Milton Friedman y la bondad humana

Por Tibor R. Machan (Publicado el 7 de junio de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4451.

[Publicado originalmente en Libertarian Papers]

 

Milton Friedman ha argumentado que la cuestión esencial que quien crea en la libertad debe formularse es si debe dejarse que otro hombre sea libre de pecar. Si realmente sabemos qué es el pecado, si pudiéramos estar absolutamente seguros de que conocemos la verdad revelada, no podríamos dejar que otro hombre pecara. Tendríamos que detenerle.[1]

También escribió, en Capitalismo y libertad:

El liberal concibe a los hombres como seres imperfectos. Considera los problemas de la organización social como un problema negativo de impedir que los “malos” hagan daño y hacer que los “buenos” hagan el bien; y por supuesto la gente “mala” y “buena” puede ser la misma, dependiendo de quién les juzgue.[2]

Es bien sabido que Friedman fue un defensor de la libertad humana y que negaba que pudiéramos “saber realmente qué es el pecado” pues él no podría defender la libertad “su pudiéramos saber con certeza absoluta que conocemos la verdad revelada”, en cuyo caso, “no podríamos dejar pecar a otro”.

Me gustaría evaluar si esta postura escéptica sobre el “pecado”, o la virtud y el vicio, es correcta, y si no lo es, si de ello se deduce que la libertad debe sacrificarse y “no podríamos dejar pecar a otro”. También me gustaría comentar que la postura subjetivista sobre la gente “mala” y “buena” es errónea.

Entonces, en primer lugar ¿a qué se refiere Friedman cuando habla de “pecado”? Sin darle un punto de vista religioso, el término “pecar” puede significar hacer algo incorrecto, inmoral, no ético, y en este sentido parece haberlo usado Friedman. Argumenta que si alguien conociera absolutamente que otro está haciendo algo inmoral, no ético, incorrecto moral o éticamente, tendríamos que detenerle. ¿Por qué habría que sostener este punto de vista?

La razón principal es que es responsabilidad de todos promover el bien y Friedman lo aceptaba denegando al tiempo que podamos conocer el bien. Así que, supuestamente, si alguien no hace lo que está bien o hace lo que no está bien y otro lo sabe y tiene la oportunidad de arreglarlo, la obligación de promover el bien le impulsaría a hacer lo que sugiere Friedman, que es interferir en el agente, impedir que la persona peque o hacer que ésta haga lo correcto.

Esta sería la consecuencia que se deduciría de la creencia de que en el caso de agentes humanos morales, lo que más importa es si producen algo bueno o no lo hacen. Así, una acción se juzga buena o mala si se promueve un resultado o no, si se produce o no se produce.

Así, por ejemplo, una persona estaría moralmente obligada a producir más salud en el mundo de la que ahora existe. Esta persona estaría haciendo el bien o lo que es correcto produciendo más salud de la que existiría en caso contrario. Es una visión consecuencialista del bien: el bien reside en ciertas consecuencias (y el mal en otras) que los seres humanos pueden ocasionar o abstenerse de ocasionar.

Luego si otro sabe que alguien no está produciendo lo que es bueno cuando esa persona podría estar actuando de forma diferente de la actual y esta otra persona puede hacer que aquélla actúe como él haría sin necesidad de hacerlo mejor, tendría que hacer que aquél actúe como éste.

Sin embargo, este punto de vista tiene un problema. Desliga lo bueno que se genere de la intención o elección del agente. Todo lo que parece importar es si resulta algo bueno o no. Pero si ésta es la forma en que son buenos los seres humanos, pueden ser buenos de forma completamente accidental, igual que pueden ser malos de forma completamente accidental.

Hay quien actúa de una forma determinada y esto resulta generar un resultado que es bueno, aunque no sea eso lo que pretendía el agente. Aún así, en la consideración de la bondad de las acciones de Friedman, está persona está haciendo el bien. Pero hacer el bien no debería ser producir algo bueno por accidente. A nadie se le pueden atribuir buenas acciones que lo son por tener resultado que casualmente son buenos.

Así que para evitar este resultado, necesitaríamos rechazar la postura de Friedman y adoptar una bastante diferente. Una ventaja de hacerlo así sería que es una forma de preservar la libertad humana sin el escepticismo paradójico de Friedman.

Este escepticismo es paradójico porque Friedman evidentemente consideraba que respetar la soberanía, el autogobierno, era algo bueno. Evidentemente pensaba que no interferir sobre los demás, ni robarles su libertad de acción era algo valioso, incluso moralmente digno de elogio.

¿Por qué preferir si no la sociedad libre a una sociedad no libre? Si esa preferencia no es algo arbitrario, un asunto de, digamos, lanzar una moneda al aire, debe haber alguna justificación. Y ése sería un argumento sólido moral o ético. No podría producir el tipo de paradoja que aparece en la postura de Friedman, que combina el escepticismo moral con la creencia en la moralidad de respetar la soberanía o independencia de otra gente.

Ese punto de vista es posible partiendo de la idea de que la bondad humana que es válida es la que se atribuye a la libre voluntad humana, la capacidad de elegir entra la conducta buena o mala y concibe como moralmente digna la conducta elegida, no como algo accidental. Con esta aproximación ahora podemos saber que es lo correcto o lo erróneo que hagan otros, pero sería un non sequitur deducir de ese conocimiento la autoridad para forzarles a actuar coherentemente. Las conductas correctas o incorrectas tendrían que elegirse libremente.

Dicho de otra manera, la acción moralmente significativa tiene que elegirse libremente, no ser un mero comportamiento adecuado.

Por supuesto, la atribución de la libre voluntad a la gente es, y siempre ha sido, muy controvertida. Sin embargo, si la crítica de la conducta humana ha de ser siempre válida, e incluso inteligible, tiene que haber alguna idea de que la gente tiene libre voluntad. Es así incluso si la crítica se ocupa sólo de la lógica o la gramática o la urbanidad. Culpar a alguien por razonar mal supone que la persona podría haber realizado un buen razonamiento, habría sido libre de realizar otro.

 

 

Tibor R. Machan es investigador Hoover y profesor emérito del Departamento de Filosofía de la Universidad de Auburn, Alabama, y titular de la cátedra R.C. Hoiles en Ética Empresarial y Libre Empresa en la Escuela de Negocios y Economía Argyros, de la Universidad de Chapman.

 

Publicado originalmente en Libertarian Papers, vol. 1, nº 27 (2009).



[1] “Interview with Milton Friedman”, Reason, Agosto de 1977, p. 28.

[2] Milton Friedman, Capitalismo y libertad (Madrid: Ed. Rialp, 1966).

Published Mon, Jun 7 2010 7:16 PM by euribe