Convirtiendo pan en piedras

Por Doug French. (Publicado el 26 de julio de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4592.

[Alchemists of Loss • Kevin Dowd y Martin Hutchinson • Wiley, 2010 • 432 páginas]

 

Temiendo que sus amigos en Wall Street sean responsables de suicidarse cualquier día con productos y estrategias financieras complejos, el Congreso ha aprobado y Obama sancionado más de 2.300 páginas de reforma financiera que ofrecen “una arquitectura que refleja el siglo XXI en que vivimos, pero asimismo que reconstruiría esa confianza”, afirma el senador Christopher Dodd que fue el principal fabricante de la versión del senado de la propuesta.

Aparentemente el propósito de esta propuesta no hacer más grande a Wall Street y consolidar la industria bancaria: es “proteger a los consumidores y poner la bases para un sistema financiero más fuerte y seguro, uno que sea innovador, creativo, competitivo y mucho menos propenso al pánico y el derrumbamiento”, dijo el Presidente Obama después de que Dodd hubiera conseguido suficientes firmas.

Vale, en un mundo perfecto en el que queramos inspirar innovación, creatividad, competencia y tener un sistema financiero libre de pánicos, inmediatamente empezaríamos con 2.300 páginas de palabrería que ha sido escrita sobre la marcha por abogados y colaboradores de Washington mientras grandes mentes financieras como Dodd, Barney Frank, Nancy Pelosi y Harry Reid piensan calmadamente en los detalles y repercusiones.

Por supuesto, la crítica constante ha sido que no ha habido suficiente regulación: esa loca administración de laissez faire de Bush desmanteló toda la regulación financiera, sabe usted. La realidad es que incluso el banco medio más pequeño que opere como compañía anónima no sólo tiene un regulador estatal, sino también la Reserva Federal, la FDIC o la OTS o la OCC regulándole. Sin mencionar la licencia de negocio y lo que se le requiera a nivel local.

El Secretario del Tesoro Tim Geithner testificó que AIG tenía

reguladores en 20 estados responsables de la regulación y supervisión primaria de las filiales de seguros de AIG en EEUU. A pesar de que las actividades de seguro en el extranjero de AIG estaban reguladas por más de 130 gobiernos extranjeros y a pesar de que la compañía matriz de AIG estaba sujeta a la supervisión de la Oficina de Supervisión del Ahorro (OTS, por sus siglas en inglés), nadie conocía realmente qué estaba pasando en AIG.

Ha habido mucha regulación pública y a medida que crecen las regulaciones, las incidencias de los auges financieros y pánicos crecen al mismo ritmo, como atestiguan Kevin Dowd y Martin Hutchinson en su maravilloso nuevo libro Alchemists of Loss: How Modern Finance and Government Intervention Crashed the Financial System. Mirando atrás en las crisis financieras, los autores advierten que “los impactos de la especulación rampante, la implicación del gobierno o las pobres respuestas públicas, las políticas monetarias mal dirigidas, la regulación mal diseñada y la nueva tecnología financiera incomprendida, así como el fracaso frecuentemente repetido por parte de los legisladores por aprender las lecciones apropiadas de las experiencias dolorosas” han sido temas constantes.

Dowd y Hutchinson ponen a la última crisis en el contexto de la historia. Apuntan que la intervención del gobierno y la regulación mal dirigida son culpables de los descalabros financieros. Los austriacos pueden tener unas pocas desavenencias con los autores en un par de puntos menores, pero en general la fortaleza del libro es su visión de libre mercado de la crisis actual que brilla con fuerza sobre la creciente creencia en ideas dudosas como la Teoría Financiera Moderna que incluye la hipótesis de eficiencia de los mercados y el teorema de Mogigliani-Miller.

Combinar dinero laxo con teorías financieras erróneas y la creación de productos financieros bizantinos y finalmente la alquimia financiera moderna “tiene un tono definidamente estatista y paternalista, uno que, llevado a su conclusión lógica, implica nada menos que un gobierno mundial con el poder de redistribuir la mayoría de nuestros ingresos a voluntad”, explican los autores.

El final de la era de asociación en Wall Street, que permitía a la dirección y propiedad separar y deshacerse de la responsabilidad personal, ha llevado a una excesiva toma de riesgos. Por supuesto, la nueva regulación financiera de Washington no tiene nada que ver. Es sabido que el personaje de Michael Douglas en Wall Street, Gordon Gecko, sabia que la propia dirección de Teldar Paper no poseía más que una pequeña fracción de las acciones de la compañía y no estaban actuando para su mejor interés, sino ganando grandes salarios por simplemente enviarse memorandos unos a otros.

Los directivos que no son propietarios, apuntan Dowd y Hutchinson, están más interesados en ganar altos salarios para sí mismos a costa del éxito a largo plazo de la empresa. Así que las direcciones están tan orientadas al corto plazo como Wall Street y Washington. Las direcciones reducen dividendos, se dedican a la contabilidad creativa, intercambian valores por deuda y reducen los costes de investigación y desarrollo para exprimir los beneficios operativos a corto plazo y sus bonus, denigrando al tiempo la salud financiera a largo plazo de su empresa.

Los autores discrepan correctamente con los libros de texto de finanzas empresariales que afirman que las stock options alinean los intereses de directivos y accionistas, advirtiendo que “las stock options a menudo magnifican los incentivos de los directivos para tomar riesgos que favorezcan las ganancias a corto plazo a costa de la salud de la empresa a largo plazo”.

Las finanzas son sólo una pequeña parte de la economía de EEUU, pero en 2007 habían proliferado hasta ser más de un cuarto del S&P 500, después de ser sólo un 5% del índice en 1980, y esto no incluye a las sociedades financieras de empresas como GE. Como apuntan los autores, las finanzas son el mayor sector de la economía de EEUU, así que los licenciados universitarios creen que el camino a la riqueza reside en el trabajo burocrático, la creación de productos financieros complejos y manejar modelos de gestión del riesgo.

La Teoría Financiera Moderna dice que podemos diversificar nuestra forma de asegurarnos porque toda la información es conocida, así que nadie puede superar al mercado eligiendo inversiones individuales. Esto significaría que necesitan crearse nuevos productos financieros que sean parte de la cesta de un portfolio diversificado. Mientras los quants se generalizaban, el papel a corto plazo que se creó enmascarado como de largo plazo en forma de bonos a tipo de subasta junto con Obligaciones de Deuda Colateralizada (CDO, por sus siglas en inglés), CDO cuadradas y derivados exóticos basados en estos productos, como los Credit Default Swaps (CDS).

Estos productos sirvieron para que Wall Street creciera exponencialmente. Todas las acciones en el S&P en 1957 tenían un valor de mercado de 220.000 millones de dólares. A finales de 2008, ese índice tenía un valor de 9 billones de dólares, de acuerdo con los autores, pero la acción real estaba en los derivados que totalizaron 518 billones ese año “o alrededor de diez veces el Producto Interior Bruto”.

Con el gobierno entusiasmado con la propiedad de viviendas, Wall Street entró en el juego con “matemáticos de las agencias de calificación (…) ‘probando’ que los tipos por defecto estarían bajos”, sin que importara la baja calidad de los firmantes, no realizada al estilo de Jimmy Stewart en Qué bello es vivir, sino con un agresivo vendedor de hipotecas a comisión. Los propietarios de CDS saltaron sobre esta oportunidad de beneficio del nuevo sinsentido financiero y el mercado de CDS creció hasta 62 billones de dólares en su máximo, mientras que todo el mercado de hipotecas de viviendas era sólo de 12 billones. Vendidos como seguro contra el riesgo de crédito, el mercado de CDS se convirtió en especulación.

Dowd y Hutchinson escriben que fue la intervención del gobierno la que creó el entorno para la crisis financiera. Los seguros de depósitos y otras protecciones al consumidor como la regulación de la SEC hicieron que el ciudadano medio creyera que el gobierno se ocuparía de todo sin que importara que pasase. Los autores también creen que la desestigmatización de la quiebra ha hecho que los estadounidenses pidan prestado en exceso, rebajando los niveles de ahorro junto con los estándares éticos.

Los auges y declives, las crisis y los crashes continuarán hasta el infinito y los autores creen que acabará llevando a decadencias en la economía real así como en el sector de los servicios financieros. Como indica la teoría austriaca, las malas inversiones deben liquidarse en el declive y eso incluye a los trabajos del sector financiero, dejando a Nueva York con edificios fantasma en el distrito financiero y torres de lujo vacías. Para la ciudad de Londres, Hutchinson y Dowd ven el futuro aún peor.

Dowd ha escrito mucho sobre banca libre y a él le gustaría arreglar todo esto no con 2.300 páginas de regulación, sino con “un patrón materia prima, banca libre (sin banco central) y alissez-faire financiero, restricciones en el uso de la forma empresarial de la ‘responsabilidad limitada’ y el gobierno más limitado”. Los autores buscan una “nueva era de razón económica”, abandonando “la piedra filosofal del interventor gobierno universal anunciado por ese sublime Paracelso de la alquimia económica: John Maynard Keynes”.

Por desgracia, los keynesianos en la Casa Blanca probablemente no están pidiendo los teléfonos de Dowd y Hutchinson: su programa es estimular, regular y mantener el tipo cero.

No importa que esto no haya funcionado nunca y tampoco lo hará esta vez.

 

 

Douglas French es presidente del Mises Institute y autor de Early Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply. Es doctor en economía de la Universidad de Nevada- Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Mises Academy.

Published Wed, Nov 24 2010 9:10 PM by euribe