El camino de Estados Unidos a la ruina financiera

Por Doug French. (Publicado el 6 de diciembre de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4877.

 

Así que usted piensa que se han acabado los problemas para el sistema bancario. Ahora el Financial Times informa de que a los 35 mayores bancos les faltarán de 100.000 a 150.000 millones de dólares de capital después de que se empiecen a aplicar las regulaciones bancarias globales de Basilea III, “con un 90% de la falta concentrada en los seis mayores bancos, de acuerdo con Barclays Capital”. Para cumplir con los requisitos de liquidez de Basilea, estos bancos también necesitarán conseguir medio billón en efectivo o activos “fáciles de vender”.

Otro golpe por 100.000 millones podría venir cuando Fannie, Freddie y otros inversores hipotecarios empiecen a aplazar por mal papeleo hipotecas (en repos y avales) a los grandes bancos, de acuerdo con Barron’s.

El jefe del banco central irlandés Patrick Honohan dice que los bancos del país están en venta después de que la Isla Esmeralda tuviera que ir con el sombrero en la mano a la UE para que le rescatara: y ahora se considera ilegal estar informado más allá del lanzamiento de dardos y la lectura de gráficos antes de comprar acciones.

Moneda fiduciaria, bancos centrales y reservas fraccionarias llevan a deudas excesivas y a inestabilidad monetaria y financiera que van con ellas. Las burbujas y crisis no terminan nunca (son tan estadounidenses como la tarta de manzana y el béisbol). La cultura de deuda y burbujas no se desató cuando Richard Nixon cerró la ventanilla del oro en 1971 declarando al tiempo “todos somos ahora keynesianos”, aunque eso aceleró el proceso.

No, como apunta el analista bancario Christopher Whalen en su nuevo libro Inflated: How Money and Debt Built the American Dream, el camino de Estados Unidos a la ruina financiera (el mismo camino seguido por Gran Bretaña y los romanos) empezó hace más de varios siglos.

Antes de que Whalen desarrolle su fascinante historia financiera de largo alcance, con todos sus trapicheos de políticos de todos los colores, nada menos que Nouriel Roubini ofrece un prólogo keynesiano. No es habitual que el prologuista no esté de acuerdo con el autor, pero Roubini, cono conocido como Dr. Muerte en algunos ámbitos, después de apuntar que Whales sigue el punto de vista austriaco, afirma que la “destrucción creativa” schumpeteriana abundante en la Gran Depresión llevó a una “destrucción no creativa”.

Roubini escribe que los mercados sí fallan y

sí fracasan en economías de mercado irracionalmente exuberantes: ése es el origen del papel de los bancos centrales y gobiernos en impedir las corridas bancarias autocumplidas y destructivas y los colapsos de actividad económica vía estímulos fiscales keynesianos en respuesta al colapso de la demanda privada.

Así que mientras que Whalen echa la culpa de nuestro precario estado financiero a las herramientas del estado, bancos centrales y políticos, Roubini escribe que las crisis financieras vienen y van porque sí. Lo que no le deja dormir es la desigualdad de ingresos y concluye su prólogo “con un espíritu marxista pensativo” planteando la idea de que auges y declives son creados por “poderosas fuerzas económicas, financieras y, por tanto, políticas”.

Supongo que poner “Prólogo de Nouriel Roubini” en portada ayuda a vender libros, pero los lectores no deberían engañarse: el héroe de Roubini, Keynes, a los ojos de Whalen está en el centro de todo lo malo en asuntos monetarios modernos y lo que se destaca en este libro. Las intervenciones prescritas por Keynes “abrieron la puerta al agrandamiento del estado corporativo”.

Whalen incluye una curiosa cita de Keynes que contradice la leyenda de que el autor de la Teoría general era un genio de la inversión. En el sitio web Investment U, el Dr. Mark Skousen escribe:

Cuando se trata de la mejor estrategia a utilizar durante un traicionero mercado bajista, me dirijo a mi gurú favorito. El economista británico John Maynard Keynes (1883-1946), hizo un montón de dinero durante la Gran Depresión.

Sin embargo Keynes debió haber recibido una paliza como todos los demás en el crash del mercado bursátil de 1929. Dijo que los inversores no deberían “cerras posiciones y huir” cuando cae el mercado.

Yo diría que de cuando en cuando es tarea de un inversor serio aceptar la depreciación de sus activos con ecuanimidad y sin reprochárselo.

Luego Keynes dice algo acerca de que los inversores serán juzgados por sus resultados a largo plazo, lo que es divertido viniendo de un tipo que dijo que a largo plazo todos estaremos muertos.

Whalen empeiza su historia con la banca libre y el dinero privado del periodo colonial. El trueque era el medio de intercambio dominante, junto con las monedas extranjeras y el papel moneda colonial y el crédito que había disponible para los particulares provenía de los prestamistas. Los colonos americanos naturalmente desconfiaban de los banqueros y sospechaban del papel moneda.

Tan pronto como hubo un gobierno, hubo un gobierno pidiendo prestado y pronto hubo impagos del gobierno. “En 1840 muchos estados de Estados Unidos se habían ganado una bien merecida reputación en Europa por no pagar sus préstamos”, escribe Whalen, “aunque el gobierno de EEUU se las arreglaba para atender adecuadamente la deuda federal”. Aquí estamos en 2010, con California, Illinois y Nueva York posiblemente al borde de la quiebra.

Whalen emplea bastante tiempo en el periodo dentro la Guerra de Secesión y la creación de la reserva Federal en 1931, describiéndola como “podría decirse que es el modelo de banca nacional más ‘puro’ que nunca haya existido en Estados Unidos”. A pesar de lo que se escribe habitualmente sobre este periodo, hubo un tremendo crecimiento durante el mismo y, sin un banco central poderoso ni un aparato de gran gobierno implantado para rescatas a los bancos y otras empresas en problemas, los pánicos de 1873, 1884, 1890, 1893 y 1907 pasaron rápidamente.

El autor se basa en la obra de Murray Rothbard acerca de esta era para dar cuerpo a su historia, especialmente a History of Money and Banking in the United States. El punto fuerte del libro de Whalen es que su historia monetaria, como la de Rothbard, trata de la gente, no de las políticas. Mientras que los keynesianos hablan de nociones desconocidas, como la demanda agregada, la historia de Whalen se refiere a las acciones de gente como William Jennings Bryan, que no representaba al pueblo, como dice la sabiduría convencional, sino lideraba una coalición de ideólogos que defendían las religión, la inflación, la prohibición y las escuelas públicas.

El discurso de la “Cruz de oro” de Bryan, pronunciado en la convención de Chicago de 1896 puede haber sido el último momento en que los asuntos monetarios fueron parte de un discurso político serio. Con el actual alboroto por la QE2 y el papel de la Fed cuestionado, es posible que podamos ver un discurso de “No deberían ahogar a Estados Unidos en un mar de papel” en 2012.

Whalen rebusca en las extensas memorias de Herbert Hoover para encontrar un descripción apropiada de las políticas económicas de FDR – fascismo:

Mucho de lo que hizo FDR en estos días oscuros se tomó de los hombres fuertes de Europa: Mussolini en Italia, Hitler en Alemania y Stalin en Rusia.

La administración actual está haciendo todo lo posible por imitar a FDR, sólo que en lugar de usar la palabra que empieza por f, usa el cambio en que podemos creer.

Richard Nixon recibe un trato especialmente duro del autor, que califica al plan económico de Nixon de “Nueva política económica al estilo soviético”. Whalen ve a Nixon en la misma liga del gran gobierno que FDR, explicando que “Nixon disfrutaba haciendo crecer el déficit federal porque creía, igual que [Lyndon] Johnson, que el mayor gasto le protegería políticamente”.

Las interacciones entre Nixon, el presidente de la Fed Arthur Burns y el Vicesecretario del Tesoro Paul Volcker son especialmente interesantes y penosas a la luz del géiser monetario al que acabó llevando el desligue del dólar al oro. Volcker que ha reaparecido como asesor de la administración Obama, dijo en aquel entonces: “Tenemos que llegar a una propuesta que demuestre que el oro no es importante. Tal vez deberíamos vender algo”.

Aunque a Volcker se le alabe como ser el miembro de la Fed que tuvo el coraje para dominar la inflación, Whalen le llama “el padre del demasiado grande como para caer”, lo que en efecto es un legado de rescate a los grandes bancos que acrecientan la confianza estadounidense en la inflación y la deuda. El relato de la era de Nixon de Whalen es un punto especialmente fuerte del libro, como si el autor hubiera recibido un relato de primera mano de las salchichas fabricadas en Washington en la mesa cada tarde.

El 90% de Inflated acaba cuando Volcker deja su puesto en la Fed. Para un relato con pelos y señales de la Fed de Greenspan, los lectores tendrán que buscar en otra parte. Whalen solo habla del legado de Greenspan, que dice que se confirmará en las próximas décadas. El fracaso de Greenspan en ocuparse de los problemas fiscales y monetarios de Estados Unidos pone a EEUU “en una trayectoria hacia el estancamiento económico, la hiperinflación y los correspondientes costes políticos y sociales de esas políticas”.

Whalen da una nota de esperanza al final, escribiendo que los políticos estadounidenses actuarán proactivamente en lugar de esperar a la próxima crisis o la siguiente para forzar un cambio. La esperanza es eterna para el autor que creció en la panza de la bestia, en Washington DC. Sin embargo la evidencia presentada en las primeras 344 páginas de Inflated es demasiado convincente como para confiar en que ocurra.

En su lugar, Whalen nos regala la respuesta con una cita de La desnacionalización del dinero de Hayek en la misma portada del libro:

No creo que sea una exageración decir que es completamente imposible que un banco central sujeto a control político o incluso expuesto a seria presión política regule la cantidad de dinero de una forma que lleve a un orden de mercado que funcione sin convulsiones.

Democracia y banco central equivalen a caos monetario. El fin del dólar no será bonito.

 

 

Douglas French es presidente del Mises Institute y autor de Early Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply. Es doctor en economía de la Universidad de Nevada- Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Mises Academy.

Published Tue, Dec 7 2010 5:06 PM by euribe