Por Walter
Block y Jackson Reeves. (Publicado el 7 de abril de 2010).
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4222.
Previamente, yo, Walter Block, publiqué un artículo sobre el uso
de la palabra “capitalismo”. Defendía el empleo de esta nomenclatura en la
promoción del libertarismo, criticando la formación del un grupo,
liderado por mi viejo y buen amigo, Sheldon Richman, llamado Libertarios contra
el Capitalismo. Ahora soy coautor de esta réplica a Sheldon con Jackson, que me
escribió una carta que respaldaba mucho mi postura en este debate; he editado
esta carta y la he incluido en esta respuesta.
En su momento, Sheldon publicó una respuesta
a mi artículo. Como tiene por costumbre, era considerada y culta. Tanto, que
casi me convence. Bueno, no tanto. Sin embargo, bien podría haber tenido razón
en algo que, confieso, yo ignoraba. Yo había dicho que los malos estaban
tratando de robarnos el término “libertario”, pero Sheldon, quizá mejor
historiador que yo, ha apuntado que los partidarios de la libre empresa somos
los primeros “ladrones”. (Pongo comillas en “ladrones” para indicar que el robo
furtivo de lenguaje no es equivalente a robar propiedad real. Como ha demostrado
magistralmente Stephan Kinsella, no puede existir la propiedad intelectual
en el código legal libertario, así que tampoco puede haber robo de ésta). Yo
suponía que Spooner y Tucker fueron los primeros en usar esta palabra en su
sentido moderno (de economía política), pero, bueno, bien puedo estar
equivocado.
Hice algunas investigaciones (tardías) sobre esto: ver aquí, aquí y aquí.
Los dos primeros enlaces me siguen pareciendo ambiguos, el último defiende
claramente la posición de Sheldon. También se me ha dicho que un futuro libro
con las cartas de Murray Rothbard, editado por David Gordon, apoya la
interpretación de Sheldon. Por otro lado, este ensayo iría en al
dirección contraria y no soy historiador como para llegar a una conclusión
definitiva. Así que déjenme decir, arguendo, que estaba equivocado en mi
afirmación y Sheldon tenía razón. Pero de todas formas sigo pensando que este
error mío y por tanto la corrección de Sheldon, si realmente es cierta,
realmente es irrelevante para lo que estaba diciendo al principio: que sería un
grave error abandonar la palabra “capitalismo” de nuestro léxico libertario.
Creo que Sheldon está de acuerdo conmigo acerca de la relativa falta de
importancia de mi (casi seguro) error, pues dice “Dejemos eso aparte”.
Vamos con lo esencial de su rechazo del “capitalismo”.
Sheldon dice, en respuesta a mi solicitud de que abandone su iniciativa:
“Lo siento, no puedo hacerlo. No
vale la pena. La palabra estaba contaminada desde el principio (los
librecambistas radicales la usan desdeñosamente) y nunca ha perdido esa
contaminación, a pesar de los esfuerzos de Mises y Rand. Crea confusión, no
claridad. Tenemos palabras perfectamente apropiadas para lo que queremos: el
libre mercado y el laissez faire, voluntarismo y anarquismo de mercado. No
necesitamos la venenosa palabra capitalismo.”
Pero el significado más conocido de “anarquismo” es sin
dudad, “caos” o quizá “tirar bombas” (contra gente inocente). Por supuesto, los
anarquistas libertarios quieren con esta palabra decir ausencia de arquismo,
es decir, ningún gobierno injustificado de un hombre sobre otro. ¿Deberíamos
por tanto abandonar la palabra anarquía porque se entiende mal?
Un desafío similar a la postura de Sheldon deriva de la
palabra “individualismo”. En nuestro bando sin duda evoca una reacción
positiva. Algunos libertarios llegan a igualar nuestra filosofía libertaria con
el individualismo y a denigrar lo que ven como “colectivismo” como su polo
opuesto. No me atreveré a tanto (no es por nada por lo que me conocen, al menos
en la comunidad libertaria, como Walter “Moderado” Block). Pues eso nos pondría
en oposición a los colectivos voluntarios, como el kibbutz, el monasterio, el
convento, e incluso la típica familia nuclear que viven de acuerdo con la
doctrina de “de cada uno de acuerdo con su capacidad, a cada uno de acuerdo con
su necesidad”. También denigraría los deportes de equipo (fútbol, béisbol,
baloncesto) como colectivistas y promovería los individuales (natación,
atletismo, frontón, tenis) por razón del principio libertario. Además, el
“individualismo” también está en discusión: también los reclaman nuestros enemigos políticos. Sería
algo triste que tuviéramos que abandonar esta palabra, pero, tal y como yo lo
veo, es la consecuencia lógica de la postura de Sheldon.
El “libre mercado” es un estupendo estandarte. No lo
abandonaría por todo el oro del mundo, por decirlo así. Sin embargo, realmente
no hace toda la labor que necesitamos que haga. En lo que a mí respecta, no hay
un espacio sino tres en los que luchamos contra nuestros competidores en el
espectro político: no sólo en la economía, sino también en las libertades
personales y la política exterior. Quien defienda la libertad sólo en el campo
comercial no es realmente uno de los nuestros si es “débil” en los otros dos.
Por ejemplo, defiende las libertades económicas, pero quiere meter a la gente en
la cárcel por prostitución, pornografía, juego o uso de drogas y apoya el
imperialismo de EEUU. Hay muchos defensores del “libre mercado” como ésos y no
son de los nuestros. Son, más bien, conservadores y son tan enemigos del
libertarismo como los progresistas de izquierdas. Si preguntamos a un
izquierdista típico qué significa para él “libre mercado”, sin duda lo asociará
a la explotación de los pobres. Si preguntamos al economista medio de la
corriente principal, oiremos una letanía de “fallos del mercado” e
ineficiencias económicas.
Aquí está mi versión editada de la brillante carta que me
envió mi coautor (estoy de acuerdo con cada palabra, pues si no, no habría
invitado a Jackson a ser coautor de esta respuesta):
“Encuentro algo tonto el intento
de popularizar expresiones como ‘laissez-faire’ o ‘anarquismo de mercado’ para
evitar las connotaciones negativas de ‘capitalismo’.
Para quienes somos
anarcocapitalistas, las expresiones son intercambiables: no se trata de claridad.
Dudo que haya habido nunca ninguna confusión cuando un Investigador Senior del
Instituto Mises dice ‘capitalismo’ y otro ‘laissez-faire’. La única razón que
encuentro para que alguien intente cambiar el vocabulario de nuestro mensaje
sería atraer a gente que no comparte nuestras opiniones económicas. No veo que
esta treta sea otra cosa que una pérdida de tiempo.
La primera razón por la que creo
que esto es tonto es que si alguien está bajo la impresión de que
‘laissez-faire’ o ‘anarquismo de mercado’ sería una píldora más fácil de tragar
por el público en general, necesita pensar un poco.
‘Laissez-faire’ haría que la madre
media piense en los huérfanos de Dickens teniendo que mendigar unos peniques en
una calle embarrada (bajo la lluvia) porque han perdido uno o más miembros en
un accidente en la mina de carbón y su bigotudo empresario ladrón les echó al
arroyo por su reducida productividad. Se vería invadida por el miedo acerca de
la seguridad, no sólo de sus rubios hijos, sino de todos los niños rubios de
los buenos y viejos EEUU. Como temer por los niños le hace sentir incómoda y
como la expresión ‘laissez-faire’ la usaron despectivamente tanto por su
encantadora profesora de estudios sociales en 11º grado que tanto le inspiró y
su profesor de literatura estadounidense del que estuvo enamorada, no le
gustará.
Tampoco creo que ‘anarquismo de
mercado’ comunique adecuadamente el mensaje de la libertad y gane los corazones
y mentes de las masas. Si tomáramos a un trabajador sindicado e hiciéramos una
asociación de palabras tendríamos algo similar a esto: ‘Mercado’: ‘Wall
Street’. ‘Mercado’: ‘Explotación’. ‘Anarquismo’: ‘Caos’. ‘Anarquismo’:
‘Incendios’. ‘Mercado’: ‘Madoff’. ‘Anarquismo’: ‘África’. ‘Anarquismo de
mercado’: ‘Trabajadores del mundo uníos’. Para el americano medio cuyo
razonamiento se basa en The Daily Show, la música pop o cualquier taquillazo
que haya en el cine, la expresión ‘anarquía de mercado’ le llevaría a pensar un
futuro distópico mostrado por Hollywood en el que una gran compañía
farmacéutica controla todos los aspectos de nuestra vida, de forma que unos
pocos criminales privilegiados en la cumbre pueden vivir en torres de marfil.
No veo gente entusiasmada con esta expresión.
Si queremos hacer proselitismo
entre las masas, ‘capitalismo’ es nuestra mejor apuesta. No es amenazante para
la mayoría de la gente, ya que tanto los republicanos como los demócratas
generalmente hablan de él como algo bueno. Es lo que ‘nos’ hizo grandes y toda
esa palabrería. El hecho de que sea usado habitualmente y habitualmente mal es
su mejor cualidad. Cada vez que alguien iguala incorrectamente capitalismo a
corporativismo, mercantilismo, rescates, fijación de precios, subvenciones,
monopolios naturales, banca central, etc. se nos da una excelente oportunidad
de decir ‘Bueno, el capitalismo no es exactamente eso…’ Tenemos el rompehielos
perfecto que nos permite decir poéticamente que estamos de acuerdo en que esas
cosas son injustas pero realmente son ejemplos de políticas intervencionistas y
redistribuciones estatales de recursos, no cualidades propias del capitalismo.
Y podemos trasladar imperceptiblemente la conversión hacia las soluciones del
libre mercado y cantar las virtudes de la libertad económica.
La segunda razón por la que
pienso que esto no tiene sentido: las ideas de libertad absoluta nunca, jamás,
jamás serán populares para las masas. Los valores que nos han llevado a nuestra
visión de los derechos, la justicia y la libertad son menos populares que los
que llevan a otros a otros lugares. Hay algo dentro de mucha gente que encuentra
una calmada satisfacción en la dependencia. Depender del estado ofrece un
montón de estabilidad a mucha gente que preferiría no preocuparse por tratar de
mantener el rumbo en el ‘tormentoso mar de la libertad’. Tratar de poner un
bonito lazo a nuestras ideas abjurando de todas las palabras con connotaciones
negativas no ayudará a promover la libertad. Si acaso, deberíamos centrarnos en
apuntalar lo que queda, si queda algo. La gente que encuentre atractivo el
mensaje de la libertad lo hará por la filosofía, no por la etiqueta, más bien,
a pesar de la etiqueta.
Tengo la sensación de que hacer
mucho ruido acerca de no apoyar ‘capitalismo’ porque la palabra se usa mal y
preferir apoyar cualquier otro término alternativo que acepten sus críticos
alejará aún más a los defensores de la libertad económica de la gente que
piense parecido y los potenciales conversos. La gente que haga esto sonará
pedante, como si estuviera recogiendo velas para ser agradable. ‘Um… sí, yo,
bien, apoyaba el capitalismo antes de que estuviera de moda… luego empezó a
gustar a todos. Pero realmente no lo entendían, ¿sabes? Así que ahora soy
anarcoanticapitalista de mercado. En verdaderamente rao, dudo que hayas oído
hablar de ello’.”
Ahora me vuelve a toca a mí. Walter Block escribe de nuevo.
Aunque mi coautor y yo nos ocupamos de Sheldon Richman en este caso, bien
podíamos haber ampliado el debate y considerar las opiniones erróneas de
algunos otros.
De acuerdo con un colaborador de la web de Sheldon: Como
“izquierdistas como Noam Chomsky y derechistas como Glenn Beck se autocalifican
de ‘libertarios’, deshagámonos también de ese alias y reclamemos ‘liberal’ para
significar tanto la libertad personal como la económica”. (por cierto, Milton
Friedman es otro que usaba profusamente la palabra “libertario” para
calificarse. Sobre esto, ver aquí, aquí y aquí). Pero si
perdemos “libertario”, ¿qué nos hace pensar que podemos recuperar “liberal”?
¿Por qué no jugar a la defensiva y a la ofensiva? Tratemos de hacer ambas
cosas. Cuantas más palabras podamos usar para expresarnos, mejor. Ya
tenemos “capitalismo”. Sheldon quiere abandonarla incluso cuando nadie trata de
quitárnosla.
En opinión de un comentario no solicitado: “Como la palabra
‘capitalismo’ no tiene el significado que pretendemos, (deberíamos) dejar de
usarla incorrectamente. De sus raíces históricas y etimología no significa ni
ha significado ‘mercados libres’”. Sí, pero el significado de las palabras
cambia con su uso. No hay un significado implícito en una palabra. Por ejemplo
a la gente negra se le ha llamado negros, gente de color, afroamericanos. El
mismo objeto, distinto término. Incluso la objeción que acabamos de mencionar
reconoce la maleabilidad de lenguaje.
La siguiente objeción viene de Clarence B.
Carson, quien publicó “Capitalismo:
Sí y no” hace unos 25 años en The Freeman. Alaba el “lúcido
discurso” y por su parte prefiere “libre empresa” a “capitalismo” como
descripción de nuestro punto de vista. Bien. Ya estoy tan a favor del “lúcido
discurso” como mi colega cercano, supongo. Pero hay algo que yo valoro aún más:
promover la libertad. Y cuando ambas cosas entran en conflicto. Como creo que
pasa en este caso, mi postura está clara. Sí, “capitalismo” puede ser más
“agresivo” que “libre empresa”, que ha sido antes criticado. Y alguna gente
puede rechazarlo, prefiriendo una terminología más amable. Pero si hay algo que
he aprendido del individualismo metodológico enseñado por Mises es que la gente
es diversa. Otra gente puede necesitar la “bofetada en la cara” que, es
este supuesto, sólo “capitalismo” puede ofrecer.
En opinión de Carson, hay un entendimiento comúnmente
aceptado de “libre mercado” y es bastante bueno: “Un mercado libre es un mercado
abierto a todos los comerciantes pacíficos”. Suena bien, pero, me temo que
Carson vive en un mundo de ensueño, al menos basándose en el entendimiento
común de esta palabra, en términos de explotación. Por el contrario, afirma,
“capitalismo (…) no tiene un significado comúnmente aceptado”. Bueno, sí, pero
se ha usado en la práctica y no su expresión favorita “libre empresa”.
Realmente no considero que sea importante el debate sobre la
nomenclatura. Simplemente afecta a la estrategia, la marca la etiqueta. Y, como
pasa con estos asuntos, es difícil decir qué bando tiene definitivamente razón.
Si ganamos y la libertad económica se maximiza, ¿lo será por nuestras posturas
en esta cuestión o a pesar de ellas? Pienso que será difícil saberlo nunca con
seguridad. Si embargo, mi “instinto” me dice que deberíamos quedarnos con
tantas palabras como podamos.
He guaraddo para el final mi argumento más poderoso. Sheldon
Richman dice: “(El capitalismo) nunca ha perdido esa contaminación, a pesar de
los esfuerzos de Mises y Rand”. Sí, sí, pero como hemos demostrado antes mi
coautor y yo, cualquier otra palabra que usemos está también “contaminada” o es
problemática por otras razones. Lo que está “contaminado” en la mente de la
gente no es la palabra. Una vez que entienden, aunque sea parcialmente,
el concepto, a los progres no les gusta mucho.
“¿Estas loco?”, dirían. “¿Echar atrás el reloj y deshacernos
de del bienestar, el seguro del desempleo, el banco central, la ley de salario
mínimo, la seguridad social, los aranceles proteccionistas? Nos moriríamos de
hambre. ¿No habría guerras en todas partes? ¿Cómo podemos protegernos si no?
Estáis locos”.
Así que yo pregunto ¿quiénes han sido en el pasado reciente
quienes han hecho más por promover nuestro movimiento, como quiera que lo
llamemos? Sin duda no puede negarse que Rand ha convertido a la mayoría de la
gente corriente de nuestro movimiento y que Mises, junto con Rothbard, ha hecho
los avances más serios entre los estudiosos. Así que aquí está Richman, que ha
tenido, no sé, un impacto de una millonésima del porcentaje de Rand más Mises,
criticándoles por su pobre uso de las palabras. (No estoy tratando de denigrar
a Sheldon: mi propio impacto no ha sido mayor que el suyo frente a esos dos
GIGANTES de nuestro movimiento). Espero y confío en que nadie me considere
culpable de un argumento ad hominem. No digo que Richman esté equivocado
y Rand y Mises tengan razón porque son más famosos que él. Lo que estoy
diciendo es que una de las vías empleadas por Rand y Mises en su exitosa
promoción de la libertad es la palabra “capitalismo”. Sin duda, esto debe tener
un valor importante en nuestro debate.
Ayn Rand convirtió a más gente al libertarismo que nadie y
utilizaba esa palabra a menudo y con gran eficacia. De hecho, si hubo una
palabra asociada a ella, fue “capitalismo”. ¿Vamos a creer realmente que
hubiera convertido a más gente sin el uso incesante e implacable de este
término? Aunque es difícil llegar a conclusiones seguras en historia
contrafactual, es difícil ver cómo hubiera sido esto entonces o incluso ahora.
Si hay una descripción de Ayn Rand que refleja su ser es “directa”. No era una
tímida florecilla. Defendió la filosofía de la libertad de la forma más
agresiva posible, gracias a Dios. Y “capitalismo” era un elemento esencial para
ese trabajo. Tiene mucho más sentido seguirla en este aspecto que abandonar
esta palabra en un intento de ser históricamente “ajustado” o por cualquier
otra razón… es decir, si realmente queremos promover eficazmente la libertad.
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Walter Block es investigador eminente Harold E. Wirth,
catedrático de economía en la Universidad de Loyola, investigador senior del
Instituto Mises y columnista habitual para LewRockwell.com.
Este artículo apareció previamente en LewRockwell.com.