Dos visiones para Europa

Por Philipp Bagus. (Publicado el 7 de febrero de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5003.

[Extraído de Tragedy of the Euro (2010)]

 

Ha habido una lucha entre los defensores de dos ideales distintos desde el inicio de la Unión Europea. ¿Qué postura debería adoptar: la visión liberal clásica o la visión socialista de Europa? La introducción del euro ha desempeñado un papel clave en las estrategias de estas dos visiones.[1] Con el fin de entender la tragedia del euro y su historia, es importante estar familiarizados con estas dos visiones y tensiones divergentes y subyacentes que han pasado a primer plano a la vista de la nueva moneda.

La visión liberal clásica

Los padres fundadores de la UE; Maurice Schuman (Francia [nacido en Luxemburgo]), Konrad Adenauer (Alemania) y Alcide de Gasperi (Italia), todos católicos germanoparlantes, eran seguidores de la visión liberal clásica de Europa.[2] También eran democristianos. La visión liberal clásica considera a la libertad individual como el valor cultural más importante de los europeos y la cristiandad. En esta visión los estados soberanos europeos defienden los derechos de propiedad privada y una economía de libre mercado en una Europa de fronteras abiertas, permitiendo así el libre intercambio de bienes, servicios e ideas.

El Tratado de Roma de 1957 fue el principal logro hacia la visión liberal clásica de Europa. El tratado reconocía cuatro libertades básicas: libre circulación de bienes, libre oferta de servicios, libre movimiento de capital financiero y libre emigración. El tratado restauraba derechos que habían sido esenciales para Europa durante el periodo liberal clásico del siglo XIX, pero habían sido abandonados en la era del nacionalismo y el socialismo. El tratado suponía un alejamiento de la era del socialismo que había llevado a conflictos entre las naciones europeas, que culminaron en dos guerras mundiales.

La visión liberal clásica busca una restauración de las libertades del siglo XIX. La libre competencia sin barreras de entrada debería prevalecer en un mercado común europeo. En esta visión, nadie podría prohibir a un peluquero alemán cortar el pelo en España y nadie podría gravar a un inglés por transferir dinero de un banco alemán a uno francés o por invertir en la bolsa italiana. Nadie podría impedir mediante regulaciones que un cervecero francés venda cerveza en Alemania. Ningún gobierno podría dar subvenciones distorsionando la competencia. Nadie podría impedir a un danés huir de su estado de bienestar y sus extremadamente altos tipos fiscales y emigrar a un estado con menor carga fiscal, como Irlanda.

Con el fin de alcanzar este ideal de cooperación pacífica e intercambios florecientes, no haría falta nada más que la libertad. En esta visión no habría ninguna necesidad de crear un superestado europeo. De hecho la visión liberal clásica es altamente escéptica respecto de un estado europeo centralizado: se considera perjudicial para la libertad individual. Hablando filosóficamente, muchos defensores de esta visión están inspirados por el catolicismo y las fronteras de la comunidad europea están definidas por el cristianismo.

En línea con las enseñanzas católicas, debería prevalecer un principio de subsidiariedad: los problemas deberían resolverse al nivel más bajo y menos concentrado posible. La única institución europea aceptable sería un Tribunal Europeo de Justicia, restringiendo sus actividades a supervisar conflictos entre estados miembros y garantizar las cuatro libertades básicas.

Desde el punto de vista liberal clásico, debería haber muchos sistemas políticos en competencia, como ha sucedido en Europa durante siglos. En la Edad Media y hasta el siglo XIX, existieron sistemas políticos muy diferentes, como las ciudades independientes de Flandes, Alemania y el Norte de Italia. Hubo reinos como Baviera y Sajonia y repúblicas como Venecia. La diversidad se demostraba más claramente en la fuertemente descentralizada Alemania. Bajo una cultura de diversidad y pluralismo, florecieron la ciencia y la industria.[3]

La competencia a todos los niveles es esencial para la visión liberal clásica. Lleva a la coherencia, al tender a converger los estándares de productos, los precios de los factores y especialmente los salarios. El capital se traslada donde los salarios son bajos, subiéndolos; los trabajadores, por otro lado, se trasladan donde los salarios son altos, rebajándolos. Los mercados ofrecen soluciones descentralizadas a los problemas medioambientales basados en la propiedad privada. La competencia política garantiza el valor europeo más importante: la libertad.

La competencia fiscal promueve tipos impositivos más bajos y responsabilidad fiscal. La gente vota con los pies, eludiendo los tipos fiscales excesivos, igual que las empresas. Las distintas soberanías fiscales se consideran como la mejor protección contra la tiranía. La competencia también prevalece en el campo del dinero. Las distintas autoridades monetarias compiten en ofrecer divisas de alta calidad. Las autoridades que ofrecen divisas más estables ejercen presión sobre otras autoridades para que sigan su ejemplo.

La visión socialista

En oposición directa a la visión liberal clásica, se encuentra la visión socialista o imperial de Europa, defendida por políticos como Jacques Delors o François Mitterrand. Una coalición de intereses estatistas de tinte  nacionalista, socialista y conservador hace lo que puede por avanzar en su programa. Quiere ver a la Unión Europea como un imperio o fortaleza: proteccionista desde fuera e intervencionista en el interior. Estos estatistas sueñan con un estado centralizado con tecnócratas eficientes (tal y como los estatistas tecnócratas imaginan ser) gestionándolo.

En este ideal, el centro del Imperio gobernaría a la periferia. Habría una legislación común y centralizada. Los defensores de la visión socialista de Europa quieren erigir un megaestado europeo, reproduciendo los estados-nación a nivel europeo. Quieren un estado del bienestar europeo que se ocuparía de la redistribución, regulación y armonización de la legislación dentro de Europa. La armonización de impuestos y regulaciones sociales se haría al máximo nivel. Si el impuesto del valor añadido está entre 25% y el 15% en la Unión Europea, los socialistas lo armonizarían en el 25% en todos los países. Esa armonización de la regulación social interesa a los más protegidos, los más ricos y los trabajadores más productivos, que pueden “pagar” esa regulación, cosa que no pueden hacer los demás. Por ejemplo, si las regulaciones sociales alemanas se aplicaran a los polacos, estos últimos tendrían problemas para competir con los primeros.

El programa de la visión socialista es otorgar cada vez más poder al estado centralizado, es decir, a Bruselas. La visión socialista para Europa es el ideal de clase política, los burócratas, los grupos de interés los privilegiados y los sectores subvencionados que quieren crear un poderoso estado central para su propio enriquecimiento. Los partidarios de esta visión presentan el estado europeo como una necesidad y lo consideran solo una cuestión de tiempo.

Siguiendo el camino socialista, el estado central europeo algún día se convertiría en tan poderoso que los estados soberanos acabarían sirviéndole. (Ya podemos ver los primeros indicadores de ese servilismo en el caso de Grecia. Grecia se comporta como un protectorado de Bruselas, que le dice a su gobierno cómo manejar su déficit).

La visión socialista no ofrece límites geográficos evidentes al estado europeo, al contrario que la visión liberal clásica inspirada en el catolicismo. La competencia política se ve como un obstáculo para el estado central, que  se priva de control público. En este sentido, el estado central en la visión socialista se hace cada vez menos democrático a medida que el poder se traslada a burócratas y tecnócratas. (Un ejemplo es la Comisión Europea. Los comisionados no son elegidos, sino nombrados por los gobiernos de los estados miembros).

Históricamente los precedentes de este viejo plan socialista de fundar un estado central controlador en Europa los establecieron Carlomagno, Napoleón, Stalin y Hitler. Sin embargo la diferencia está en que esta vez no serían necesarios medio militares directos. Pero se usa la coacción del poder del estado para impulsar un estado central europeo.

Desde una perspectiva táctica, las situaciones de crisis en particular se usarían por parte de los partidarios de la visión socialista para crear nuevas instituciones (como el Banco Central Europeo (BCE) o posiblemente, en el futuro, el Ministro Europeo de Economía), así como para extender los poderes de instituciones existentes, como la Comisión Europea o el BCE.[4]

Conclusión

En consecuencia, las visiones liberal clásica y socialista son irreconciliables. De hecho, el aumento de poder de un estado central tal y como propone la visión socialista implica una reducción de las cuatro libertades básicas y casi con seguridad menos libertad individual.

 

 

Philipp Bagus es profesor asociado en la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid. Es autor de The Tragedy of the Euro.



[1] Ver Jesús Huerta de Soto, “Por una Europa libre”, en Nuevos Estudios de Economía Política (2005), pp. 214-216. Ver Hans Albin Larsson, “National Policy in Disguise: A Historical Interpretation of the EMU”, en The Price of the Euro, ed. Jonas Ljundberg (Nueva York: Palgrace MacMillan, 2004), pp. 143-170, sobre las dos alternativas para Europa..

[2] Un fundamento teórico para está visión se explica en Hans Sennholz, How can Europe Survive (Nueva York: D. Van Nostrand Company, 1955). Sennholz critica los planes de cooperación entre gobiernos aportados por distintos políticos y demuestra que solo la libertad elimina la causa de conflictos en Europa.

[3] Roland Vaubel, “The Role of Competition in the Rise of Baroque and Renaissance Music”, Journal of Cultural Economics 25 (2005): pp. 277-297, argumenta que el auge de la música barroca y renacentista en Alemania e Italia fue consecuencia de la descentralización de estos países y la competencia resultante.

[4] Al escribir estas líneas, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy trataba de establecer un fondo de rescate europeo durante la crisis e 2008 (ver Patrick Hosking, “France Seeks €300 bn. Rescue Fund for Europe”. Timesonline. 2 de octubre de 2008, http://business.timesonline.co.uk). La canceller alemana, Angela Merkel resistía sin embargo y se hizo conocer como “Madame No”. La crisis reciente se ha utilizado también para establecer la European Financial Stability Facility (EFSF), con la que el BCE extendió sus operaciones y su presupuesto. Instituciones adicionales, como el European Systemic Risk Board o la European Financial Stability Facility, se establecieron durante la crisis. Sobre la tendencia de los estados a expandir su poder en situaciones de emergencia, ver Robert Higgs, Crisis and Leviathan: Critical Episodes in the Growth of American Government (Oxford: Oxford University Press, 1987).

Published Thu, Feb 10 2011 10:18 PM by euribe
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