El último triunfo de Rothbard, Parte 1

Por David Gordon. (Publicado el 21 de septiembre de 2009)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3713.

[An Austrian Perspective on the History of Economic Thought, Volume 1, Economic Thought Before Adam Smith • Murray N. Rothbard • Edward Elgar, 1995 • xvi + 556 páginas]

 

Murray Rothbard nos dice que su gigantesca obra en dos volúmenes era en principio “un libro de tamaño mediano que cubría de Smith hasta hoy, una especie de contra-[Robert] Heilbroner” (p. xv). Cuando vemos lo que ha surgido de ese plan, se nos viene a la mente un paralelismo: Cervantes empezó Don Quijote como un cuento, pero lo extendió gradualmente hasta uno de los grandes libros del mundo. Igualmente este “libro de tamaño mediano” se ha convertido en una de las grandes empresas intelectuales de nuestra época. De hecho, la siguiente crítica sólo se ocupa del primer volumen.

Para Rothbard, la historia de la economía tiene un ámbito extraordinariamente amplio. Para él, incluye no sólo la teoría económica, sino prácticamente también toda la historia intelectual. Como hace a menudo en sus conversaciones, Murray Rothbard fomenta aquí interpretaciones concretas y bien meditadas de grandes controversias históricas.

Por ejemplo, Rothbard llama a Maquiavelo un “predicador de la maldad”, no acepta el amable retrato de ese florentino como fundador de la ciencia política libre de valores (p. 189). Con su característica agudeza, Rothbard pregunta

¿Quién en la historia del mundo, y fuera de una novela del Dr. Fu Manchú ha alabado realmente el mal por sí mismo y aconsejado el mal y el vicio en cada momento de su vida? Predicar el mal es aconsejar exactamente como hizo Maquiavelo: sé bueno mientras la bondad no se interponga en el camino hacia lo que desees, lo que en el caso del gobernante sería el mantenimiento y la expansión del poder (p. 190).

Y concluye su explicación con una fuerte reprimenda a los politólogos modernos que “evitan los principios morales como ‘no científicos’ y por tanto fuera de la esfera de su interés” (p. 192).

Rothbard rechaza firmemente la tesis de Weber, de acuerdo con la cual el “ascetismo interno mundano” al que alentaba el calvinismo desempeñara un papel clave en la aparición del capitalismo moderno. El capitalismo empieza mucho antes del calvinismo y el énfasis en “Dios y el beneficio” que Weber consideraba particularmente protestante estaba presente en la católica Edad Media.

Respecto de la tesis de Weber, Rothbard la sustituye por otro contraste entre católicos y protestantes. El énfasis calvinista en la llamada les lleva a centrarse en el trabajo y el ahorro y despreciar el consumo; la Europa católica, en la tradición aristotélica y escolástica, no encontraba nada malo en el consumo Esta diferencia llevó a una división crucial en el crecimiento de la economía, entre las teorías del precio en función de la utilidad y el coste de producción.

Para mí, la página más brillante en los dos volúmenes de Rothbard es la página 314, que ataca dos teorías de enorme pero inmerecida influencia. Primero con unos pocos golpes Rothbard derrumba océanos de malas interpretaciones acerca de las riñas entre antiguos y modernos.

El enfrentamiento de “tradición” frente a “modernidad” es en buena parte una antítesis artificial. “Modernos” como Locke o quizá incluso Hobbes pueden haber sido individualistas y “pensadores de derechos”, pero también emplearon la escolástica y la ley natural (p. 314).

Segundo, explica que

Tampoco John Pocock y sus seguidores son convincentes al tratar de mostrar una distinción y lucha artificial entre las preocupaciones libertarias de Locke y sus posteriores seguidores por un lado y la devoción a la “virtud clásica” por otro. (…) ¿Por qué los libertarios y opositores a la intervención pública  no pueden también oponerse a la “corrupción” y el capricho del gobierno? De hecho, ambos suelen venir juntos (p. 314).

Me gustaría que todos los interesados en historia europea estudiaran esta página maravillosa.

Rothbard se opone firmemente a la visión whig de la historia de la economía, en la que los “posterior” es inevitablemente “mejor” y por tanto el estudio del pasado es innecesario. En su opinión, buena parte de la economía consiste en giros erróneos y el volumen actual termina con una historia de decadencia que sorprenderá a muchos lectores.

Pero paradójicamente el propio método de Rothbard es, de otra forma, wigh en sí mismo. Tiene su propis posturas sostenidas firmemente en una teoría económica correcta, basada en su incomparable conocimiento de la economía austriaca. Está por tanto deseando ver cómo los distintos personajes anticipan conceptos austriacos clave o, por el contrario, se adentran en callejones sin salida.

El tema dominante en la valoración de la economía de Rothbard es la naturaleza del valor. Los actores económicos, tratando de mejorar su propia posición, se guían por su propia valoración subjetiva de los bienes y servicios. La búsqueda de una medida “objetiva” de valor es inútil: ¿qué influencia podría tener ese criterio, salvo que se refleje en las mentes de los agentes económicos?

Rothbard destaca especialmente, a este respecto, la llamada paradoja del valor: ¿Cómo puede ser que el agua cueste poco o nada mientras que el oro es extraordinariamente caro? La vida no puede existir sin agua, mientras que el oro es un mero lujo.

La respuesta, desarrollada completamente por la Escuela Austriaca, depende del hecho de que las valoraciones subjetivas de unidades particulares de un bien determinan el precio, no el supuesto valor de todas las existencias del bien. Como el agua es abundante mientras que el oro es escaso, no hay ninguna anomalía en absoluto en el mayor precio de este último.

Nuestro autor nunca deja de alabar a quienes entienden esta idea o se aproximan a ella. Los escolásticos pintan especialmente bien: Pierre de Jean Olivi, por ejemplo, entendió que el

factor importante para determinar el precio es la complacibilitas o utilidad subjetiva, la deseabilidad subjetiva de un producto para los consumidores individuales. (…) La utilidad, en la determinación del precio, es relativa a la oferta y no absoluta (p. 61).

Un corolario clave de la posición subjetivista es que un intercambio no consiste en una igualdad. Cada parte realmente valora más lo que obtiene que lo que entrega. Quienes no entienden esto hacen que proteste nuestro autor. Ni siquiera Aristóteles, a quien Rothbard admira mucho como filósofo, no escapa a la censura.

La famosa explicación de la reciprocidad en los intercambios de Aristóteles del Libro V de su Ética a Nicómaco es un ejemplo de caída en un galimatías. Aristóteles habla de un albañil intercambiando una casa por los zapatos fabricados por un zapatero. Luego escribe: “el número de zapatos intercambiados por una casa debe por tanto corresponderse con la relación entre albañil y zapatero. (…)” ¿Eh? ¿Cómo puede haber una relación entre ‘albañil’ y ‘zapatero’? (p. 16).

Quienes conozcan a Murray Rothbard casi podrían escucharle haciendo esta pregunta.

La idea subjetivista no murió en modo alguno con el fin de la Edad Media. Por el contrario, la Escuela de Salamanca la mantuvo en el siglo XVI y Cantillon y Turgot la extendieron considerablemente en el XVIII. Pero el camino de la economía no fue de progreso continuo. La teoría sufrió un retraso a través de la obra de uno de los principales villanos de Rothbard, Adam Smith.

Lejos de ser el fundador de la economía, Smith, a los ojos de Rothbard, fue casi su sepulturero. Aunque Smith en sus clases resolvía la paradoja del valor de una forma subjetivista estándar, “en La riqueza de las naciones, por alguna extraña razón, todo esto desaparece” (p. 449). Smith olvidó la utilidad subjetiva y en su lugar buscó explicar el precio a través del coste del trabajo. A causa del error de Smith, la “gran tradición [del subjetivismo] cae en el agujero de la memoria orwelliano” (p. 450).

La explicación de la utilidad constituye sólo una parte de su alegato poderosamente argumentado de que Smith desvió a la economía de los logros analíticos de los escolásticos y sus sucesores franceses e italianos. E incluso en la explicación de la utilidad he tenido que omitir mucho. (La brillante disección de la postura matemática de Daniel Bernoulli a la utilidad [pp. 380-381], por ejemplo, no debería olvidarse). Pero ninguna crítica puede hacer justicia a las múltiples ideas y descubrimientos investigadores de este volumen.

 

 

David Gordon hace crítica de libros sobre economía, política, filosofía y leyes para The Mises Review, la revista trimestral de literatura sobre ciencias sociales, publicada desde 1995 por el Instituto Mises. Es además autor de The Essential Rothbard, disponible en la tienda de la web del Mises Institute.

Published Sun, Nov 14 2010 5:27 PM by euribe