¿Ha fracasado el capitalismo?

Por Ron Paul. (Publicado el 16 de abril de 2008)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2895.

[Este artículo está extraído de la Parte 1 de Pillars of prosperity]

Diario de sesiones del Congreso – Cámara de Representantes de  EEUU, 9 de julio de 2002.

 

Ahora mismo es un lugar común y políticamente correcto echar la culpa a lo que se llaman los excesos del capitalismo por los problemas que afrontamos, y especialmente por los fraudes de Wall Street que dominan las noticias económicas. Los políticos se están dando un homenaje de demagogia sobre el asunto mientras, por supuesto, son incapaces de ocuparse del fraude y engaño en los chanchullos presupuestarios del gobierno federal, de los cuales son directamente responsables. En su lugar, esto da a la masa keynesiana que dirige el espectáculo una oportunidad de atacar a los mercados libres e ignorara el tema de la moneda fuerte.

Así que volvemos a oír de nuevo el estribillo. “El capitalismo ha fracasado: necesitamos más controles gubernamentales sobre todo el mercado financiero”. Nadie pregunta por qué los miles de millones que se han gastado y los miles de páginas de regulaciones que se han escrito desde el último gran ataque al capitalismo en la década de 1930 no impidieron el fraude y el engaño de Enron, WorldCom y Global Crossings. Ese fracaso seguramente no podría haberse producido por escasez de regulaciones.

Lo que está escandalosamente ausente es cualquier mención a que todas las burbujas financieras están llenas de excesos de bombo, especulación, deuda, avaricia, fraude, errores de bulto en juicios inversores, falta de cuidado por parte de analistas e inversores, enormes ganancias sobre el papel, la convicción de que ha llegado una nueva era en la economía y, sobre todo, expectativas de castillos en el aire.

Cuando la burbuja se está hinchando, no hay quejas. Cuando explota, empieza el juego de echar culpas. Esto es especialmente cierto en la era de la victimización y se hace a gran escala. Rápidamente se convierte en un asunto filosófico, partidario, de clase, generacional e incluso racial. Al evitar la causa real, todos los dedos que apuntan hacen difícil resolver la crisis y socavan aún más los principios en los que se basa la libertad y la prosperidad.

Nixon tenía razón (una vez) cuando declaró “Ahora todos somos keynesianos”. Todo Washington está de acuerdo en declarar que  demasiado capitalismo nos ha llevado a donde estamos hoy. La única decisión hoy ante los planificadores centrales en Washington es a los intereses especiales de quién se continuará favoreciendo en la futura supuesta reforma. Los distintos intereses especiales estarán cabildeando con fuerza, como los inversores de Wall Street, las grandes empresas, el complejo industrial militar, los bancos, los trabajadores, los sindicatos, los granjeros, los políticos y todos los demás.

Pero lo que no se discute es la causa y perpetración reales de los excesos que ahora se desarrollan a un ritmo frenético. Esta misma respuesta se produjo en la década de 1930 en Estados Unidos cuando nuestros políticos respondieron a excesos muy similares que se desarrollaron y colapsaron en 1929. A causa del fracaso en entender entonces el problema, se prolongó la depresión. Estos errores permitieron que nuestros problemas actuales se desarrollaran en un grado mucho mayor. Consideremos el fracaso en captar la causa de la burbuja de la década de 1980, ya que la economía de Japón sigue manteniendo un nivel sin crecimiento y con recesión, con su mercado bursátil en aproximadamente una cuarta parte de su pico hace 13 años. Si no tenemos cuidado (y hasta ahora no lo hemos tenido) cometeremos los mismos errores que impedirían las corrección necesaria antes de que puede reasumirse el crecimiento económico.

En la década de 1930, era bastante popular condenar la avaricia del capitalismo, el patrón oro, la falta de regulación y la falta de aseguramiento público de los depósitos bancarios ante el desastre. Los empresarios se convirtieron en el chivo expiatorio. La consecuencia fueron cambios que institucionalizaron el estado de bienestar/guerra. El crédito fácil se convirtió en el santo grial de la política monetaria, especialmente bajo Alan Greenspan “el maestro definitivo”. Hoy, a pesar de la presunta protección de estos programas públicos que ofrece el sistema. Nos encontramos en un apuro mayor que nunca. La burbuja es mayor, el auge duró más y se ha socavado deliberadamente el precio del oro como señal económica. La inflación monetaria continúa a un ritmo nunca visto en un esfuerzo frenético por elevar los precios de las acciones y continuar con la burbuja inmobiliaria, mientras se eluden las consecuencias que inevitablemente produce el crédito fácil. Todo esto se produce porque no estamos dispuestos a aceptar que la política actual está sólo poniendo las bases para una enorme caída en el valor del dólar. Todo el mundo lo teme, pero nadie quiere afrontarlo.

La ignorancia, así como la desaprobación de las resistencias naturales puestas en los excesos del mercado que imponen el capitalismo y los mercados sólidos, hacen que nuestros líderes actuales rechacen el capitalismo y le echen la culpa de todos los problemas que tenemos. Si no se corrige esta falacia y el capitalismo se ve aún más socavado, se destruirá la prosperidad que generan los mercados libres.

La corrupción y el fraude en las prácticas contables de muchas compañías están saliendo a la luz. Están quienes quieren que creamos que es parte integral del capitalismo de libre mercado. Si tuviéramos capitalismo de libre mercado no habría garantías de que no se produciría algún fraude. Cuando se produjera, se ocuparía de éste la autoridad local responsable de la aplicación de la ley y no los políticos en el Congreso, quienes tuvieron su oportunidad de “impedir” esos problemas pero en su lugar eligieron politizar el asunto, al tiempo que aprovechaban la oportunidad para promover más regulaciones keynesianas inútiles.

El capitalismo no debería ser condenado, pues no hemos tenido capitalismo. Un sistema de capitalismo presupone dinero sólido, no dinero fiduciario manipulado por un banco central. El capitalismo aprecia los contratos voluntarios y los tipos de interés que vienen determinados por los ahorros, no la creación de crédito por un banco central. No es capitalismo cuando el sistema está plagado de reglas incomprensibles respecto de fusiones, adquisiciones y ventas de acciones, junto con controles de salarios, controles de precios, proteccionismo, subvenciones a las empresas, gestión internacional del comercio, impuesto a las sociedades complejos y punitivos, contratos públicos privilegiados con el complejo industrial-militar y una política exterior controlada por intereses corporativos e inversiones en el extranjero. Añadan a esto la mala gestión federal centralizada del agro, la educación, la medicina, los seguros, la banca y el bienestar. ¡Esto no es capitalismo!

Condenar al capitalismo de libre mercado por cualquier cosa que pase hoy no tiene sentido. No hay evidencia de que hoy exista capitalismo. Estamos profundamente inmersos en una economía intervencionista planificada que genera grandes beneficios a los que tengan conexiones políticas con ambos partidos políticos. Pueden condenarse el fraude y el sistema actual, pero deben calificarse con sus nombres reales: inflacionismo keynesiano, intervencionismo y corporativismo.

Lo que no se discute es que la actual cosecha de bancarrotas revela que las ostensibles distorsiones y mentiras derivadas de años de orgía especulativa eran predecibles.

Primero, el Congreso debería estar investigando el fraude y engaño del gobierno federal en la contabilidad, especialmente al informar de futuras obligaciones como la Seguridad Social y cómo el sistema monetario destruye la riqueza. Estos problemas son mayores que cualquier cosa en el mundo empresarial y son responsabilidad del Congreso. Además, es el patrón establecido por el gobierno y el sistema monetario que lo opera la principal causa que contribuye a todo lo que está mal hoy en Wall Street, Donde sí exista el fraude, es un asunto estatal más que federal, y las autoridades del estado pueden aplicar estas leyes sin ninguna ayuda del Congreso.

Segundo, sí sabemos por qué se producen las burbujas financieras y sabemos por la historia que están sistemáticamente asociadas a la especulación, la deuda excesiva, las promesas injustificadas, la avaricia, la mentira y el engaño. Estos problemas fueron descritos por unos pocos observadores cuando se produjeron a lo largo de la década de 1990, pero sus advertencias fueron ignoradas por una razón. A todo el mundo le iba bien y a nadie le preocupó y a aquéllos a quienes se recordó la historia el presidente de la Fed les recordó que “esta vez” había llegado una nueva era económica y no tenían que preocuparse. El aumento de la productividad, se decía, podía explicarlo todo.

Pero ahora sabemos que no es así. Las burbujas especulativas y todo aquello de lo que hemos sido testigos son una consecuencia de las enormes cantidades de crédito fácil creado de la nada por la Reserva Federal. Esencialmente no hemos tenido ahorro, que es una de las fuerzas motrices más importantes del capitalismo. La ilusión creada por los bajos tipos de interés perpetúa la burbuja y todo lo malo que trae ésta. Y eso no es culpa del capitalismo. Tenemos un sistema de inflacionismo e intervencionismo que siempre produce una economía de burbuja que debe acabar mal.

Hasta ahora la evaluación realizada por la administración, el Congreso y la Fed auguran males para nuestro futuro económico. Todo lo que ofrecen es más de lo mismo, lo que no puede valer de nada. Todo lo que hará es acercarnos a la quiebra nacional, un dólar notablemente más bajo y un menor nivel de vida para la mayoría de los estadounidenses, así como menos libertad para todos.

Es un mal escenario que no tienen que producirse. Pero mantener nuestro sistema es imposible si se permite que los críticos echen la culpa al capitalismo y se rechaza una política monetaria sólida. Más gasto, más deuda, más crédito fácil, más distorsión de los tipos de interés, más regulaciones de todo y más intervención en el exterior pronto nos pondrán en una posición muy incómoda para decidir el destino de todo nuestro sistema político.

Si vamos a elegir la libertad y el capitalismo, deberíamos volver a ligar al oro a un producto o a un patrón oro. Debería reducirse el gasto federal y no deberían gravarse los ahorros, dividendos y ganancias de capital. Deberían reducirse las regulaciones, detenerse los subsidios a los intereses especiales o no permitirse medidas proteccionistas. Nuestra política exterior debería cambiar y deberíamos traer nuestras tropas a casa.

No podemos depender del gobierno para recuperar la confianza en los mercados: sólo la gente fiable puede hacerlo. Realmente, la falta de confianza en los ejecutivos de Wall Street es algo sano porque es merecida y provoca precaución. La misma falta de confianza en los políticos, el proceso presupuestario y el sistema monetario servirían como sano incentivo para la reforma del gobierno que necesitamos.

Los mercados se regulan mejor de lo que puede hacerlo el gobierno. Depender de las regulaciones gubernamentales para protegernos contribuye significativamente a la mentalidad de la burbuja.

Estos movimientos producirían el ambiente para generar la energía creativa necesaria para sencillamente servir a los consumidores, que es de lo que trata el capitalismo. El sistema que alimenta inevitablemente el compadreo entre grandes empresas y gobierno y que creó nuestro actual desastre se acabaría.

El capitalismo no nos trajo esta crisis de confianza que ahora existe en el mundo empresarial. Fue la falta de mercados libres y moneda sólida. El Congreso sí tiene un papel a desempeñar, pero no es proactivo. El trabajo del Congreso es apartarse del camino.

 

 

El Dr. Ron Paul es miembro republicano del Congreso por Texas y fue candidato a la presidencia de EEUU en 2008.

Este artículo está extraído de la Parte 1 de Pillars of prosperity.

Published Sat, Nov 20 2010 8:41 PM by euribe
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