La derecha que no piensa

Por Llewellyn H. Rockwell Jr. (Publicado el 7 de enero de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4950.

 

Con cada entrevista publicada, Ron Paul me parece convertirse en cada vez más elocuente, más persuasivo y convincente, más pedagógico al explicar el significado y prioridad de la libertad como principio político central. Quienes entendemos esto solo podemos congratularnos. Quienes sostienen opiniones contradictorias (favoreciendo la libertad en algunas áreas y la expansión del gobierno en otras), encuentran estas opiniones, en palabras de National Review, “quijotescas, indudablemente un poco extrañas”.

Hablemos de lo extraño. Lo que es extraño es el mundo de National Review, donde a nadie le preocupa encontrar reclamaciones de enormes recortes presupuestarios y del tamaño del gobierno mientras se defiende la peor forma de imperialismo global en el exterior, completados con defensas razonadas de cualquier violación de los derechos humanos y la libertad.

¿En qué sentido puede esta gente afirmar favorecer la libertad? Julian Assange hizo público un puñado de aburridos correos electrónicos entre burócratas y National Review quiere que le procesen bajo la Ley de Espionaje aprobada por Woodrow Wilson en 1917 y para perseguir a sus oponentes políticos en Estados Unidos. El editor Roch Lowry escribe el siguiente párrafo y espera que sus lectores recojan piedras para lapidar a Assange:

Quiere descubrir como castigo a quines cooperan con nosotros sobre el terreno en zonas bélicas. Quiere socavar el apoyo local a nuestras guerras. Quiere perjudicar a nuestros aliados extranjeros y hacerles pagar un precio por que confíen en nosotros. Quiere complicar operaciones sensibles como controlar el material nuclear en Pakistán y atacar a terroristas con misiles en Yemen. (…) Afrontar un mundo peligroso es suficientemente difícil sin la exposición abierta de los secretos de la nación. (…) Sin duda el mismo Departamento de Justicia que demandó a Arizona por atreverse a aplicar las leyes de inmigración de la nación puede encontrar una forma creativa de acosar y acallar a Assange.

Vaya forma de oponerse al gran gobierno. El párrafo revela que Lowty cree en una identificación entre los ciudadanos y el estado-nación imperial (“nosotros”, para él, significa tú, yo y el Pentágono). Esta gente parece creer que cualquiera que divulgue lo que el gobierno califica de secreto de estado (no importa lo aburrido e irrelevante que sea) debería estar sujeto al “castigo más severo posible”, lo que presumiblemente incluya la tortura, que también se defiende constantemente en sus páginas.

Qué lejos está esta gente de sus ancestros ideológicos. Después de la Segunda Guerra Mundial, hicieron falta unos diez años antes de que se pudiera convencer a la derecha estadounidense para que abrazara el militarismo como punto esencial de su programa. Al hacerlo, renunciaron a su tradicional amor al no intervencionismo como aspecto esencial de la libertad. ¿Qué le hizo renunciar? En una palabra, fue el comunismo.

La historia de finales de la década de 1950 a finales de la década de 1980 fue que había una lucha global que era el desafío esencial del momento. Era una lucha entre el individualismo y el colectivismo. La lucha tenía lugar a nivel interno entre quienes defendían el capitalismo y quienes querían una economía socializada, keynesiana, altamente regulada. Esta lucha se reflejaba a nivel internacional porque allí estaban estos comunistas rondando y tratando de imponer su colectivismo sin dios a todo tipo de gente inocente en todo el mundo y había que detenerlos. Por tanto un individualista coherente podría oponerse y se opondría a un gran gobierno internamente y apoyar el uso de los ejércitos estadounidenses para rechazar al comunismo en el exterior.

Ése era el tablero ideológico que dibujó gente como William F. Buckley y Whittaker Chambers, y mucha buena gente se apuntó a él. Incluso libertarios sinceros como Frank Mayer lo siguieron. Superficialmente, parecía tener cierto sentido. Tenías que se bastante perspicaz para darte cuenta de que era un montón de mentiras, que era un imperialismo no liberal pasado de moda apareciendo bajo un disfraz distinto.

Hasta donde yo sé, solo hubo un puñado de gentes de la derecha que vieron a la Guerra Fría como el fraude estatista que era. Estaban liderados por Murray Rothbard, que documento todo el asunto en su imprescindible libro The Betrayal of the American Right, e incluía a gente como Leonard Read, que estaba a favor de la paz en privado pero decidió no hablar mucho de ella mientras duró.

En todo caso, hizo falta algo como la gran amenaza global del comunismo soviético para convencer a los defensores del gobierno limitado para que empezaran a alabar el imperialismo del gran gobierno en la tradición de FDR, Truman y Wilson. Iba contra sus instintos, que veían correctamente al expansionismo militar y la guerra como tipos particulares de la política socialista.

Pero lo pasado, pasado está. En 1989 ocurrió algo muy sorprendente. La Unión Soviética se desmoronó, igual que sus estados satélites. En enemigo desapareció del planeta. Podríamos haber supuesto que en este momento los conservadores habrían vuelto su postura previa a la Guerra Fría de favorecer la paz y desconfiar del estado. Durante un tiempo, en los años de Clinton, empezó a ocurrir.

Sin embargo, no duró mucho. Una vez que un republicano tomó el control de la Casa Blanca, los conservadores volvieron a ello, reclamando guerra, llamando traidores a los defensores de la paz, defendiendo las peores políticas maquiavélicas posibles de mentiras y ataques a los opositores de gran dios del estado-nación.

Hoy es difícil entender por qué la gente de la derecha es tan fuertemente proimperialista. Tengo dos posibles explicaciones.

La primera se basa en un instinto nacionalista/maniqueo vivo de distintas formas desde el Imperio Romano en el mundo antiguo a la experiencia británica del siglo XIX. La idea aquí es que el estado propio es la luz y el resto del mundo es la oscuridad. Debemos marchar constantemente iluminando la oscuridad a través del poderío militar para asegurar el progreso de la humanidad. Esta explicación tiene un chauvinismo esencial que ha arraigado en este sector de la opinión estadounidense y no resulta muy sorprendente. Sin embargo es una orientación intelectual muy pequeña, por muy impensable que parezca. También va en contradicción directa con toda la cháchara acerca del deseo de limitar el estado.

Otra explicación es que es una postura puramente de oposición. La derecha estadounidense está contra la izquierda. La izquierda tiende al pacifismo. Por tanto la derecha debe oponerse a la paz. Es una opinión de gente que no tiene el valor de pensar independientemente, gente que adquiere su ideología política prefabricada en la máquina de café. Es una tendencia de gente que se une a los College Republicans, pero no es propia de un adulto serio.

En todo caso es algo triste y patético que la gente en National Review mire a un defensor coherente de la libertad como Ron Paul y considere a sus opiniones como completamente quijotescas, extrañas, impredecibles e incoherentes, mientras que cada uno de los desconocidos apela a la masa que se imagina a sí misma en contra del gobierno pidiendo con energía la muerte de cualquiera que se atreva a revelar a la opinión pública las actuaciones ocultas de ese gobierno.

 

 

Llewellyn H. Rockwell, Jr es Presidente del Instituto Ludwig von Mises en Auburn, Alabama, editor de LewRockwell.com, y autor de The Left, the Right, and the State.

Published Fri, Jan 7 2011 7:14 PM by euribe