Por Doug French. (Publicado el 4 de marzo de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4163.
Mientras que los gobiernos totalitarios intentan ahogar el
espíritu y la iniciativa humanos, siempre hay gente valiente que penetra o
rodea los muros que erigen los gobiernos. Por ejemplo, la Electronic Frontier
Foundation, como destaca Jeffrey Tucker en un post de blog reciente,
trabaja por nuestros derechos en el mundo digital y ha creado Tor, haciendo
posible que la gente navegue por Internet sin ser detectados por los gobiernos
cotillas. Tor depende de servidores voluntarios que ofrezcan rutas de proxy
para proteger de ser detectados a miles de usuarios al día.
Mises.org es uno de estos servidores voluntarios, ayudando,
como explica Tucker a “difundir información, lo que podría ser la defensa más
importante contra el despotismo que tenga hoy el mundo”.
Esta lucha heroica en el mundo digital recuerda a las luchas
en las ondas de radio a mitad de la década de 1960 mostradas en la reciente
película Radio
encubierta (una versión reducida de la obra teatral inglesa The Boat
That Rocked). La película ha recibido críticas desiguales, con quejas sobre
el flojo desarrollo de los personajes, el excesivo metraje y el hecho de que
muchas de las canciones de la banda sonora se grabaron realmente después del
periodo representado. Pero éstas son críticas sin importancia acerca de una
película con un asombroso reparto que incluye a Phillip Seymour Hoffman y Emma
Thompson, una increíble banda sonora y un guión estimulante.
Por supuesto, la película nos lleva a creer que la batalla
con las autoridades británicas sólo era acerca del contenido emitido, con Kenneth
Branagh representando al intransigente y obseso ministro del gobierno tory Sir Alistair
Dormandy, que promete a los demás ministros que detendrá a “los drogadictos,
delincuentes y jodidos submarinistas”. Dormany encarga a sus funcionarios
pelotas una forma de acabar con los estridentes rocanroleros que emitían desde
aguas internacionales (alojados en un herrumbroso barco mercante reconvertido)
para millones de oyentes que los adoraban en Reino Unido.
El capitán del barco y jefe de la estación de radio Quentin,
interpretado por Bill Nighy, es un libertario que predica con el ejemplo
desafiando a las autoridades al tiempo que trata de mantener en orden a su
cuadrilla de inestables DJ para mantener el negocio, recordando a la
tripulación que los gobiernos siempre y en todas partes están contra la
libertad. Cada vez que el gobierno piensa que les han hecho dejar de emitir,
Quentin llega a una solución inteligente para eludir a las autoridades (hasta
que se aprueba la Ley
de Delitos Marinos, claro).
Sin embargo la razón real para las radios piratas tenía más
que ver con que la BBC fuera la única emisora autorizada en el Reino Unido:
estaba restringido por acuerdos sindicales hasta cuánta música grabada podía
emitirse. En respuesta a las radios piratas, el gobierno británico redactó una
ley para prohibir la emisión sin licencia de los emisores desde el exterior,
pero no prohibió el rock.
Como se sabe, la famosa radio pirata Radio Caroline emitía
tanto Sinatra como pop británico y , de acuerdo con Slate,
la programación tendía realmente “hacia
el punto medio”.
La radio estatal británica “luchó por satisfacer los gustos
amplios y cambiantes de los oyentes de la nación”, escribe Eric Hynes.
“En el vacío apareció la radio
pirata, trayendo con ella no sólo más alternativas, sino también espectáculos
patrocinados y anuncios fáciles. La radio pirata probó que la BCC nunca sirvió
ni explotó los mercados, una realidad mala para los negocio que incluso la rígida
Gran Bretaña tuvo que reconocer”.
Así que la historia real es acerca del permiso del gobierno
para que las radios pudieran vender publicidad y obtener ganancias. En último término
los piratas de las emisiones forzaron a la BBC a ampliar su oferta y pronto se
legalizó la radio comercial.
Hynes cree que el director y guionista Richard Curtis fue
inteligente al centrarse en la “lucha por el derecho a la fiesta en lugar de al
derecho de vender anuncios”. Pero la lucha contra el monopolio del gobierno y la
normativa que ahoga el comercio e impide que los consumidores escuchen los
medios que prefieran es una historia que merece la pena contar y defender. La elección
de los consumidores lleva a la innovación y el progreso humano. Como destacaba
Ludwig von Mises, son los consumidores los que “deciden quién debería poseer el
capital y dirigir las fábricas. Elllos determinan que debería producirse y en
qué cantidad y calidad”, ya sea Beethoven, los Beatles o algo de ambos.
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Douglas French es presidente del Mises Institute y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply. Es doctor en economía de la Universidad
de Nevada- Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor
Hans-Hermann Hoppe en su comité de tesis.