La teoría monetaria o del crédito circulante del ciclo comercial

Por Ludwig von Mises. (Publicado el 11 de junio de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4313.

[Este artículo está extraído del capítulo 20 de La acción humana]

                 

La teoría de la fluctuaciones cíclicas de los negocios elaborada por la escuela británica de la moneda [Currency School] era insatisfactoria en dos aspectos.

Primero, no reconocía que el crédito circulante puede otorgarse no sólo mediante la emisión de billetes en exceso de la existencia de reservas en los bancos, sino también creando depósitos bancarios sujetos a control en el exceso de esas reservas (dinero en cheques, moneda de depósito). Consecuentemente no apreció que los depósitos a la vista pueden también usarse como dispositivo para la expansión del crédito. Este error es poco importante, pues puede enmendarse fácilmente. Basta con centrarse en el punto de que todo lo que se refiere a la expansión del crédito es válido para todas las variedades de expansión de crédito, sin que importe si los medios fiduciarios adicionales son billetes o depósitos.

Sin embargo, la enseñanzas de la escuela de la moneda inspiraron la legislación diseñada para impedir la repetición de auges de expansión del crédito y sus necesarias consecuencias, la depresiones, en un tiempo en que este defecto fundamental no se había descubierto aún. La Peel’s Act de 1844 y sus imitaciones en otros países no lograron los fines perseguidos y este fracaso hizo que se tambaleara el prestigio de la escuela de la moneda. La escuela de la banca [Banking School] triunfó sin merecerlo.

El segundo defecto de la moneda era más fundamental. Restringía su razonamiento al problema del drenaje externo. Se ocupaba de un caso concreto, la expansión del crédito en país sólo mientras allí no hubiera expansión del crédito o sólo expansión del crédito en menor medida en otras áreas. Era más que suficiente para explicar la crisis británica de la primera parte del siglo XIX. Pero se ocupaba sólo superficialmente del problema.

La cuestión esencial no se planteó en absoluto. No se hizo nada por clarificar las consecuencias de una expansión general del crédito no limitada a una serie de bancos con una clientela restringida. No se analizaron las relaciones recíprocas entre la oferta de dinero (en el sentido más amplio) y el tipo de interés. Los múltiples proyectos para rebajar o abolir completamente el interés por medio de una reforma bancaria fueron ridiculizados arrogantemente como charlatanería, pero no diseccionados y refutados críticamente.

La presunción ingenua de la neutralidad del dinero se ratificaba tácitamente. Así que se dejaba vía libre a todos los intentos fútiles de interpretar crisis y fluctuaciones de negocio por medio de la teoría del intercambio directo. Pasaron muchos años antes de que se rompiera el hechizo.

La dificultad que tenía que superar la teoría monetario o del crédito de circulación no era simplemente teórica sino que también tenía una componente política. La opinión pública tiende a ver en el interés nada más que un obstáculo institucional a la expansión de la producción. No se da cuenta de que el descuento de bienes futuros frente a bienes presentes es una categoría necesaria y eterna de la acción y no puede abolirse mediante manipulación bancaria.

A los ojos de protestones y demagogos, el interés es un producto de las siniestras maquinaciones de duros explotadores. La antigua desaprobación del interés ha revivido con toda su fuerza por el intervencionismo moderno. Se acoge al dogma de que una de las principales tareas del gobierno es rebajar el tipo de interés lo máximo posible o abolirlo completamente.

Todos los gobiernos actuales realizan fanáticamente una política de dinero fácil. Como ya se ha mencionado, la gobierno británico ha dicho que la expansión del crédito ha realizado “el milagro (…) de transformar las piedras en panes”. Un presidente del banco de la Reserva Federal de Nueva York  ha declarado que “existe la libertad total del mercado de la moneda doméstica para cada estado nacional allí donde existe una institución que funciona a la manera de un banco central moderno y cuya divisa no es convertible en oro ni en otro producto”.[1] Muchos gobiernos, universidades e institutos de investigación económica subvencionan profusamente publicaciones cuyo propósito principal es cantar las bendiciones de una expansión desbocada del crédito y difamar a los todos los oponentes como defensores malintencionados de los intereses egoístas de los usureros.

El movimiento ondulatorio que afecta al sistema económico, la repetición de periodos de auge que se ven seguidos pro periodos de depresión, es el inevitable resultado de estos intentos, repetidos una y otra vez, de rebajar el tipo bruto de mercado del interés mediante la expansión del crédito. No hay forma de evitar el colapso final de un auge producido por la expansión del crédito. Las alternativas son sólo si la crisis llegará antes como consecuencia del abandono voluntario de una mayor expansión monetaria, o más tarde como una catástrofe final total del sistema monetario afectado.

La única objeción que se ha opuesto a la teoría del crédito de circulación es realmente floja. Se ha dicho que la rebaja de tipo de interés bruto de mercado por debajo del nivel que habría tenido en un mercado del préstamo sin interferencias puede producirse, no como una política intencionada por parte de los bancos o las autoridades monetarias, sino como efecto inintencionado de su conservadurismo. Frente a una situación que, dejada a su aire, generaría un aumento del tipo de mercado, los bancos se niegan a alterar el interés que cargan en anticipos y así, sin quererlo, se cae en la expansión.[2]

Estas afirmaciones no tienen fundamento. Pero si estamos dispuestos a admitir su corrección, no afecta en absoluto a la esencia de la explicación monetaria del ciclo de comercio. No importa qué condiciones particulares sean las que inducen a los bancos a expandir el crédito y a quedarse por debajo del tipo de interés bruto del mercado que habría determinado un mercado sin interferencias. Lo que importa es únicamente que los bancos y las autoridades monetarias se ven guiados por la idea de que el nivel de los tipos de interés que determine el libre mercado del préstamo es algo malo, de que el objetivo de una buena política económica es rebajarlo y de que la expansión del crédito es un medio apropiado para lograr este fin sin dañar a nadie salvo a los prestamistas parásitos. Es este convencimiento el que les hace embarcarse en aventuras que finalmente deben llevar al desplome.

Sin tomamos en consideración estos hechos, podríamos vernos tentados de abstenernos de explicación alguna de los problemas que hay en el marco de la teoría de la economía pura del mercado y relegarla al análisis del intervencionismo, la interferencia del gobierno en los fenómenos del mercado. Está fuera de toda duda que la expansión del crédito es uno de los asuntos principales del intervencionismo. Sin embargo, el lugar correcto para el análisis de los problemas que implica no es la teoría del intervencionismo sino en la de la economía de mercado pura. Porque el problema del que nos tenemos que ocupar es esencialmente de la relación entre oferta de dinero y tipo de interés, un problema del que las consecuencias de la expansión del crédito son sólo un caso particular.

Todo lo que se ha dicho en relación con la expansión del crédito es igualmente válido en relación con los efectos de cualquier aumento en la oferta apropiada de dinero siempre que esta oferta adicional llegue al mercado del préstamo en una etapa temprana de su entrada en el sistema de mercado. La cantidad adicional de dinero aumenta la cantidad de dinero ofrecido para préstamos en un momento en que los precios de materias primas y salarios no se han ajustado aún completamente al cambio en la relación monetaria, los efectos no son distintos de los de una expansión del crédito.

Al analizar el problema de la expansión del crédito, la cataláctica completa la estructura de la teoría del dinero y el interés. Derriba implícitamente los viejos errores en relación con el interés y revienta los planes fantásticos de “abolir” los intereses por medios de reformas monetarias o del crédito.

Lo que diferencia la expansión del crédito de un aumento en la oferta de dinero como puede producirse en una economía que utilice sólo dinero material y no medios fiduciarios en absoluto está condicionado por las divergencias en la cantidad del aumento y en la secuencia temporal de sus efectos en las distintas partes del mercado. Ni siquiera un rápido incremento en la producción de metales preciosos puede llegar al nivel que puede alcanzar una expansión del crédito. El patrón oro era un control eficaz de la expansión del crédito, pues forzaba a los bancos a no exceder ciertos límites en sus aventuras expansionistas.

Las propias potencialidades inflacionistas del patrón oro se mantienen dentro de ciertos límites por las vicisitudes de la minería del oro. Además, sólo una parte del oro adicional aumenta inmediatamente la oferta ofrecida en el mercado del préstamo. La mayor parte actuaba antes bajo precios de materiales y salarios y afectaba al mercado de préstamos sólo en una etapa posterior del proceso inflacionista.

Sin embargo, el aumento continuo de la cantidad del dinero material ejercitaba una presión expansionista constante en el mercado del préstamo. El tipo de interés bruto del mercado estaba, tras los últimos siglos, sometido continuamente al impacto de una entrada de dinero adicional en el mercado del préstamo. Por supuesto, esta presión en los últimos 150 años en los países anglosajones y en los últimos 100 años en los países de la Europa continental, se vio muy sobrepasada por los efectos del desarrollo sincronizado del crédito de circulación otorgado por los bancos aparte de sus francos esfuerzos (reiterados de vez en cuando) por rebajar el tipo de interés bruto del mercado mediante una expansión intensificada del crédito.

Así que había tres tendencias hacia una rebaja del tipo de interés bruto del mercado operando al mismo tiempo y reforzándose entre sí. Uno era la consecuencia del continuo aumento en la cantidad de dinero material, el segundo la consecuencia de un desarrollo espontáneo de los medios fiduciarios en las operaciones bancarias, el tercero el fruto de políticas intencionadas anti-interés patrocinado por las autoridades y aprobado por la opinión pública. Por supuesto, es imposible determinar de forma cuantitativa el efecto de su operación conjunta y la contribución de cada uno: una respuesta a esa pregunta sólo puede ofrecerse por compresión histórica.

Lo que el razonamiento cataláctico puede demostrarnos es que una presión suave pero continua sobre el tipo de interés bruto del mercado originada por un aumento continuo en la cantidad de oro y también por un ligero aumento en la cantidad de medios fiduciarios, que no sea recargada e intensificada por políticas intencionadas de dinero fácil, puede ser contrapesada por las fuerzas del reajuste y el acomodo propias de la economía de mercado. La adaptabilidad de negocios no saboteados a propósito por fuerzas extrañas al mercado es suficientemente poderosa como para ocultar los efectos que podrían posiblemente producir estas pequeñas perturbaciones del mercado del préstamo.

Los estadísticos han tratado de investigar las largas series de fluctuaciones de negocio con métodos estadísticos. Esos intentos son inútiles. La historia del capitalismo moderno es un constante progreso económico, interrumpido una y otra vez por auges enfebrecidos y su consecuencia, las depresiones. En general es posible discernir estadísticamente estas repetidas oscilaciones de la tendencia general hacia un aumento en la cantidad de capital invertido y de productos producidos. Es imposible descubrir ninguna fluctuación rítmica en la propia tendencia general.

 

 

Ludwig von Mises es reconocido como el líder de la Escuela Austriaca de pensamiento económico, prodigioso autor de teorías económicas y un escritor prolífico. Los escritos y lecciones de Mises abarcan teoría económica, historia, epistemología, gobierno y filosofía política. Sus contribuciones a la teoría económica incluyen importantes aclaraciones a la teoría cuantitativa del dinero, la teoría del ciclo económico, la integración de la teoría monetaria con la teoría económica general y la demostración de que el socialismo debe fracasar porque no puede resolver el problema del cálculo económico. Mises fue el primer estudioso en reconocer que la economía es parte de una ciencia superior sobre la acción humana, ciencia a la que llamó “praxeología”.

Este artículo está extraído del capítulo 20 de La acción humana.



[1] Beardsley Ruml, “Taxes for Revenue Are Obsolete”, American Affairs, VIII (1946), p. 35–36.

[2] Machlup (The Stock Market, Credit and Capital Formation, p. 248) llama a esta conducta de los bancos “inflacionismo pasivo”.

Published Sat, Jun 12 2010 7:10 PM by euribe