La Economía de Anderson y el bienestar público

Por Henry Hazlitt. (Publicado el 22 de junio de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4443.

[Impreso por primera vez en Economics and the Public Welfare, de Benjamin M. Anderson Jr.]

 

Benjamin M. Anderson Jr., que murió el 19 de enero de 1949, nació el 1 de mayo de 1886 en Columbia, Missouri. En la Universidad de Missouri, donde obtuvo su graduación en letras en 1906, sus intereses fueron principalmente intelectuales y lógicos.

Fue muy activo en la sociedad de debate ateniense y pronto obtuvo allí una reputación por su capacidad de atacar las debilidades lógicas o factuales de las posturas de sus oponentes. Fue uno de los cuatro presidentes de la sociedad durante el curso 1905-06.

También desarrolló en este tiempo una pasión por el ajedrez, que mantuvo toda su vida. Llegó a ser tan buen jugador en estos años que pensó seriamente en dedicarse a ello. Gracias a este interés mantuvo una buena amistad con José Capablanca, campeón mundial de ajedrez de 1921 a 1927, a cuya solicitud contribuyó con una brillante prólogo de 25 páginas al libro de “Capa”, A Primer of Chess, publicado en 1935.

Anderson terminó su posgrado en la Universidad de Illinois en 1910 y su doctorado en economía, filosofía y sociología en Columbia en 1911. El amplio rango de conocimientos e intereses intelectuales que había desarrollado entonces se aprecia no sólo por las tres materias sobre las que obtuvo el doctorado, sino viendo su carrera como profesor.

Fue profesor de historia de la Escuela Pública Normal en Cape Girardeau, Missouri, en 1905. Fue profesor de literatura inglesa, así como de economía en el Missouri Valley College en Marshall, Missouri, en 1906. Fue profesor tanto de historia como de economía en el State Teachers College en Springfield, Missouri, entre 1907 y 1911.

En el estudio de su casa, donde le conocí, recuerdo dos retratos, uno de John C. Calhoun y el otro de John Bates Clark. Se había visto profundamente influido en su pensamiento político, me dijo, por los derechos de los estados y otras doctrinas básicas “del maestro de la lógica de Carolina del Sur”, mientras que esta muy en deuda con el pensamiento económico de John Bates Clark, con quien había estudiado y a quien consideraba en mayor teórico de economía que había tenido nunca este país.

El primero de sus profesores de economía en producirle una profunda impresión fue el Profesor Jesse E. Pope, en cuyo seminario, en 1904 y 1905, empezó sus investigaciones en la “teoría cuantitativa” del dinero. Su Social Value empezó en el seminario de Dean Kinley en la Universidad de Illinois en el curso 1909-10. En su primera forma de monografía ganó un premio de 400$ ofrecidos por Hart, Schaffner & Marx. (Los jueces fueron J. Laurence Laughlin, John Bates Clark, Henry C. Adams, Horace White y Edwin F. Gay).

El estudió se desarrolló y completó como libro en la Universidad de Columbia en 1910-11 y Anderson lo envió a la facultad de Ciencias Políticas como tesis doctoral. Sus principales agradecimientos en la Universidad de Columbia por ese estudio, declaraba en el prólogo, eran para los profesores Seligman, Seager, John Dewey y Giddings.

Sería imposible realizar siquiera una lista correcta de los escritores que influyeron más indirectamente en el pensamiento de Anderson. En sus primeros libros hay refrencias frecuentes a Böhm-Bawerk y Wieser, Urban y Tarde, Jevons y Pareto, Wicksteed y H.J. Davenport, Wesley C. Mitchell y el sociólogo C.H. Cooley. Y de entre los hombres que trabajaban en el mundo bancario con el que más tarde entró en contacto, siempre expresó una admiración en particular por A. Barton Hepburn.

“El que lucha con nosotros”, escribió Burke, “agudiza nuestra habilidad. Nuestro antagonista es nuestro auxilio”. Los dos escritores que desempeñaron principalmente este rol para Anderson, estimulando su crítica, fueron Irving Fisher y John Maynard Keynes.

Fue principalmente contra la teoría cuantitativa del dinero formulada por el Profesor Fisher contra la que de dirigió la exposición de Anderson The Value of Money.

Y su crítica a Fisher, aunque fuera enérgica, implicaba una especie de admiración. Escogió deliberadamente Purchasing Power of Money, de Irving Fisher como objetivo principal porque era “la declaración más intransigente y rigurosa de la teoría cuantitativa que puede encontrarse en la literatura económica moderna”, pues seguía “la lógica de la teoría cuantitativa más coherentemente que cualquier otra obra” y porque había recibido un reconocimiento tan entusiasta “como para justificar que se le trate como la exposición ‘oficial’ de la teoría cuantitativa”.

En años posteriores fue la influencia de John Maynard Keynes la que más provocó la oposición crítica de Anderson. Desgraciadamente nunca escribió un libro completo analizando las teorías keynesianas. Pero replicó brillantemente un principio central keynesiano en un apéndice de ocho páginas incluido en el simposio Financing American Prosperity (1945), titulado: “A Refutation of Keynes' Attack on the Doctrine that Aggregate Supply Creates Aggregate Demand”.

Una vez me contó una divertida anécdota de una conversación con Keynes. En relación con la teoría de éste de estimular el consumo para cura una depresión, Anderson le preguntó: “¿Por qué no sería una buena idea criar elefantes blancos en un periodo de depresión?” Y el economista británico, inmutable, respondió “Se trata precisamente de eso”.

La contribución de Anderson a la teoría económica se resume en sus dos libros: Social Value y The Value of Money.

Originalmente consideró a su concepto de “valor social” un rival o sustituto de la individualista teoría de la utilidad marginal desarrollada por la escuela austriaca. A mí me parece más bien una exposición de los presupuestos sociales necesarios para la teoría marginal. Es una explicación de las condiciones esencialmente sociales que van a formar tanto las valoraciones marginales de los individuos como los precios en el mercado. Su análisis, en otras palabras, más bien complementa que sustituye al austriaco.

Anderson tenía mucha razón en rechazar la noción de “mónada individual” aislada, al destacar la íntima interrelación de las ideas de las personas entre sí, su inextricable interacción e interdependencia. El proceso de pensamiento, incluso en la “mente individual”, como apuntaba, es un proceso social. “Pensamos con palabras y, en realidad, con conversaciones”. Tenía razón al destacar, junto con Cooley, que mediante el aparato social del lenguaje, la literatura, la música, las costumbre, la tradición, la conversación “cualquier pensamiento que tengamos está ligado con el de nuestros antecesores y asociados y, a través de éstos, con el de la sociedad en general”.

Pero puede plantearse la cuestión de si, al llegar a la conclusión de que “hay una mente de la sociedad, un organismo psíquico, una mente social” no se está tal vez dando carácter real a una metáfora, tomando un símil heurístico demasiado literalmente. Sea como sea, dejaba claro que era inadecuado un concepto puramente individualista de la utilidad marginal y que, sobre todo, no era una herramienta apropiada de razonamiento en lo que se refiere a la explicación del valor del dinero. Y era asimismo explícito al destacar que la unidad de la “mente social”, tal y como él la concebía, era “principalmente una unidad de función”.

Indudablemente, ésta es una clave esencial para la comprensión de muchos problemas económicos. Ni siquiera un trabajo de ensamblaje relativamente simple como el de un automóvil puede entenderse simplemente estudiando individualmente sus partes. El cuerpo humano no puede entenderse como un conjunto de sus órganos o células individuales. Tanto el automóvil como el cuerpo humano funcionan como una unidad.

Una gran sociedad, con sus instituciones, costumbres, valores y complicada interdependencia en la división del trabajo, también funciona en buena medida como un solo organismo y no puede entenderse meramente como un grupo de los individuos que la componen. Por supuesto, es cierto que no podemos resolver muchos problemas económicos salvo que nos ocupemos de estudiar las necesidades, preferencias y acciones de estos individuos, pero además debemos comprender sus interrelaciones funcionales.

Las grandes contribuciones de Anderson a la teoría monetaria en The Value of Money han sido resumidas admirablemente en el prólogo del Profesor Beckhart a la edición de 1936. Anderson ayudó a realizar una muy necesaria unificación de la teoría monetaria con la teoría general del valor. Explicó, con más claridad que ningún autor anterior, el papel de la calidad, así como el de la cantidad de dinero y crédito al determinar el valor de la unidad monetaria.

Destacó la naturaleza básicamente psicológica del valor del dinero, con todas las sutilezas y complejidades que esto implica. Demostró que los precios particulares, así como el llamado “nivel general de precios” debe explicarse siempre desde la perspectiva de valor de los bienes, así como del valor del dinero.

Su precisión matemática simple y atrayente mantiene aún así viva la rígida forma mecanicista de la teoría cuantitativa, pero Anderson somete sus groseras simplificaciones a una crítica tan completa y devastadora que nunca ha reconquistado el prestigio y el casi incontestable dominio que tenía antes de que la escribiera.

En resumen, The Value of Money es uno de los clásicos de las obras económicas estadounidenses. Puedo pensar en pocas obras en este campo que sean tan coherentemente brillantes, rigurosas, lúcidas y fascinantes. Como contribución a la teoría del dinero, puede fácilmente incluirse en la media docena de obras más importantes jamás escritas en este continente.

El libro actual está destinado a obtener una clasificación similar entre las historias económicas y financieras de Estados Unidos. Ya es una extraordinaria historia económica y financiera del periodo que cubre.

Una historia económica que no interprete correctamente los acontecimientos que es describe normalmente algo peor que inútil. Un escritor que no sabe cómo interpretar las causas económicas no sabe siquiera que hechos seleccionar y presentar. Anderson sabía qué hechos seleccionar y  destacar. Pocas historias económicas han entrelazado nunca tan completa y afortunadamente teoría e interpretación con el registro de los hechos.

Las siguientes páginas son como una rica tela en la que los acontecimientos constituyen la urdimbre y la interpretación teórica la trama, apoyando la primera a la segunda e ilustrando la segunda a la primera.

Su sentido dramático, su constante lucidez, su énfasis en principios económicos básicos, su reconocimiento de los papeles básicos desempeñados por individuos extraordinarios, su descripción realista y detallada de las desastrosas consecuencias de despreciar los principios morales o tratar de impedir que operen las fuerzas del mercado se combinan para hacer de este libro una fácil lectura constante poco corriente en obras económicas serias, a pesar de admirable modelo inicial establecido por Adam Smith.

Aquí está la historia económica de Estados Unidos en el aciago periodo que va de 1914 a 1946. Esta historia se contempla muy adecuadamente, no aisladamente, sino como parte integral de la historia económica mundial, pues el verdadero liberal económico, como Anderson, no es nunca un aislacionista o nacionalista económico.

Durante la mayoría del periodo sobre el que escribe fue el economista del Chase Nacional Bank. Hizo varios viajes a Europa y estuvo en el grupo estadounidense que negoció los acuerdos de no agresión con los bancos de Alemania.

Por tanto, esta historia la escribió un hombre con cualidades únicas para la tarea. Combinaba una rara comprensión de la teoría económica con un conocimiento íntimo de los acontecimientos de estos años, obtenido como observador cercano y privilegiado, y a veces como asesor y partícipe de importancia.

Es una pena que no esté vivo para ver la publicación de este volumen. Pero quienes queremos comprender los acontecimientos de ese gran periodo que cubre podemos considerarnos afortunados por que viviera para completar su redacción.

 

 

Henry Hazlitt (1894-1994) fue un famoso periodista que escribió sobre asuntos económicos en el New York Times, el Wall Street Journal y Newsweek, entre otras muchas publicaciones. Es tal vez más conocido como autor de La economía en una lección.

Este artículo fue impreso por primera vez en Economics and the Public Welfare, de Benjamin M. Anderson Jr.

Published Thu, Jun 24 2010 5:59 PM by euribe