Los planificadores monetarios como maestros de la negación

Por Murray N. Rothbard. (Publicado el 4 de enero de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4494.

[The International Monetary System • Robert Solomon • Harper and Row, 1977 • 381 páginas; yThe Origins of International Economic Disorder • Fred Block • University of California Press, 1977 • 282 páginas]

 

Al final de la Segunda Guerra Mundial, unos todopoderosos Estados Unidos consiguieron imponer en el mundo occidental su principal objetivo bélico: el sistema monetario internacional de Bretton Woods, estableciendo tipos de cambio fijos y el dólar como base de las divisas mundiales. Se pensó que el sistema estaba grabado a fuego, pero aún así a finales de la década de 1960, Bretton Woods estaba en ruinas.

Pero esto solo era una parte de la historia monetaria de este siglo. Desde la Primera Guerra Mundial, las principales naciones tropezaban y se trastabillaban en su visión de los asuntos monetarios internacionales. El mundo había entrado y salido de tipos de cambio fijos, varios grados de tipos de cambio flotantes, colaboración internacional, guerras monetarias y económicas para “arruinar al vecino”, varias formas de confianza parcial en el oro y diferentes tipos de patrones libra, dólar y “papel oro”.

Durante este mismo periodo, el mundo ha sufrido una miríada de crisis monetarias; corridas sobre el oro, la libra y el dólar y acuerdos mal diseñados que son supuestamente eternos pero se derrumban en unos pocos meses. (El Acuerdo del Smithsonian de diciembre de 1971, que el Presidente Nixon proclamó como “el mayor acuerdo monetario de todos los tiempos”, se derrumbó en un año y medio).

Uno pensaría que estando en el interior de muchas décadas de correr un paso por delante del caos monetario generaría un espíritu sobrio, incluso cínico, que podría llevar a quien esté dentro a pedir un refugio antiaéreo metafórico bien dispuesto y  listo para usar. Pero no es el caso de Robert Solomon, doctor de Harvard, durante muchos años miembro importante del Consejo de la Reserva Federal como economista jefe de internacional y ahora disfrutando de descanso y diversión en la Institución Brookings.

Por el contrario, la visión desde lo alto del Dr. Solomon es casi increíblemente benigna. Aquí no solo no hay ninguna sensación de que se haya producido nunca ninguna crisis real, sino que el libro de Solomon es un excelente ejemplo de lo que se ha llamado “la teoría whig de la historia”, resumida como la tesos de que “ocurriera lo que ocurriera, estaba bien”. Y así, independientemente de qué fracaso de plan fuera adoptado por Estados Unidos o el mundo occidental, incluso aunque durara unos pocos meses, era correcto para ese momento. Considerando el sombrío historial del dinero internacional en este periodo, “teoría whig de la historia” es una etiqueta amable; “Pollyanna en el jardín de infancia” podría ser más apropiada.

La ingenua postura de Solomon se ve facilitada por el hecho de que, a pesar de ser un técnico monetario capaz, no da ninguna señal de comprensión económica de las causas de las situaciones económicas en las que nos vemos envueltos.

Bastará con un ejemplo: Después de la Segunda Guerra Mundial, los países de Europa y Asia descubrieron que no podían encontrar dólares para comprar en los mercados de moneda extranjera. Por tanto, a los economistas del establishment se les ocurrió la idea de una misteriosa “escasez de dólares”, una escasez de alguna forma incluida en la estructura de las economías mundiales y destinada a ser casi permanente.

Pocos años después de que se descubriera y proclamara solemnemente la teoría de la escasez de dólares, ¡quién lo iba a decir!, el mundo empezó a experimentar un empacho de dólares; en mundo estaba cada vez más inundado de dólares. En realidad, el punto de inflexión puede señalarse: 1950. Algunos de nuestros economistas más perspicaces desde entonces han ridiculizado a los profetas de la escasez permanente de dólares.

No pasa eso con Solomon, la quintaesencia del hombre del establishment. No, para Solomon una visión así no es agradable; en su lugar, sin mostrar ninguna idea acerca de las causas o bien de la aparición de la escasez o bien de su opuesto, Solomon mantiene que los teóricos de la escasez del dólar tenían razón en la década de 1940 y solo se equivocaron después de que desapareciera la escasez. Para Solomon, las causas de esos cambios residían vagamente en la producción y la reconstrucción de la posguerra (fenómenos importantes, sin duda, pero irrelevantes para que el dólar escasee o abunde).

El pons asinorum de la economía es darse cuenta de que conceptos agregados como “producción”, “gasto”, “desempleo” o “escasez” no tienen sentido salvo en referencia a la pregunta ¿A qué precio?

El dólar era “escaso” antes de 1950 porque los países extranjeros fijaron sus tipos de cambio demasiado altos y los del dólar demasiado bajos. Hacer al dólar artificialmente barato significaba que no podría encontrarse en los mercados de divisas. Tan pronto como los principales países europeos devaluaron sus divisas en 1949 y las hicieron realistamente más baratas en relación con el dólar, la llamada “escasez” estructural y permanente desapareció, como por arte de magia. Nada de esta lección económica elemental ha penetrado en la esfera de conocimiento del Dr. Solomon.

Pero políticamente no hay mucha diferencia después de todo, pues las conclusiones para el establishment serían las mismas si el dólar de veía aquejado de escasez o abundancia. La inferencia realizada por la “escasez”  fue que los países extranjeros posiblemente no podrían adquirir sus propios dólares, así que Estados Unidos tenía que suministrarlos con incontables miles de millones de dólares en ayuda exterior.

Más tarde, cuando tuvieron muchos dólares, la conclusión fue que Estados Unidos tenía que inyectar más dólares al exterior con el fin de “fomentar su liquidez” (léase “promover inflación”). Luego cualquier que sea el caso, la economía y política del establishment decreta que el gobierno de EEUU debería inyectar más dólares en la economía y que algunos de ellos deberían ir al extranjero para alimentar allí un auge. En resumen, la receta es una continua inflación mundial.

Aunque el título del libro de Solomon especifica a 1945 como el punto de partida de su explicación, el grueso de éste se dedica al periodo posterior a 1960. Hay que reconocer que es una presentación animada, llena de hechos y aunque el libro es desalentador para la interpretación o el análisis económico, es un útil compendio de los que pasó.

Sin embargo no busquemos material de información interna real o cualquier tipo de buena crítica de planes, sugestiones o personal. Ese tipo de material sólo puede esperarse de los ex, preferiblemente de los amargados. El material interno personal de Solomon se limita al tipo “qué acertado fue publicar ese informe”.

Las opiniones politicoeconómicas del autor son, como cabe esperar, echt establishment. Considerando a cada acontecimiento y propuesta desde 1945 como un camino hacia la luz, a Solomon sencillamente le encanta el actual revoltijo de un orden monetario internacional: una flotación “gestionada” (otros la llamarían “sucia”) cooperativamente de los tipos de cambio, con ese molesto producto, el oro, supuestamente desfasado, y con Derechos Especiales de Giro (DEG), un heraldo de un futuro banco de reserva mundial que emita un nuevo papel moneda mundial.

Si el establishment de EEUU hubiera sido capaz de empujar a Alemania Occidental, Suiza, Francia y otros países de moneda fuerte hacia él, tendríamos ese tipo de banco de reserva mundial lo que nos permitiría tener una continúa inflación mundial “controlada” sin ningún conflicto económico internacional.

Sin embargo hay suficientes hechos en el libro de Solomon para poder atisbar explicaciones y puntos de vista alternativos. Así, el “desfase” del oro ha venido siendo proclamado durante muchos años por las autoridades de EEUU (las principales opositoras al oro), pero el oro está volviendo más fuerte que nunca: vemos su reciente aumento de precio a más de 160$ la onza (después de que sus enemigos, por enésima vez, mantuvieran que nunca subiría por encima de 130$) y vemos el hecho de que después de enero de 1978 los bancos centrales, por primera vez en décadas, serán capaces de comprar oro en el mercado sin restricciones.

Asimismo, podemos reunir en la obra de Solomon algunas piezas que al menos perfilen una de las luchas politicoeconómicas internacionales más interesantes del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial: el intento de Charles de Gaulle de combatir el imperialismo del dólar de EEUU presionándolo y volviendo al oro. El intento de De Gaulle fue derrotado pronto por los efectos inflacionistas de las concesiones económicas a la “revolución” francesa de 1968. Pero el oro, como materia prima desenterrada y por tanto no completamente sujeta a control político y creación ilimitada (como la moneda en papel), es y será la principal arma con la que los países antiinflacionistas de Europa Occidental pueden tratar de contrarrestar la continua ofensiva inflacionista del capitalismo de estado estadounidense.

El principal funcionario estadounidense en asuntos monetarios internacionales es el vicesecretario de tesoro para asuntos monetarios. Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, los principales ocupantes de este cargo fueron Paul Volcker (ahora poderoso jefe del Banco de la Reserva Federal de Nueva York) y su sucesor, Jack Bennett. No sorprende que Solomon no sepa o no le importe que ambos hombres estuvieran en el entorno de Rockefeller, Sirviendo Volcker por un tiempo como representante de David Rockefeller en asuntos monetarios internacionales y habiendo trabajado Bennett casi dos décadas para Exxon. Ambos hombres fueron importante oponentes militantes al oro y defensores del papel fiduciario es ta época. Tal vez esto no fuera una coincidencia.

Mientras que el libro de Solomon al menos está repleto de hechos, la obra de Fred Block no tiene ninguna característica que la redima. Block parece saber mucho menos de economía que Solomon: de hecho, especialmente en asuntos monetarios, Block parece ser un genio del error. No entiende en absoluto la íntima conexión entre la oferta de dinero y la inflación de precios (la piedra angular de la economía monetaria). A la ingenua fe de Block en que el socialismo o el colectivismo resolverán la inflación sencillamente le falta cualquier respaldo teórico o empírico.

Uno pensaría que un socialista al menos estaría al día respecto de las luchas por el poder económico internacional, pero la mayor decepción del libro de Block es que es incluso menos útil que el de Solomon, que al menos ofrece algunos hechos. No hay una palabra en la explicación de Block acerca de la política del oro de De Gaulle y la lucha oro/dólar, ni una palabra sobre Volcker, Bennett y la conexión Rockefeller.

Incluso cuando Block explica los orígenes del Plan Marshall y menciona el papel clave de William L. Clayton como vicesecretario de estado, no dice ni una palabra acerca de factor importante de que la propia empresa de intermediación del algodón de Clayton, Anderson, Clayton & Co., se benefició de un contrato multimillonario sobre algodón bajo el Plan Marshall.

Seguimos esperando sentido común y comprensión del desarrollo del actual caos monetario internacional. Ese análisis debería combinar las ideas de la teoría económica y la política del poder, un conocimiento de la influencia de la cantidad de dinero en los precios y los tipos de cambio y una sensibilidad hacia el uso del dinero para favorecer el poder y riqueza de los intereses creados. En resumen, una rara mezcla de lo mejor de los análisis de “derechas y de “izquierdas”.

 

 

Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político libertario.

Esta crítica apareció originalmente en Inquiry, Enero de 1978, pp. 26-27.