Por Thorsten Polleit. (Publicado el 18 de enero de 2011).
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4965.
Lenguaje confuso, pensamiento confuso
De acuerdo con las enseñanzas del filósofo griego Parménides, el lenguaje ilustra el pensamiento (y el razonamiento) humano; un lenguaje confuso es por tanto equivalente a un pensamiento confuso; a su vez, un pensamiento confuso provoca actos no pretendidos y resultados no deseados.
“Doblehablar” (un término que se hizo prominente a través de la obra de Eric Blair (1903-1950), más conocido como George Orwell) es una forma conspicua de lenguaje y pensamiento confuso. El término “doblehablar” deriva realmente de los términos “nuevohablar” y “doblepensar”, que Orwell utilizó en su novela 1984, publicada en 1949. Mientras estaba bajo la instrucción supresiva del Partido, la mente del protagonista, Winston Smith
se deslizaba en el mundo laberíntico del doblepensar. Conocer y no conocer, se consciente de la completa verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente construidas, sostener simultáneamente dos opiniones contradictorias, sabiendo que lo son y creyendo en ambas, usar la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se dice que se sigue, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia, olvidar lo que era necesario olvidar, luego traerlo de nuevo a la memoria en el momento en que se necesita y luego olvidarlo puntualmente otra vez: y sobre todo, aplicar el mismo proceso al propio proceso. Ésta era la sutileza definitiva: inducir conscientemente la inconsciencia y luego, de nuevo, hacerse inconsciente de acto de hipnosis que acabas de realizar. Incluso entender la palabra “doblepensar” implicaba el uso del doblepensar.
Un eufemismo es una forma de doblehablar: es un dispositivo retórico utilizado a veces intencionadamente y a veces inintencionadamente (un paliativo lingüístico, unido a una distorsión de la realidad) aplicado en muchos casos a evitar ofender a la gente. En la vida real, los eufemismos pueden usarse por algunos para tratar de legitimizar acciones que van contra los intereses de otros. En ese sentido, los eufemismos son una “manipulación del lenguaje” y una “manipulación a través del lenguaje”.
Los eufemismos al empezar la crisis del crédito
Desde la aparición de la llamada crisis de los mercados internacionales del crédito, los eufemismos han alcanzado una gran prominencia. Esto resulta cierto en particular para los expertos en política monetaria, que tienen grandes dificultades para publicitar una serie de medidas políticas como de interés para el bien común, porque se supone que “luchan” contra la crisis del crédito. Fíjense en los siguientes ejemplos.
- La expresión “política monetaria no convencional” muestra la acción del banco central en una luz bastante favorable. El adjetivo “convencional” evoca que es “hereditario” y “pasado de moda”, mientras que no convencional podría sugerir estar en la línea de una acción “valiente” e “innovadora”.
- Utilizar la expresión “política monetaria agresiva” funciona de la misma manera. A menudo se refiere a, por ejemplo, un recorte drástico en los tipos de interés oficiales hacia niveles mínimos récord o a un fuerte aumento en la oferta de la base monetaria a la vista de una inminente recesión, conllevando la idea de que los que dirigen las políticas realizan acciones “audaces” y “atrevidas” por el bien común.
- El término “flexibilización cuantitativa” hace cada vez más difícil, incluso imposible (para la opinión pública en general) entender qué es realmente esa política monetaria, que no es sino una política de aumentar la oferta monetaria (de la nada), lo que a su vez es igual que una política monetaria de inflación.
- Hablar de una “política monetaria de tipos bajos” encubre el hecho de que la política monetaria impulsa el tipo de interés del mercado por debajo del tipo natural de interés (la relación de preferencia temporal de la sociedad), generando así necesariamente malas inversiones en lugar de promoviendo una recuperación económica.
- Hablar de “neutralizar el aumento de la base monetaria” es claramente equívoco, ya que un aumento en las existencias de dinero no es neutral ni puede serlo nunca. Viene necesariamente acompañado por efectos redistributivos, independientemente de si los receptores de la inyección de dinero adicional (que se crea de la nada) mantengan esos balances como “reservas extraordinarias” o, por ejemplo, en forma de depósitos a plazo.
- Referirse a una “amplia liquidez” (como factor contribuyente a la “crisis del crédito”) tiende a ocultar el hecho de que los bancos centrales han inflado la oferta monetaria (a través de la expansión del crédito de circulación bancaria). El término “liquidez” tienda a ocultar el hecho de que las condiciones monetarias desfavorables son consecuencia de la acción del banco central.
Un buen ejemplo de un reciente eufemismo en el campo de la política monetaria fue el anuncio del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) el 10 de mayo de 2010. Se decía que
realizaría intervenciones en los mercados de valores de deuda pública y privada del área del euro (Programa de Mercados de Valores) para asegurar las profundidad y liquidez en aquellos segmentos de mercado que no sean funcionales. El objetivo de este programa es ocuparse del mal funcionamiento de los mercados de valores y restaurar un mecanismo apropiado de transmisión de políticas monetarias.
Una política monetaria como ésa puede considerarse como subvencionar los precios de los bonos de algunos gobiernos emisores en el área del euro (en concreto, los que cada vez se ven como menos sólidos por parte de los inversores) favoreciendo así a algunos emisores (e inversores que tengan sus bonos) a costa de otros.
Una política como ésa equivaldría realmente a algo así como una política de precios mínimos para los bonos de ciertos emisores públicos cuando el banco central realiza compras que mantienen ciertos precios de bonos por encima de los niveles que habrían prevalecido en caso contrario.
Lenguaje confuso, resultados no deseados
Con los expertos en política monetaria utilizando cada vez más un leguaje confuso, las fuerzas contrarias correctivas contra una política monetaria dañina se ven muy disminuidas. Esto ocurre porque el lenguaje confuso (y su consecuencia, el pensamiento confuso) hace cada vez más difícil para la opinión pública comprender las consecuencias a medio y largo plazo de la medidas políticas y está claro que se necesita ese conocimiento para resistirse a las políticas dañinas.
El uso perpetuo de lenguaje confuso puede generar resultados sociales que pocos preveían realmente. Consideremos el caso de una expansión cada vez mayor del gobierno. La razón de que el aparato del estado siga creciendo a costa del sector privado es en buena parte la adquisición del gobierno del control completo de la producción del dinero. Manteniendo el monopolio de la oferta de dinero, el gobierno puede aumentar la oferta a través de la expansión del crédito sin ningún ahorro real que la respalde.
Con dinero fiduciario, el gobierno puede aumentar y lo hace su gasto mucho más allá de la cantidad que los contribuyentes están dispuestos a entregar al estado. En consecuencia, cada vez más gente se hace dependiente del gasto público (algunos voluntariamente), ya sea como funcionarios, contratistas o receptores de pensiones públicas, sanidad, educación y seguridad.
Más pronto o más tarde la dependencia de la gente de los pagos del gobierno llega, y luego sobrepasa, un nivel crítico. La gente ve entonces una política monetaria que cada vez mayores aumentos en la oferta monetaria como algo más favorable que el impago del gobierno de sus deudas, que acabaría con cualquier esperanza de obtener beneficios del gobierno en el futuro. En otras palabras, una política de inflación, incluso de hiperinflación, se vería como la política de menor mal.
Gracias al doblehablar de los expertos en política monetaria, la ejecución de una política monetaria que lleve a una alta inflación puede no ser distinguible por la opinión pública en general. Así puede desatarse una política monetaria con la que la opinión pública presumiblemente no estaría de acuerdo si se le informara de las consecuencias a medio y largo plazo.
En consecuencia hay sólidas razones para temer que un leguaje orwelliano confuso y el pensamiento confuso que produce dejen paso a una alta inflación.
Thorsten Polleit es Profesor Honorario en la Escuela de Finanzas y Gestión de Frankfurt.