La ética y las vacaciones

Por Jim Fedako. (Publicado el 24 de diciembre de 2008)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí http://mises.org/daily/3271.

 

Tuvo que ser la época del año. ¿Cómo puedo explicarlo, si no? En todo caso, estaba sentado en un centro recreativo del centro de la ciudad, disfrutando de una función infantil de vacaciones cuando este pensamiento me estropeó la función: No me importa que los dólares de mis impuestos paguen esto.

Vaya. Me agarré a esta idea y empecé a analizarla. Sí, es cierto: No me importa que los dólares de mis impuestos paguen la función que veía. ¿Pero cómo podía tener una creencia así un amante de la libertad? Es fácil de explicar: No me importa pagar por actividades, funciones, eventos, etc., que deseo. Si mi escala de preferencia es tal que deseo algo más que el pago correspondiente, tomo mi cartera y pago.

Es algo justo en la mayoría de los casos. Sin embargo, cuando aparecen los impuestos y el aparato social de coacción y coerción, no estoy defendiendo nada más que el robo. Aunque no esté llevando mi pistola, mi bien armado compañero, el estado, sí la lleva.

En mi situación, el cálculo es un poco diferente. Al no ser un residente de la ciudad, no tengo la posibilidad de votar a favor o en contra el impuesto de la renta de la ciudad. Simplemente pago el impuesto porque mi empresa está ubicada dentro del término municipal. Así que cuando hablo de los dólares de mis impuestos que pagan la función de vacaciones, esos mismos dólares que ya se han ido, es mejor que paguen la función que he visto que un montón de otras intrusiones gubernamentales.

Falta de ética

Como la ética no existe en la mayoría de los debates políticos, éstos se han convertido directamente en  una evaluación de los derechos de propiedad de uno sopesando en la balanza los medios y los fines percibidos. Sí, es bonito ver a los niños realizando actividades constructivas y es verdad que mucha gente que pueda permitirse contribuir al centro recreativo optaría por no hacerlo. Sin embargo, nadie puede sopesar éticamente la función y el centro frente a la propiedad de otros. Nadie.

Mr. Smith va al Capitolio

Recientemente tuve una discusión sobre mis ingresos con un diputado estatal. Me llamó porque no le gustó mi caracterización (en un blog) de uno de sus folletos de campaña. En esencia, el folleto decía que defendería mi “derecho a recibir servicios sanitarios de alta calidad”. Pero no existe ese derecho, al menos en un sistema ético. Dije lo mismo. Primero, dijo que había entendido mal su propósito. Más tarde, durante la conversación, dijo que ahora estaba de acuerdo en que la referencia a un “derecho” era incorrecta. Hablamos algo más.

A medida que discutíamos otras cosas, resultaba evidente que no tenía ninguna base ética: Estaba buscando un lugar al que anclarse en un mar tormentoso de demandas de votantes. Para él, la propiedad no es un derecho ético a defender: la propiedad es sólo una palabra usada por ambos bandos para fortalecer su posición. Por tanto, el estado no necesita proteger la propiedad: el estado simplemente sopesa la propiedad frente a la utilidad percibida de las acciones legislativas propuestas.

Está claro que no estaba discutiendo sobre ética y política con un Hans Hoppe o un Murray Rothbard. Estaba discutiendo utilidades con mi futuro diputado estatal, un hombre cuyo único conocimiento de los derechos parece venir de lo que aprendió en las escuelas públicas. Cuando afronta una demanda del estado, la compara contra cualquier mal percibible que pueda aparecer, pone el dedo para ver el viento político.

Por supuesto, lo suyo no es un sistema ético. No es un sistema en absoluto. Es el caos. El grito más alto, la demanda más fuerte se convertirá en la norma. Y la norma cambiará cada día.

Aunque creo que este hombre quiere hacer lo correcto, también creo que no sabe ni entiende qué es lo correcto.

No hay ningún derecho a servicios sanitarios de alta calidad. No hay ningún derecho a ningún servicio sanitario. ¿Por qué? Para aplicar ese supuesto derecho habría que esclavizar a algunos y robar a otros. Pero sin una comprensión del estilo de la de Ron Paul de la propiedad y la ética, este joven político no tiene ninguna base firme para defenderse, quedando indefenso ante los deseos de quienes ven el estado como su medio colectivo para fines personales.

Estableciendo una ética

Al considerar los libros que me han causado más impacto, Economics and Ethics of Private Property, de Hoppe, está cerca del primer puesto en la lista. ¿Por qué? Porque Hoppe pone a la propiedad en el centro de la ética. Construye un sistema ético como base para juzgar la acción. Por ello intento mantener a Hoppe en mente cuando afronto aparentes desafíos éticos, como una función de vacaciones para niños en el centro de la ciudad.

He decidido mandar una copia de Economics and Ethics of Private Property a mi diputado estatal. Como mínimo, puede empezar a tomar decisiones basándose en la propiedad, la única defensa que tendrá contra quienes buscan redistribuir la riqueza de otros. Además, si verdaderamente quiere ser un defensor de la libertad, como me dijo, leerá el libro y tratará de adoptar su sistema ético. Espero que lo haga.

De nuevo ese molesto pensamiento

¿Pero qué pasa con el pensamiento que estropeó mi tarde?

Como advertí antes, no me importa que algo del 2% de mi renta robada por la ciudad haya ido a esta función. Sin embargo, sí me importa que el ayuntamiento confiscara parte de mi renta en primer lugar, así como la de todos los contribuyentes. No puedo justificar la función para niños a partir de un sistema ético basado en la propiedad. Por tanto, no hay manera de reconciliar la función ante la propiedad. Sí, puedo pagar por la función, pero no puedo forzar a mis vecinos a hacer lo mismo.

El sistema de competencia

Creer que sin gobierno la gente no ayudaría a los pobres es dar la espalda a la historia. Además, destruir capital en nombre de acabar con la pobreza simplemente nos hace a todos más pobres.

Muchos de quienes defiende el robo del gobierno creen que ese robo es el único medio de alcanzar un bien percibido. Aunque esta contradicción debería hacer que sus cabezas dieran vueltas, son capaces de reconciliar estas visiones opuestas, ¿Por qué? Basan su sistema ético en la redistribución. En este sistema, el robo se justifica por el fin que pretende.

Además, los sentimientos de envidia dominan a otros. ¿Cómo si no puedo explicar el hecho de que esa gente diga que hay necesidades apremiantes (necesidades que en su mente requieren una inmediata acción colectiva) pero no gasten su propio dinero salvo que el estado fuerza también a pagar a los demás? Realmente, si siento una necesidad, yo pagaría o contribuiría en lo que me pareciera oportuno.

En el centro de la educación pública, descubriremos un sistema de envidias y redistribución en el que el estado y sus subordinados se llevan la parte del león. Yo afirmo que la educación pública ha eliminado la ética de las aulas, así como de la plaza pública. Los graduados simplemente aplican el sistema implantado en sus cabezas 180 días al año. Por supuesto, su falta de conocimiento no justifica sus medios y sus codiciosos fines.

Pensamiento final

Para acabar el análisis de mi molesto pensamiento, hago esta declaración: No me importa pagar por la función de vacaciones de los niños, pero sí me importa que mi vecino se vea forzado a pagarla también.

 

 

Jim Fedako, analista de negocio y padre que educa en su casa a sus seis hijos, vive aislado en los suburbios de Columbus y mantiene un blog: Anti-Positivist.

Published Mon, May 24 2010 2:23 PM by euribe
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