El poder de destruir

Por William H. Peterson (Publicado el 1 de abril de 2004)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/1477.

 

Hace cincuenta años, un notable libertario, amigo personal, agudo georgista, entonces editor de Human Events, publicó un libro que marcó un hito: The Income Tax: Root of All Evil (texto y pdf). Su autor era Frank Chodorov, que vio tronando sobre él (¿qué hay de nuevo?) el intervencionismo, el bienestarismo, la malicia política y la jauría de la corrupción, un continuo entrometerse en el modelo de gobierno limitado de los Padres Fundadores. De ahí “todos los males” [“all evil”] de su subtítulo, que me describió en privado como “el rapto de la sociedad”.

Pero lo que era nuevo, entonces y ahora, va más allá de muchas de las reclamaciones de los neocón de una Ley de Derechos del Contribuyente renovada o un impuesto sobre la renta de tipo único. En su lugar, Chodorov pedía una cirugía radical: una derogación directa de la Decimosexta Enmienda (del Impuesto de la renta) de 1913. Así el Tío Sam se vio repentinamente armado con un supercañón fiscal, que financiaba la apropiación federal de estados Unidos y hundía los derechos de los estados principalmente mediante “concesiones de ayuda” (léase sobornos) a estados y municipios (más hundidos aún por la Decimoséptima Enmienda, también de 1913, que obligaba a elecciones populares para los senadores de EEUU, anteriormente nombrados por los parlamentos estatales).

La llamada de Chodorov a derogar la Decimosexta Enmienda fue secundada por J. Bracken Lee, gobernador de Utah, que prologó el libro y apuntaba cómo los estados estaban perdiendo “más y más autonomía”, como el impuesto federal de la renta daba poder a Washington “para sobornar a los gobiernos estatales, así como a sus ciudadanos, a someterse a su voluntad”. Sumisión entonces y ahora, aunque ahora mucho mayor.

Pues ahora en el año fiscal de 2004, que empezó el último 1 de octubre, aquel soborno resulta ser pecata minuta. Los datos del Departamento de Comercio muestran que los pagos en transferencias a ciudadanos (en formas como la Seguridad Social y el Medicare) en el tercer trimestre de año natural 2003, llegaron a 1,0004 billones de dólares anualizados, mientras que las transferencias vía “concesiones de ayuda” a estados y municipios sumaban 341.600 millones de dólares. Añadamos a esos totales 51.900 millones en subvenciones a granjeros y otros y descubriremos que el Tío Sam está gastando más de tres quintos del presupuesto federal, entonces de 2,2 billones de dólares en “transferencias” de bienestar, o en “robo legal”, como dijo más honradamente Frédéric Bastiat en su libro La ley en 1848.

Eso dice, si no grita, este Everest de dinero del contribuyente, a 200 millones de estadounidenses adultos, muchos de ellos ligados a sus intereses particulares, mientras el Tío Sam se apropia astutamente de su dinero con una mano y luego les soborna con la otra, mientras mina cada vez más los incentivos para trabajar y producir, para ahorrar e invertir, mientras mina políticamente cada vez más a la misma república que el Padre Fundador Benjamin Franklin citaba cuando se le preguntó fuera del Independence Hall en 1787 qué tipo de gobierno iban a ofrecer los Fundadores. Su famosa respuesta evasiva: “Una república, si la podéis mantener”.

Qué presciente fue Frnaklin con su dudosa evasiva. Como escribió Chodorov: “Así, las inmunidades de propiedad, cuerpo y mente se han visto socavadas por la Enmienda Decimosexta. Las libertadas ganadas por los estadounidenses en 1776 se perdieron en la revolución de 1913”. Pues originalmente, como nos recuerda Chodorov, los Fundadores, oliéndose algo, habían prohibido sensatamente un impuesto sobre la renta en la Constitución al estipular en el Artículo 1, Sección 9:

No se impondrá ningún impuesto directo ni de capitación, a no ser que se establezca de forma proporcional al censo o recuento que antes se ordeno practicar.

Es verdad que el régimen de Lincoln declaró de la forma más arbitraria que su impuesto de la renta de la Guerra Civil no era más que un impuesto “interno”. Pero esa ficción ya no es necesaria a la vista del lenguaje radical de la Enmienda Decimosexta hoy en vigor:

El Congreso tendrá facultades para establecer y recaudar impuestos sobre los ingresos, sea cual fuere la fuente derivada, sin prorratearlos entre los diferentes Estados y sin atender a ningún censo o recuento.

Radical de verdad. Chodorov defendía que el derecho de propiedad absoluto, el mismo corazón de una sociedad libre, se había visto violado, que los impuestos de la renta y la herencia implican pérdida de la integridad si no la negación misma de la propiedad privada  y por tanto difería radicalmente en impacto frente a otros impuestos. La doctrina de la capacidad de pago, por ejemplo, rompe con el principio de igualdad ante la ley: expresa la guerra de clases entre los llamados “ricos” y “pobres”. Aún así, como indica Ludwig Mises en La acción humana, el capitalista o empresario rico es en general el mejor amigo del pobre al potenciar la formación de capital.

No sorprende, advertía Chodorov, que Marx y Engels en su Manifiesto comunista de 1848 pidiera a países capitalistas como Estados Unidos “avances despóticos en los derechos de propiedad”. Así que el Manifiesto impulsaba un impuesto de la renta fuertemente progresivo como una de las diez claves para socavar el orden del mercado y avanzar en la marcha hacia el socialismo.

Después de todo, el capitalismo gira casi completamente en torno a la santidad de los derechos de propiedad de forma que la creación de capital y un sistema de mercado de empresa libre y oferta y demanda de mercado pueda hacer sus maravillas de crecimiento económico y mayores niveles de vida en la sociedad. Sobre la cuestión de los derechos humanos por encima de los derechos de propiedad, Chodorov sostenía sabiamente que es una falsa dicotomía, que básicamente los derechos humanos son derechos de propiedad privada, dirigidos por un derecho humano a la autopropiedad innato en el individuo. Por fin, esa sabiduría de Chodorov está de nuevo disponible en línea tanto en texto como en pdf.

¿Un estado fiscal y gastador monstruoso? Y cómo. Sheldon Richman, en su libro sucesor del de Chodorov, mira a Hacienda y a ti, contribuyente y pregunta: ¿Quién es el amo? ¿Quién es el siervo? Es verdad que el contribuyente está bajo la protección de las enmiendas Cuarta y Quinta que prohíben investigaciones e incautaciones no razonables y la obligación de autoincriminarse. Pero el formulario 1040 de Hacienda, los distintos plazos y la aportación de pruebas, así como los cheques anulados y listas de cargos mensuales en tarjetas de crédito tienen sus limitaciones: Hacienda, apoyada por los tribunales tiene poder para reclamar más corroboraciones y documentación. Como hace, especialmente a través de auditorías personales. Así, como nos recuerda Richman, el arsenal de armas de Hacienda es “abrumador”.

El Juez Principal John Marshall tenía así bastante razón cuando sostenía que “el poder de gravar incluye el poder de destruir” en la sentencia de McCulloch v. Maryland en 1819. Se ha producido una enorme destrucción política y económica desde 1913, como atestiguan Frank Chodorov y Sheldon Richman. Ambos concluyen con una solución fiscal duradera (y tal vez única): Derogar la Enmienda Decimosexta.

 

 

William H. Peterson es el ganador 2005 del premio Gary G. Schlarbaum por una vida dedicada a la causa de la libertad. Es investigador adjunto del Instituto Mises y profesor emérito distinguido de filosofía empresarial en la Universidad Campbell en Carolina del Norte.

Published Mon, Oct 11 2010 8:51 PM by euribe