Por Robert LeFevre. (Publicado el 23 de febrero de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4103.
[Capítulo 9 de This Bread Is Mine]
Debemos volver a Adam Smith.
Este gran economista y padre de la teoría moderna de los
mercados libres planteó un error que nos ha perseguido desde entonces.
La “teoría del valor trabajo” de Smith era errónea. Sin
embargo, David Ricardo la aceptó y desarrolló. A partir del desarrollo de
Ricardo, la teoría del valor trabajo fue llevada aún más lejos por Kart Marx.
Así que tenemos una teoría socialista del valor económico generada por un doble
error. Este error se ha convertido en el punto de apoyo moral de la palanca política
socialista.
Lo que intentaba establecer Smith, y con ello estarían de
acuerdo la mayoría de los individualistas, es la certidumbre moral de que el
trabajador recibe el producto completo de su labor. De hecho, en este mismo
ensayo lo hemos listado como un derecho básico de cualquier ser humano.
Obtener lo que ganamos
La teoría del “valor de la plusvalía” de Marx deriva de la
“teoría del valor trabajo” de Smith y Ricardo. En breve, la teoría puede
explicarse así: Es evidente que los recursos naturales no están preparados para
su uso por el hombre. Debe aplicarse trabajo humano y herramientas a los
recursos antes de que se puedan convertir a una forma usable y transportarse a
los lugares donde hay demanda de ellos.
No se paga dinero a los recursos naturales. Tampoco se paga
dinero a las herramientas: puede que sea esencial pagar a la persona
propietaria de los recursos o las herramientas. Pero esencialmente todo el
dinero pasa de una mano humana a otra. Y el paso se relaciona con la cantidad
de trabajo realizado por la energía humana suministrada en cada caso.
Así que no se compran los troncos o la madera para la
construcción, se compra el trabajo empleado en la tala de árboles, el
aferramiento de la madera. ¿Cuánto valen los troncos cuando aún están en los
árboles? Fundamentalmente valen lo cueste convertirlos. Y aquí está Marx: Si en
el precio de compra se incluye más del coste básico del trabajo, aparece el
elemento de beneficio o “plusvalía”. Si deísmo pagar a un maderero cinco
dólares por talar un árbol, quitarle las ramas, aserrarlo a un tamaño y grueso
utilizable y enviarlo, el árbol vale cinco dólares, ni más ni menos.
Superficialmente, esto es bastante razonable, siempre en que
éste fuera un mundo en el que las herramientas fueran todas las que puedan
emplearse por siempre, el terreno no fuera de propiedad privada y nuestros
deseos fueran tan simples como casas de troncos. Estamos lejos de un mundo así.
Un mundo así es contrario a la naturaleza de los derechos humanos básicos: no
se quiere un mundo así. La “teoría del valor trabajo” es falsa y la idea de
“plusvalía” que se basa en ella también es un error.
Lo que han hecho Smith, Ricardo y Marx y lo que los
seguidores de estos dos últimos siguen haciendo, es confundir los significados
de dos palabras importantes: coste y valor. Aunque podría ser cierto en el
ejemplo anterior que podría costar cinco dólares para producir la madera de un
árbol concreto, el valor de la madera de
ese árbol no tiene una relación inmediata con el coste.
El valor, como demostraron Eugen Ritter von Böhm-Bawerk,
Ludwig von Mises y otros, es inevitablemente el resultado de un juicio
subjetivo. La madera puede costar 5$, pero la intensidad con la que el comprador desee ésta determina
si para él vale 1$ o 20$. Si para él sólo vale 1$, no la comprará si tiene un
precio por encima de éste, independientemente del coste de producirla.
Análogamente, si está dispuesto a pagar hasta 20$, considerará que es una ganga
si tiene un precio de 10$, aunque el precio de producirla fuera de 5$ y los
otros 5$ representen un beneficio para el productor.
En resumen, el comprador no considera los costes o los
beneficios para los demás. Lo que le importa es el valor, que se refiere a su
propio deseo y su capacidad de pago. Es en esta área donde fracasa Smith, et
al. Concluyen que coste y valor son lo mismo.
Dos tipos de tarteletas
Quizá un ejemplo ofrezca una
mejor demostración. Estamos en deuda con Leonard E. Read, de la
Fundación para la Educación Económica por el ejemplo. Supongamos que “A” tiene
una pastelería. Contrata a varios empleados, compra las mejores materias primas
y produce las mejores tarteletas de fruta del pueblo. Sus costes, incluyendo los
intereses del dinero que ha pedido prestado, la renta del terreno que emplea y
todos los demás factores que entran en la ecuación, le hacen posible producir
estas tarteletas y enviarlas a las casas por 40¢. Cobra 50¢.
Marx insiste en que debería vender a una cifra que excluya
el interés. Pero puede pagarse un salario por sus molestias- Marx reconoce en
“Das Kapital” la validez del trabajo de dirección, en contra de la creencia
popular y desea que se pagar moderadamente. Marx no reconocería un beneficio
como parte legítima del ciclo económico.
Así que el caso anterior sostendría que el hombre que ha soportado
el riesgo, tomado prestado el dinero, asumido la responsabilidad, gestionado la
empresa y es dueño de las herramientas, debería recibir sólo un salario y nada
más. Nos ocuparemos en seguida de esta idea. Concentrémonos en la tarteleta de
frutas de 50¢. A este precio, el propietario y director puede pagarse un
salario y además añadir un beneficio si el negocio es un éxito.
Ahora consideremos a “B”. “B” tiene también una pastelería.
Contrata al mismo número de empleados que “A”, compra las mejores materias
primas y produce las mejores tarteletas de barro. Sus costes, los intereses
sobre el dinero que ha pedido prestado, la renta del terreno que emplea y todos
los demás factores que entran en la ecuación le permiten producir estas
tarteletas de barro y enviarlas a las casas por exactamente el mismo precio que
las tarteletas de frutas de de su competidor, “A”. Independientemente de que
“B” busque un beneficio o no, el hecho que importa es que es casi inconcebible
imaginar un negocio viable de tarteletas de barro.
Pero, si Smith, Ricardo y Marx tenían razón, entonces los
productos de la tienda “A”, que cuestan producir 40¢, deben valorarse a
exactamente el valor del producto de la tienda “B”, pues este producto también
cuesta 40¢ producirlo.Si el valor viene determinado por el coste, las
tarteletas de barro y de frutas son de igual valor si la cantidad gastada para
producirlas es igual.
Sin duda esto es ridículo. Pero esta es la teoría del valor:
El coste del trabajo humano gastado en la producción de cualquier bien es el
valor del bien.
Sólo tenemos que imaginar una situación como ésta: Algún
genio empresarial descubre una forma de fabricar yates mediante un proceso de
extrusión que hace el coste de un yate tan bajo que pueden comprarse muchos por
tan poco como 100$ cada uno. Un segundo individuo descubre una forma de
fabricar iglús de hielo y nieve completamente equipados con aire acondicionado
que cuestan 1.000$ cada uno a causa de la mano de obra que debe emplearse en su
construcción. En la consideración marxista, el iglú valdrá diez veces más que
el yate, independientemente de que a mucha gente le gustaría comprar un yate y
no hay virtualmente nadie que necesite iglús.
Pero bajo el socialismo marxista o fabiano ambas industrias
serían propiedad y estarían dirigidas por el gobierno: los contribuyentes
financiarían los costes de ambos y así todas las personas ayudarían a pagar los
iglús de los que se querrían pocos, si es que se quiere alguno.
En inconcebible que seres humanos racionales puedan aprobar
esta estupidez, pero se les han escondido tan inteligentemente los resultados
de la falacia socialista y se les ha imbuido tan intensamente el santo grial de
la igualdad, que cierran los ojos a los seguros resultados y apoyan ciegamente
la doctrina.
Cuestión de beneficios
Examinemos ahora más de cerca el concepto de la “plusvalía”,
pues la “teoría del valor trabajo” se ha empleado para esto. Lo que Marx y
otros socialistas buscaban era la eliminación de todos los beneficios,
intereses y rentas. Lo que debemos hacer de inmediato es examinar la naturaleza
de la empresa para descubrir, si podemos, si la empresa puede existir sin el
elemento llamado plusvalía o beneficio.
Aquí los socialistas contribuyen a su propia caída. Pues
prácticamente sin excepciones los socialistas desean ver pagados todos los
costes de producción. Lo que se quiere, dicen, no es engañar a ningún ser
humano, sino más bien la eliminación del engaño. Quieren que al trabajador se
le pague lo que merece y ni un céntimo menos.
Muy bien, ¿cuáles son los costes de hacer negocios? De
nuevo, estamos en deuda con la American Economic Foundation. Sólo hay cinco
costes. Para cualquier negocio que elijamos como ejemplo, cinco costes cubrirán
todos los gastos en relación con sus operaciones. Los cinco costes son:
1. Bienes
y servicios proporcionados por otros
Los socialistas no tendrían ningún inconveniente con este
pago. Esperan que quienes proporcionen servicios y bienes sean reembolsados.
Sólo quieren estar seguros de que se eliminan los beneficios. Pero no tiene
inconveniente a que una persona pague los bienes o servicios que reciba. De
hecho, los socialistas insistirían en que deben pagarse estas cosas.
2. Trabajo
humano
Aquí los socialistas derrocharán elocuencia. Se trata
precisamente de esto, nos dirán. Quieren que el trabajo humano se pague en todo
su valor de coste. Así que no tendrán objeciones al elemento dos.
3. Impuestos
Aquí tampoco encontraremos objeciones de los declarados
distribuidores de riqueza. Como seguramente son conscientes del hecho de que el
movimiento socialista está en el proceso de transferir todos los bienes y la
riqueza de las manos privadas a las del estado, los socialistas apoyarán
decididamente los impuestos, incluso los altos, que otros deban pagar.
4. Mantenimiento
de herramientas
Este causará a los socialistas que revisen su posición
ligeramente. Pero si presentamos los hechos con cuidado, normalmente podemos
convencer a los colectivistas de que las máquinas se desgastan y deben
reemplazarse. Además las máquinas pueden mejorarse y esas mejoras o reemplazos
cuestan dinero.
Después de una revisión cuidadosa, los socialistas
concederán, aunque de mala gan, pues raramente piensan en cosas tan mundanas
como las reparaciones, la investigación y el mantenimiento, que el elemento
cuatro es esencial. Si no se reemplazan las herramientas, se romperán o
desgastarán y no habrá más trabajo. No existe trabajo que no requiera una
cierta cantidad de herramientas, desde el acerero con sus enormes altos hornos
al vendedor de cepillos puerta a puerta,
5. Uso
de las herramientas
Recordamos de nuevo a los socialistas que las herramientas
no crecen en los árboles, ni sobresalen de la muñeca del homo sapiens. Las
herramientas han de fabricarse. También han de pagarse. Y debe encontrarse el
dinero en alguna parte para conseguir las herramientas de producción.
Si podemos expresar la idea de pagar por el uso de
herramientas, así como de la compra de bienes y servicios, los socialistas
están derrotados. Este es el punto más difícil de explicar. Pero los no
socialistas acabarán viendo que el hombre que posee las herramientas no
permitirá usarlas salvo que se le pague por hacerlo. ¿Por qué debería hacerlo?
¿Por qué compartiría alguien lo que tiene con otro salvo que obtenga algo a
cambio?
Así que el propietario de la herramienta quiere que se le
pague por sus bienes y servicios, igual que el vendedor quiere que se le pague
por sus bienes y el trabajador por su labor. Si no pagamos los bienes, no
tenemos derecho a ellos. Si no pagamos por el trabajo, no tenemos derecho a él.
Si no pagamos por el uso de herramientas, no tenemos derecho a usarlas.
Si se concede finalmente esto, atentos, hemos cubierto el
beneficio. El beneficio es el pago al propietario de la herramienta por su uso.
El propietario de una herramienta puede se cualquiera. Las herramientas pueden
ser propiedad de individuos, asociaciones o empresas. En el último caso, y
especialmente cuando se requieren herramientas grandes y caras, los accionistas
son los verdaderos propietarios. Pero, ya sea que el propietario utilice él
mismo su herramienta o permita a otros usarla, el pago por ese uso es a la vez
esencial y honrado.
No hemos acabado en modo alguno con este tema. Pero si se
emplea un rato en esta fórmula de los cinco costes de producción, es fácil
establecer que no existe la “plusvalía” y que la “teoría del valor trabajo” es
una enorme simplificación.
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Robert
LeFevre dirigió la Freedom School and Rampart College, fundado en 1957. Tuvo un
impacto legendario en toda una generación de libertarios. Todo el archivo
de audio de LeFevre está disponible en Mises Media.
Este artículo se ha extraído del libro This Bread Is Mine.