¿Se convertirán los banqueros centrales en planificadores centrales?

Por Robert Blumen. (Publicado el 31 de julio de 2006)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2257.

 

Como si luchar contra la inflación, suavizar el ciclo económico y salvar al mundo de las crisis económicas no fuera suficiente, se está aconsejando a los bancos centrales que incluyan otro objetivo en su misión: la compra y gestión de carteras de acciones.

El Washington Post informa que el antiguo Secretario del Tesoro (y dentro de poco antiguo presidente de la Universidad de Harvard) Lawrence Summers “está asesorando a algunos de los mayores tenedores del mundo de bonos del Tesoro que tendrían que encontrar formas mucho mejores de invertir su dinero”. Summers dice que mantener grandes carteras de títulos del Tesoro de EEUU, los bancos centrales están desaprovechando inversiones más lucrativas en el mercado bursátil.

Para buscar el sentido a esta propuesta (si realmente tiene algún sentido), es necesario primero entender cómo los bancos centrales llegaron a tener tantas reservas y por qué la mayoría de éstas están en forma de deuda pública de EEUU. A partir de aquí, la propuesta de Summers es un paso pequeño y aparentemente lógico.

Mises explicó la tendencia de la gestión económica a evolucionar en aumentos pequeños y aparentemente lógicos hasta un régimen de planificación centralizada completa. La progresión de los bancos centrales de su origen como repositorios de oro creados para rescatar a los bancos de reserva fraccionaria quebrados a gestores de carteras de activos ejemplifica perfectamente las crítica misesiana.

El origen de las reservas extranjeras de dólares

Las presentes circunstancias derivan tanto del accidente como del diseño, siendo el residuo de un experimento monetario fallido. El Sistema de Bretton Woods se pudo en marcha tras la Segunda Guerra Mundial en un esfuerzo por evitar el rigor del patrón oro clásico. Deriva su nombre de la ubicación de unas instalaciones en Vermont en las que se redactó el acuerdo entre los ministros de economía de las principales potencias mundiales.

Como explica Orlin Grabbe en su excelente artículo sobre el auge y caída de este sistema:

Después de un periodo de transición de posguerra, la divisas iban a convertirse en convertibles. Eso significaba, para cualquiera que no fuera un jurista, que las divisas se comprarían y venderían libremente por otras divisas extranjeros. Iban a quitarse restricciones y se esperaba eliminarlas. Así que para mantener los tipos de cambio del mercado dentro del 1% de valor a la par, los bancos centrales y las autoridades de cambio tendrían que crear reservas de existencias de dólares con las que intervenir en el mercado de cambios.

El acuerdo de Bretton Woods, para los adherentes impedía una inflación sostenida por parte de las naciones miembros. Los valores de otras divisas estaban ligados al dólar, que estaba ligado al oro.

Los bancos centrales extranjeros acumularon durante un plazo reservas de dólares, que se pensaba, por los términos del acuerdo, que era convertible en oro al tipo fijo de 35$ la onza. Y durante un tiempo, las tesorerías extranjeras pudieron demandar oro a cambio de dólares al precio oficial. Pero eso no era compatible con las políticas de cañones y mantequilla que siguió el gobierno federal de EEUU. Estados Unidos aseguró su incumplimiento definitivo de la cláusula de convertibilidad del oro inflando enormemente el oferta de dólares muy por encima de sus reservas de oro, valoradas al precio oficial.

Grabbe continúa:

[En la década de 1960] los países europeos empezaron a sumar las existencias totales de dólares de EEUU en manos extranjeras y compararlas con las oferta de oro de EEUU. Empezaron a darse cuenta de que Estados Unidos no podría seguir cumpliendo su parte del acuerdo de Bretton Woods de convertir dólares en oro a 35$ por onza. En 1960 el total de reclamaciones extranjeras de dólares a Estados Unidos fueron mayores que el valor total de las existencias de oro de EEUU cuando éste se valoró a 35$ por onza. Si todos los dólares en manos extranjeras se hubieran convertido en oro al mismo tiempo, EEUU no habría tenido oro suficiente. Los Estados Unidos habrían tenido, bien que rechazar a tenedores de dólares o aumentar el precio del oro en dólares.

El sistema de Bretton Woods acabó derrumbándose por el incumplimiento de EEUU al seguir la opción de “cerrar la ventanilla del oro”, es decir, suspendiendo su compromiso de redención. La regla de la convertibilidad que podría haber ofrecido algún tipo de control a la inflación de EEUU había desaparecido. El mundo seguía un patrón dólar, pero el propio dólar era una abstracción flotante solo convertible en sí mismo. Llamar a la situación monetaria internacional resultante un monstruo de Frankenstein sería una gran injusticia para los monstruos.

Después de dos generaciones sin patrón oro, los banqueros centrales ya no consideran al oro como dinero, sino como un activo de cartera. Aunque esta transición ha sido implícita más que elegida conscientemente, su significado no puede exagerarse. La convertibilidad en oro no consistía en el intercambio de un activo (dólares) por otro (oro) a un precio fijo: más bien era la equivalencia de dos distintas representaciones de la misma cosa: el dinero. La forma en papel era originalmente una comodidad frente al transporte del oro físico, de la misma forma que un cheque no es un activo, sino un medio de transferir activos que se tengan en la cuenta corriente.

Los activos de reserva tras Bretton Woods

Los bancos centrales no quedaron en acumular dólares porque sí, sino como activos que podían convertirse en el medio de pago en definitiva, el oro. De todas formas, después de la desaparición del régimen del tipo de cambio, los bancos centrales de todo el mundo se encontraban sentados encima de grandes montones de dólares que habían acumulado bajo al suposición de que eran tan buenos como el oro. Las enormes existencias de dólares en bancos centrales fuera de EEUU eran en este sentido accidentales.

Richard Duncan, en su libro The Dollar Crisis cuenta así la historia:

Los activos de reserva internacionales se expandieron a un ritmo relativamente lento antes de 1970 y a un ritmo muy rápido después (…). Es extrordinario advertir que los activos de reserva mundiales aumentaron más en los cuatro años entre 1969 y 1974 al derrumbarse el sistema de Bretton Woods que en todos los siglos anteriores juntos. Durante los 20 años que van de 1949 a 1969, los activos de reserva mundiales aumentaron un 55%. Durante los siguientes 20 años, se expandieron un 700%. Juntos, entre 1969 y hoy, los activos de reserva internacionales se han multiplicado aproximadamente por 20.

Antes de 1970, el oro había comprendido la mayoría de los activos totales de reserva  y era la piedra angular del sistema de Bretton Woods. Después (…) el papel del oro disminuyó rápidamente a medida que el cambio de divisas se hizo dominante dentro de las existencias de reserva. Al acabar el 2000, el oro solo representaba el 2% de las reservas totales.

Este cambio es particularmente significativo porque todas las divisas internacionales importantes también dejaron de estar respaldadas por el oro después de 1970. Consecuentemente según pasó el tiempo comprendieron principalmente divisas que ya tampoco estaban respaldadas por el oro. El papel moneda reemplazó al oro como piedra angular del sistema monetario internacional.

En los últimos cinco años, los bancos centrales de países con los que Estados Unidos tiene déficit comercial han acumulado asombrosos cantidades de deuda del Tesoro de EEUU.[1] Al acabar 2005, el Banco de Corea tenía 210.000 millones de dólares, el Banco de Japón 828.000 y el Banco de China 818.000 millones, aumentando hasta 875.000 al final de marzo. Estas deudas están principalmente en deuda del Tesoro de EEUU y otros título cuasi-gubernamentales como bonos de garantía hipotecaria emitidos por las entidades respaldadas por el gobierno Fannie Mae y Feddie Mac. A través de su propiedad de deuda pública de EEUU, los bancos centrales extranjeros son ahora importantes participantes en la financiación del déficit presupuestario de EEUU.

Las reservas de dólares que tenían los bancos centrales bajo el sistema de Bretton Woods ofrecían al banco munición para mantener fijo el tipo de cambio de su moneda nacional frente al dólar que era la piedra angular del sistema. Si los compradores extranjeros no pagaran dólares por la moneda al tipo de cambio fijado, entonces actuaría el banco central. Las reservas de dólares podrían usarse para comprar moneda nacional y el tipo de cambio amenazaba con caer más por debajo del nivel fijado.

Pero después de Bretton Woods, ¿para qué propósito servirían estas reservas? ¿Por qué deberían los bancos centrales tenerlas? Por ejemplo, ¿deberían los bancos centrales en este momento entregado los dólares a los presupuestos de sus gobiernos nacionales, que podrían haberlos gastado  en bienes importados de Estados Unidos? A pesar del fracaso de alcanzar el objetivo establecido, las agencias públicas raramente declaran que “el juego ha terminado”, cierran y devuelven sus recursos al sector privado: en su lugar, se encuentra alguna nueva razón para continuar.

Se han encontrado varias razones para mantener reservas y se describirán a continuación. Después del incumplimiento de Estados Unidos de mantener su promesa de convertibilidad en oro, otras naciones negaron oficialmente la convertibilidad en dólares. Sin embargo extraoficialmente el dólar fiduciario se ha convertido en el medio de pago internacional más importante y líquido y como tal continuó funcionando en algunos aspectos como el dólar con respaldo de oro lo había hecho antes de acuerdo previo.

Con la aceptación del dólar como estándar internacional, algunos bancos centrales han considerado prudente mantener una cierta cantidad de reservas en dólares para prevenir una caída inminente en el tipo de cambio de su divisa. Los impagos de deuda acompañados con un derrumbe en el tipo de cambio de moneda normalmente se han producido cuando un país ha acumulado excesivas deudas denominadas en dólares cuando las perspectivas de refinanciación se han puesto en duda. Por esta razón la presencia de activos denominados en dólares en el balance del banco central dan a un país cierto crédito a los ojos de los extranjeros. Mientras el banco tenga dólares para vender puede comprar divisas propias con dólares en el mercado de moneda extranjera para mantener el tipo de cambio.

Una serie de crisis monetarias en la década de 1990 afectando principalmente a las naciones en desarrollo ha reforzado esta tendencia. En una crisis así, los tipos de cambio de una moneda particular se desmoronarían frente al dólar cuando la capacidad de refinanciar pagos de deuda denominados en dólares se pone en duda. Al inicio de estos incidentes, los banqueros centrales escarmentados han acumulado grandes “cofres de guerra” preventivos de reservas en dólares.

Más recientemente, ha ganado credibilidad entre las naciones en desarrollo un razón casi opuesta para la acumulación de reservas, especialmente en los países asiáticos. Los políticos de estas naciones que han abrazado una ideología mercantilista han encontrado útil la acumulación de reservas para la implantación de sus políticas.

El mercantilismo es la teoría económica de que las exportaciones son más deseables que las importaciones: los políticos bajo la influencia de esta teoría creen que la mejor forma que tiene un gobierno de promover el crecimiento económico es subvencionando las exportaciones, incluso las no rentables, a costa de los consumidores locales.

La implantación de una política mercantilista se mejora por una política deliberada de tener un tipo de cambio por debajo del de mercado. Rebajar el tipo de cambio de una divisa frente a las divisas extranjeras hace a las exportaciones del país más baratas para los extranjeros y hace a las importaciones de otras naciones más caras dentro del país, logrando así el objetivo de promover las exportaciones.

Varias naciones en desarrollo han implantado lo que el economista Nouriel Roubini ha calificado como el sistema de Bretton Woods II: una política de tipos de cambio casi fijos por debajo del mercado forzada por la intervención del banco central para impedir que los tipos de cambio se fijen al alza hasta sus valores de mercado.

Llevar esto a cabo requiere una intervención continua por parte del banco central. Por ejemplo, al comerciar con Estados Unidos, los exportadores chinos están constantemente adquiriendo dólares de empresas estadounidenses y buscando cambiar esos dólares por renminbis chinos para pagar a sus proveedores y empleados locales. Con el tiempo, la oferta de dólares y la demanda de renminbis aumentarán el tipo de cambio de estos últimos en términos de dólares. Para impedirlo, el Banco de China debe comprar dólares y vender renminbis.

Como los bancos centrales de China y otras naciones asiáticas llevaron sus políticas de tipos de cambio casi fijos por debajo del mercado, han acumulado un enorme fondo de dólares de EEUU. Las reservas se adquirieron no porque el banco central viera ninguna buena razón para financiar el pozo sin fondo que es el gobierno de EEUU, sino como una consecuencia necesaria de su política comercial. No habría forma de que el banco central se deshiciera de sus reservas de dólares sin fracasar en su propósito original. Atrapados con sus dólares, los bancos centrales no tienen nada mejor que hacer que comprar deuda del Tesoro de EEUU, que al menos les paga un mínimo tipo de interés.

Los bancos centrales como fondos de inversión

Como se ha explicado, el deseo de asignar capital a los mercados de crédito y obtener una perspectiva de un tipo de retorno no desempeñó ningún papel en la acumulación de lo que se ha convertido esencialmente en grandes carteras de bonos. Tampoco los bancos centrales empezaron con la idea de que se convertirían en gestores de carteras. Sus grandes existencias de reservas se produjeron por razones completamente distintas. Aunque ya no se aplica la justificación racional original para las reservas de los bancos centrales, las grandes existencias acumuladas de activos de reserva y la imposibilidad política de que cualquier institución pública renuncie a sus ganancias mal habidas hacen que el próximo paso sea casi inevitable.

La opinión de que los bancos centrales deberían buscar el máximo rendimiento a sus activos está generando cada vez más discusiones sobre la política del banco central. Ésta era la justificación detrás de la decisión del Banco de Inglaterra en 1999 de vender una porción de sus reservas de oro. Los beneficios de la venta, de acuerdo con el Canciller del Tesoro de Reino Unido, Gordon Brown, se usarían para la compra de títulos públicos denominados en dólares, euros y yenes.[2]

En opinión de los banqueros centrales, el oro como activo queda por detrás en comparación con los títulos de deuda porque se queda en las cámaras y no ofrece rentabilidad. Esta opinión ha tenido eco en el mundo de la banca central y un número sustancial de bancos centrales de Europa Occidental además del Banco de Inglaterra han participado en una liquidación de reservas de oro en los pasados seis años. Por ejemplo, el banco central suizo vendió más de 1.000 toneladas, lo que equivale a la mitad de sus reservas. El fin declarado de la mayoría de estas ventas era invertir lo obtenido en títulos que pagaran intereses, “diversificados” entre las principales monedas fiduciarias del mundo.

Luego la propuesta de Summers es parte del movimiento de los bancos centrales de ser tenedores accidentales de una cartera a ser activos gestores de activos. A la luz de esto, que los bancos pasen de los bonos a las acciones es casi obvio.

Summers primero llama la atención sobre los bajos rendimientos a esperar de la tenencia de los títulos del Tesoro de EEUU. Aunque Summers estima que los rendimientos de las tenencias extranjeras de títulos del Tesoro de EEUU sean una cifra pequeña pero positiva (alrededor del 2%), un cálculo imparcial políticamente de la tasa de inflación indica que el rendimiento en títulos del Tesoro de EEUU, en dólares sea probablemente negativo. Este cálculo no tiene en cuenta posibles pérdidas para tenedores de bonos que sena de EEUU debido a una caída en el tipo de cambio del dólar frente a su divisa. Un movimiento de un solo día del dólar contra otras divisas podría eliminar todo el rendimiento nominal de un año.

Luego Summers ofrece las perspectivas más atractivas que esperan a los poseedores de acciones. De acuerdo con Summers:

[la posesión de valores de los bancos centrales rendiría] un rendimiento anual del 5% (una estimación conservadora del rendimiento a largo plazo de una cartera de acciones sensata), los 2 billones de reservas extraordinarias podrían producir rendimientos anuales en torno a los 100.000 millones de dólares.

Problemas económicos y políticos

Los bancos centrales, tras una serie de accidentes y políticas fallidas, se están ahora reinventando como asignadores de activos maximizando el beneficio. Pero hay problemas importantes con esta nueva misión, tanto económicos como políticos.

Aunque la teoría moderna de portafolio considera a la deuda pública como una “clase de activo”, la deuda pública no es una inversión en el sentido económico. El significado económico de la inversión es el empleo de recursos reales para la construcción de más capital productivo que genere en el futuro más bienes de consumo. La deuda del Tesoro es esencialmente distinta del ahorro privado en que es sencillamente un derecho sobre el poder de fijar impuestos del gobierno que la emitió sin capital productivo tras ella. El dinero que se obtiene tras la emisión del bono ya se ha gastado para financiar el consumo del gobierno en sus programas favorecidos de bienestar y guerra, mientras que los contribuyentes reciben la carga de la obligación de pago.

Los dos casos de tenencia local y extranjera de deuda pública son ligeramente distintos. Cuando el banco central del país A tiene deuda del tesoro del país B, ha adquirido un derecho sobre el poder de fijar impuestos del gobierno B (o una promesa de que el banco central de B imprimirá suficiente dinero de B para pagar la deuda).

Cuando el banco central de A tiene deuda pública de la propia A es un mero apunte contable para el reparto de los ingresos fiscales entre las distintas ramas del mismo gobierno. Es lo que ocurre en Estados Unidos cuando la porción operativa del presupuesto federal toma del superávit operativo del sistema de Seguridad Social. El gobierno federal paga con bonos no negociables que constituyen promesas de liquidar a la Seguridad Social a partir de futuros ingresos fiscales.[3] Respecto de esta disposición, Charles E. Rounds escribía:

Lo que está haciendo realmente EEUU es dedicarse a meditaciones no comprometedoras consigo mismo acerca de pagarse ciertos dineros que ha gastado de ingresos generales para fines distintos de la seguridad social. A lo más legítimo que se parece un “bono” de la seguridad social es un “bono” de una empresa que ha sido readquirido por la empresa o mas exactamente al “bono” de una empresa que está por emitirse, es decir, venderse a un tercero. En ambos casos, el “bono” no es ni propiedad de los accionistas de la empresa no del público inversor.

Aunque los problemas de los bancos centrales que tienen deuda del Tesoro son suficientemente malos, los problemas de estas instituciones yendo al mercado de valores del sector privado son aún mayores.

Los bancos centrales están ahora al borde del mismo terreno de juego que los bancos y fondos de inversión del sector privado. Debido al tamaño masivo de sus reservas, la presencia de estos actores en los mercados de valores los transformaría instantáneamente en jugadores importantes. La cartera del Banco de Japón valorada en 800.000 millones de dólares es casi igual en valor en la capitalización bursátil de la bolsa de Suiza, la octava del mundo. Otras naciones emergentes tienen una capitalización similar, por ejemplo Rusia (592.000 millones), Corea del Sur (557.000) e India (506.000).

La teoría moderna de portafolio divide el mundo financiero en clases de activos que tienen rendimientos estables, con una rentabilidad asociada a cada clase. La rentabilidad de una clase de activos está pensada para compensar a los inversores por la volatilidad del activo. Por ejemplo, los bonos se piensa que rinden alrededor de un 3% y las acciones en torno al 8% en términos reales, teniendo las acciones mayor volatilidad que los bonos. Los rendimientos de una cartera conservadora de acciones, de acuerdo con Summers son de alrededor del 5%.

De acuerdo con esta teoría, crear una cartera es equivalente a cortar una tarta en porciones consistentes en una clase de activos. A partir de los supuestos de la teoría puede crearse una cartera óptima que maximice el rendimiento ajustado al riesgo.

Aunque Summers presenta el asunto como una gestión racional de la cartera, esta opinión se basa en un error de comprensión serio. La rentabilidad en un activo del sector privado no puede separarse de la contexto institucional de los derechos de propiedad privada en los medios de producción,

La planificación centralizada se define como un solo planificador-propietario de todos los medios de producción. La propiedad de los activos financieros es la propiedad de los medios de producción. En la medida en que las agencias públicas posean una porción del mercado bursátil están dedicadas a la planificación centralizada.

El propósito de los mercados de capitales es la canalización de los ahorros hacia la inversión. Los activos financieros son en último término derechos de propiedad sobre activos reales. Los activos financieros los crean los propietarios de los activos reales con el fin de subdividir, ordenar y ene general controlar los derechos de propiedad. La existencia de deuda y acciones simplifica el cálculo económico al permitir dar precio a los activos utilizados en distintas etapas de la producción.

Como demostró Mises en su famosa crítica de la planificación central, solo los propietarios privados de capital lo asignan de una forma económicamente racional. La asignación de activos productivos escasos, demostró Mises, solo puede hacerse con precios de mercado. Los precios permiten a las empresas calcular pérdidas y ganancias, indicando si han producido más valor económico del que han consumido o al contrario. Los precios solo tienen sentido económicamente cuando son el resultado de individuos arriesgando su propia riqueza para comprar un activo en competencia con otros propietarios de riqueza privados. Sin la dirección privada de la inversión, no podría realizarse ningún cálculo con sentido económico de pérdidas o ganancias. El capital acumulado sería consumido en lugar de aumentado. Las rentabilidades en este sentido serían negativas, aunque no podrían calcularse con exactitud sin precios de mercado.

Aunque la tendencia en el pensamiento sobre los bancos centrales retrata cada vez más a estas instituciones como entidades de un sector casi privado, similar a los fondos de inversión, esto no es así. Un banco central (al no poner en riesgo riqueza de propiedad privada) no es posible que asigne racionalmente el capital. Cuanto mayor sea la parte de la capitalización total del mercado propiedad de los bancos centrales, menos racional será la asignación de activos productivos reales. Una propiedad sustancial de acciones por parte de bancos centrales transformaría los mercados financieros de un medio de asignación de capital a uno de consumo de capital y destrucción económica.

Aunque la crítica de Mises del cálculo económico sin precios es decisiva, también hay serios problemas políticos en la propuesta. La propiedad de capital requiere en último termino control sobre su uso con el fin de conocer su valor económico. Una vez que las entidades públicas tengan acciones del sector privado, no hay duda que las sanguijuelas buscadoras de rentas empezarían a cabildear para la politización de la toma de decisiones corporativas. Si los bancos centrales poseen acciones, ¿se sentarían los gobernadores de la Fed en los consejos de las empresas? ¿Estaría el Gobernador Kohn implicado en la contratación de nuevos directores? ¿Estaría el autodeclarado hayekiano Gobernador Kroszner  a favor o en contra de las stock options como medio de compensación a los ejecutivos? ¿Aparecería el Presidente de la Fed Bernanke en Mad Money para dar una cartera de acciones?

Más preocupante aún que una sola institución con el poder de crear dinero y comprar activos financieros es la amenaza de ejercitar ambos poderes a la vez. Una serie de estudios de investigación de Bernanke y otros investigadores en la Fed explican cómo podrían realizarse las compras de activos financieros del banco central con dinero recién impreso. He argumentado en mi artículo sobre bernankeísmo que esto ha puesto a Estados Unidos en la trayectoria hacia una forma de hiperinflación en la que la Fed utiliza dinero del helicóptero para evitar un derrumbe en los precios de los activos.

Conclusión: La lógica del intervencionismo

Las instituciones políticas creadas con la intención declarada de resolver un problema a menudo perviven a su propósito original y deben continuar reinventándose con el find e justificar la continuación de su existencia. Una vez que se produce una sola interferencia en el mercado, escribía Mises:

puede ocurrir que la forma en que productores y consumidores reaccionen resulte ser aún menos deseable, a los ojos del gobierno y los defensores de su interferencia, que el estado previo del mercado no intervenido que el gobierno quiso alterar. Luego si el gobierno no quiere abstenerse de cualquier intervención y revoca su primera medida, se ve forzado a añadir a su primera intervención una nueva. Se repite lo mismo a otro nivel. De nuevo el resultado de la intervención del gobierno le resulta a dicho gobierno como aún más insatisfactorio que el estado previo que pretendía remediar.

Mientras se siga la política del intervencionismo, harán falta nuevas “soluciones” para arreglar los problemas causados por intervenciones previas. Si no se detiene, el final de esta progresión será un sistema de total planificación centralizada:

De esta forma, el gobierno se ve forzado a añadir a su primera intervención cada vez más decretos de interferencia hasta que haya eliminado realmente cualquier influencia de los factores de mercado (empresarios, capitalistas y empleados, así como consumidores) respecto de la determinación de las formas de producción y consumo.

Lo bancos centrales originalmente se crearon por cárteles de banca de reserva fraccionaria como “prestamistas de último recurso” para rescatar a los bancos de reserva fraccionaria durante las crisis bancarias. Encontraron una nueva forma de vida bajo el keynesianismo como el punto focal de la gestión macroeconómica centralizada. Luego, bajo Bretton Woods, adoptaron el papel de defensores de los tipos de cambio en el extranjero. El desplome de ese sistema les dejó grandes cantidades de reservas con las que no tenían nada mejor que hacer que “invertir”. Para ellos convertirse en gestores activos de carteras es casi inevitable bajo la lógica misesiana.[4] La única salida a este proceso es una renuncia al propio intervencionismo monetario: la disolución de los bancos centrales y una vuelta al dinero sólido.

 

 

Robert Blumen es consultor independiente de software de empresa y residente en San Francisco.



[2] Cuando escribo esto, todas esas divisas se han depreciado significativamente frente al oro desde el momento de la venta. Según algunas estimaciones, Reino Unido ha perdido más de 2.000 millones de libras en la venta, comparados con el valor del oro vendido.

[3] En Estados Unidos, los ingresos fiscales empleados para pagar la deuda se pagan al banco central. Como el banco central contabiliza consigo mismo para su cuenta, esos ingresos se periodifican en esta cuenta. Al final del año, el Federal devuelve todos los beneficios al Tesoro de EEUU, así que la final no ocurre nada.

[4] Aún así, de una forma orwelliana, la gente olvida pronto que la institución se creó por una razón totalmente distinta.

Published Mon, Jan 24 2011 7:47 PM by euribe