La falsa libertad de los cupones de arte

Por J. Mark Stanley. (Publicado el 29 de abril de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4269.

 

Dean Baker, codirector del Center for Economic and Policy Research, ubicuo articulista y blogger, es un economista único que defiende políticas progresistas enmarcadas en términos de ideales de libre mercado. En una forma que recuerda a la Escuela de economía de Chicago, no tiene ninguna reticencia acerca de la fuerza del estado pero tiene querencia por dar una pátina brillante de conceptos de mercado sobre el basto aglomerado del intervencionismo en bruto.

Baker hace a menudo agudas observaciones respecto de los efectos negativos inherentes en las distorsiones gubernamentales de las interacciones voluntarias, pero prescribe soluciones que igualmente violan la propiedad privada y la auto-propiedad.

Baker es conocido por su postura (peculiar entre los progresistas) contra los monopolios otorgados por el gobierno, los derechos de autor y patentes. Es una perspectiva encomiable: sin duda no es razonable que el estado trate de transformar bienes que no rivalizan en bienes rivales en una especie de desviado intento de alquimia. Stephan Kinsella, Roderick Long, Jeffrey Tucker y otros defensores de la libertad han batallado ampliamente contra las injusticias de la propiedad intelectual, pero encontrar a alguien que defienda estos ideales que haya firmado una obra con Paul Krugman es realmente raro.

A pesar de la refrescante postura de Baker sobre propiedad intelectual, éste adolece de un falta de un conocimiento profundo de la irreprimibilidad de la ingenuidad humana y el impulso creativo, afirmando (como en un acto reflejo) que “en ausencia de una política gubernamental deliberada, probablemente habría infrainversión en la innovación y el trabajo creativo”.[1] Baker se opone a las fórmulas de los derechos de autor, pero tiene una pobre opinión de la capacidad humana de responder efectivamente a los incentivos naturales. Ha concebido un sistema que es goldberguiano es su complejo y absurdo punto de vista de buscar resultados que pueden lograrse simplemente mediante un mercado completamente libre.

El concepto de Cupón de Libertad Artística (AFV, por sus siglas en inglés) es un ejemplo quintaesenciado de este tipo de apoyo económico. Esta “alternativa de la edad de Internet a los derechos de autor” impondría a todos los contribuyentes de EEUU, independientemente de su deseo, el antiguo modelo de mecenazgo para financiar la producción artística. Esencialmente una amplia expansión de la Donación Nacional para las Artes con un tinte democrático, el sistema del Cupón de Libertad Artística usurparía 20.000 millones de dólares de los contribuyentes para crear un fondo que se abonaría a los artistas que renuncien a las restricciones de los derechos de autor sobre su obra durante un periodo significativo de tiempo.

Las asignaciones de esos pagos se determinarían por votación pública, asignando un voto a cada adulto, que corresponde a unos 100$ del fondo. Reafirmando la declaración de Baker de que el AFV es 100% voluntario, está la idea de que a los individuos no se les obligaría a votar en este sistema, aunque los 100$ del individuo no se le devolverían si rechazara participar. Parece que Baker utiliza el término “voluntario” en el mismo sentido torticero usado por Hacienda para describir el sistema federal del impuesto sobre la renta.

Las instituciones con restricciones de salida apoyadas por la fuerza distorsionan las preferencias individuales por su propia naturaleza. Baker predice que el sistema de la AFV generaría una mayor diversidad artística. Bien puede ocurrir. Aún así, este apoyo coactivo bien podría elevar el valor agregado de los productos artísticos más allá de un nivel racional, pues la AFV crearía un nivel mínimo de precio para estos productos.

No todos valoran el arte, e incluso quienes lo valoran mucho pueden dar mayor importancia a pagar su renta o alimentar a sus hijos. Las preferencias de los consumidores en arte se manifiestan sólo cuando los individuos son libres de apoyar artistas elegidos mediante sus propios fondos o no apoyar a ninguno prefiriendo usar sus recursos en otra cosa. El objetivo inicial de Baker para el sistema de AFV de apoyar a 500.000 artistas con un salario anual de 40.000$  podría ser terriblemente generoso... o terriblemente mezquino: esos objetivos son completamente arbitrarios pues proceden de algo fuera del sistema de precios del mercado.

El concepto de Cupón de Libertad Artística de Baker es un ejemplo enemigo vulgar y sutil de los defensores de la libertad, el programa “práctico” que apoya de boquilla la “competencia” y la “elección”. Los creadores deben competir, pero sólo entre ellos y no con el más amplio universo de las alternativas de gasto disponibles para el público entendido. La elección individual se respetaría… salvo que la elección sea rechazar más dinero para el leviatán.

Como el cheque escolar, el impuesto de tramo único y otras propuestas, el AFV presupone la necesidad de intervención estatal y trata de ajustar la libertad dentro de esos límites. La libertad no es tan indulgente con esa manipulación. La enorme expansión reciente del apoyo a los intercambios voluntarios subraya que quienes quieran ser verdaderamente progresistas deberían considerar alinearse con la revolución intelectual que defiende la verdadera libertad artística sin necesidad de cupones.

 

 

J. Mark Stanley es diseñador gráfico, músico y especialista en inversión residente en Los Angeles.



[1] Baker, “The Reform of Intellectual Property”, Post-Autistic Economics Review, nº 32 (5 de Julio de 2005).

Published Fri, Apr 30 2010 5:04 PM by euribe