En defensa de la deflación

Por Doug French. (Publicado el 10 de agosto de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4623.

 

El estímulo y los rescates de Obama no han disminuido las tasas de desempleo o las declaraciones de quiebra mientras que los precios y las ventas de viviendas han caído no pueden levantarse. Bill Gross, de PIMCO dijo a Bloomberg que todo esto puede arreglarse con tipos de interés cercanos a cero y deuda adicional para estimular los espíritus animales de inversores y empresarios. El tipo de los fondos federales ha venido estando fijo en 0% al 0,25% desde el 16 de diciembre de 2008 y la deuda del Tío Sam es de 13,3 billones de dólares y subiendo. Si esto no ha cebado a los espíritus animales ¿qué lo hará?

El fracaso de los banqueros centrales en hacer de nuevo que las cosas vayan bien creando algún dinero y rebajando algunos tipos de interés ha hecho que la prensa económica se preocupe por la deflación y piense que la economía de EEUU se está haciendo japonesa. James Bullard, que encabeza el Banco de la Reserva Federal de St. Louis, presentó un estudio titulado “Seven Faces of 'The Peril'”. Concluía que “el lenguaje de un largo periodo [del Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés)] puede estar aumentando la probabilidad de un resultado al estilo japonés para EEUU”. Para evitar ese resultado, Bullard argumenta que la herramienta más importante de la Fed es la flexibilización cuantitativa (imprimir dinero para comprar deuda pública).

James B. Stewart, del Wall Street Journal, dice que la deflación es mala porque “la deflación erosiona los beneficios y los valores de los activos” en su columna “Smartmoney”.

La gente espera a comprar ante la expectativa de precios más bajos, reduciendo la demanda. Beneficios más bajos hacen que las compañías recorten gastos, incluyendo los laborales. Es una espiral descendente que, si la experiencia japonesa sirve de ilustración, es difícil de detener.

Stewart se equivoca en todo. Los beneficios son la diferencia entre el precio al que vendemos un bien y el precio que cuesta producir ese bien. Como deja claro Jörg Guido Hülsmann en su libro Deflation & Liberty, “En una deflación, ambos precios caen, y en consecuencia la producción con beneficios puede continuar”.

Y aunque los valores de los activos pueden caer, los activos no desaparecen. La riqueza real de la nación (activos utilizados para producir) sigue estando disponible para producir. Sin embargo, puede ser que como la deuda se liquida con esos activos al caer los precios, los nuevos propietarios posean y operen los activos, pero el comercio y la producción sin duda continuarán.

Los precios más bajos aumentan la demanda, no la reducen o la demoran. Por eso cada vez más gente tiene televisores de pantalla plana, teléfonos celulares y ordenadores portátiles: los precios de esos bienes han bajado y la gente con menores ingresos pueden permitírselos. Y hay más gente con bajos ingresos que gente con altos ingresos.

Precios más bajos no significa beneficios más bajos, tampoco que los empleados sean despedidos. Más demanda de un bien o servicio significa que se necesitan más empleados para producir esos bienes o servicios. “No hay razón la que la inflación debe reducir en lugar de aumentar el desempleo”, escribe Hülsmann.

La gente queda en el paro o permanece en el paro cuando no quiere trabajar o si se le impide por la fuerza hacerlo por el salario que un empresario está dispuesto a pagar. La inflación no cambia este hecho.

Hülsmann continúa apuntando que sólo si los trabajadores subestiman la cantidad de dinero creado por los bancos centrales y por tanto reducen sus demandas de salarios reales se reducirá el desempleo. “Todos los planes de reducir el desempleo mediante la inflación se reducen por tanto a engañar a los trabajadores, una estrategia infantil, como mínimo”.

Por supuesto Bullard de la Fed de St. Louis  no menciona nada en su estudio acerca de individuos alcanzando sus objetivos mediante conocimientos subjetivos y decisiones sobre los precios. En su lugar, dibuja montones de líneas en gráficos y habla acerca de normas políticas taylorianas, límite cero, la relación de Fisher, estados estancados “objetivo” y montones de cosas que no tienen nada que ver con la economía.

Así que mientras el comprador de bonos Gross dice que los tipos cero despertarán los espíritus animales de todos nosotros, Bullard se preocupa porque “prometer mantenerse en el cero durante mucho tiempo es una espada de doble filo”. Bullard escribe que los tipos cero son “consistentes con la idea de que la inflación y las expectativas de inflación deberían aumentar en respuesta a [esa] promesa”. Pero en el mismo párrafo continúa:

Pero la política es asimismo inconsistente con la idea de que la inflación y las expectativas de inflación caerán y que la economía se situaría cerca de una estado de estancamiento no deseado, como Japón en años recientes.

¡Guau! No sorprende que la banca central keynesiana sea tan complicada. Estas condenado si recortas los tipo y estás condenado si no lo haces. “He movido la línea en el gráfico. ¡Veamos si gritan algunos espíritus animales!”

En el mundo real, los bancos no prestan porque, como apunta Murray Rothbard en America's Great Depression, si los tipos son muy bajos, los banqueros no tienen incentivo para prestar, especialmente en un entorno económico de riesgo. Asimismo, como escribió el Profesor Jeffrey Herbener en el Wall Street Journal de Asia, “con bancos en apuros, la reactivación fracasa en inducir otra expansión del crédito bancario”.

Los keynesianos han confundido la impotencia del Banco de Japón en reiniciar la expansión del crédito en la década de 1990 con una trampa de liquidez. Pero el problema no es que los tipos de interés sean tan bajos que todos esperen que suban y por tanto almacenen efectivo. Los bancos rechazan prestar por el exceso de mala deuda. Cualquier infusión de efectivo se guarda como reserva contra él. Las empresas rechazan pedir prestado por su carga deudora, construida para expandir la capacidad durante el auge, y su exceso de capacidad consecuencia de sus malas inversiones.

Japón ha intentado todos los trucos de estímulo del manual (además de mantener los tipos al cero) y aún así su economía ha estado en depresión durante dos décadas. Pero despedir a un empleado en Japón está virtualmente prohibido y no comprenden la idea de que los precios de consumo se han desplomado. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el año pasado fue testigo de la mayor caída en precios del consumo en un 1,3% después de que subieran un 1,4% el año anterior. El gráfico de la tasa de inflación de Japón es esencialmente plano. No es exactamente la mortal espiral deflacionaria que debería ser.

Hülsmann explica que el gobierno japonés no ha dejado que la deflación cure su economía con “el único resultado de que esta política da una vida de zombi a los conglomerados burocráticos y quebrados sin esperanza que controlan la industria, la banca y la política japonesas”.

Respecto de la idea de flexibilización cuantitativa de Bullard, el Banco de Japón ha realizando bastante de ella, no sólo comprando bonos públicos, sino también deuda corporativa y acciones. Los colegas de Bullard de la Fed de San Francisco han estudiado si funcionó. En un informe de 2006, el vicepresidente Mark M. Spiegel escribió que la flexibilización cuantitativa rebajó los tipos de interés a largo plazo y “parece haber evidencias de que el programa ayudó a los bancos japoneses más débiles y animó en general a una mayor tolerancia el riesgo en el sistema financiero japonés”.

Spiegel concluía: “Al fortalecer el rendimiento de los bancos japoneses más débiles, la flexibilización cuantitativa puede haber tenido el impacto no deseado de retrasar la reforma estructural.

“La deflación es una de los grandes espantajos de la política económica actual y de la monetaria en particular”, dijo Hülsmann en su clase de Economía de la Deflación en la Universidad Mises de este año. Parece que una nación destruirá sus finanzas batllando contra una falsa amenaza. El Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dijo que el banco de Japón “necesita mantener los tipos de interés cercanos a cero y continuar su programa de compra de activos hasta que haya un fin ‘definitivo’ de la deflación”, informa Bloomberg. Pero en el mismo informe a la OCDE le preocupaba que la capacidad de estímulo del Banco de Japón se viera limitada por una relación deuda pública/PIB en Japón acercándose al 200%.

Parece como si los chicos de la OCDE, como Bullard, no pudieran cambiar de ideas. Lo que saben con seguridad los austriacos es que, como deja claro el Profesor Hülsmann “los peligros de la deflación son quimeras, pero sus encantos son reales”. La inflación, por otro lado, sólo ayuda a quienes están endeudados masivamente y son ineficientes: los gobiernos.

 

 

Douglas French es presidente del Mises Institute y autor de Early Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply. Es doctor en economía de la Universidad de Nevada- Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Mises Academy y ofrece un curso para el verano de 2010.

Este artículo apareció originalmente en la revista Liberty Watch.

Published Tue, Aug 10 2010 5:08 PM by euribe