El caos de la nieve en el aeropuerto de Heathrow

Por Rod Rojas. (Publicado el 29 de diciembre de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4948.

 

Ha sido interesante y triste ver la semana pasada que cientos de miles de pasajeros se han visto varados en todo el mundo debido a las fuertes nevadas, principalmente en el aeropuerto de Heathrow en Londres.

A causa de su importancia como centro de conexión internacional, los problemas de Heathrow se han convertido en una catástrofe en el tráfico aéreo en todo el mundo.

La infeliz masa estaba en general compuesta por gente en camino hacia climas más cálidos, no preparada para permanecer en una localidad fría durante días. Algunos han visto como se les acababan sus medicinas y por supuesto, muchos planes de vacaciones se han hecho añicos.

BAA Ltd. es la empresa internacional a cargo de gestionar seis de los principales aeropuertos del reino Unido. También gestiona las operaciones en Nápoles, Italia. El Mirror News escribió que “El lío en Heathrow es un símbolo de una cultura corporativa global en la que la búsqueda de grandes beneficios elimina todo lo demás”. Es interesante que la avaricia del consumidor o la del gobierno no se mencionan nunca, a pesar de la incansable búsqueda de ofertas por parte de los pasajeros y los grandes impuestos y regulaciones por parte de los gobiernos.

Por supuesto, el estado ya ha atacado en el pasado el monopolio de BAA, forzando a la compañía a vender partes de su negocio a empresas de la competencia. Más recientemente, ha habido amenazas de la UE de regular aún más los aeropuertos en relación con acontecimientos severos relacionados con el tiempo.

Lo que escapa a este análisis es la comprensión de que los únicos monopolios realmente posibles son los generados por el estado y que habitualmente están patrocinados deliberadamente por éste. La industria de los aeropuertos es uno de los sectores más regulados y intervenidos en todo el mundo y no es raro que los gobiernos sean directamente los propietarios de los aeropuertos, alquilando o cediendo las instalaciones a operadores favorecidos. Es una forma descarada de corrupción bajo el disfraz de protección al consumidor y defensa de la seguridad en los viajes.

Los obstáculos estatales asociados a la construcción de aeropuertos, precios de tasas y uso de pistas son casi insuperables.

Los obstáculos políticos y regulatorios a la construcción de aeropuertos son una mina de oro para contribuciones a campañas y una fuente de votos de las NIMBY a los ecologistas. Estos obstáculos impiden completamente al mercado ofrecer suficiente servicio y dejan a los consumidores sin alternativas. Las barreras de entrada afectan tanto a proyectos nuevos grandes como a pequeños, para beneficio de los afectados, que ven el tráfico aéreo prácticamente canalizado hacia sus instalaciones. Pero los beneficios se mezclan.

Una megalópolis como Londres se beneficiaría mucho de una panoplia aún mayor de distintas opciones para cada bolsillo y gusto y de la muy necesaria competencia que eliminaría a los equipos de gestión incompetentes.

Un fracaso en resolver rápidamente una situación de emergencia como la reciente gran nevada mancharía instantáneamente la reputación del aeropuerto con una pérdida de negocio.

A pesar de los evidentes efectos perjudiciales de las mencionadas restricciones a la competencia, no son raras las llamadas a una moratoria en la expansión de los aeropuertos. Y la escasez de construcción de grandes aeropuertos en los países desarrollados de Occidente se considera comúnmente como algo bueno.

Otros obstáculos regulatorios se refieren al precio del uso de las instalaciones existentes. Los gobiernos habitualmente restringen las tasas que los aeropuertos cobran a las compañías aéreas a cantidades que consideran “justas y razonables”. Pero la opinión pública debe saber que el nivel de precios dictado por el mercado desempeña un papel esencial en el racionamiento del bien o servicio.

Por ejemplo, cuando el agua potable se convierte en extremadamente escasa a causa de un desastre natural, el precio del agua embotellada en la tienda aumenta a niveles inconcebibles. El gobierno, los medios de comunicación y la población ven esto como hinchar el precio, pero en realidad el alto precio hace imposible que el primer comprador que pase por ahí compre y atesore toda el agua: el precio raciona la cantidad de agua disponible. Estos altos precios también animan a todos los dueños de tiendas a traer más suministros precisamente donde se necesita el agua. El nuevo suministro de agua acaba restaurando el equilibrio y los precios pueden volver a bajar. Al contrario que el mecanismo natural del mercado, un precio bajo controlado significa que ningún emprendedor tenga ningún incentivo para ayudar a remediar la emergencia, dejándonos en manos de gente como la FEMA.

De la misma manera, si se permitieran precios más altos para el uso de terminales o pistas, eso impediría que las aerolíneas estacionaran demasiado tiempo en la terminal, por ejemplo, o que usaran el aeropuerto para aviones de menor capacidad; los precios por tanto racionan los servicios disponibles y los dedican a su uso más eficiente. De forma simultánea, estos precios más altos en los centros más ocupados desviarían a los negocios menos rentables a aeropuertos más baratos, los que tienen menos tráfico. Al final, si persistiera la escasez y el gobierno no estuviera en el camino, se construirían infraestructuras aeroportuarias adicionales.

Finalmente, los aumentos en el uso de las pistas son interpretados instantáneamente por la prensa y el público en general como una evidencia de la avaricia empresarial. Así que, a pesar de las marcas estelares de seguridad de las que disfruta toda la industria del transporte aéreo, los gobiernos han acumulado aún más obstáculos, limitando el acceso a los aeropuertos a cierto número de despegues y aterrizajes por hora, haciendo así imposible un aumento en la oferta, la otra herramienta que podría haber aliviado la fuerte demanda.

Con limitaciones como éstas, la única válvula de escape razonable para un gestor que quiera permanecer en el negocio es disminuir la calidad de los servicios, así que no debería sorprender a nadie una disposición menor ante acontecimientos severos del tiempo.

Contrariamente a la creencia popular de que la desregulación genera abusos extendidos por parte de la industria, la desregulación parcial de 1978 de la industria aérea en Estados Unidos reafirmó victoriosamente la supremacía del consumidor aumentando la competencia, reduciendo brutalmente las tarifas y haciendo muy difícil la supervivencia a las aerolíneas ineficientes.

La desregulación de la industria de los aeropuertos no sería diferente.

 

 

Rod Rojas tiene el título del Canadian Securities Course y trabaja como consejero financiero en asuntos personales, corporativos y de política pública. Es un orgulloso miembro del Partido Libertario de Ontario.

 

Published Wed, Dec 29 2010 6:19 PM by euribe