El informe británico Stern sobre calentamiento global: Podría ser el canto del cisne del ecologismo

Por George Reisman. (Publicado el 6 de noviembre de 2006)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2372.

 

Acompañado por una gran fanfarria y bombo, el gobierno británico ha publicado el Informe Stern sobre la economía del cambio climático, de Sir Nicholas Stern, un informe que encargó pero que califica de “independiente”.

El informe es un refrito de las afirmaciones ecologistas habituales hoy día respecto de supuestos desastres que esperan al mundo si continúa con sus malvadas formas de consumo de combustibles fósiles: la desaparición de islas bajo el mar, la inundación de ciudades costeras, sequías y huracanes más severos, hambrunas, enfermedades, el desplazamiento de decenas de millones de personas desde sus tierras de origen: todo viene regurgitado en el informe. Sin embargo, algunas veces el informe ofrece una pista de algo incluso mucho peor:

Bajo un escenario de negocio normal, la existencia de gases de efecto invernadero podría más que triplicarse al final del siglo, dando al menos un 50% de riesgo de sobrepasar en 5º C el cambio de temperatura medio global durante las siguientes décadas. Esto llevaría a los humanos a un territorio desconocido. Un ejemplo de la escala de un incremento de este tipo es que ahora sólo nos encontramos en torno a 5º por encima de la última edad glaciar (página ix del Resumen Ejecutivo).

Sigue sin aclararse si el calentamiento podría iniciar un efecto autoperpetuante que llevaría a un mayor aumento de la temperatura o incluso a un calentamiento desbocado” (página 10 del informe completo, Informe Stern).

Las atemorizantes alusiones al “territorio desconocido” y el “calentamiento desbocado” están muy cerca de evocar las antiguas imágenes religiosas del fuego y azufre del infierno como destino del mundo si no toman en serio el informe de Sir Nicholas y se arrepienten de su forma de actuar. Pero Sir Nicholas no llega nunca a hacer esta amenaza. Deja simplemente la insinuación.

Quizá si la hubiera hecho, le sería más fácil a la gente identificar los temores ecologistas como la nula preocupación que son y les ignorara. Su respuesta sólo necesitaría ser que si el progreso económico y su disfrute consumirá al mundo en llamas y por tanto que vivir como seres humanos significa que realmente todos iremos al infierno, como siempre han afirmado los predicadores, que así sea. Mejor vivir ahora como seres humanos, mientras podemos, que dejar de hacerlo a favor de descendientes viviendo en adelante como miserables preindustriales o medievales. (Por supuesto, no tendremos nunca que tomar esta decisión, por razones que aclararemos en breve).

Sorprendentemente, las consecuencias negativas reales que alega Sir Nicholas que ocurrirán por el calentamiento global son extremadamente suaves, al menos en comparación con el fuego del infierno. En su “Resumen de conclusiones” escribe:

Empleando los resultados de modelos económicos formales, el Informe estima que si no actuamos, los costes y riesgos totales del cambio climático serán equivalentes a perder al menos un 5% del PIB mundial cada año, ahora y siempre. Si se tiene en cuenta un grupo más amplio de riesgos e impactos, las estimaciones de daño podrían ascender al 20% del PIB o más.

El uso de Sir Nicholas de las palabras “no actuamos” es muy equívoco. Lo que está reclamando cuando habla de “acción” es una serie de leyes y decretos (es decir, acción estatal). Esta acción estatal forzosamente impediría que cientos de millones, o más bien miles de millones de individuos realizar sus acciones privadas personales o de negocios, es decir, que actúen en la forma en que ellos juzguen que sirva a sus propios intereses. Luego lo que realmente está reclamando no es acción, sino acción estatal dirigida a detener la acción privada.

Además, no explica por qué cree que esa alarma global significa el fin de todo progreso económico subsiguiente, ya que eso está implícito en las palabras “ahora y siempre”. Compara los peligros del calentamiento global con “aquéllos asociados con las guerras mundiales y la depresión económica de la primera mitad del siglo XX” (Ibíd.), si bien parece olvidar los extraordinarios progresos económicos que les siguieron.

Según Sir Nicholas, lo que debemos hacer es para evitar la pérdida de hasta un 20% anual del PIB es en último término reducir nuestras emisiones de dióxido de carbono “más de 80% por debajo del nivel absoluto de las actuales emisiones anuales”. (página ix del Resumen Ejecutivo. Las cursivas son mías). Para que no se piense que esa drástica reducción sólo pueda producirse en un futuro muy lejano, Sir Nicholas declara además,

Para 2050, las emisiones globales tendrían que estar alrededor de un 25% por debajo de los niveles actuales. Estos recortes tandrán que hacerse en el contexto de una economía mundial en 2050 que puede ser 3-4 veces mayor que la actual, por lo que las emisiones por unidad de PIB tendrían que ser de sólo un cuarto de los niveles actuales en 2050. (Ibíd.)

Al evaluar las opiniones de Sir Nicholas, debería tenerse en cuenta que nuestra capacidad de producción, ahora y en muchos años, depende vitalmente del uso de combustibles fósiles. Estas fósiles son la fuente de la mayoría de nuestra energía eléctrica y por tanto de nuestra capacidad de usar maquinaria. Propulsan nuestros camiones, trenes, barcos y aviones. Y, por supuesto, su uso conlleva la emisión de dióxido de carbono. Así que parecería que los que los medios de Sir Nicholas para evitar una pérdida de al menos en un 20% del PIB implicaría una pérdida aún mayor del 20% del PIB. De eso se deduce que si es el resultado lo que nos importa, nos resultaría mejor aceptar sencillamente el calentamiento global, si es lo que hay a la venta, que intentar evitarlo en la manera que indica Sir Nicholas. Sin duda, no produciremos 3-4 veces la producción en 2050 con una emisión inferior en un 25% de dióxido de carbono. Lo que es más probable es que si se nos obliga a esa reducción, produciremos bastante menos, a pesar de la más que probable existencia de una mayor población para entonces.

Sir Nicholas parece ser igual de ingenuo en sus estimaciones del coste de reemplazar las tecnologías actuales de combustible y energía que en sus estimaciones sobre el efecto de su pérdida. Sin evidencia de ningún tipo, afirma que mientras que el coste de la “inacción” es de un 20% del PIB mundial anual, “los costes de la acción (reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar los peores impactos del cambio climático) puede limitarse a alrededor del 1% de el PIB mundial cada año”.

Así que su programa está diseñado para parecer realmente una ganga: los gobiernos del mundo se apropiarían de un simple 1% adicional del PIB mundial cada año con el fin de evitar que sus ciudadanos destruyan inadvertidamente un 20% del PIB mundial anual al perseguir locamente su propio interés. Y resulta que, en opinión de Sir Nicholas, incluso ese 1% es mucho más de lo que los gobiernos requieren para el desarrollo real de nuevas tecnologías. En su capítulo titulado “Aclarando la innovación tecnológica”, escribe que “La dotación pública global para I+D en energía debería doblarse, hasta alrededor de 20.000 millones de dólares, para el desarrollo de una cartera diversa de tecnologías” (página 347 del Informe Stern). Veinte mil millones de dólares son únicamente un doceavo del uno por ciento del actual PIB mundial anual de aproximadamente 40 billones de dólares. Se supone que sería lo que supondría desarrollar las tecnologías que permitirían al mundo acabar reduciendo las emisiones de carbono en un 80% respecto de los niveles actuales.

Qué fácil y sencillo se supone que sería todo, si sólo hiciéramos lo que nos dicen y empezáramos a hacerlo inmediatamente. Todo lo que tenemos que hacer es cruzarnos de brazos y dejar la dirección de nuestras vidas en manos del gobierno. Éste resolverá el problema de cambiar la tecnología global de la producción energética con el mismo éxito que tuvieron los soviets y los laboristas británicos en sus respectivas variedades de socialismo y con el mismo éxito con que nuestro gobierno ha dirigido sus guerras contra la pobreza, las drogas y el terror y en Vietnam e Iraq. ¿He dicho “éxito”?

El Informe de Sir Nicholas se caracteriza por una aparente creencia en una especia de poder mágico de las palabras para crear y controlar la realidad. Así, la realidad, como informa el New York Times, es que “Aproximadamente se encarga cada semana una gran central térmica de carbón, principalmente en China”. En el mismo reportaje el Times apunta que “Una nueva central térmica de carbón normal [es] una de las principales fuentes de emisiones [y] se espera que opere durante muchas décadas”. Ignorando totalmente estos hechos, Sir Nicholas cree que ha dicho algo sensato e importante cuando escribe

Los países en vías de desarrollo ya están realizando acciones importantes para disociar su crecimiento económico del crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, China ha adoptado unos objetivos domésticos muy ambiciosos para reducir la energía empleada para cada unidad de PIB en torno al 20% para 2006-2010 y promover el uso de energías renovables. India ha creado una Política de Energía Integrada para el mismo periodo que incluye medidas para extender el acceso a energías más limpias para los pobres e incrementar la eficiencia energética (página xxiv del Resumen Ejecutivo).

Como mínimo cabe decir que esto representa el uso de meras declaraciones de intenciones referidas a acciones futuras con el fin de ocultar el carácter diametralmente opuesto de las acciones reales de China e India en el presente y en el futuro previsible, así como de decir que estos países van a conseguir un ulterior desarrollo económico sustancial.

Otro ejemplo del intento de emplear palabras como si su uso controlara la realidad aparece en el estudio de Sir Nicholas sobre “aprendizaje y economías de escala” en relación con las tecnologías bajas en carbono. Señala que “El coste de las tecnologías tiende a bajar con el tiempo, a causa del aprendizaje y las economías de escala” y parece concluir de ello que las tecnologías bajas en carbono pueden por tanto ser en último término tan eficientes como las altas en carbono que se supone que reemplazarán cuando estas últimas se reduzcan forzosamente. Escribe que “Ha habido grandes avances en la eficiencia del use de combustible fósil, puede esperarse asimismo un progreso similar para las tecnologías bajas en carbono a medida que progresa el estado de la tecnología” (Informe Stern, página 225). Aparentemente no se da cuenta de que puede implicar algún orden secuencial necesario y que el uso de tecnologías altas en carbono es la base necesaria para una posible adaptación posterior de tecnologías bajas en carbono.

Presumiblemente, no cree que en el periodo 1750-1950, la industrialización podría haberse producido basándose en tecnologías bajas en carbono. Por ejemplo, antes de que tecnologías como la energía atómica pudieran desarrollarse, tuvieron que pasar generaciones de progreso industrial basándose en combustibles fósiles. Y esto es igualmente cierto para las tecnologías de turbinas eólicas y energía solar. La capacidad de producir los materiales, componentes y equipos necesarios para estas tecnologías bajas en carbono reside en la existencia de tecnologías altamente desarrolladas, previamente disponibles y basadas en el carbono. Hacen falta ulteriores desarrollos económicos importantes sobre la misma base para ulteriores desarrollos de tecnologías bajas en carbono.

Siempre que el uso de tecnologías altas en carbono sea más barato que las bajas en carbono, obligar a limitar su uso implica una reducción forzosa del volumen físico de producción en el sistema económico, incluyendo su capacidad de crear posteriores bienes de capital. Por tanto, limitar a la fuerza el uso de tecnología basada en el carbono elimina la base para el desarrollo de futuras tecnologías bajas en carbono. Se aborta el desarrollo de la necesaria base industrial. (Para un desarrollo de estas ideas, ver mi libro Capitalism, páginas 178-179, 212 y 622-642).

La hostilidad de Sir Nicholas y el resto del movimiento ecologista a la tecnología del carbono es en definitiva contraria a su fin último, no sólo porque no permite el desarrollo de las tecnologías bajas en carbono que dicen defender, sino también porque simultánea y más fundamentalmente actúa privando al mundo de la capacidad de combatir cambios climáticos destructivos, como el calentamiento global.

Se den cuento o no de ello, al tratar de combatir el supuesto calentamiento global, Sir Nicholas, y el resto de los ecologistas, reclaman una política de combate deliberado al cambio climático global por parte de los gobiernos del mundo. Quieren que los gobiernos del mundo cambien el clima del mundo alejándolo del camino que creen que tomará en caso contrario. Quieren que los gobiernos del mundo hagan más fresco el clima mundial de lo que piensan que sería en caso contrario en los próximos dos siglos o más. Pero su política de control climático es la más estúpida de las imaginables. Es más estúpida que la de un salvaje intentando controlar la naturaleza sacrificando cabras.

La razón por la que es más estúpida, mucho más estúpida, es que la cabra que quieren sacrificar es la mayoría de la civilización industrial moderna (la parte que depende del 80% de las emisiones de carbono que quieren eliminar y que no se verá reemplazada mediante ningún poder mágico de palabras que creen y controlen la realidad). Es precisamente la civilización industrial moderna y su posterior expansión e intensificación lo que constituye el medio de la humanidad para afrontar todos los aspectos de la naturaleza, incluyendo, si resultara realmente necesario, la capacidad de controlar el clima de la Tierra, se enfríe o caliente.

Si realmente la humanidad encontrara necesario en algún momento controlar el clima de la Tierra, ya sea para evitar el calentamiento global o, como en realidad es más probable, una nueva edad de hielo, su capacidad para hacerlo dependerá del poder de su sistema económico. Un sistema económico con la capacidad de proveer cosas como grandes láseres, flotas de naves espaciales que trasladen cargos de distintos productos químicos, equipamiento y material para desarrollos en el espacio exterior, con la capacidad de recrear asimismo grandes reacciones químicas en la Tierra, si es necesario (ese sistema económico tendría sobrada capacidad para hacer posible cualquier cambio necesario en el clima terráqueo). Ése es el tipo de sistema económico que podríamos razonablemente esperar de las próximas generaciones, si no se evita que llegue a existir por culpa de políticas hostiles al progreso económico, principalmente las que reclama Sir Nicholas y el movimiento ecologista.

Lo que ofrece Sir Nicholas y el resto del movimiento ecologista es simplemente la destrucción de muchos de nuestros medios actuales de manejar la naturaleza y abortar el desarrollo de medios nuevos y adicionales. En la medida en que se implante su programa, servirá para evitar gestionar eficazmente el calentamiento global si alguna vez es realmente necesario hacerlo.

Aquí hay que hacer una advertencia importante. Los comentarios anteriores implican que el uso de tecnologías modernas para controlar el clima es infinitamente más razonable que la política virtualmente alocada de controlar el clima mediante la destrucción de la tecnología moderna. La advertencia es que en manos del gobierno, una política de control climático basada en el uso de tecnología moderna podría ser casi tan peligrosa como una política gubernamental de controlar el clima mediante la destrucción de la tecnología moderna

De hecho, un posible resultado de caos intelectual de hoy en día sobre medio ambiente y gobierno sea una combinación de una importante destrucción de nuestro sistema económico como consecuencia de políticas basadas en la hostilidad a las tecnologías del carbono y el daño climático causado por los esfuerzos gubernamentales por controlar el clima mediante el uso de la tecnología moderna. No es imposible que podamos acabar en un sistema económico en buena medida destruido por las políticas ecologistas más el inicio de una nueva edad de hielo consecuencia de los esfuerzos gubernamentales por combatir el calentamiento global mediante el uso de contramedidas inspiradas tecnológicamente.

La única respuesta segura al calentamiento global, si es que realmente se está produciendo, o al enfriamiento global, cuando se produzca, como inevitablemente ocurrirá, es el máximo nivel de libertad individual. (Para un desarrollo y prueba de esta afirmación, ver Capitalism, páginas 88-90).

Cualquier consideración seria de las propuestas hechas en el Informe Stern de reducir radicalmente la tecnología del carbono y sus llamadas asociadas a adoptarlas inmediatamente deja más que claro lo completamente inútil que realmente es el programa ecologista de controlar el calentamiento global. La inaplicabilidad esencial del programa, por supuesto, reside en su carácter completamente destructivo. Pero además, el hecho de que la gente no esté preparada fácil y rápidamente para hacer un sacrificio masivo de sus propios intereses condena la aplicación del programa. Incluso si, en completa contradicción con la verdad, el programa fuera sólido, simplemente no sería posible aplicarlo a tiempo para satisfacer a los ecologistas en que el nivel de carbono que temen no se vaya a producir. En otras palabras, el mundo se aleja rápidamente de la ventana de oportunidad para aplicar el programa ecologista de control del calentamiento global. (Respecto de este punto, ver páginas xi-xii del Resumen Ejecutivo, especialmente la figura 3 en la página xii). La consecuencia es que tendrían que encontrar otra manera o medios distintos para ocuparse de ello.

Sin embargo, los únicos medios son de carácter tecnológico. Por tanto, el ecologismo es muy posible que acabar retornando al socialismo más tradicional de proyectos de grandes proyectos de ingeniería y construcción. Su futuro puede muy bien estar en lo que se está empezando a llamar “geoingeniería”. Veremos.

 

 

El Doctor George Reisman, Profesor Emérito de Economía en la Universidad de Pepperdine y autor de Capitalism: A Treatise on Economics (Ottawa, Illinois: Jameson Books, 1996). Su sitio web es www.capitalism.net. Su blog se encuentra en www.georgereisman.com/blog/.  (Puede descargarse una réplica completa de su libro Capitalism: A Treatise on Economics en pdf en el disco duro del lector simplemente clicando en el título del libro que aparece aquí y salvando el fichero cuando aparezca en pantalla).

© 2006, de George Reisman para este artículo. Se autoriza la reproducción y distribución electrónica e impresa, salvo como parte de un libro, y con la obligación de mencionar la web del autor, www.capitalism.net. (Se requiere notificación por correo electrónico al autor). Todos los demás derechos reservados.

Published Sun, Nov 14 2010 12:06 AM by euribe