Por Brian Doherty. (Publicado el 15 de febrero de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4114.
[Este artículo apareció
originalmente en Reason Online]
Si Murray Rothbard
(economista de la Escuela Austriaca, filósofo político anarquista, historiador popular de los primeros
Estados Unidos e inveterada mosca cojonera del libertarismo organizado) no
hubiera vivido nunca, el movimiento libertario no hubiera llegado a su tamaño e
influencia actual.
Él inspiró y educó a generaciones de jóvenes intelectuales y
activistas libertarios, de Leonard Liggio a Roy Childs o
Randy Barnett. Ayudó a constituir y dar
forma a la misión de instituciones libertarias como el Instituto de Estudios Humanos, el Instituto Cato y el Instituto
Ludwig von Mises. Su combinación única de ética de derechos naturales
randiano-aristotélica, economía austriaca, anarcocapitalismo (del
que fue la fuente primitiva dentro del movimiento libertario contemporáneo),
ferviente anitintervencionismo y desconfianza democrática en las “elites del poder”,
tanto públicas como privadas, inyectó en el moderno libertarismo su distintivo
aspecto que le diferencia de otros tipos de pensamiento de gobierno pequeño y
libre mercado.
Digámoslo así: Cuando murieron gente como F.A. Hayek y
Milton Friedman, la abanderada del conservadurismo National Review pudo
alabarles casi sin reservas y lo hizo. Pero cuando Rothbard murió en 1995, su
viejo amigo William Buckley tomó la pluma para escupir
sobre su tumba. Rothbard, escribió Blake, dedicó su vida
“a quejarse y resoplar en el
pequeño claustro cuyas paredes había trabajado tan laboriosamente por
construir, dejándole al final no como padre de un movimiento en crecimiento (…)
sino con tantos discípulos como David Koresh y su pequeño
reducto en Waco. Sí, Murray Rothbard creía en la libertad y, sí, David Koresh
creía en Dios”.
Las cosas son ahora algo diferentes en lo que se refiere a
la influencia de Murray Rothbard, aunque no es probable que nadie en la National
Review lo advierta, excepto quizá en el contexto de un ataque al
congresista Ron Paul (Republicano – Texas). El auge de Paul y su ruidosa y
entusiasta y joven base de partidarios, que Buckley no pudo prever (yo, que
estaba escribiendo una historia intelectual del libertarismo de 1996 a 2006,
tampoco lo vi venir), contradicen la opinión de Buckley de que la radical
intransigencia divisiva de Rothbard le condenaba a la irrelevancia.
El movimiento de Paul (el movimiento popular más grande
motivado por ideas claramente libertarias acerca de la guerra, el dinero y el
papel del gobierno que hayamos visto en el periodo de posguerra) es mucho más
rothbardiano que directamente influido por las creencias o estilo de cualquier
otro líder intelectual reconocido o influencia en el libertarismo
estadounidense. La gente de Paul es el tipo de agitación antibélica,
antiestatal, anti-dinero fiduciario en masa con que soñó Rothbard toda su vida
como activista.
Los paulitas hacen hincapié en los asuntos claves de
Rothbard de la guerra y el dinero, con esa insinuación populista de lo que él
llamaba “análisis de la élite del poder” y que los inmisericordes llaman
“teorías de la conspiración”. De hecho como aprendí de mi informe
sobre el movimiento durante la campaña de primarias de Paul, una mayoría de
ellos estaban aprendiendo buena parte de su libertarismo directamente del
propio Paul y las comunidades de Internet que lo rodeaban. Pero Rothbard fue
amigo e influyó en Paul y en el centro de la comunidad de Internet de Paul está
el muy rothbardiano sitio del Instituto Mises y el sitio personal de fundador y
presidente de dicho instituto, Lew Rockwell, que fue un cercano colaborador de
Rothbard en la última década de su vida.
El Instituto Mises acaba de publicar una interesante (aunque
lamentablemente breve, para este fan) recopilación de escritos inéditos de
Rothbard. Son ensayos, cartas y memos escritos con un fin específico: aconsejar
a los distintos grupos de formación y financiación libertaria en la décadas de
1940 y 1950 (principalmente el Fondo Volker, el más importante mecenas de los
intelectuales libertarios en aquella época: financiaron los puestos académicos
de Mises y Hayek, patrocinaron la conferencias con las que se escribió la
mayoría de Capitalismo y libertad de Milton Friedman y mantuvieron a
flote a Rothbard con distintos encargos y tareas) acerca de obras o autores
específicos dignos de promoción como buena formación o propaganda (en su
sentido neutral) del libertarismo. A causa de este fin práctico, lo escrito por
Rothbard destaca aquí una debilidad aún importante en el gran proyecto
libertario, tanto como operación intelectual como de venta (de ideas).
Rothbard
vs. the Philosophers es aproximadamente dos tercios de Rothbard y un
tercio de un ensayo introductorio de una polítologa italiana, Roberta Modugno.
El ensayo deriva tanto del material de Rothbard que le sigue que añade poco la
proposición valiosa del libro. Su contextualización del Rothbard maduro no hace
al libro útil más que a los fans entusiastas de Rothbard y a los historiadores
del movimiento libertario. (Hay mucho, mucho más material de Rothbard de este
tipo en los archivos del Instituto Mises y espero que esto sea sólo el
principio de su edición).
Rothbard es un intelectual con un objetivo. Aprendió mucho
de Marx y de los distintos movimientos marxistas en términos de estrategia para
un cambio político-económico radical y estaba de acuerdo con Marx en que “los
filósofos hasta ahora sólo interpretaban el mundo en diversas formas, se trata
de cambiarlo”. (Mientras hablaba acerca de Rothbard con libertarios que no le
tenían cariño, aprecié que a menudo pensaban que sus pensadores libertarios
favoritos eran más científicos o interpretativos, mientras que Rothbard era más
propagandista. En realidad, todos los principales pensadores sociales
libertarios tuvieron el cambio social y político como objetivo y no meramente
la búsqueda objetiva de la realidad).
El ensayo introductorio de Modugno explica con detalle las
peculiaridades del proyecto de Rothbard
de una forma que el propio
Rothbard a menudo sólo insinúa en los escritos aquí recogidos: que “el axioma
de la no agresión” es”la verdadera piedra angular del sistema rothbardiano”, así
que él “condena moralmente todas las formas de estatismo”. Después de todo, los
estados no pueden funcionar sin agredir el primer lugar a alguien, aunque sólo
sea para obtener el dinero de los impuestos para financiar sus actividades.
A Rothbard le preocupa mucho (especialmente por el propósito
práctico de estos escritos) lo que considera la eficacia de los filósofos y
pensadores sociales y económicos en dirigir al mundo hacia la causa de la
libertad absoluta. Sus críticas a menudo siguen un tono en la línea de este comentario
sobre su querido mentor en economía Mises: “La postura utilitaria y relativista
de Mises ante la ética no es ni lejanamente suficiente para establecer una
defensa integral de la libertad”.
El propósito de buscar la preeminencia del libertarismo domina
este libro. Rothbard es el más entretenido de los grandes pensadores
libertarios: agudo, ingenioso, humilde, divertido y coloquial, y esas virtudes
brillan en todo el propósito exhortativo y práctico de estos escritos. Así, sus
ataques a Leo Strauss y Kart Polanyi no deberían entenderse como una disputa
de matiz y generosa entre filósofos.
Aquí Rothbard está escribiendo en buena medida como
polemista ideológico acerca de qué pensadores son “buenos para el equipo” y sus
críticas, incluso fuera de este libro, a menudo tienen ese objetivo. Este
aspecto de Rothbard se ha aprovechado a veces para atacarle
como pensador poco serio, pero esto no es justo con el propósito de este tipo
de polémica. Por ejemplo, al no ocuparse de todos los matices de la historia o
análisis de Karl Polanyi en su La gran transformación, Rothbard está
haciendo lo que se ha propuesto: buscar un grupo detectable de creencias acerca
de la civilización moderna, la moneda y los mercados que hacen de Polanyi un
aliado ineficaz para los libertarios radicales.
Antes de que Ayn Rand empezara a influenciarle, descubrimos
a Rothbard ofreciendo una visión preliminar de las razones comunes por las que
se piensa que Rand es “mala
para la marca” del libertarismo. En un artículo de 1948 atacando un ensayo
que alababa el “individualismo puro y duro”, Rothbard escribe que “yo considero
un tributo a las cualidades morales de una sociedad individualista el que la
caridad y la filantropía privadas ayuden a la gente desafortunada entre
nosotros”.
Y al alabar a Leo Strauss, considerado generalmente como el padrino filosófico de los
neoconservadores por estar de acuerdo en que hay absolutos éticos
discernibles por la razón, Rothbard apunta algunas curiosidades divertidas
sobre el pensamiento straussiano, centrándose sobre todos en las lecturas
“esotéricas” de gente como Maquiavelo y sus obsesiones numerológicas, que
Rothbard considera “realmente tan absurdas como para ser casi increíbles” y
“terriblemente disparatadas”.
La parte más interesante de Rothbard vs. the Philosophers,
y la más importante para la historia intelectual libertaria, es el notable
memorando en que aconsejaba al Fondo Volker, antes de su publicación, que no se
financiara Los fundamentos de la libertad de F.A. Hayek, y que debía ser
atacado enérgicamente cuando apareciera. (He escuchado a más de un famoso
pensador y activista libertario referirse al memorando como horrible o
escandaloso y una enorme mancha en la reputación de Rothbard que no podría
borrarse).
Los accidentes en la historia intelectual e institucional,
relatados con profusión en mi libro Radicals for Capitalism: A Freewheeling
History of the American Libertarian Movement, han hecho “libertarios” a un
grupo de pensadores que están realmente en profunda oposición sobre cuestiones
importantes referidas a la justificación intelectual de creencias políticas y
éticas y el papel otorgado al gobierno.
Todos estos pensadores estaban unidos en la oposición al
consenso posterior al New Deal, todos tenían creencias económicas en buena parte
o total oposición a sistema económico de planificación y manipulación de la
posguerra conocido como keynesianismo y todos estaban ligados en una comunidad
de afinidad y compromiso intelectual mediante organizaciones que iban de la
Sociedad Mont Pelerin al Fondo Volker y la Fundación para la Educación
Económica.
Pero tal y como aquí deja abundantemente claro Rothbard,
existen diferencias muy importantes entre el pensamiento falibilista,
utilitario y de pequeño gobierno de Hayek (y de Friedman y en buena medida de
Mises) y el anarquismo basado en derechos de Rothbard y muchos de sus
seguidores, ambos coexistiendo con dificultades bajo la etiqueta libertaria.
En palabras que nunca hizo o pretendió hacer en público,
Rothbard califica a la defensa más monumental de la libertad y el oren político
como “sorprendente y lamentablemente, un extremadamente malo y yo aún diría
malévolo libro”. La parte “malévola” proviene del golpe que piensa que
impactará en el movimiento libertario, al ser considerado entonces, y aún más
después, el más respetable y brillante exponente del libertarismo.
Como Hayek apoyaba la libertad política sólo por razones
instrumentales y no llegaba tan lejos como el anarquista Rothbard, éste sentía
que la postura de Hayek crearía un problema
retórico de “Incluso Hayek admite…” para los libertarios más radicales
(lo que ha sido verdad hasta
cierto punto). Los argumentos de Rothbard contra Hayek no son estrictamente
pragmáticos: mantiene que Hayek entiende mal los argumentos racionales a favor
de la libertad y plantea mal la importancia de los argumentos sobre los
derechos en la historia del liberalismo clásico. En un memorando posterior mas conciliatorio pero aún negativo, Rothbard
lista en muchas páginas las distintas concesiones que Hayek hace al poder del
estado, que Rothbard piensa que son innecesarias
y violadoras de derechos, desde las subvenciones gubernamentales a bienes públicos
a las empresas públicas compitiendo en el mercado o el desempleo obligatorio y
el seguro para mayores para ayudar a los indigentes.
La difícil relación entre Rothbard y Hayek tiene ecos hasta hoy mismo, con libertarios
hayekianos modernos como Virginia
Postrel (antigua editora de la revista Reason) y Will
Wilkinson lamentando la confusión de sus pensamientos con las creencias del
estilo de Rothbard. Todo tipo de
disputas intralibertarias siguen en general las mismas líneas de no compromiso
y antiestatismo rothbardiano frente a los más liberales clásicos,
utilitaristas, falibilistas y prudentes hayekianos. Las diferencias en los
fines políticos últimos también se reflejan a menudo en diferencias en tono y
disposición a participar (en lugar de oponerse) en los bastiones habituales del
poder e influencia de la corriente principal.
“La intención de Rothbard es hacer más persuasiva su propia
argumentación a favor de la libertad”, apunta Modugno. A pesar de las serias
advertencias de Rothbard al Fondo Volker, el trabajo de Hayek era persuasivo
y principalmente sobre las cosas en las que a Rothbard le hubiera gustado ser
persuasivo. No creo que mucha gente haya sido convertida por Hayek desde el
anarquismo a una creencia en, por ejemplo, un salario mínimo. (Y si es
así, esa batalla sobre un estado que se comporta de una manera correctamente
hayekiana frente a una que desaparezca completamente sigue estando en el futuro
lejano y era de poca relevancia en el contexto de la década de 1950 en la que
Rothbard atacaba a Hayek). De hecho, Hayek está tan asociado a sus creencias en
el fracaso de la planificación central, los poderes de un sistema de precios de
libre mercado y su demolición de la “justicia social” que mucha gente
familiarizada con él se sorprende al descubrir que Hayek creía en la mayoría de
las cosas malas (desde una perspectiva anarcocapitalista) por las que le ataca
Rothbard.
Estos enfrentamientos intralibertarias son reales,
importantes y continuos. Tanto Hayek como Rothbard (y aquéllos a quienes han
influenciado y enseñado) siguen cambiando ideas. Y aunque en general a los
intelectuales modernos les cuesta distinguirlos, ambas tendencias del
libertarismo continuarán luchando entre sí igual que luchan contra el mundo en
general. (Una de las razones por las que la disputa entre derechos y resultados
sea difícil de entender para quienes ven desde fuera el libertarismo es que, por
muy buenas razones, ambas posturas libertarias tienden a llevar a las
mismas creencias acerca de la limitación del poder del estado).
Hayek y Rothbard eran más que intelectuales: eran abogados.
Y aunque lo que defendían en último término era diferente, en el contexto del
mundo actual de crecimiento improvisado del gobierno y acaparamiento de
poderes, el resto del mundo no está demasiado equivocado al actuar juntos a
efectos prácticos. Ambos fueron grandes pensadores económicos y entendían el
marginalismo y la división del trabajo. En un mundo de mentes diversas en el
campo del cambio social e intelectual, diferentes tipos de argumentos y
diferentes puntos de fuga van a funcionar con gente distinta y a diferente
ritmo.
En los cismas y molestias
ocasionales entre las posturas de, por ejemplo, un Ron Paul y un Instituto
Cato, vemos tensiones similares a las que ya estaban burbujeando en la década
de 1950 y se revelan en Rothbard vs. the Philosophers (aunque el
completo anarquismo de Rothbard sigue siendo demasiado radical incluso para la
mayoría de los paulistas). Si Hayek y Rothbard estuvieran (sin saberlo Hayek)
en guerra, sería una guerra que ambos y ninguno ganaron. (El editor libertario
R.W. Bradford curiosamente sostuvo
la opinión de que el bando de Rothbard perdió la influencia en el
movimiento libertario, allá por 1988, pero creo que la recuperación de la
influencia tanto de Rand como del Instituto Mises en el campo de Paul
contradice esto). Que ambas tendencias sobrevivan es lo mejor tanto para las
ideas libertarias como para el destino general de la historia intelectual y
política humana.
---------------------------------------------------
Brian Doherty es editor jefe de la revista Reason. También es autor de This is Burning Man (BenBella), Radicals
for Capitalism (PublicAffairs) y Gun Control on Trial (Cato
Institute).
Este artículo apareció
originalmente en Reason Online