Murray Rothbard y el fantasma de la deflación

Por William L. Anderson. (Publicado el 10 de agosto de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4602.

 

Los Paul Revere de la profesión económica cabalgan sus caballos, avisando a los estadounidenses “¡Viene la deflación! ¡Viene la deflación!” De Paul Krugman a Joseph Gagnon a las distintas publicaciones ortodoxas de noticias, el mensaje es el mismo: el gobierno necesita inducir inflación ahora o si no, la economía se hundirá aún más en la ciénaga de la desesperación y aumentará el desempleo.

Un reciente artículo de U.S. News decía:

Cuando el precio de los coches o los jerséis o los iPod baja, es un alivio para los consumidores y un signo bienvenido de que la productividad económica está mejorando. Eso ayuda a subir los niveles de vida. Pero cuando cae el precio de todo, es una situación alarmante que anuncia estancamiento.

El índice de precios al consumo, que mide la inflación, bajo de vez en cuando, normalmente cuando hay una gran caída en bienes volátiles como la energía o los alimentos. Pero no ha habido una deflación sostenida en Estados Unidos desde principios de la década de 1930. Ahora, podemos estar en vísperas de otra desconcertante aventura económica. La inflación de los últimos 12 meses ha sido de un escaso 1,1%, lo que está por debajo del nivel que la mayoría de los economistas consideran óptimo. Y a lo largo de este año, la inflación mensual ha sido tantas veces negativa como positiva. Aumentan las posibilidades de que la baja inflación se convierta en deflación, con algunos economistas preocupados porque ya haya empezado a pasar.

El artículo continúa:

Los precios a la baja recortan los ingresos de empresas construyen cosas y ofrecen servicios, así que necesitan recortar costes para seguir siendo rentables. Esto lleva generalmente a despidos y recortes salariales. Cuando la gente lleva menos dinero a casa, invariablemente se siente peor y compran menos. Así que la demanda de productos cae aún más, forzando incluso a bajar los precios de los productos para atraer a los consumidores. Romper el círculo vicioso se convierte en un destructivo juego del gallina entre empresas y consumidores, en el que ninguno está dispuesto a dar el primer paso.

Pero no son sólo los periodistas los que hacen sonar las alarmas. Gagnon escribe:

Es ahora evidente que la deflación es un riesgo más serio para la economía de EEUU que la inflación. Los últimos datos muestran unas bajadas generalizadas en precios de consumo y producción. Incluso después de excluir los componentes volátiles de la energía y la alimentación, la inflación subyacente se ha comportado muy por debajo del nivel del 2% que los bancos centrales consideran óptimo para el crecimiento económico y que la Fed ha adoptado como objetivo.

Por desgracia, todas estas advertencias no consideran lo que escribió Frédéric Bastiat acerca de lo que se ve y lo que no se ve. Todos los escritos antideflación/pro-inflación (y eso incluye todo lo que esta publicando actualmente Paul Krugman) sólo se fijan en los efectos iniciales tanto de la inflación como de la deflación. Sabemos que en las primeras etapas de la inflación, la actividad económica se acelera al empezar el auge. Luego, como han señalado una y otra vez los economistas austriacos, el auge resulta ser insostenible. Las primeras ganancias económicas resultan ser ilusorias cuando empieza la crisis y la economía acaba cayendo en la recesión.

Los escritos pro-inflación de la actual clase de “expertos” económicos demuestran una gran incomprensión del papel del dinero en la economía. En su forma más cruda, esta opinión se basa en la creencia de que añadir dinero a la economía es añadir riqueza por sí misma, aunque dudo seriamente que Gagnon o Krugman admitan una cosa así.

En este caso hay algunos asuntos de educación, siendo el más importante una explicación de lo que realmente pasa durante un periodo de deflación (todo el periodo) frente a cómo lo explican la mayoría de los economistas (especialmente los keynesianos) y periodistas, por no mencionar a casi todos los demás.

Lo más importante que la mayoría de la gente no entiende es que la inflación y la deflación tienen un efecto profundo en los factores de producción. Además, la gente no entiende que durante el curso de un periodo inflacionario o deflacionario, los ajustes de los factores son continuos, no estáticos y que las primeras etapas de cada situación no son permanentes.

Cuando pensamos en precios que suben o bajan, generalmente nos referimos a los precios de consumo, que sin duda se ven afectados por la inflación y la deflación. Sin embargo, esto es sólo parte de la ecuación. Como buena parte del análisis económico ortodoxo se realiza o bien con precios de factores como “dados” o con la suposición de que los factores son homogéneos, los efectos más importantes de la inflación y la deflación a menudo no son reconocidos por los economistas “profesionales” o el público en general.

El análisis de Rothbard

Un economista que no cometió el error de pasar por alto los efectos de los cambios monetarios en los factores fue Murray N. Rothbard y su clásico Man, Economy, and State se ocupa de estos temas con gran detalle. Evidentemente un artículo breve como este no puede hacer justicia a todas las explicaciones de Rothbard, así que les recomiendo encarecidamente que se sienten con este libro y lo lean entero.

Sin embargo, en este artículo señalaré por qué las explicaciones de Rothbard de la inflación y la deflación son más completas y más apropiadas que las que vemos hoy en la ortodoxia. Primero, Rothbard se ocupa de la inflación y sus efectos en la economía. Escribe:

La expansión del crédito tiene, por supuesto, el mismo efecto que cualquier tipo de inflación: los precios tienden a subir a medida que aumenta la oferta monetaria. Igual que cualquier inflación, es un proceso de redistribución, en el que los infladores y la parte de la economía que les vende, gana a expensas de quienes quedan los últimos en la línea del proceso de gasto. Este es el atractivo de la legislación (para los beneficiarios) y l razón por la que ha sido tan popular, particularmente desde que los modernos procesos bancarios han camuflado su importancia para esos perdedores que quedan lejos de las operaciones bancarias. Las ganancias para los infladores son visibles y dramáticas y las pérdidas para los demás ocultas e invisibles, pero igual de efectivas. Como la mitad de la economía con contribuyentes y la mitad consumidores de impuestos, la mitad de la economía son pagadores de inflación y el resto consumidores de inflación.

La mayoría de estas pérdidas y ganancias serán “a corto plazo” o “únicas”: ocurrirán durante el proceso de inflación, pero cesarán después de que se alcance el nuevo equilibrio monetario. Los infladores obtendrán sus ganancias, pero después de que la nueva oferta de dinero se haya difuminado por toda la economía, las pérdidas y ganancias inflacionistas se habrán acabado.

De hecho, es precisamente por eso por lo que mucha gente que se ha beneficiado con la inflación está dispuesta a pedir otra ronda. Mientras las autoridades políticas y monetarias continúan inflando, Rothbard señala que suceden las cosas siguientes, cosas que aparentemente son invisibles para los economistas no formados para ver los efectos de la inflación en los factores:

La inflación también cambia la relación consumo/inversión en el mercado. Superficialmente, parece que la expansión del crédito aumenta mucho el capital, pues el nuevo dinero entre en el mercado como si fueran nuevos ahorros para prestar. Como el nuevo “dinero bancario” se añade aparentemente a la oferta de ahorro en el mercado del crédito, las empresas pueden ahora pedir prestado a un tipo de interés más bajo; por eso la expansión inflacionaria del crédito para ofrecer la salida ideal ante la preferencia temporal, así como una fuente inagotable de capital añadido.

Igualmente, esta actividad económica parecerá al principio rentable, incorporando más empresas al sector. Continúa Rothbard:

En cambio, habrá una deficiencia de inversiones en otras partes. Así que el error distorsiona el sistema del mercado de asignar recursos y reduce su eficacia en satisfacer al consumidor. El error será asimismo mayor en aquellas empresas que mayor proporción de equipamiento de capital a producir y efectos distorsionantes similares se producirán por exceso de inversión en industrias altamente “capitalizadas”, compensados por infrainversiones en otros lugares.

En este momento, la crisis es inevitable y sólo puede detenerse cuando las malas inversiones se detengan. Por desgracia, como hemos visto, la gente de estas industrias (especialmente si están bien relacionados políticamente, como vimos en las debacles y rescates de General Motors/Chrysler y Wall Street) son a menudo capaces de convencer a las autoridades para mantener estas malas inversiones quitando recursos a las empresas e individuos relativamente saludables. En otras palabras, a menudo tienen éxito en continuar con la transferencia, no mediante la inflación per se, sino por los medios más abiertos de la expropiación directa de la propiedad.

Aquí estamos hoy y podemos ver los resultados. Sin embargo, hay realmente una cura, incluso aunque no la puedan ver gente como Gagnon y Krugman: la deflación. De nuevo el calificador análisis de Rothbard nos abre camino.

Primero, Rothbard explica que la deflación es un desarrollo secundario, es decir, aparece después de la crisis inicial de las malas inversiones y es un efecto, no una causa, del cambio de dirección. Escribe:

Después de que llega la crisis y empieza la depresión, suelen producirse varios desarrollos secundarios. En particular, por razones que se explicarán más adelante, la crisis a menudo viene marcada no solo por una detención en la expansión del crédito, sino por una deflación real (una contracción en la oferta de dinero). La deflación genera una mayor bajada de los precios. Cualquier aumento en la demanda de dinero acelerará el ajuste a los precios más bajos. Además, cuando la deflación tiene lugar primero en el mercado del préstamo, es decir, como contracción del crédito de los bancos (y casi siempre es así) tendrá el efecto beneficioso de acelerar el proceso de ajuste de la depresión.

La mayoría de la gente, incluyen a la mayoría de los economistas, cometen un error al no ver que los efectos iniciales no son permanentes, siempre que el gobierno y la autoridades monetarias permitan que se produzcan estos ajustes. Igual que la inflación tiene un efecto muy real y dañino en los valores relativos de los factores de producción, la deflación también afecta a esos factores, pero el efecto con el tiempo es devolver a esos factores a sus valores proporcionales adecuados, de acuerdo con las preferencias de los consumidores.

Dicho de otra manera, ahora la economía necesita deflación, aunque todas las voces públicas gritan que lo que realmente necesitamos es que la economía tome otra dosis de bálsamo de Fierabrás. Rothbard explica:

Igual que la inflación es generalmente popular por su efecto narcótico, la deflación es siempre altamente impopular por lo contrario. La contracción del dinero es visible: los beneficios para quienes los precios de compra caen primero y quienes pierden dinero al final permanecen ocultos. Y las falsas pérdidas contables de la deflación hacen creer a las empresas que sus pérdidas son mayores, o sus beneficios menores, de lo que realmente son y esto agrava el pesimismo empresarial.

Es verdad que la deflación toma de un grupo y da a otro, igual que la inflación. Aún así, la contracción crediticia no sólo acelera la recuperación y contrarresta las distorsiones de auge, sino que también, en un sentido general, quita a los ganadores coercitivos originales y beneficia a los perdedores coaccionados originalmente. Aunque esto no sea siempre cierto, en general, muchos de los mismos grupos se ganarán y perderán, pero en orden inverso de los efectos redistributivos de la expansión del crédito. Los grupos de ingresos fijos, viudas y huérfanos, ganarán y las empresas y propietarios de factores originales que antes obtenían ganancias de la inflación, perderán. Por supuesto, cuanto más tiempo haya durado la inflación, menos se verán compensados los mismos individuos.

Algunos pueden objetar que la deflación “causa” desempleo. Sin embargo, como hemos visto antes, la deflación puede llevar a un desempleo continuo sólo si el gobierno o los sindicatos mantienen los salarios por encima del valor marginal descontado de los productos del trabajo. Si se deja caer libremente los salarios, no se producirá ningún desempleo continuado.

Sin embargo, los keynesianos de hoy en día (y otros de los llamados economistas ortodoxos del libre mercado) afirman que esta supuesta espiral descendente continúa eternamente, hasta condenar a la economía a una larga depresión. No es así, argumenta Rothbard.

Finalmente, la contracción deflacionaria del crédito es necesariamente, severamente limitada. Mientras que el crédito puede expandirse (…) virtualmente hasta el infinito, el crédito circulante sólo puede contraerse hasta la cantidad total de metales preciosos en circulación. En resumen, su límite máximo posible es la erradicación de toda expansión previa del crédito.

En otras palabras, contra el actual grupo de “expertos”, esta economía necesita realmente un fuerte ataque de deflación para erradicar el resto de las malas inversiones y permitir que la economía tenga una recuperación real. Por desgracia, hemos visto a las autoridades hacer lo contrario, tratar de inflar (llamándolo “estímulo”) y luego ver aumentar las tasas de desempleo y disminuir las de confianza.

Ahora los austriacos parecen ser la versión económica de Casandra, prediciendo el futuro y dando buenos consejos, sólo para ser rechazados por la mayoría de los economistas académicos y sin duda por los políticos. El pasado año, Krigman pidió al gobierno que “detuviera el dolor” mediante inflación y grandes aumentos en el gasto público.

Por desgracia, más dosis de inflación no detendrán el dolor, al menos por más tiempo y cuanto más infle y gaste desaforadamente el gobierno, peor será el dolor. La misma “cura” de la inflación será la que ponga más enferma a la economía. Sin embargo, si estamos dispuestos a soportar un poco más el dolor económico real, podría haber una recuperación real a la vuelta de la esquina. De hecho, si las autoridades hubieran acordado hace más de dos años acabar con la locura de promover la inflación y las malas inversiones, ahora estaríamos recuperándonos.

Por desgracia, no va a haber ninguna recuperación, al menor por un largo tiempo. La deflación es la respuesta, pero pocos escuchan. Rothbard entendió muy bien este hecho. Quienes rechacen su inteligente consejo vivirán para lamentarlo.

 

 

William Anderson, investigador adjunto del Instituto Mises, enseña economía en la Universidad Estatal de Frostburg.

Published Thu, Aug 12 2010 5:00 PM by euribe