Reforma monetaria y bancaria en la Gran Bretaña del siglo XIX

Por Matt McCaffrey. (Publicado el 8 de septiembre de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4674.

Mientras los bancos (los centrales y los otros) flaquean y quiebran en todo el globo, es cada vez más evidente que el problema de la política monetaria que afrontamos resulta más profundo que simplemente encontrar el ajuste correcto a una regla de Taylor. Es algo trillado pero sin embargo cierto decir que son necesarias grandes reformas monetarias. El propósito de este artículo no es defender algunas políticas en concreto, sino examinar un ejemplo histórico particularmente importante de cómo (y cómo no) emprender una política y reforma monetaria.

A mediados del siglo XIX, Gran bretaña fue testigo de un largo y acalorado debate acerca de las limitaciones de los poderes del Banco de Inglaterra. Gran Bretaña había sido presa de agitaciones económicas durante el periodo 1797-1821, cuando había abandonado el patrón oro por un papel moneda inconvertible. Además, la vuelta de Gran Bretaña a la moneda convertible en 1821 no pudo evitar una crisis financiera en 1825, crisis que generó un extendido interés por los problemas del dinero y la banca.

Se necesitaba desesperadamente una reforma monetaria y se discutía prácticamente en todos los círculos de la sociedad. Con el tiempo, aparecieron dos grandes grupos en esta disputa que se conocieron como la Escuela Monetaria y la Escuela Bancaria.[1] El objetivo de ambos campos era descubrir el método óptimo de limitar (o no) las prácticas bancarias para fomentar la estabilidad económica.

Muchas exposiciones sobre la disputa monetaria-bancaria se centraban estrictamente en las opiniones de los papeles clave, olvidándose de explicar el debate más amplio y su relevancia definitiva para la economía. Por ejemplo, Joseph Schumpeter lo calificó de una “controversia efímera” ([1954] 1963, p. 725), mientras que para economistas como Mises y Rothbard, es un momento decisivo en la historia de la economía. Rothbard se toma especialmente la molestia de desarrollar una narrativa histórica para ayudar a explicar este importante periodo de la historia económica.

Aunque ambos bandos en la disputa apoyaban una moneda convertible en metálico diferían en la cuestión de si era necesario imponer mayores restricciones a los bancos de emisión, además de la convertibilidad, con el fin de salvaguardar el sistema bancario. La Escuela Monetaria, representada por hombres como J.R. McCulloch, George Norman, Samuel Loyd (Lord Overstone) y el Coronel Robert Torrens, era muy crítica con las políticas del Banco de Inglaterra y buscaba imponer limitaciones a su capacidad de aumentar la oferta de billetes de banco. La Escuela Monetaria veía, aunque de forma incompleta, que la emisión excesiva de billetes por parte del Banco de Inglaterra y sus subsidiarias era la causa del ciclo económico y, hasta cierto punto, los monetarios anticiparon la teoría del ciclo que fue desarrollada por Mises.

Así que la Escuela Monetaria abogaba por imponer restricciones a la capacidad del Banco de Inglaterra de emitir excesivas cantidades de billetes. La Escuela se guiaba por los que se llegó a conocer como el principio monetario que decía que “la emisión de billetes estaría correctamente regulada si fluctuara en un volumen exactamente como lo habría una moneda metálica pura” (Daugherty 1942).

Otra forma de decirlo sería que “siempre hay un peligro de sobreemitir billetes de banco, por lo que debería estar estrictamente regulado, tan regulado que los billetes podrían convertirse en meras representaciones de dinero en metálico” (Wu [1939] 2007, p. 130). Como respuesta a la acciones del Banco de Inglaterra, la Escuela Monetaria propuso una simple aunque poderosa limitación al banco: un requisito de reserva del 100% en la emisión de nuevos billetes de banco.

El principio monetario acabó victorioso en el ámbito legislativo. En 1844 se aprobó la Bank Charter Act (comúnmente conocida como la Ley Peel, por Sir Robert Peel, un miembro importante de la Escuela Monetaria). Ésta dividía al Banco de Inglaterra en dos ramas, una para emitir billetes y la otra para manejar los negocios de depósito del banco. La ley imponía lo que era fundamentalmente un requisito de reserva del 100% en el departamento de emisión de billetes.[2]

Sin embargo la Escuela Monetaria basaba su política de reforma en un serio error teórico. Es conocido que la Escuela Monetaria argumentaba que, al contrario que los billetes bancarios, los depósitos a la vista no eran dinero y por tanto no tenían ninguna importancia en lo que se refería a la política bancaria y las crisis financieras. En consecuencia, la Ley de Peel no contenía ninguna regulación de la rama de depósitos bancarios de Banco de Inglaterra.

La escuela de pensamiento opuesta, la Escuela Bancaria (liderada principalmente por John Fullarton y Thomas Tooke), atacaba esta distinción entre billetes y depósitos, argumentando que ambos realizaban la misma función económica. A pesar de tener razón en este punto, la conclusión de la Escuela Bancaria era que ni billetes ni depósitos deberían estar sujetos a ninguna restricción salvo la convertibilidad en metálico. Cualquier restricción adicional dificultaría la capacidad de los bancos de expandir el crédito para atender un aumento en las demandas de los negocios.

La posición bancaria se resumía en un principio bancario que decía: “La cantidad de billetes en circulación se controla adecuadamente por los procesos ordinarios de la banca en competencia y si se mantiene el requisito de la convertibilidad, no podría exceder a las necesidades de los negocios durante un periodo apreciable de tiempo” (Viner 1937, p. 223). Los bancos son por tanto instrumentos puramente pasivos, expandiendo y contrayendo la oferta del crédito para atender las “necesidades de los negocios”.

En otras palabras, los bancos no podrían emitir crédito en exceso por mucho que lo intenten, porque cualquier exceso de fondos prestados simplemente volvería al banco. Sin embargo, como apuntaron Mises y otros, la demanda de crédito por parte de las empresas no es independiente de la política bancaria, sino que se basa en buena medida en ella, especialmente a través del tipo de interés. El tipo de interés del dinero puede reducirse por debajo del tipo natural, aumentando así artificialmente la demanda de crédito. Por tanto no hay restricción a la extensión del crédito del tipo imaginado por la Escuela Bancaria.

Después de la aprobación de la Ley Peel, el Banco de Inglaterra, aunque acatando las nuevas restricciones sobre emisión de billetes, empezó una expansión a gran escala de sus actividades de depósito bancario. Esta expansión del crédito produjo una burbuja especulativa que causó un agotamiento de las reservas metálicas del banco y generó pánicos severos en 1847. La provisión de reserva del 1005 de la Ley Peel se suspendió para apuntalar al banco central y sus subsidiarias, negando así todo lo que suponía la restricción desde el principio.

La crisis de 1847 fue un golpe terrible para la reputación de la Escuela Monetaria. Sin embargo, como destacaron Rothbard y Mises, no fueron las doctrinas centrales de la Escuela Monetaria las que fallaron, sino sólo el error relativo a la distinción entre billetes y depósitos. En todo caso, el hecho de que el sistema bancario fracasara tan pronto después de la reforma monetaria hizo parecer que el propio principio monetario fuera defectuoso y que restringir la banca central sólo podía llevar al desastre económico.

Aunque su sistema era defectuoso (excepto en relación al error de la Escuela Monetaria), la Escuela Bancaria acabó por tanto triunfando en términos de influencia. El ataque de los bancarios a los errores de la Escuela Monetaria, junto con el fracaso de la Ley Peel en evitar crisis financieras, legitimó falsamente muchas de las doctrinas de la Escuela Bancaria. Economistas como Tooke y Fullarton ofrecieron buena parte de la teoría del dinero y la banca que se adaptó y desarrolló por economistas como John Stuart Mill, Karl Marx, Rudolf Hilferding y posiblemente incluso John Maynard Keynes.  Así que esta influencia se sintió en muchas tradiciones económicas, mientras que la influencia de la Escuela Monetaria fue relativamente pequeña. Aunque la Escuela Monetaria disfrutó del triunfo de iure, la victoria de facto fue para la Escuela Bancaria.

A los ojos de la opinión pública y de muchos economistas, parecía que el gobierno bajo el principio monetario había sido desastroso, y por tanto las limitaciones a la banca central habían resultado, en el mejor de los casos, indiferentes para mitigar las crisis y, en el peor, un serio obstáculo para prácticas bancarias sensatas. Incluso aunque la Ley Peel permaneció nominalmente en vigor hasta la Primera Guerra Mundial (y existe en una forma muy modificada incluso hoy), fue suspendida repetidamente durante periodos de crisis y cualquier afirmación de la Escuela Monetaria relativa a la eliminación de las crisis estaba muy desacreditada a los ojos de la opinión pública.

Los trabajos de la Escuela Monetaria se vieron sin embargo redimidos cuando Mises publicó La teoría del dinero y del crédito en 1912. En ella Mises corregía sistemáticamente los errores de la Escuela Monetaria y expandía sus teorías, desarrollando la explicación coherente del ciclo económico que faltaba a la Escuela Monetaria. Por ejemplo, Mises advertía que la Escuela Bancaria tenía razón en un aspecto: los billetes bancarios y depósitos a la vista realizan la misma función económica y por tanto deberían recibir el mismo tratamiento desde la perspectiva de la política monetaria.

Sin embargo, para entonces la teoría monetaria había empezado a moverse en una dirección distinta. Las teorías de economistas como Irving Fisher y John Maynard Keynes estaban en auge en las primeras décadas del siglo XX y las teorías anteriores (y lo que es igual de importante, las preguntas que trataban de resolver) estaban pasadas de moda. Con el auge de la economía keynesiana y monetarista y sus muchas variedades, muchos de los problemas que desconcertaban a la Escuela Monetaria fueron pasados por alto. En lugar de investigar la capacidad de los bancos de expandir la oferta de crédito y los efectos de dicha expansión, la idea de un banco central dirigiendo cuidadosamente la economía a través de una política monetaria empezó a darse por supuesta. La valiosa oportunidad que ofreció la disputa monetaria-bancaria, la posibilidad de una reforma monetaria sistemática, se desperdició en gran parte.

El fracaso de la Escuela Monetaria destaca la importancia de basar la política y las reformas económicas en una teoría económica sólida. Los errores teóricos que pueden parecer menores en ciertos contextos pueden ejercer un enorme impacto en la historia monetaria. Si embargo en nuestros tiempos los acontecimientos nos han mostrado una severa crisis financiera y, por primera vez en décadas, la preocupación popular crece en relación con la racionalidad del sistema actual y el conocimiento convencional respecto del dinero y la banca se ve desafiado.

Esperemos que hoy hayamos aprendido suficiente de errores pasados para abordar correctamente la reforma monetaria y que tengamos la fortaleza intelectual para lograrla, de forma que las futuras generaciones no vean a este periodo de la historia como simplemente otra oportunidad perdida de un cambio radical y necesario.

Referencias

Daugherty, Marion R. 1942. “The Currency-Banking Controversy, Part I”. Southern Economic Journal 9 (2): 140-155.

Schumpeter, Joseph A. [1954] 1963. The History of Economic Analysis. Nueva York: Oxford University Press. Publicada en España como Historia del análisis económico (Barcelona: Ariel, 1996).

Smith, Vera C. 1990. The Rationale of Central Banking and the Free Banking Alternative. Indianapolis: Liberty Press. Publicada en España como Fundamentos de la banca central y de la libertad bancaria (Madrid: Unidad Editorial, 1993).

Viner, Jacob. 1937. Studies in the Theory of International Trade. Nueva York: Harper and Brothers Publishers.

White, Lawrence H. 1984. Free Banking in Britain: Theory, Experience, and Debate, 1800-1845. Nueva York: Cambridge University Press.

Wu, Chi-Yuen. 1939. An Outline of International Price Theories. Reimpresión, Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 2007.

 

 

Matt McCaffrey es doctorando en la Universidad de Angers y miembro del Instituto Mises.

 



[1] Podríamos dividir aún más los distintos campos de la disputa, por ejemplo en las Escuelas Monetaria, Bancaria y de Banca Libre (White, 1984) o, siguiendo a Smith (1990) en cuatro grupos: Escuela Monetaria, a favor y en contra del banco central, y Escuela Bancaria, a favor y en contra del banco central. Sin embargo, estas mayores distinciones no desempeñan ningún papel importante en nuestra exposición.

[2] La provisión real de la Ley Peel establecía que los billetes podían emitirse hasta un máximo de 14.000.000₤, más allá del cual sólo se permitiría emitir billetes con una base de reserva en metálico del 100%.

Published Thu, Sep 9 2010 6:20 PM by euribe