Un pueblo levantándose contra el imperio

Por Llewellyn H. Rockwell Jr. (Publicado el 1 de febrero de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5017.

 

Los de la generación joven, gente demasiado joven como para recordar el colapso del bloque soviético y otros estado socialistas en 1989 y 1990, tienen la suerte de vivir otro emocionante ejemplo de un edificio de un estado aparentemente impenetrable reducido a la impotencia cuando se enfrenta a las masas que demandas libertad, paz y justicia.

Sin duda no hay acontecimiento mayor que éste. Verlo nos produce una sensación de esperanza en que el deseo de libertad que late en el corazón de todo ser humano pueda hacerse patente en nuestros tiempos.

Por eso todos los jóvenes deberían prestar mucha atención a lo que está ocurriendo en Egipto, a las protestas contra el régimen de Hosni Mubarak, así como la patética respuesta que proviene de su compañero imperial, Estados Unidos, que le ha entregado muchos miles de millones en ayuda militar y a la policía secreta para mantenerle en el poder.

Estados Unidos está hoy en una situación muy parecida a la de la Unión Soviética en 1989, cuando cayeron una serie de piezas socialistas de dominó. Polonia, Rumanía, Alemania Oriental, Bulgaria y Checoslovaquia, todas experimentaron dramáticas descomposiciones, mientras que el régimen soviético, que apoyaba estos regímenes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, presenciaba desalentado los acontecimientos. Los líderes hacían vagas declaraciones acerca de la necesidad de transiciones y elecciones pacíficas, mientras que la gente común les ignoraba completamente.

¿Qué ha suscitado el levantamiento? Hay consideraciones económicas, por supuesto. En Egipto, un 10% se considera una buena tasa de inflación y la depreciación de la moneda funciona como un castigo masivo contra el ahorro y la acumulación de capital. El desempleo es alto (alrededor del mismo nivel que Estados Unidos) pero es aún mayor para la gente joven preocupada por su futuro.

El crecimiento económico ha sido mucho mejor en las últimas décadas, gracias a las reformas económicas, pero esta tendencia (igual que en el antiguo bloque soviético) solo ha funcionado para crear mayores expectativas y más demandas de libertad. Sigue siendo un hecho de que casi la mitad de la población vive en una terrible pobreza.

Lo esencial del problema parece ser que se relaciona con las libertades civiles y la muy pasada de moda convicción de que el país está gobernado por un tirano que debe irse. Mubarak no tolera desafíos a su gobierno basado en la ley marcial. Hay decenas de miles de prisioneros políticos en el país y es fácil ser arrestado y torturado simplemente por mentar al dictador. La prensa está censurada, los grupos de oposición suprimidos y la corrupción prolifera. El ansia de poder de Mubarak no ha conocido límites: elige a todas las élites del país basándose solamente en la lealtad personal.

Mubarak ha gobernado durante 30 años y, sí, ha habido elecciones cada 6 años, pero siempre se han considerado como una fachada. Los candidatos de la oposición han acabado siendo perseguidos por distintos delitos inventados. La democracia en Egipto es solamente un lema para el gobierno de un partido. Y esto es sorprendente: la principal excusa para su ley marcial es algo que les resulta familiar a los estadounidenses: la guerra contra el terror (y no nos preocupemos del terror que generan los propios guerreros).

Probablemente un asunto más sustancial se refiere a la revolución digital y la apertura al mundo entero a través de Internet, algo similar a lo mismo que citó Estados Unidos como la razón para los levantamientos antisoviéticos de finales de la década de 1980 y principios de la de 1990. Muchos jóvenes en Egipto están tan conectados al mundo a través de medios sociales como los jóvenes estadounidenses y disfrutan de acceso a imágenes y sonidos de la modernidad a los que se opone el régimen.

Para entender lo que mueve a los manifestantes, pensemos en la fecha en que empezaron las protestas: el día nacional de la policía el 25 de enero. Esta fiesta fue creada por Mubarak en 2009. ¡Vaya forma de juzgar mal la realidad! Y es verdad que la respuesta del gobierno fue bloquear cas todas las comunicaciones de Internet y cancelar todos los servicios de telefonía móvil el día en que estaba prevista la protesta. Pero no funcionó: Gracias a lo que ahora se califica como “activismo”, la revolución se ha transmitido a todo el  mundo a través de Twitter, Facebook y YouTube, e incluso Wikipedia se ha venido actualizando minuto a minuto. Y la cobertura en vivo en inglés de Al Jazeera, como es habitual, ha hecho sentir vergüenza a los partidistas medios de comunicación de EEUU.

Entretanto los portavoces oficiales del gobierno en Estados Unidos patéticamente no han estado a la altura de las circunstancias. Joe Biden y Hillary Clinton han rechazado calificar a Mubarak como un dictador y han pedido sin convicción una transición con unas elecciones… realizadas y gobernadas por el régimen de Mubarak. Los líderes de la protesta inmediatamente entendieron lo que se decía y lo rechazaron de plano. Es increíblemente evidente que Estados Unidos esta prácticamente solo en apoyar más o menos a Mubarak, pero eso es exactamente no que esperaríamos del respaldo imperial del déspota.

¿Qué reclaman los manifestantes? No es complicado. Como en 1989, la demanda es que se vaya el dictador. Esto tiene todo el sentido y es la única solución que se corresponde con lo que es correcto y justo. Esto y solo esto establecería la base para una transición a cualquier cosa. Lo que le siga es realmente algo que tendrá que salir, no de la CIA, sino del pueblo egipcio, que ha visto sus voces amordazadas durante demasiado tiempo.

Lo que subrayan los levantamientos es una realidad fundamental que el mundo olvida demasiado a menudo. Está en el centro de las relaciones entre cualquier gobierno y cualquier pueblo, en todo tiempo y lugar. El pueblo supera en número con mucho al gobierno y por esa razón (incluso si el gobierno está fuertemente armado) todo gobierno debe depender en algún grado del consentimiento para continuar gobernando. Si todo el pueblo se levanta y dice no, los burócratas e incluso la política quedan inermes. Es el gran secreto del gobierno que la mayoría ignora hasta que llega el día de la revolución.

Igual que las protestas antisoviéticas de finales de la década de 1980, los levantamientos egipcios revelan lo que podría llegar a ocurrir en el lugar del propio Imperio Americano. Bajo las condiciones correctas y en el momento correcto, la consciencia puede aparecer justo aquí, en casa. Podría ocurrir aquí por la misma razón por la que podría ocurrir en cualquier lugar.

Lo gobiernos lo saben y de ahí su acumulación de armamento e incansable propaganda. La dificultad para el estado surge cuando su ansia de poder genera lo que Thomas Jefferson llamaba “una larga serie de abusos” que crean un deseo ardiente en el pueblo de levantarse y reclamar libertad. Porque, después de todo, es el derecho de un pueblo (¿no?) alterar y abolir la forma de gobierno en la que se ven forzado a vivir.

 

 

Llewellyn H. Rockwell, Jr es Presidente del Instituto Ludwig von Mises en Auburn, Alabama, editor de LewRockwell.com, y autor de The Left, the Right, and the State.

Published Tue, Feb 1 2011 7:33 PM by euribe