Mises refuerza la defensa de los mercados

Por Roger W. Garrison. (Publicado el 26 de mayo de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4324.

[Economic Freedom and Interventionism: An Anthology of Articles and Essays • Ludwig von Mises • Seleecionado y editado por Bettina Bien Greaves • Irvington-on-Hudson, Nueva York: Foundation for Economic Education, 1990. Esta crítica se publicó originalmente en la  Review of Austrian Economics (1991)]

 

Los admiradores de Ludwig von Mises darán la bienvenida a esta nueva recopilación de 46 artículos y ensayos, la mayoría de ellos de la década de 1950 y 1960, muchos rescatados de una oscura publicación y algunos recientemente traducidos al inglés. Los títulos de las subsecciones del libro, “Libertad económica”, “Intervencionismo”, “Mises como crítico” y “Economía e ideas”, nos recuerdan que Mises se ocupó de los asuntos importantes.

Excepto en la sección final, las selecciones individuales son breves y concisas, pero a lo largo del libro y con variaciones en el contexto y nivel de abstracción, Mises realiza la defensa más fuerte y fundamental a favor de la economía de mercado y contra el socialismo y el intervencionismo.

Lo habitual es que Mises no tenga paciencia con quienes aparentemente fingen ignorar la economía con el fin de favorecer su defensa del control centralizado, ni con quienes alardean de su ignorancia en alguna crítica errónea a la comunidad de los negocios. Condena a estos detractores rotundamente y les califica de hipócritas, charlatanes frívolos e ignorantes. Pero Mises tiene una paciencia casi infinita con la persona media que está dispuesta a entender los principios económicos.

Argumenta ambas cosas explícitamente (p. ej., en pp. 157 y 179), por ejemplo diciendo que escribir para el ciudadano medio en una tarea importante que deben asumir los economistas. Al contrario que los expertos en ciencias naturales, que pueden aplicar su conocimiento sin pedir la compresión y simpatía de la ciudadanía en general, los expertos en el campo de la economía deben educar al público. Sólo podemos tener soluciones de mercado a problemas económicos si los participantes en nuestro proceso político pueden superar las falacias del socialismo y el intervencionismo y aceptar el resultado del proceso del mercado.

Los economistas deben asimismo ser capaces de conversar entre sí sobre todos los asuntos de la economía. Mises destaca la interconexión de los fenómenos económicos cuando escribe que “la economía no permite ninguna división en ramas especiales” (p. 55).

Aquí, el lector moderno puede considerar el “no permite” como un “no tendría que permitir”. La actual división de la economía en campos y subcampos independientes junto con la naturaleza insular de estas áreas altamente especializadas de concentración demuestra, por su contraste burlón, la unidad esencial de la economía.

Muchos de los ensayos de Mises están ligados por temas recurrentes. El mercado no favorece a las grandes empresas, ni siquiera a las empresas en general: favorece a los consumidores. Con sus elecciones en el mercado, los consumidores deciden si una empresa se hace grande, se mantiene grande o se mantiene en el negocio en general. Los consumidores son soberanos en una economía de mercado: su gasto determina qué produce, su ahorro determina lo rápido que crece. Las elecciones de los consumidores asimismo determinan indirectamente los niveles salariales de los trabajadores.

Los intervencionistas que harían caso omiso del proceso de mercado que liga los ingresos del trabajo al gasto del consumidor y que darían a los trabajadores una mayor parte de los ingresos de negocio basándose en su proclamada productividad, entienden mal la relación entre capital y trabajo. No consiguen entender que los cambios en la productividad laboral son atribuibles, no al propio trabajo sino al capital que le da apoyo. Desviar ingresos del capital al trabajo desanimaría la acumulación de capital y por tanto detendría los aumentos en la productividad laboral que supuestamente justificaban dicha desviación de ingresos.

Mises identifica instituciones que preservan los derechos de propiedad y mantienen un sistema monetario sólido como prerrequisitos esenciales para animar al ahorro, que financia la acumulación de capital, que hace productivo al trabajo, que mantiene altos niveles de vida en los países occidentales y les distingue de los subdesarrollados.

La elección en definitiva que afronta el sociólogo como ciudadano (y la ciudadanía en general) es la elección entre un sistema de mercado y uno socialista. Mises explica los términos de esta elección con gran eficacia retórica, utilizando tanto exageraciones como insuficiencias.

Argumenta (p. 55) que no puede existir un camino intermedio en la forma de intervencionismo. La dinámica política de cualquier economía mixta generaría o (1) políticas intervencionistas llevadas al extremo del socialismo o (2) el total abandono del intervencionismo a favor del sistema de mercado. Al explicar una política intervencionista en particular, los subsidios agrícolas en beneficio de los granjeros independientes, Mises destaca en medio de un párrafo (p. 209) que “No puede subvencionarse a una persona y hacerla independiente”.

Aunque escribía hace décadas, Mises incorpora en sus argumentos muchas teorías económicas que sólo han emergido con fuerza en años recientes. Anticipa la parte de verdad en la llamada teoría de las expectativas racionales criticando a Keynes por creencia implícita en que la inflación puede engañar al público persistente y sistemáticamente (p. 72); anticipa un aspecto clave de la economía de la oferta y su curva de Laffer al advertir que el gobierno recurre a la inflación cuando las tasas fiscales se llevan más allá del punto de máximos ingresos (p. 103). El lector encontrará muchos pasajes así, que hacen que las ideas de Mises resulten precursoras de las que ahora están de moda.

Si hay alguna debilidad que caracterice este colección de ensayos es la tendencia de Mises a infravalorar el resistente atractivo de las ideas que critica. Por ejemplo, escribe (p. 140) que “Como doctrina económica, el keynesianismo ahora [en 1964] está muerto” y (p. 120-121) que con la publicación póstuma del tercer volumen de El capital de Marx [1894] “el dogma esencial de la filosofía marxista, la doctrina de la lucha de clases, (…) se desenmascara como un fracaso”.

Pero incluso ahora, tanto como entonces, la doctrina keynesiana sigue viva y la doctrina marxista sigue enmascarada como una buena teoría. De hecho, estas dos doctrinas (los defectos de la demanda keynesianos y la lucha de clases marxista), más las igualmente falaz teoría ricardiana de la producción, se han combinado para producir el actual post-keynesianismo.

Hoy, como siempre, la ciudadanía en general necesita entender los principios económicos y reconocer las falacias económicas. Los defensores de la libertad, nos recuerda Mises, sólo pueden triunfar mediante la educación económica. Los estudiantes de la economía misesiana reconocerán a Mises como el paladín de sus paladines y agradecerán a Bettina Bien Greaves y a la Fundación para la Educación Económica dar nueva vida a estos ensayos y artículos.

 

 

Roger Garrison, profesor de economía en la Universidad de Auburn e investigador adjunto en el Instituto Mises, es el autor de Time and Money: The Macroeconomics of Capital Structure. Vea su página web.

Esta crítica se publicó originalmente en la Review of Austrian Economics Vol. 5, Nº 2 (1991): pp. 119–121.

Published Thu, May 27 2010 12:33 PM by euribe