Los otros dos lo cuenta tal cual

Por James E. Miller. (Publicado el 17 de enero de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4975.

 

Hace unas pocas noches, mi novia y yo vimos Los otros dos, protagonizada por Will Ferrell y Mark Wahlberg. La película es una comedia de policías colegas en la que el argumento se desarrolla en torno a Ferrell y Wahlberg como detectives dispares de la ciudad de Nueva York investigando un plan del inversor de Wall Street David Ershon para robar miles de millones del fondo de pensiones de la policía para cubrir una enorme pérdida en la que incurrió para una gran empresa.

Aunque Los otros dos se desarrolla como una película típica, en la que los desvalidos se ponen a prueba y se convierten al final en héroes, hay un tema inesperado presente en buena parte de la película: la relación increíblemente estrecha que tiene Wall Street con los reguladores del gobierno federal. Aunque normalmente recelo de cualquier comedia protagonizada por tipos como Will Ferrell, Los otros dos acaba siendo una brillante demostración del tipo de corrupción propia de nuestros actuales mercados financieros.

Hacia el principio, se revela que Ershon ha perdido 32.000 millones de dólares de los 70.000 millones de fondo de inversión Lendl Global debido a malas inversiones. La presidente de Lendl Corp., Pamela Boardman, con una ira comprensible, ordena a varios “matones” estar con Ershon hasta que recupere lo perdido. Cuando Ershon intenta escapar de su supervisión, los personajes de Ferrell y Wahlberg acaban arrestándolo por diversas “violaciones de permisos sobre andamios”, mostrando el tipo de regulaciones necias y derrochadoras de dinero que los neoyorquinos se ven obligados a pagar a su policía para que se apliquen.

Una vez que Ershon está bajo arresto de Ferrell y Wahlberg, el equipo de seguridad encargado de seguir a Ershon acaba estrellando deliberadamente sus vehículos con el de Ferrell y luego secuestrando de nuevo a Ershon. En este momento, Ferrell y Wahlberg sospechan que pasa algo y deciden continuar con el caso, para desesperación de su propio jefe de policía.

A medida que avanza la película, se hace evidente que Ershon no es el inversor de primera que parece ser. Además de sus problemas con Lendl, Ershon resulta deber dinero a hombres de negocios nigerianos y chechenos. Por eso aparece la necesidad de conseguir una gran cantidad de dinero, por lo que se apunta al fondo de pensiones de la policía de la ciudad de Nueva York.

Evidentemente, el robo de una pensión pública debería ser muy difícil de realizar, pero a lo largo de la película descubrimos que Ershon tiene múltiples conexiones políticas. Desde un retrato suyo con el antiguo presidente George W. Bush a un reportaje sobre él dedicando mucho tiempo al juez del Tribunal Supremo Antonin Scalia, Ershon es un ejemplo perfecto de la íntima conexión de Wall Street con Washington DC. La sorpresa se produce cuando descubrimos que el propio abogado de Ershon, Don Beaman, preside la New York Securities and Exchange Commission (SEC).

Mientras que el capitán de Ferrell y Wahlberg les obliga a entregar sus pruebas sobre Ershon, Beaman admite que aunque juegue al squash y pase el tiempo en el mismo club que Ershon, no se producirá un conflicto de intereses. Al final, el capitán de policía admite que Ershon “está conectado con todos los peces gordos”, incluyendo el Fiscal de Distrito, de ahí el deseo del capitán de cerrar el caso.

Aunque resulta dudoso que los guionistas de Los otros dos, Adam McKay y Chris Henchy, quisieran utilizar la película para mostrar el tipo de asuntos turbios que tienen las grandes empresas con el gobierno, indudablemente es un asunto que se entremezcla en la película. Incluso dentro del último mes, ha habido numerosos anuncios de personas que abandonan sus puestos de alto nivel dentro del gobierno para ocupar empleos en el sector financiero y viceversa. Desde el exdirector de presupuesto del Presidente Obama incorporándose a Citigroup a Theo Lubke, antiguo regulador de la Sucursal de Nueva York de la Reserva Federal (a quien el personaje de Mark Wahlberg confunde jocosamente metiéndole en prisión), siendo contratado, los reguladores públicos han hecho habitual usar sus puestos como trampolín para el altamente rentable sector financiero.

Se acaba de confirmar que Bill Daley, ejecutivo de JP Morgan y miembro del aparto político de Chicago se va a convertir en el nuevo jefe de personal de Obama mientras que el actual jefe de personal de Joe Biden, Ron Klain, ha anunciado que cesará a finales de enero para incorporarse a la empresa de inversión Case Holdings. Incluso de Gene Sperling, que acaba de anunciarse como sustituto de Larry Summers como jefe del Consejo Económico Nacional, se informa que ha ganado alrededor de 900.000$ de Goldman Sachs en 2008 así como 158.000$ de distintas instituciones financieras por conferencias realizadas. Así sigue lo que Robert Wenzel describe brillantemente como la “relación incestuosa”[1] entre Wall Street y Washington DC.

Con esas puertas giratorias, no debería ser ninguna sorpresa que a medida que la nueva ley de regulación financiera Frank-Dodd empieza a tener efecto, muchas de las instituciones acusadas de causar “la Gran Recesión” hayan empezado a aprovechar los agujeros de ésta. Así que mientras que los políticos de Washington, demócratas y republicanos por igual, continúan con la fachada de atacar a Wall Street y tratar de regular sus excesos, éstos a su vez siguen siempre dispuestos a apoyarla subrepticiamente. Entre tanto los grandes bancos hacen caja[2] utilizando varias empresas de cabildeo.

Pero esto no debería ser una sorpresa: el que el gobierno otorgue privilegios especiales a empresas en este país se remonta al menos a 1798, cuando el parlamento de Nueva York otorgó a Robert Livingston un monopolio de operación de barcos de vapor en todo el estado, incluyendo el río Hudson y el puerto de Nueva York. Este monopolio legislativo llevó por supuesto a la infame Gibbons vs. Ogden, 22 US 1 (1824) del Tribunal Supremo, que consagró para siempre la capacidad del gobierno federal de regular el comercio.[3]

Aunque nunca he sido un gran fan de Will Ferrell, Los otros dos no deja de ser una película muy entretenida llena de ingeniosos diálogos y mucha acción. Al mismo tiempo, la visión de grandes empresas y reguladores públicos confabulados entre sí domina como tema constante. Incluso la película acaba con el gobierno emitiendo fondos TARP para cubrir las pérdidas de Lendl Corporation porque se la considera “demasiado grande para quebrar” y el mismo Derek Jeter advirtiendo acerca de los miles de millones gastados en cabildeo por empresas que “posee” el gobierno. Un buen mensaje sin duda, pero desgraciadamente no se llega a mencionar la posibilidad de acabar con el estado de bienestar corporativo y volver a un verdadero mercado libre en este país.

Para ser una comedia, Los otros dos es un brillante ejemplo del tipo de problemas que afligen a nuestro actual sistema financiero. Con mucho, la parte más divertida e inteligente de la película se produce en el diálogo entre el personaje de Ferrell y el abogado de la SEC, Beaman. Ferrell, respecto a entregar sus pruebas a la SEC dice: “He oído que vosotros, tíos, sois los mejores en este tipo de investigaciones, aparte del caso de Enron, AIG, y Bernie Madoff, WorldCom, Bear Stearns, Lehman Brothers…” antes de que Beaman le interrumpa.

Espero que aunque la audiencia no capte la estrecha relación entre los funcionarios del gobierno y Wall Street, al menos esa frase haga que disminuya su respeto por los patéticos esfuerzos de la SEC de detener el fraude. Solo esa cita merecer pagar la entrada, o al menos el dólar de alquiler en RedBox.

 

 

James E. Miller estudia en la Universidad de Shippensburg, Pennsylvania, es columnista para Slate de Shippensburg y contribuye en el periódico de su pueblo natal, el Press and Journal de Middletown. Vea su blog.



[1] Wenzel, Robert. “Goldman Hires Former Fed Official as Regulatory Head”. Economic Policy Journal. 16 Dec. 2010.

[2] Rich, Frank. “Still the Best Congress Money Can Buy”. New York Times. 28 Nov. 2010.

[3] Epstein, Lee, y Thomas G. Walker. Constitutional Law for a Changing America: Institutional Powers and Constraints. 6ª ed. Washington, DC: CQ Press, 2007.

Published Tue, Jan 18 2011 8:28 PM by euribe