Por Ludwig von Mises. (Publicado el 11 de marzo de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4153.
[Este artículo se ha extraído del capítulo 17 de La
acción humana]
Los
hombres han elegido los metales preciosos oro y plata para servir como moneda
debido a sus características mineralógicas, físicas y químicas. El uso de
dinero en una economía de mercado es un hecho necesario praxeológicamente. Que
el oro (y no otra cosa) se utilice como dinero es meramente un hecho histórico
y no puede entenderse por la cataláctica. También en la historia del dinero,
como en todas las ramas de la historia, debe recurrirse a la comprensión
histórica. Si a uno le apetece llamar al patrón oro una “reliquia bárbara”, no puede objetarse a la
aplicación del mismo término para cualquier institución determinada
históricamente. Luego el hecho de que los británicos hablen inglés (y no danés,
alemán o francés) es también una reliquia bárbara, y cada británico que se
oponga a la sustitución del inglés por el esperanto no es menos dogmático y
ortodoxo que quienes no aplauden calurosamente los planes para una moneda dirigida.
La desmonetización de la plata y el establecimiento del
monometalismo del oro fue resultado de la deliberada interferencia del gobierno
en asuntos monetarios. No tiene sentido plantear la pregunta acerca de qué
habría ocurrido en ausencia de estas políticas. Pero no debe olvidarse que no
fue intención de los gobiernos establecer el patrón oro. Lo que buscaban los
gobiernos era el patrón doble. Querían sustituir un tipo de cambio rígido y
decretado por el gobierno entre el oro y la plata por tipos de mercado
flotantes entre las monedas independientemente coexistentes de oro y plata. Las
doctrinas monetarias que subyacían esta labor malinterpretaron los fenómenos
del mercado de la forma en que sólo los burócratas pueden malinterpretarlos.
Los intentos de crear un patrón doble de ambos metales, oro y plata, fracasó
lamentablemente. Fue este fracaso el que generó el patrón oro. La aparición del
patrón oro fue la manifestación de una aplastante derrota de los gobiernos y
sus doctrinas preferidas.
En el siglo XVII, los tipos a los que el gobierno inglés
valoraba las monedas sobrevaloraban la guinea en relación con la plata y así
desaparecieron las monedas de plata. Sólo seguían utilizándose las monedas de
plata que estaban muy desgastadas por el uso o reducidas en peso por otras
razones: no merecía la pena exportarlas o venderlas en el mercado de la
acuñación. Así que Inglaterra llegó al patrón oro en contra de la intención de
su gobierno. Sólo mucho más tarde las leyes hicieron del patrón oro de facto
un patrón de iure. El gobierno abandonó otros intentos infructuosos
de inyectar monedas de patrón plata en el mercado y acuñó sólo plata para las
monedas subsidiarias con un poder de curso legal limitado. Estas monedas
subsidiarias no eran dinero, sino un sustitutivo. Su valor de intercambio no
dependía de su contenido en plata, sino del hecho de que podían intercambiarse
en todo momento, sin retrasos ni costes, en su valor nominal en oro. Era en
realidad billetes impresos en plata, títulos contra una cantidad definida de
oro.
Mas tarde en el siglo XIX, el patrón oro evolucionó de forma
similar en Francia y otros países de la Unión Monetaria Latina con la emergencia
del monometalismo del oro de facto. Cuando la caída en el precio de la
plata a finales de la década de 1870 habría generado el reemplazo del patrón
oro de facto por el patrón plata de facto, los gobiernos
suspendieron la acuñación de plata con el fin de preservar el patrón oro. En
Estados Unidos, la estructura de precios en el mercado en bruto ya había
transformado, antes del estallido de la Guerra Civil, el bimetalismo legal en
un monometalismo del oro de facto.
Después del periodo del greenback, se produjo una
lucha entre los amigos de patrón oro por un lado y los de la plata por otro. El
resultado fue la victoria del patrón oro. Una vez que las naciones
económicamente más avanzadas hubieron adoptado el patrón oro, todas las demás
naciones siguieron su estela. Después de las grandes aventuras inflacionistas
de la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los países se apresuraron a volver
al patrón oro o el patrón cambio oro.
El patrón oro fue el estándar mundial en la edad del
capitalismo, aumentando el bienestar, la libertad y la democracia, tanto
política como económica. A los ojos de los librecambistas su principal ventaja
era precisamente el hecho de que era un patrón internacional como requería el
comercio internacional y las transacciones de los mercados internacionales de
dinero y capitales.
Era el medio de intercambio mediante el cual el industrialismo y el capital
occidentales habían extendido la civilización occidental hasta las zonas más
remotas de la superficie de l tierra,
destruyendo en todas partes las trabas de los viejos prejuicios y
supersticiones, plantando las semillas de una nueva vida y un nuevo bienestar,
libertado mentes y almas y creando una riqueza nunca vista hasta entonces.
Acompañaba el triunfal progreso sin precedentes del liberalismo occidental,
dispuesto a unir a todas las naciones en una comunidad de naciones libres
cooperando pacíficamente entre sí.
Es fácil entender por qué la gente consideraba al patrón oro
como el símbolo del más grande y beneficioso de todos los cambios históricos.
Todos los que querían sabotear la evolución hacia el bienestar, la paz, la
libertad y la democracia se resistían al patrón oro y no sólo por su
significado económico. A sus ojos, el patrón era el lábaro, el símbolo de todas
esas doctrinas y políticas que querían destruir. En la lucha contra el patrón
oro se jugaban más cosas que los precios de los productos primarios y los tipos
de cambio de moneda.
Los nacionalistas luchaban contra el patrón oro porque
querían separar a sus países del mercado mundial y establecer una autarquía
nacional hasta donde fuera posible. Los gobiernos intervencionistas y grupos de
presión luchaban contra el patrón oro porque lo consideraban el obstáculo más
serio para sus esfuerzos por manipular precios y salarios. Pero los ataques más
fanáticos contra el oro los realizaban quienes defendían la expansión del
crédito. Para ellos, la expansión del crédito es la panacea para todos los
males económicos. Podría bajar e incluso abolir completamente los tipos de
interés, aumentar salarios y precios en beneficio de todos excepto los
parásitos capitalistas y los empresario explotadores, librar al estado de la
necesidad de equilibrar su presupuesto… en resumen, hacer próspera y feliz a
toda la gente decente. Sólo el patrón oro, esa contrariedad diabólica de los
malvados y estúpidos economistas “ortodoxos”, impedía que la humanidad llegara
a una prosperidad eterna.
Sin duda el patrón oro no es un estándar perfecto o ideal.
No existe la perfección en las cosas humanas. Pero nadie está en disposición de
decirnos cómo podría implantarse algo
más satisfactorio que el patrón oro. El poder de compra del oro no es estable.
Pero las mismas nociones de estabilidad e imposibilidad de cambio del poder de
compra son absurdas. En un mundo vivo y cambiante no puede existir una
estabilidad del poder de compra. En la construcción imaginaria de una economía
en constante rotación no queda sitio para un medio de intercambio. Una
característica esencial del dinero es que su poder compra es cambiante. De
hecho, los enemigos del patrón oro no quieren hacer estable el poder de compra
del dinero. Más bien quieren dar a lso gobiernos el poder de manipular el poder
de compra sin estorbos de un factor “externo”, es decir, la relación monetaria
del patrón oro.
La principal objeción contra el patrón oro es que hace que
opere en la determinación de los precios un factor que ningún gobierno puede
controlar: las vicisitudes de la producción de oro. Así que una fuerza
“externa” o “automática” restringe el poder del gobierno de la nación para
hacer a sus ciudadanos tan prósperos como le gustaría hacerles. Los
capitalistas internacionales mandan y la soberanía de la nación se convierte en
una farsa.
Sin embargo, la futilidad de las políticas intervencionistas
no tiene nada que ver con los asuntos monetarios. Se demostrará más tarde por
qué todas las medidas aisladas de interferencia gubernamental en los fenómenos
del mercado deben fracasar en alcanzar
los fines previstos. Si el gobierno intervensionista quiere arreglar los
defectos de sus primeras interferencias yendo
cada vez más allá, finalmente convierte el sistema económico de su país
en socialismo del modelo alemán. Así que elimina completamente el mercado
interno y con él el dinero y todos los problemas monetarios, aunque pueda
retener algunos términos y etiquetas de la economía de mercado.
En ambos casos, no es el patrón oro el que frustra las buenas intenciones de la
autoridad benevolente.
Lo importante del hecho de que el patrón oro hace que el
aumento de la oferta de oro dependa de la rentabilidad de producirlo es, por
supuesto, que limita el poder del gobierno de recurrir a la inflación. El
patrón oro hace a la determinación del poder de compra del dinero independiente
de las ambiciones y doctrinas cambiantes de partidos políticos y grupos de
presión. No es un defecto del patrón oro: es su principal virtud. Todo método
de manipular el poder de compra es necesariamente arbitrario. Todos los métodos
recomendados para descubrir una vara de medir supuestamente objetiva y
“científica” para la manipulación monetaria se basan en la ilusión de que los
cambios de poder de compra pueden “medirse”. El patrón oro elimina de la arena
política la determinación de los cambios
inducidos por el efectivo en el poder de compra. Su aceptación general requiere
reconocer la verdad de que no puede hacerse a todo el mundo más rico
imprimiendo moneda. La antipatía por el patrón oro viene inspirada por la
superstición de que los gobiernos omnipotentes pueden crear riqueza a partir de
pequeños trozos de papel.
Se ha afirmado que también el patrón oro es un patrón
manipulado. Los gobiernos pueden influir en el nivel del poder de compra del
oro ya sea expandiendo el crédito (aunque se mantenga dentro de los límites
fijados por consideraciones de preservar la redención de los sustitutivos del
dinero) o indirectamente mediante otras
medidas que induzcan a la gente a restringir el volumen de su efectivo. Es
cierto. No puede negarse que el aumento del precio de las materias primas que
se produjo entre 1896 y 1914 fue en gran medida provocado por esas políticas
del gobierno. Pero lo principal es que el patrón oro mantiene todos esos
intentos de rebajar el poder de compra del dinero dentro de límites estrechos.
Los inflacionistas combaten al patrón oro precisamente porque consideran a
estos límites un serio obstáculo para la realización de sus planes.
Lo que los expansionistas califican como defectos del patrón
oro son realmente sus mismas virtudes y utilidades. Controla la posibilidad de
inflación a gran escala por parte de los gobiernos. El patrón oro no fracasó.
Los gobiernos se dedicaron a destruirlo, porque estaban de acuerdo con las
falacias de que la expansión del crédito es un medio apropiado de rebajar el
tipo de interés y de “mejorar” la balanza comercial.
Sin embargo, ningún gobierno es suficientemente poderoso
como para abolir el patrón oro. El oro
es la moneda del comercio internacional y de la comunidad económica
supranacional de la humanidad. No puede verse afectado por medidas de gobiernos
cuya soberanía está limitada a fronteras concretas. Mientras que un país no sea
económicamente autosuficiente en el sentido estricto del término, mientras siga
habiendo algunos agujeros en las paredes por los que los gobiernos
nacionalistas intentes aislar a sus países del resto del mundo, el oro se
seguirá usando como dinero. No importa que los gobiernos confisquen las monedas
y lingotes de oro que puedan apropiarse y castiguen a sus posesores como
delincuentes. El lenguaje de los acuerdos de compra bilaterales mediante los
cuales los gobiernos intentan eliminar el oro del comercio internacional, evita
cualquier referencia a éste. Pero los intercambios realizados a partir de esos
acuerdos se calculan en precios en oro. Quien compra o vende en un mercado
extranjero calcula en oro las ventajas e inconvenientes de esas transacciones.
A pesar del hecho de que un país haya separado su divisa local de cualquier
ligazón con el oro, su estructura doméstica de precios permanece muy ligada a
éste y a los precios en éste en el mercado mundial. Si un gobierno quiere
separar su estructura doméstica de precios de la del mercado mundial, debe
recurrir a otras medidas, como a impuestos prohibitivos de importación y
exportación y embargos. La nacionalización del comercio exterior, realizada
abierta o directamente por el control
del mercado de divisas, no elimina al oro. Los gobiernos como comerciantes,
están comerciando por el uso de oro como medio de intercambio.
La lucha contra el oro, que es una de las principales preocupaciones
de todos los gobiernos contemporáneos, no debe contemplarse como un fenómeno
aislado. No es sino una pieza en el gigantesco proceso de destrucción propio de
nuestros tiempos. La gente se opone al patrón oro porque quieren sustituir el
libre mercado por la autarquía nacional, la paz por la guerra, la libertad por
la omnipotencia del gobierno totalitario.
Puede ocurrir que algún día tecnología descubra un método de
aumentar la oferta de oro a un precio tan bajo que lo haga inútil para servir
como moneda. Entonces la gente tendrá que reemplazar el patrón oro por otro
estándar. Es fútil preocuparse hoy acerca de la forma en que se resolverá este
problema. No sabemos nada acerca de las condiciones bajo las que tendrá que
tomarse esta decisión.
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Ludwig von Mises es reconocido como el líder de la Escuela
Austriaca de pensamiento económico, prodigioso autor de teorías económicas y un
escritor prolífico. Los escritos y lecciones de Mises abarcan teoría económica,
historia, epistemología, gobierno y filosofía política. Sus contribuciones a la
teoría económica incluyen importantes aclaraciones a la teoría cuantitativa del
dinero, la teoría del ciclo económico, la integración de la teoría monetaria
con la teoría económica general y la demostración de que el socialismo debe
fracasar porque no puede resolver el problema del cálculo económico. Mises fue
el primer estudioso en reconocer que la economía es parte de una ciencia
superior sobre la acción humana, ciencia a la que llamó “praxeología”.
Este artículo está extraído del capítulo 17 de La
acción humana.