Por Abhinandan Mallick. (Publicado el 4 de febrero de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4061.
[Este ensayo está dedicado a la memoria de John David
Fernandez]
La ciencia está unida en su uso de la lógica y el
razonamiento deductivo. Se mantiene objetiva y formalmente gobernada por el
principio de que un argumento basado en premisas verdaderas no puede llevar a
una conclusión falsa.
Por supuesto, es posible derivar conclusiones verdaderas de
premisas falsas. Por dar un ejemplo simple, podemos decir que los cerdos son
pájaros, los pájaros no vuelan, luego los cerdos no vuelan. Sin embargo los
positivistas en el campo económico han afirmados que esos silogismos son los
métodos de inferencia más comunes y útiles de los empleados en las ciencias
naturales. En esto están completamente equivocados.
En la disputa entre la entonces predominante teoría del calórico
y la naciente teoría mecánica, ambas partes afirmaban tener la explicación
correcta al fenómeno del calor. La teoría del calórico afirmaba que el calor y
la combustión se causaban por la emanación de los cuerpos calientes de una sustancia
conocida como “calórico”. La teoría mecánica afirmaba que había una
equivalencia mecánica entre calor y trabajo, de forma que ambos eran
simplemente distintas formas de uno y otro (posteriormente calificado como
“energía” por Thomas Young en 1807).
En este caso concreto nos vemos en la situación típica de
las ciencias naturales: no podemos establecer directamente la verdad de
nuestras premisas. Sin embargo podemos inferir deductivamente las consecuencias
de seguir una teoría u otra.
Si cualquiera de ambas teorías lleva a conclusiones que se
pueden demostrar como falsas, entonces ellas mismas resultan ser falsas. Esto
se deduce porque a partir de premisas verdaderas sólo se pueden obtener
conclusiones verdaderas. Así que si una conclusión que deriva de una premisa
demuestra ser falsa, la propia premisa debe ser igualmente falsa y por tanto
puede descartarse.
La teoría del calórico se vio rechazada definitivamente por
el Conde Benjamin Rumford en 1798. Demostró mediante la fricción inducida por
perforar un cañón que podía calentarse agua durante horas mientras que se
perfore el cañón.
Rumford advirtió que la cantidad total de calor generado por
el cañón habría sido más que suficiente como para fundir el metal, si se
hubiera podido devolverlo de alguna forma al cañón. Esto demostraba que se
estaba generando más calor del que podría haber contenido originalmente el
metal.
Además fue capaz de calcular el equivalente mecánico de
calor equivalente al trabajo realizado, lo que se usó posteriormente para
establecer el principio de la conservación de la energía. De éste se dedujo la
primera ley de la termodinámica, posiblemente la mejor forma de resumir la
teoría mecánica del calor.
Lo que hemos visto es que hemos sido capaces de descartar
una preposición demostrando que sus conclusiones son falsas.
Debería haber quedado claro para el lector que explicar el
método científico de la inferencia como forma de producir conocimiento a partir
de premisas falsas es algo claramente absurdo. Lo que importa en el método científico
es eliminar premisas que se contradigan con las observaciones. Nunca ha
significado empezar por premisas que sabemos que son falsas y absurdas,
deduciendo las implicaciones que puedan obtenerse de ellas y, cuando
circunstancialmente se encuentre congruencia en nuestras “predicciones” y los
datos observados, afirmar que el resultado de nuestro trabajo es “conocimiento
científico”.
Ahora el lector debería ser capaz de advertir lo débil y
peculiar que es realmente la postura metodológica de la economía positivista, o
más bien “positiva”. En el ensayo de Friedman, “The Methodology of Positive
Economics”, defiende las consecuencias deducidas a partir de premisas claramente
falsas en relación con el estudio de la acción humana. Indica acertadamente que
las hipótesis no necesitan ser “realistas” en sus suposiciones.
Para su desgracia, una “hipótesis” que incorpora nociones y
afirmaciones que son demostrablemente falsas no es una hipótesis, sino una
falsedad. Muchas de las falsedades que defiende, como el homo economicus,
la competencia perfecta y el conocimiento perfecto, se siguen aplicando hoy en
la economía neoclásica.
Puede identificarse en el ensayo de Friedman una confusión
acerca de la forma en que se utilizan las suposiciones en las ciencias
naturales. Los sistemas nunca se modelan de acuerdo con suposiciones que sean
fantásticamente defectuosas en su descripción. Como observa Lev Landáu en la
primera página de su Curso de Física Teórica, “los planetas pueden ser
considerados como partículas al observar su movimiento respecto del sol, pero
no al observar su rotación sobre sus ejes”. Si la física es verdaderamente la
ciencia que los economistas neoclásicos buscan emular, es para ellos una
desgracia que hayan comprendido completamente mal su metodología. Mucho de lo
que hoy se califica como “economía” no puede, por tanto, ser descrito como
ciencia.
Quienes pretenden justificar el razonamiento a partir de
premisas falsas como un método fiable de obtener conocimiento del mundo real a
menudo usan los fundamentos de su supuesta utilidad para hacer predicciones en
el mundo real. Deberían considerar la siguiente historia:
Hace unos años, las organizaciones occidentales de ayuda
cometieron el error de intentar suplantar las costumbres locales tribales e
imponer las prácticas médicas occidentales en ciertas poblaciones africanas con
el fin de prevenir la extensión de enfermedades infecciosas. La estrategia fue
una catástrofe: los lugareños no aceptaban y adoptaban fácilmente estas
costumbres extrañas y extranjeras.
Además, las organizaciones de ayuda entendieron totalmente
mal la forma en que las prácticas locales eran realmente eficaces para ayudar a
prevenir las enfermedades, a pesar de justificarse diciendo que eran absurdas y
supersticiosas desde el punto de vista científico moderno. Aislar a los
individuos “malditos” del resto de la sociedad y restringir el uso del
suministro de agua para “arrepentirse” de pecados colectivos nos choca como
algo sin sentido y supersticioso. Aún así las prácticas reales adoptadas basándose
en este razonamiento eran bastante efectivas para prevenir la extensión de la
dolencia.
Ninguna persona sensata en la sociedad occidental intentaría
describir estas prácticas tribales como ciencia, aunque es algo bastante
similar al razonamiento empleado para justificar la postura metodológica de
Friedman en economía. En realidad estas supersticiones realmente muestran una
conveniencia pragmática y un poder predictivo y sus premisas son hipótesis no
comprobadas en lugar de afirmaciones falsas: más de lo que podemos decir de la
economía friedmanita.
Nos podemos preguntar ¿podría haber alguna base científica
para el conocimiento que produce la economía? Ludwig von Mises ofrece la
respuesta a esta pregunta. Lo hizo, no intentando “revolucionar”, sino
revisando y reflejando las raíces de una disciplina que había estudiado e
investigado toda la vida y ampliando los pensamientos e ideas de sus
predecesores, como Nassau Senior y Carl Menger.
La categoría de acción y las teorías y afirmaciones praxeológicas
así desarrolladas se supone que encarnan los aspectos más controvertidos de la
economía “austriaca” moderna. El que otros hombres actúan, buscando fines y
aplicando medios al tiempo que se mantienen las mismas categorías lógicas es
algo implícito en las interacciones sociales a lo largo de la historia humana.
A pesar de las afirmaciones en contra de racistas y otros polilogistas, no se
ha ofrecido ninguna evidencia significativa que niegue estas proposiciones. De
hecho quien intenta negarlas debe asumir ya su certidumbre en aquéllos a
quienes desea convencer.
Sin duda hay problemas epistemológicos en relación con
nuestra comprensión del comportamiento de otros, no menos desconcertantes que los
asociados con la causalidad y la inducción. Aún así, quienes ignoren los
problemas filosóficos asociados con los métodos de las ciencias naturales a
causa de su manifestada conveniencia pragmática en la aplicación de tecnología
deben darse cuenta de forma similar de que entender las acciones de otros como deliberadas
y conscientes, compartiendo las mismas categorías, nos ha servido en la práctica
tremendamente bien. Ningún artificio dialéctico puede eliminar como por arte de
magia el hecho de que empecemos nuestro análisis de las acciones de otros seres
humanos con la idea de que buscan fines y aplican medios para alcanzarlos.
Por tanto la praxeología se basa en la demostrablemente verdadera
idea de que nosotros y los demás seres humanos actúan. En lugar de utilizar la
noción supersticiosa de la acción colectiva, las acciones praxeológicas se
reconocen por ser realizadas por individuos, cada vez una, conectadas juntas
siguiendo una cadena causal.
En este ensayo he criticado ciertas aplicaciones de premisas
falsas. Esto ciertamente no quiere decir que las critique como dispositivos teóricos
por sí mismos. Sin duda tienen su utilidad. La economía constantemente en
movimiento es el dispositivo con el que se puede explicar el origen de las pérdidas
y ganancias, al tiempo que demuestra la tendencia prevalente al equilibrio e
implícita en la acción del mercado. El análisis contrafactual del cristal roto
de Bastiat sin duda aumenta nuestro conocimiento del mundo real.
La ciencia de la acción humana es mental y apriorística, es
el producto de un análisis lógico de las categorías implícitas en distintos
modos de acción. Y aún así produce un conocimiento empíricamente válido de las
consecuencias de estas acciones, pues puede trasladarse al mundo real. Con el
fin de seguir las relaciones de causa-efecto que afectan a la acción en el
mundo real, debemos combinar el conocimiento conceptual y praxeológico que
podamos obtener con una comprensión de los caprichos y factores que afectan a
las acciones de nuestros congéneres.
Se haría un gran servicio a la humanidad si hubiera más
gente dedicada al estudio de la economía real: la economía praxeológica. Sin
duda podría ayudar a explicar muchas más cosas que el confuso empirismo
actualmente dominante en las ideas de la profesión económica.
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Abhinandan Mallick es estudiante de último año de la
licenciatura de física teórica MSci en la Universidad de Birmingham, Reino
Unido. También escribe regularmente en el blog toobigtobail.com.
Este ensayo está dedicado a la memoria de John David
Fernandez.