la dependencia. Ninguna sociedad puede permanecer civilizada mucho tiempo tratando a su juventud de esta manera.

Dado el ritmo al que parecen erosionarse bajo nuestros pies nuestra riqueza y nuestra cultura, suplico tanto a mis mayores como a mis coetáneos a oponerse al estado leviatán y sus compinches en todo momento de forma que podamos empezar un nuevo viaje hacia una prosperidad duradera.

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Brian Foglia es licenciado en economía y delegado senior de la Sociedad de Economía de Stockton en la Universidad de Stockton.

Published Thu, Feb 4 2010 7:00 PM by euribe