¿Estímulo? ¿Otra vez?

Por Robert P. Murphy. (Publicado el 9 de septiembre de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4706.

Esta semana la administración Obama presenta su plan para “estimular” más la economía. En particular, el presidente desveló sus propuestas por 50.000 millones de dólares en gasto en infraestructuras y de una extensión de 100.000 millones para créditos fiscales en investigación y desarrollo.

Por desgracia, estas ideas van de lo erróneo a lo directamente dañino. Si el gobierno federal desea realmente promover la recuperación económica, debería recortar el gasto y los impuestos en general y básicamente quitarse de en medio.

Gasto público y creación de empleo

Como se explica en este reportaje de la CNN, en su discurso del Día del Trabajo en Milwaukee, “Obama desveló un plan de infraestructuras de 50.000 millones para la creación de empleos a largo plazo reconstruyendo 150.000 millas de carreteras, 4.000 millas de ferrocarriles y 150 millas de pistas aéreas”. La lógica detrás del plan es la simple idea keynesiana de que el gasto del gobierno puede “cubrir le hueco” de la demanda agregada cuando los negocios privados y los individuos no están dispuestos a gastar lo suficiente como para hacer que todo el mundo esté empleado.

Hay varios problemas en esta postura habitual. En primer lugar, confunde una baja tasa de desempleo con “una economía sana”. Vale, es cierto que una tasa de desempleo alta va de la mano de una economía enferma. Pero la tasa de desempleo es un síntoma del problema estructural subyacente. Los esfuerzos del gobierno por “reducir el desempleo” son, en el mejor de los casos, como poner cubitos de hielo en un termómetro para tratar una fiebre.

Por ejemplo, la mayoría de los expertos aceptan la afirmación de que “la Segunda Guerra Mundial nos sacó de la Depresión”. Y es verdad que la tasa de desempleo oficial cayó como una piedra con la entrada de EEUU en la guerra. Pero como apunta el historiador económico Bob Higgs, FDR no “arregló” la economía: todo lo que hizo fue forzar a millones de hombres estadounidenses a abandonar la fuerza laboral convencional y saltar a un matadero. Con la misma lógica, si el Presidente Obama hiciera obligatorio a cinco millones de estadounidenses cruzar el océano y pintar la Gran Muralla China, es posible que cayera el desempleo oficial.

Además de esta confusión esencial, hay otro problema en el gasto público de “estímulo”. Dicho de manera simple, el dinero tiene que venir de alguna parte y no es evidente en absoluto que el resultado neto lleve a la creación de empleo, incluso si aceptamos el empleo como indicador de una economía sana.

He escrito desde una perspectiva austriaca sobre los problemas de los esfuerzos del gobierno por “crear empleos”. Pero incluso los economistas ortodoxos han desafiado a los keynesianos en su propio terreno. Usando técnicas econométricas estándar, muchos economistas ilustres han encontrado poca evidencia de que el gasto público potencia la producción económica, incluso si aceptamos tal cual la cifras habituales del gobierno.

Algunos lectores pueden sorprenderse al ver esto, porque los expertos autocalificados de progresistas a menudo afirman que posiblemente sólo un neandertal podría dudar de la defensa científica del gasto público de estímulo. Aún así, como explicaba Jim Manzi, cuando Jonathan Chait, de The New Republic, había hecho esa afirmación:

Robert Barro, Profesor de Economía en Harvard, John Cochrane, Profesor de Finanzas en la Universidad de Chicago, y Casey Mulligan, Profesor de Economía en la Universidad de Chicago, han argumentado por separado que está entre lo posible y lo probable el que el multiplicador del gasto de estímulo bajo condiciones relevantes se indistinguible de cero (es decir, que el gasto de estímulo no aumente materialmente la producción económica). De acuerdo con investigaciones de economistas profesionales recogidas por Greg Mankiw, cerca del 10% de los economistas no están de acuerdo con la afirmación de que “La política fiscal (como el recorte de impuestos o el aumento del gasto público) tenga un impacto estimulante significativo en una economía por debajo del pleno empleo”. Tanto el Wall Street Journal como el Financial Times han publicado columnas de opinión expresando la opinión de que un multiplicador de cero es una teoría entre posible y probable.

No he temido gritar a activistas conservadores influyentes cuando creo que expresan un rechazo histérico a un hecho científico. Pero en un campo genuinamente científico que ha aceptado una regla predictiva como válida hasta el punto de que hay un verdadero consenso: (tal que la única razón para rechazarla es la histeria o, en palabras de Chait, “la política”) esto no se ve normalmente: varios profesores de los dos departamentos más importantes sobre la materia, cuando hablan directamente en un campo de experiencia investigadora, la ponen en duda, el 10% de todos los que trabajan en el campo rechazan aceptarla y las dos publicación de circulación general global principales publican editoriales de opinión cuestionándola.

El contexto del argumento de Manzi con Chait es el embarazoso predicamento que han obtenido los keynesianos después del primer paquete de estímulo de Obama. Es conocido que el equipo de Obama predijo que, con el paquete, el desempleo no superaría el 8%, una proyección que por supuesto resultó ser bastante optimista.

Por supuesto, la respuesta keynesiana ha sido que la economía estaba peor de lo que creía la gente al principio de la presidencia de Obama. Y es verdad que no podemos probar que el paquete original de estímulo de 800.000 millones de dólares empeorara las cosas. Pero en mi opinión hay muchos argumentos teóricos (tanto austriacos como ortodoxos) cuestionando las afirmaciones keynesianas y la historia reciente sugiere una confirmación prima facie de estas dudas.

Por resumir, si el estímulo de 800.000 millones no funcionó como estaba planeado, ¿por qué deberíamos subir el listón aportando otros 50.000 millones?

El plan de crédito fiscal sigue siendo una forma de control público

Incluso la invocación de Obama a la extensión del crédito fiscal deja mucho que desear. Siempre estoy a favor de un recorte de impuestos, punto. Devuelve recursos al sector privado, lo que apruebo por razones tanto éticas como de eficiencia.

Sin embargo, no todos los recortes de impuesto son creados iguales. Al dar un crédito fiscal para “investigación y desarrollo” (frente a una reducción general de los tipos impositivos), el gobierno sigue dictando cómo han de usar las empresas el dinero que el gobierno deja de quitarles explícitamente. La diferencia es similar a obtener 100$ en efectivo u obtener un cheque regalo de 100$ en la Casa del Brécol. La mayoría de los adolescentes preferirían lo primero como regalo de cumpleaños.

Conclusión

La planes recién desvelados por la administración Obama para “ayudar” a la economía simplemente atacan los síntomas en lugar de la causa. Aún así, incluso en sus propios términos, los planes están mal diseñados para reducir la tasa de paro. El mejor remedio sería que el gobierno dejara de intervenir en dejara operar al proceso de mercado.

 

 

Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde enseñará “Principios de economía” en la Mises Academy este otoño. Gestiona el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy, and State with Power and Market, Human Action Study Guide y The Politically Incorrect Guide to the Great Depression and the New Deal.

Published Thu, Sep 9 2010 6:23 PM by euribe