Por William L. Anderson. (Publicado el 5 de marzo de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4121.
Una de mis cruces con Paul Krugman es su constante
reescritura de la historia, una reescritura que justo resulta coincidir con los
temas políticos de conversación de la izquierda. Por ejemplo, oímos que la Gran
Depresión se produjo porque Herbert Hoover era un acérrimo creyente en el
laissez-faire y siguió el consejo del Secretario del Tesoro Andrew Mellon que
pedía la liquidación de los malos activos para “purgar” de la economía lo que
estuviera “podrido” en el sistema.
Sin embargo, incluso una lectura superficial de la historia
demuestra que Hoover rechazó abiertamente el consejo de Mellon e intentó un
estímulo tras otro, sólo para ver cómo la economía se tambaleaba. (La respuesta
de Krugman es siempre la misma: Hoover lo intentó “demasiado poco, demasiado
tarde”. Así que siempre que un supuesto estímulo no funcione, la respuesta
estándar de de Krugman y los keynesianos es que el estímulo fue “demasiado
pequeño”).
Así, Krugman discrepa
de un trabajo de Alberto F. Alesina
y Silvia Ardagna en el que los autores afirman que las rebajas de impuestos,
en oposición a los aumentos del gasto del gobierno, ofrecen un mejor “estímulo”
a una economía moribunda.
Por supuesto, de lo que se trata en último término no es del
“estímulo” en absoluto: es la presencia de malas inversiones, que deben
liquidarse con el fin de que se recupere la economía.
Sin embargo Krugman se dedica a criticar el trabajo en dos
puntos:
- la
presencia de una “trampa de liquidez” en la que la expansión monetaria por
parte del banco central ya no puede “estimular” nada y
- el
registro de la política expansionista de Japón guante su recesión en la
década de 1990. Empezaré con los argumentos de la “trampa de liquidez”.
Murray Rothbard, en su clásico America's
Great Depression, destroza la “trampa de liquidez” keynesiana:
“Aquí los keyneisianos se ven
confundidos por su tratamiento superficial del tipo de interés como simplemente
el precio de contratos de préstamos. El tipo de interés esencial, como hemos
indicado, es el tipo natural, el “diferencial de beneficio” en el mercado. Como
los préstamos son simplemente una forma de inversión, el tipo de los préstamos
no es sino un pálido reflejo del tipo natural”.
Tengamos en cuenta que los keynesianos sostienen que los
“tipos reales” no significan mucho, pues defendían la inflación para recortar
los salarios reales como medio para aumentar el empleo. Su respuesta era
declarar que a los trabajadores solamente les interesaba “su salario en
dinero”. La historia nos dice algo distinto, ¿verdad?
Sobre la recesión japonesa, Krugman discrepa de Alesina y
Ardagna sobre el tiempo y la contundencia de las acciones de “estímulo” de su
gobierno:
“Utilizan un método estadístico
para identificar las expansiones fiscales, tratando de identificar grandes
cambios en el balance estructural. ¿Pero funciona bien esta técnica? Cuando
quiero pensar en Japón, me voy a la obra de Adam Posen, que me dice que el
único plan de estímulo realmente serio de Japón se realizó en 1995. Así que me
voy a la tabla del apéndice en Alesina/Ardagna y descubro que 1995 no está ahí,
mientras que 2005 y 2007, de los que nunca he oído hablar como años de
estímulo, sí”.
Sin embargo, como
escribió recientemente Doug French, el gobierno japonés realizó varias
acciones de gasto y recorte de tipos de interés durante la década de 1990, sin
que funcionara ninguna.
Como era de esperar, Krugman afirmó hace muchos años que si
el gobierno japonés no hubiera realizado tales acciones, su economía habría
caído en depresión: es otra de las propuestas “cara, yo gano, cruz, tú pierdes”
que a menudo vemos en Krugman.
Curiosamente Krugman siempre ha considerado que la recesión
japonesa se había producido por una alta tasa de ahorro o simplemente porque
sí. Sin embargo French apunta que Japón tenía un auge enorme e
insostenible que se convirtió en una
burbuja inmobiliaria y bursátil que acabó estallando:
“En un breve momento de 1990, la
bolsa de Japón era mayor que la de EEUU. El Nikkei-225 llegó a un máximo de
38.916 en diciembre de 1989 con un porcentaje de aumento de precios de
alrededor de 80 veces. En lo más alto de la burbuja, el valor capitalizado de
la Bolsa de Tokio fue del 42% de todo el mercado bursátil del mundo y el
patrimonio inmobiliario japonés suponía la mitad del valor de todos los
terrenos en la tierra, aunque sólo representara el 3% del área total. En 1989,
todo el patrimonio inmobiliario de Japón se valoraba en 24 billones de dólares,
lo que era el cuádruplo del valor de todo el patrimonio inmobiliario de Estados
Unidos, a pesar de que Japón tenía la mitad de la población y el 60% del PIB
estadounidense”.
Las burbujas, como hemos visto, derivan de políticas
deliberadamente “expansionistas” por parte de las autoridades del estado y aún
así Krugman siempre parece tratarlas como si fueran únicamente producto de la
empresa privada. Nunca se le ocurre que las políticas de alto apalancamiento y
de jugar con valores inflados de activos no se producirían sistemáticamente si
el gobierno no operara entre bastidores. Por el contrario, nos dice que lo
único que puede rescatar a un sistema financiero es una nueva ronda de
regulaciones públicas.
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William Anderson, investigador adjunto del Instituto Mises,
enseña economía en la Universidad Estatal de Frostburg.