El Mises que nunca conocimos

Por Murray N. Rothbard. (Publicado el 2 de agosto de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4518.

[Memoirs • Ludwig von Mises • Mises Institute, 2009 • 146 páginas. Esta crítica apareció originalmente en Libertarian Review, Abril de 1978]

                 

Cuando Ludwig von Mises estaba fuerte como un roble a los setenta, quienes teníamos el privilegio de asistir a su seminario de grado en la Universidad de nueva York solíamos reunirnos con él después de clase para tomar algo en una restaurante local. Una tarde, después de que Mises (como ocurría tan a menudo) nos regalara maravillosas anécdotas de su vida en la vieja Viena, un estudiante le dijo que escribiera su autobiografía para conservar sus impresiones en forma de libro. Fue la única vez en que vi enfadarse a este hombre educado, aunque fuera tan ligeramente. “Por favor, no soy aún tan mayor como para escribir una autobiografía”. Se acabó ese asunto. Nadie tuvo la temeridad de indicar a Mises que, en nuestra cultura actual, mucha gente, sin absolutamente nada que decir, publica sus “autobiografías” apenas superados los veinte años.

Imaginen mi sorpresa y alegría cuando descubrí que Mises, sin que nadie lo supiera, había escrito una autobiografía en 1940, tan pronto como llegó a Estados Unidos y se la había confiado a su fiel esposa Margit. Treinta años después, cuando Margit le sugirió que escribiera una autobiografía, replicó, “Tienes mis dos carpetas escritas a mano. Es todo lo que la gente necesita saber de mí”. Después de que Mises muriera en octubre de 1973, a los 92 años, Margit recordó las carpetas. Como resultado de su diligencia, ahora tenemos publicadas las Memorias de Mises.

Es el tipo de autobiografía que esperaríamos de una persona privada de gran educación y con la reserva del Viejo Mundo: Es una autobiografía intelectual, que explica sus luchas ideológicas y cómo llegó a sus ideas. Aquí no aparece la intimidad del momento, ni hay forraje para voyeurs emocionales.

Y aún así, es una mirada amarga, y es comprensible que lo sea. Estas memorias se escribieron cuando se produjo el naufragio de su entonces brillante carrera en Europa. No era sólo que Mises se viera expulsado de Europa por los nazis y la Segunda Guerra Mundial, arribara a las costas de Estados Unidos y se viera forzado a empezar una nueva carrera a la edad de 59 años. Pues Mises estaba experimentando las amargas consecuencias del estatismo y el colectivismo contra el que había luchado durante décadas en Austria y el resto de Europa. Había luchad gallardamente y virtualmente solo contra el colectivismo y ahora iba a ver a innumerables refugiados socialistas y comunistas, expulsados por otra variante de su propia doctrina estatista, bienvenidos y recogiendo los mayores honores académicos en Estados Unidos, mientras él se veía olvidado y despreciado por la academia estadounidense.

En pasajes particularmente conmovedores, Mises sugiere que el agotamiento de la producción de Carl Menger, el fundador de la economía austriaca; la muerte temprana del gran discípulo de Menger (y profesor de Mises), Eugen von Böhm-Bawerk; así como la muerte del eminente sociólogo Max weber e incluso el suicidio del Archiduque Rodolfo en Mayerling, se debían todos básicamente a la desesperación individual ante en siempre creciente estatismo y el fin del mundo liberal clásico que conocían y amaban.

Pero está claro que Mises no era una persona que desesperara y se rindiera. A pesar de una adversidad mucho más allá de la que sus mentores habían experimentado, el bravo Mises decidió luchar. Como escribe Mises:

El cómo afronta cada uno una catástrofe inevitable es una asunto de temperamento. En el instituto, como era costumbre, elegí como lema un verso de Virgilio: Tu ne cede malis sed contra audentior ito (“No te rindas ante el mal, sino combátelo con mayor fuerza”). Recordé estas palabras durante las horas más oscuras de la guerra. (…) Tampoco ahora perderé el coraje. Quiero hacer todo lo que pueda hacer un economista. No me cansaré de decir lo que sé que es verdad. (p. 55).

Incluso para los misesianos devotos, hay muchas revelaciones fascinantes acerca de la vida y el pensamiento de Mises. Hay episodios devastadores de economistas y sociólogos alemanes, como Werner Sombart. Friedrich von Wieser, cuñado de Böhm-Bawerk (normalmente considerado colíder de la Escuela austriaca de economía), es tratado más amablemente, pero en último término (y yo creo que correctamente) le considera más un walrasiano que un teórico de la escuela austriaca. También es fascinante ver que Mises era tratado casi tan lamentablemente por el mundo académico austriaco como por el estadounidense. El famoso “seminario privado” de Mises, que enseñó a tantos estudiantes y seguidores famosos, resultó ser estrictamente suyo, desconectado de la Universidad de Viena, donde daba otras lecciones. Y Mises nunca recibió una salario de la universidad por sus enseñanzas allí (en la tradición del “profesor privado” en Europa).

Lo que más me sorprende es el alto grado en que Mises se implicó en el mundo de la economía y la política aplicadas. Sabía que el salario de Mises siempre lo pagó la Handelskammer (Cámara de Comercio Austriaca), pero no tenía ni idea de cuánto trabajo práctico había realizado, abarcando sus estudios desde problemas de vivienda a relaciones aduaneras con Hungría y problemas de deuda pública. Particularmente fascinante fue el papel de Mises en política y la influencia que fue capaz de ejercitar con posibilidades abrumadoramente mínimas. Así, casi en solitario, Mises se las arregló para ralentizar y detener la inflación posterior a la Primera Guerra Mundial en Austria, evitando la destrucción desbocada de la divisa que Alemania experimentó en ese mismo momento. Al combatir las políticas de crédito barato, Mises y unos pocos colegas se las arreglaron para retrasar, aunque no detener, la expansión inflacionaria del crédito que llevó al colapso del sistema bancario austriaco y del resto de Europa en 1931.

Pero es especialmente fascinante la historia de la influencia crucial de Mises sobre su amigo y colega de estudios en el seminario de Böhm-Bawerk, el importante marxista austriaco y cabeza del partido socialdemócrata, Otto Bauer. Primero, Böhm-Bawerk se las arregló para convencer a Bauer, al menos en privado, de la insostenibilidad del concepto esencial de Marx de la teoría del valor trabajo. Pero aún más providencial fue que, en el invierno de 1918-19, en los caóticos disturbios tras las Segunda Guerra mundial, cuando Bauer podía fácilmente haber impuesto el bolchevismo en Viena, Mises  personalmente le convención, después de numerosas conversaciones, de que el resultado sería el hambre y el colapso a causa del control aliado de los suministros de alimentos. Paradójicamente, Bauer nunca perdonó a Mises por inducirle a traicionar sus principios bolcheviques y nunca volvieron a hablarse.

Los episodios personales y los recuerdos no son en modo alguno el único contenido de las Memorias. También hay breves explicaciones de las principales ideas económicas y metodológicas de Mises, cómo llegó a ellas y cómo se relacionan entre sí.

En general, las Memorias ofrecer un fascinante volumen que acompañar al de su enamorada viuda Margit sobre su vida en común, My Years with Ludwig von Mises. Amigos y estudiantes de Mises conocen ahora más que nunca cosas acerca de la larga y notablemente productiva vida de Mises y las generaciones más jóvenes de economistas y libertarios, que nunca tuvieron el privilegio de conocer a Mises, ahora tienen dos libros para leer y considerar como el mejor sustitutivo posible.

No hay forma más apropiada de acabar esta crítica que rendir tributo a la notable integridad y espíritu luchador de Ludwig von Mises. En las décadas de 1910 y 1920, igual que ahora, había hombres de mente estrecha que criticaban la consistencia y el candor de Mises. ¡Sí hubiera estado dispuesto a ser un poco más flexible en sus principios! Mises se refiere amablemente a esas críticas:

Ha veces se me acusa de presentar mi punto de vista de una forma muy abrupta e intransigente. También se dice que podía haber tenido una mayor disposición al compromiso de la que he mostrado. (…) La crítica no tiene fundamento: sólo podía ser útil su podía presentar las cosas como a mí me parecían. Cuando reparo hoy en mi trabajo en la Handelskammer, lo único que lamento es mi disposición al compromiso y no mi intransigencia. (p. 60).

Sólo un ánimo así podría tener éxito en construir un movimiento doble, austriaco y libertario en su distinguida carrera. Aún más importante, por su gran ánimo y su inquebrantable integridad, el nombre de Mises se verá honrado mientras el hombre aprecie la libertad.

 

 

Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político libertario.

Esta crítica apareció originalmente en Libertarian Review, Abril de 1978, pp. 37-38.

Published Tue, Aug 3 2010 10:10 PM by euribe