Lo que dijo ella

Por C.J. Maloney. (Publicado el 17 de octubre de 2006)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2348.

 

“Cualquier explicación acerca del fondo de garantía de la Seguridad Social tendría que incluir el incómodo hecho de que no hay un fondo de garantía de la Seguridad Social”. – Caroline Baum.[1]

La columnista de Bloomberg Caroline Baum ha estado escribiendo sobre mercados financieros durante más de veinte años. Mi descubrimiento de su columna hizo que la vida de un profesional de Wall Street de tendencia “austriaca” tuviera un poco más de luz, esperando que tal vez todo no estuviera perdido.[2] Los escritos de asuntos económicos de Baum me hacen reír cuando ella lo pretende. Cuando el pasado año Bloomberg Press nos regaló una colección de sus artículos, titulada Just What I Said, me fui a E-bay.[3]

Pueden ustedes preguntarse: ¿por qué leería Mises.org criticar un libro escrito por alguien que nunca se ha identificado con la Escuela Austriaca y es, de hecho, una fuerte creyente en la deseabilidad de la banca central? Les debo una explicación, que tiene varias partes y espero que les haga leerla.

Primero, aunque estén de acuerdo con todas las opiniones de Baum, seguirán beneficiándose de ello. El primer paso para refutar los argumentos de un oponente intelectual es leer sus obras. Leer un libro nunca es dañino.[4]

Segundo, te convence de las sinceras  buenas intenciones de incluso aquéllos con quienes no estás de acuerdo. Dos personas completamente honradas pueden ver la misma serie de hechos y llegar a conclusiones completamente opuestas.[5] Demasiado a menudo los seres humanos llegan a la creencia de que nuestros oponentes intelectuales no sólo están equivocados sino que por si fuera poco son unos pillos.

Tercero, si alguna vez voy a casa de alguien y no veo en su librería más que a Rothbard, Mises y Hayek, estaría bastante seguro de que ese hombre, aunque con las mismas opiniones que yo, es como el triste personaje encarnado los el Maestro Simon de Washington Irving, que “como todos los hombres, no conocía más que unos pocos libros, los trataba con una especie de idolatría y los citaba en todas las ocasiones”.

Los más importante y la razón principal para esta introducción es que Bum realmente ha estudiado escritos económicos: “Leí y estudié por mí misma e incluso volví a la escuela para tomar algunos cursos de economía” (xvi). La prueba de esto está en sus escritos. Cuando afirma tener una copia de La economía en una lección de Henry Hazlitt, le creo, e incluso me apuesto a que el lomo del ejemplar de Baum está arrugado.

Mi trabajo me obliga a leer mucho acerca de mercados financieros. Una buena parte del día la empleo leyendo informes de investigación y artículos en la prensa generalista respecto de asuntos financieros. Muchos de los primeros, aunque a veces erróneos en sus argumentos, muestran por parte del escritor un profundo conocimiento de la economía; muchos de los segundos parecen escritos por alguien que cree que “utilidad marginal” en una banda de rock.

Lo que me llevó a encontrar a los austriacos era mi confusión sobre artículos inanes (para mí) en la prensa financiera que no tenían sentido, incluso para alguien tan poco formado en economía como yo. Algunos de los articulistas de “negocios” eran tan malos que era desesperante. Llegué al punto de que si hubiera leído un artículo más dando gracias a nuestro Señor por bendecirnos con el Huracán X, que sin duda sería un “potenciador de crecimiento” en el futuro, hubiera salido a matar a gente en el estado. Luego leí a Caroline Baum: “si son tan buenas noticias, ¿por qué sentarnos a esperar a los desastres naturales? ¿Por qué no bombardeamos nuestras propias ciudades?” (42).

En un mundo de vertederos de basura inane, es una brisa fresca de sentido común.

El sentido común no es común

“Usted expresa elocuente y concisamente exactamente el tipo de sentido común basado en los hechos que está ausente en prácticamente todo el resto de los medios de comunicación”. – Ejemplo de una carta de un lector a Caroline Baum.

Con 286 páginas, Just What I Said es una muestra de su trabajo pasado elegido por la propia autora, exclusivamente de su etapa en Bloomberg News. Las selecciones, entre las cuales hay muchas parciales, se dividen en diecinueve “temas” que tratan de agruparse como ensayos sobre un asunto. Sus títulos dan pistas sobre las competencias esenciales de Baum[6] (“Sigue siendo un sinsentido después de todos estos años” y “La economía ‘política’”) y su estilo de escritura (“Cosas del petróleo para gente del petróleo”). Su proceso de pensamiento me recuerda a veces a Bastiat, Milton Friedman y otros y Henry Hazlitt hace alguna aparición ocasional. Respecto del estilo de escritura al que más se aproxima, cuando está mejor, es a Bastiat. Es una sabelotodo con formación.

No se verán abrumados por montones de letras griegas, ecuaciones diferenciales estocásticas, algoritmos adaptativos y cosas así. Mirando más allá de los velos matemáticos con los que nuestros economistas gustan de vestir a sus emperadores, Baum me ganó en la página cuarenta, cuando supera todos los malabarismos con “mucha de la economía es sentido común”. Afortunadamente para ella, la perspectiva del uso del sentido común no es común y ella lo advierte, escribiendo “algunos errores básicos de concepto no mueren nunca; solo remiten para reaparecer posteriormente” (39). A veces puede ser una completa sabelotodo y una progresista radical en un sola pieza, como cuando se burla de los demócratas que “se enfurecen ante la perspectiva de devolver al contribuyente lo que lo que le pertenece por derecho” (224).[7]

Para una mujer que obtuvo su licenciatura en ciencias políticas y su posgrado en cine,[8] tiene una mejor visión de la economía de la que he visto en muchas de las principales luminarias del mundo financiero. Acredita la frase de Mises de que “muchos de los que son autodidactas superan con mucho a los doctores, maestros y licenciados de las universidades más renombradas”.[9]

Por ejemplo, entiende completamente la causa de la inflación de precios, una pepita de oro de conocimiento duramente obtenida que es muy rara. En el libro repetida y correctamente apunta a la Reserva Federal como la raíz del problema y escribe “los salarios no causan inflación ni los altos precios del petróleo. El banco central causa inflación” (49). No hay posibilidad de ver un artículo de Baum advirtiendo del efecto inflacionista del petróleo.

Como cualquier buena periodista, su cerebro está ajustado para entender la palabrería que pasa por verdad, justicia y buena economía. Aunque no estoy de acuerdo con todas sus opiniones, pues cada vez que leo lo que creo que es un agujero en su conocimiento económico (por ejemplo, cuando escribe que “los precios de los activos importan (…) crean riqueza” (36)[10]), rebota de forma coherente, al volverme a ganar con “las empresas que maximizan beneficios no pagarán a un trabajador más que el producto de su beneficio marginal, lo que es otra forma de decir que no le pagarán más que su contribución al negocio” (48). No hay posibilidad de ver un artículo de Baum reclamando que Wal-Mart pague un “salario digno”.

Principios de economía

“Olviden todos los modelos econométricos por un momento y céntrense en la lógica”. – Caroline Baum.

Baum, articulista de profesión, fue capaz de juntar un libro de sus escritos económicos porque su conocimiento de la ciencia es suficientemente fuerte como para soportar una revisión. Esta mujer es leída amplia e inteligentemente. No da cuerpo a sus columnas simplemente entrevistando a profesores universitarios, también referencia los libros que ha leído. Entre los que cita están FDR's Folly de Jim Powell y La economía en una lección de Henry Hazlitt.

También referencia a Henry Hazlitt, Knut Wicksell, Joseph Schumpeter y Frederic Bastiat. Cita repetidamente al Instituto Cato, al Instituto Hoover y al American Enterprise Institute. Esto no me sorprendió: en el prólogo del libro escribe sobre su “creencia fundamental en los mercados libres”, así que naturalmente se acercará a instituciones y economistas que la compartan.

El mejor “tema” del libro (porque es la génesis de todos los demás) tiene por título “Primeros principios”. Desde la primera página del tema, entiende que la base de la ciencia económica e sindicar “un primer principio es uno que no puede deducirse de ningún otro. Es una verdad irrefutable, una proposición que no necesita probarse” (83). El razonamiento a priori no le parece absurdo.

Una de las razones del toque cálido de su escritura es que escribe acerca de seres humanos, ve la economía como es, citando aprobadoramente a un escritor en que “el comportamiento inversor es solo un subcomponente del comportamiento humano” (257). Piensa en todos, no solo en quien aparentemente se beneficia directamente. “Es importante considerar los efectos que no se ven de una política o acción económica” (97).

Just What I Said contiene líneas que se encajarían sin problemas en un texto austriaco, no siempre, pero lo suficientemente a menudo como para hacerme sentarme  y tomar nota. Un ejemplo cualquiera es la reprimenda de Baum a quienes creen que el modelo NAIRU que afrontan su continuo fracaso: “los NAIRU-istas mueven los palos de la portería en lugar de revisar su teología”,[11] está al nivel de Murray Rothbard: “el hecho embarazoso de que las previsiones de los supuestos videntes económicos siempre han tenido unos resultados desastrosos (…) lo afronta la economía ortodoxa con la determinación de afinar el modelo de nuevo y volver a intentarlo”.

A causa de los principios subyacentes, la base sobre la que todo hombre construye, Baum tiene una comprensión más profunda de la economía que muchos periodistas que yo haya leído y en mi trabajo he leído a un montón de ellos. Fue un placer leer su explicación paso a paso de por qué una mayor productividad es un bien para toda la humanidad (60): da exactamente en la diana.

“Con un aumento en la comprensión”, escribe, “se produce una creencia esencial en los mercados libres, que infunde todos mis escritos” (xvi). Esta mujer puede que no sea una defensora de la escuela austriaca, (sin duda tampoco es keynesiana, titulando una de sus obras con un burlón “Generalmente incorrecta”) pero está demasiado bien educada (autoeducada, nada menos) y es demasiado progresista como para no verla con una camiseta del Ché, si entienden lo que quiero decir.

El banquero central está desnudo…

“¿Qué pasaría si pudiéramos desnudar al presidente de la Fed y revelar un ser humano normal bajo la fachada de aspecto de esfinge? ¿Qué psaría si el emperador estuviera desnudo?” – Caroline Baum.

Su foco principal es escribir acerca del panorama económico estadounidense, y lo hace con un ojo tan agudo y un ingenio tan despiadado que a veces me pregunto si Florence King ha empezado a escribir sobre economía. Es divertida de leer y cuando le hierve la sangre es una pugilista intelectual con lo mejor de éstos, un rasgo que admiramos los austriacos.[12]

Su cortante rechazo de los poderosos y su palabrería es carcajeantemente divertida. De Hillary Clinton (“que quiere redistribuir las rentas de todos, excepto la suya”), su marido Bill (quien “gobierna basándose en las encuestas”) a Robert Rubin (cuya “comprensión de la economía parece pequeña”) y el senador Tom Daschle (“el tipo es un idiota”) les costará encontrar una buena palabra acerca de cualquier figura pública en los escritos de Baum. Se da cuenta de que la prensa, para realizar su función, tiene que tener una antipatía natural hacia los que están en el poder. Pero sobre todo, su falta de respeto por Alan Greenspan, al que persigue con un claro deleite, parece casi personal. Greenspan es para Baum lo que Keynes era para Mises.[13]

Cuando se mete con Sir Alan (incluso dedicándole todo un “tema”) es cuando el libros e hace más divertido, garantizando que Baum nunca conseguirá un empleo en la Fed mientras Alan Greenspan esté vivo. Es implacable con el hombre. Cuando Greenspan trata de eludir la responsabilidad por la burbuja del NASDAQ con un tibio “las  burbujas tienden a alimentarse de sí mismas”, Baum respondía con un rápido “¿y dónde obtienen el material para alimentarse, si puede saberse? Claro, del amigable banco central” (30).

Su mejor momento en el libro se produce cuando (literalmente) atrapa a Greenspan mintiendo. En un artículo de agosto de 2002, apunta que en las notas a pie de página de un discurso que dio para iniciar una fiesta en Jackson Hole, él dice: “Los cambios marginales no son una herramienta eficaz para reducir la volatilidad del mercado bursátil”. Baum piensa que “tiene gracia” porque en la transcripción de la reunión de septiembre de 1996 de la Fed Greenspan decía a otro gobernador de la Fed que “aumentando los requisitos marginales (…) si queremos librarnos de una burbuja lo conseguiremos así” (32). Por suerte para la impoluta reputación de Greenspan, nadie levantó un escándalo cuando  Baum, en un golpe periodístico den 2002, probó que Sir Alan o bien era un mentiroso o estaba senil.

… Pero el banco central viste de Prada

“Un tipo de interés no es más que el precio del crédito”. – Caroline Baum.

Sabían que venía esta parte.

De las pocas áreas en las que estoy en desacuerdo con Baum, su postura sobre el dinero y el crédito es con mucho la más importante. Admiro a esta mujer y respeto sus opiniones, pero en esta materia debemos estar de acuerdo en estar en desacuerdo.

No es la cansina y desacreditada afirmación de que un banco central necesita “estimular la demanda agregada” que le lleva a apoyar su existencia: ya dijo en una sección anterior del libro titulada “El sinsentido acumulado” que “en todo ciclo económico (algunas cosas no cambian nunca), oímos cosas acerca de la demanda acumulada” (59). Conscientemente o no, emula la afirmación austriaca de que los precios, libres para ajustarse, liquidan el mercado. No hace falta un banco central para rebajar artificialmente los tipos de interés (es decir, crear dinero y crédito de la nada) para “estimular la demanda”, en su lugar escribe que para curar un depresión: “Si la economía el libre de ajustarse (…) el proceso será breve” (95), lo que es una fotocopia de Murray Rothbard: “Si el gobierno desea que una depresión termine lo más rápidamente posible (…) no interferir en el proceso de ajuste del mercado”.[14]

¿Entonces por qué cree que necesitamos un banco central, si no es para estimular la demanda?

Afirma en la página 260 que “los banqueros centrales (…) hacen una cosa, que es gestionar la demanda agregada”, lo que, en el contexto de otros artículos, para mí implica su creencia en que el banco gestiona la demanda agregada para gestionar la inflación de precios. En un artículo de agosto de 2002, Baum afirma que el mercado de bonos no respondería a una mayor inflación de precios, haciendo así que quedara fuera de control, y cita desaprobadoramente a Robert Rubin por decir que los mercados responderían. Lo que dijo Rubin fue: “si la Fed no hiciera absolutamente nada durante los próximos dos años y si, de hecho, las fuerzas inflacionistas empiezan a reafirmarse, entonces los mercados de bonos reflejarían eso y tendríamos el mismo efecto constrictor que tenemos si se mueve la Fed” (9).

Baum discrepa y se declara a favor de que el banco central “gestione” la supuesta tendencia de los mercados a inflar los precios en general. En un artículo de 1999 utilizaba los tipos históricos de inflación de Brasil (que tienden a desmandarse un poco de vez en cuando) para dar un ejemplo de la incapacidad de un mercado libre de controlar la inflación. Cita a un economista que se pregunta por qué “nunca parecen entenderlo bien”, queriendo decir que los ocasionales brotes hiperinflacionistas de Brasil son un fallo del mercado al necesitar la mano guiadora de un banco central (3). Pero en Brasil, desde que se creó la SUMOC en 1945, los tipos de interés los han fijado un pequeño círculo de doctores matemáticos, no el libre mercado.

Echar al libre mercado la culpa por la inflación de Brasil es como echar la culpa a un hombre un hombre al que estamos esposados por no poder ganar una carrera a Jesse Owens.[15] Híper o no, la inflación no es una condena del libre mercado; es una condena del fetiche de la “planificación” de la humanidad dirigido por el ego.

Baum apunta que “al ajustar las oferta de reservas relativa a la demanda del sistema bancario, la Fed puede en buena medida poner el tipo de los fondos donde quiere” (4, las cursivas son mías) y cómo durante 2003 Greenspan mantuvo el tipo de los Fondos de la Fed bajo sugiriendo que permanecerían así por un tiempo “disuadiendo a los traders de impulsar los tipos a largo” (191, las cursivas son mías). Separa los tipos a corto plazo (establecidos por la Fed) en un mundo completamente distinto, independiente de los tipos de “mercado” en el largo plazo. Me hace preguntarme  cómo podemos restringir las inyecciones monetarias a un área concreta del mundo financiero.

Toda la curva del rendimiento financiero se ve afectada por la planificación centralizada de los tipos de interés del banco central. Los tipos hipotecarios a treinta años están alrededor del 6% por las inyecciones monetarias “a corto”. La Fed no aumentó la oferta de dinero pretendiendo causar una burbuja inmobiliaria, pero esos dólares se trasladaron de todas formas a los treinta años. Murray Rothbard escribió una vez: “Todo crédito está interrelacionado en el mercado”[16] y tiene razón. Los mercados, libres de la intromisión política, no establecen los mercados (ni a corto ni a largo) en Brasil o en cualquier país con un banco central.

Baum, que es cribe que un “tipo de interés es el precio de un crédito”, quiere que el banco central destruya la flexibilidad de su precio (al menos, en su opinión, sólo para el crédito a corto plazo) para asegurarse de que ya no pueda ajustarse a las fuerzas del mercado, para poner el tipo de los fondos donde quiere. Es lo contrario que cuando escribe “la única regla incuestionable es que la oferta y la demanda funcionan” (251) y que las economía dirigidas no puede conseguir generar los bienes “porque no tienen las señales de los precios para guiarlas” (xvi), excepto, aparentemente en lo que se refiere a la provisión del dinero y el crédito.

Mi desacuerdo con Baum respecto de la banca central es en el fondo un desacuerdo acerca de qué es exactamente el dinero y el crédito. Nunca expone explícitamente sus pensamientos sobre la materia y, al no definir sus términos, salta sobre sus propias palabras acerca de los “poderes mágicos [del banco central] para crear reservas de la nada” (159), cómo “crea dinero de la nada” (184) y ·crea reservas de la nada y las destruye de la misma manera” (xv) sin más que un mirada atrás, su habitual curiosidad periodística imperturbable.

¿Qué puede crearse de la nada que cree mágicamente riqueza?

Conclusión

“¿Se ha preguntado alguna vez cuál es la raíz de todo dinero?” – Ayn Rand.

Baum escribe en el prólogo del libro que su trabajo “es hacer comprensibles y divertidos los asuntos enredados” (xv). Lo hace casi sin fallos. Esto, combinado con su conocimiento de la ciencia económica y su abundante sentido común, hace que Just What I Said valga cada céntimo de su precio y más. Tiene la señal segura de un producto superior: merece la revisión repetida.

Sería bueno para sus lectores que les diera algo más y sugiero que amplíe el mejor “tema” del libro (“Principios iniciales”) en un libro de la longitud de los Principios de economía. Y en algún lugar cubrir ese único agujero, responder a la única pregunta que su por otra parte excelente libro me deja haciendo:

¿Qué son exactamente el dinero y el crédito?

“En esta cuestión es absolutamente necesario olvidar dinero, monedas, billetes de banco y los demás medios por los que los productos pasan de mano en mano, con el fin de ver solo los propios productos que constituyen la sustancia real de un préstamo”. – Frédéric Bastiat (1801-1850).

 

 

C.J. Maloney vive y trabaja en Nueva York. Tiene un blog sobre Libertad y Poder en la web History News Network. Su primer libro (Like Moving Into Heaven: Arthurdale, West Virginia and the New Deal) se publicará en febrero de 2011 por John Wiley & Sons.


[1] Todas las citas de páginas en este artículo se toman de Just What I Said, Caroline Baum, 2005, Bloomberg Press, Nueva York.

[2] Para todas las Slly Sunshines del mundo, toda esperanza está perdida.

[3] Bastiat dice de mí: “Los hombres tienen una inclinación natural (…) a buscar una ganga”. Mi mujer dice que soy un tacaño.

[4] Bueno, tal vez el mundo hubiera sido mejor (o al menos estaría más poblado) si Stalin nunca hubiera leído el Manifiesto Comunista.

[5] Por ejemplo, el gigante austriaco Benjamin Anderson creía que “La planificación económica gubernamental en la Primera Guerra Mundial fue altamente inteligente y muy honrada”. Bueno, si usted lo dice…

[6] Se que decir “competencias esenciales” me hace sonar como un pedante, pero quiero demostrarles que he obtenido un posgrado en una universidad muy prestigiosa. Ahora siga leyendo, seguro de saber que un “experto” esta llevando derecho el barco.

[7] ¡Lo que le pertenece por derecho! Nunca le ofrecerán un trabajo en el New York Times.

[8] Tal vez ella pueda explicar el éxito inexplicable de la carrera de Keanu Reeves.

[9] Ludwig Von Mises, Theory and History [Teoría e historia], p.263.

[10] Los aumentos de los precios de los activos no crean riqueza, cambian los precios de los bienes ya existentes.

[11] NAIRU, para quienes tienen una vida social, es el acrónimo en inglés de “non-accelerating rate of unemployment” [“tasa de desempleo sin aceleración”]. Es un intento de medir matemáticamente qué nivel de desempleo se consideraría apropiado, porque se descubrió tras 1913 que demasiada gente empleada causa inflación.

[12] No están tan a la defensiva… Repitan conmigo: Richard Cantillon. ¿Qué otra escuela de pensamiento económico tiene un acusado de asesinato como una de sus principales luminarias?

[13] Realmente podría ser un mal servicio a cliente lo que la irrita de verdad. Si Baum no lo consigue en el cielo, tiene por delante una eternidad para esperar.

[15] Y el Führer se fue de la escena como una adolescente malcriada con una rabieta. ¡Ah! ¡Qué glorioso era el Tercer Reich!

[16] Murray Rothbard, The Great Depression, (Nueva York: Richardson & Snyder, 1983), p.73.

Published Tue, Dec 14 2010 8:46 PM by euribe