La inflación está aquí y va a empeorar

Por Frank Shostak. (Publicado el 24 de febrero de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5061.

 

Comparada con septiembre del año pasado, la tendencia al crecimiento de los índices de precios muestra un visible fortalecimiento. De año a año, la tasa de crecimiento de la índice de precios del consumo (IPC) subió al 1,6% en enero desde un 1,5% en el mes anterior y un 1,1% en septiembre del año pasado. Asimismo la tendencia al crecimiento de índice de precios del consumo menos alimentos y energía se ha fortalecido en meses anteriores. La tasa de crecimiento anual subió al 1% desde un 0,8% en diciembre y un 0,6% en octubre.

Figure 1Figure 2

Los economistas echan la culpa del aumento de estos índices de precios a los precios más altos de ropa, billetes de avión y alojamiento. Adviertan que intentar explicar aumentos generales en precios en términos de los componentes del índice de precios no es una explicación, porque no se ocupa de las causas clave.

¿Es la inflación el aumento de precios?

El problema fundamental aquí es un fallo en definir adecuadamente el problema. La esencia de la inflación no es un aumento general en los precios, sino un aumento en la oferta de dinero, que a su vez pone en marcha un aumento general en el precio de los bienes y servicios.

Como explicaba Mises en su ensayo “Inflation: An Unworkable Fiscal Policy”:

La inflación, tal y como siempre se ha usado el término en todas partes y especialmente en este país, significa aumentar la cantidad de dinero y billetes y la cantidad de depósitos bancarios sobre la que se pueden emitir cheques. Pero la gente hoy usa el término “inflación” para referirse al fenómeno que es una consecuencia inevitable de la inflación, a saber, la tendencia de todos los precios y salarios a subir. El resultado de esta deplorable confusión es que no queda ningún término para aludir a la causa de este aumento en precios y salarios. Ya no hay ninguna palabra disponible para aludir al fenómeno que se ha llamado, hasta ahora, inflación. (…)

Como no podemos hablar de algo que no tiene nombre, no podemos luchar contra ello. Quienes pretenden luchar contra la inflación solo están luchando de hecho contra lo que es la consecuencia inevitable de la inflación, los precios al alza. Sus esfuerzos están condenados al fracaso porque no atacan la raíz del mal. Tratan de mantener bajos los precios al tiempo que siguen una política de aumento de la cantidad de dinero que debe necesariamente hacerlos subir. Mientras no se acabe completamente con esta confusión terminológica, no puede haber ninguna manera de detener la inflación.

Ahora bien, el precio de un bien es la cantidad de dinero que se pide por un bien. Por tanto para una cantidad concreta de bienes, cuanto más dinero haya en la economía, mayor va a ser la cantidad de dinero por bien gastada, si no varía lo demás. Esto significa que para una cantidad concreta de bienes, un aumento en la oferta monetaria, es decir, la cantidad de dólares, si no varía lo demás, debe llevar a más dólares gastados por unidad de bien, es decir, a un aumento general en los precios de los bienes.

Cuando la inflación se considera como un aumento general en los precios, todo lo que contribuya a aumentar los precios se califica como inflacionista. Ya no son el banco central y la banca de reserva fraccionaria las fuentes de inflación, sino más bien otras causas. En este marco, no solo el banco central no tiene nada que ver con la inflación, sino que, por el contrario, se considera al banco como un luchador contra la inflación.

Así, una caída en el desempleo o un aumento en la actividad económica se ven como un potencial catalizador inflacionista que deben por tanto ser restringidos con políticas del banco central. Algunos otros catalizadores, como aumentos en los precios de las materias primas o en los salarios de los trabajadores, también se consideran como amenazas potenciales y por tanto deben estar siempre bajo la atenta mirada del banco central.

Pensamos que la inyección masiva de la Fed desde 2008 a septiembre de 2009 y el consecuente aumento en la tendencia al crecimiento de la oferta monetaria (AMS) es el factor clave tras el actual fortalecimiento en la inflación de precios. Fíjense en que el índice anual de crecimiento del balance de la Fed se mantuvo en el 153% en diciembre de 2008, mientras que el índice anual de crecimiento de la AMS llegó al 14,3% en agosto de 2009.

Figure 3Figure 4

La definición popular de la inflación no explica por qué es mala la inflación

Si la inflación es solo un aumento general en los precios ¿por qué se considera una mala noticia? ¿Qué tipo de daño causa? Los economistas de la corriente principal mantienen que la inflación, que califican como aumentos generales de precios, genera compras especulativas, lo que genera despilfarro. La inflación, se dice, también erosiona los ingresos reales de los pensionistas y gente con bajos salarios y genera una mala asignación de recursos.

A pesar de todas estas afirmaciones respecto de los efectos colaterales de la inflación, la economía de la corriente principal no nos dice cómo se causan todos estos malos efectos. ¿Por qué debería un aumento general de precios dañar a algunos grupos de gente y no a otros? ¿Por qué debería un aumento general de precios debilitar el crecimiento económico real? ¿O cómo lleva la inflación a la mala asignación de recursos? Además, si la inflación es solo un aumento en los precios, sin duda es posible acabar con sus efectos ajustando los ingresos de todos en el economía de acuerdo con este aumento general en los precios.

Sin embargo si aceptamos que la inflación es un aumento en la oferta monetaria y no un aumento en lo precios, todas estas afirmaciones pueden explicarse fácilmente. No son los síntomas de una enfermedad, sino la enfermedad misma la que causa el daño físico. Igualmente, no es un aumento general en los precios sino los aumentos en la oferta monetaria los que infligen el daño físico en los generadores de riqueza.

Los aumentos en la oferta monetaria ponen en marcha un intercambio de nada por algo. Desvían la financiación real de los generadores de riqueza a los poseedores del dinero recién creado. Esto, no los aumentos de precios como tales, es lo que pone en marcha la mala asignación de recursos. Además, los beneficiarios del dinero recién creado (es decir, del dinero creado “de la nada”) son siempre los primeros receptores del dinero, que pueden apropiarse de una mayor porción de riqueza. Evidentemente quienes no reciban nada del dinero recién creado o lo obtengan al final se encontrarán con que lo que les queda es una porción menor de la cantidad de financiación real.

Además, los ingresos reales caen, no por aumentos generales en precios, sino por aumentos en la oferta monetaria: en otras palabras, la inflación disminuye la cantidad de financiación real, socavando así la producción de riqueza real, es decir, rebajando los ingresos reales. Los aumentos generales de precios que siguen a los aumentos en la oferta monetaria, solo apuntan a la erosión del poder de compra del dinero, mientras que los aumentos generales en precios por sí mismos no socavan la formación de riqueza real como tal.

Al contrario que la idea popular, la preocupación de la Fed por el mantenimiento de la estabilidad de los precios manteniendo el índice de crecimiento del IPC a un nivel aceptable concreto, como el 2%, puede realmente generar sorpresas desagradables. Por ejemplo, como consecuencia de una fuerte expansión monetaria y un simultáneo fuerte aumento en la producción de bienes, los precios permanecen estables. A pesar de esta estabilidad, probablemente se produzcan efectos desagradables por la expansión monetaria. Por tanto creemos que quienes deciden las políticas del Fed deberían prestar mucha atención a las fuentes de la inflación monetaria en lugar de centrarse en los síntomas de la inflación.

Sobre esto Rothbard escribió:

El hecho de que los precios generales fueran más o menos estables durante la década de 1920 decía a los economistas que no había amenaza de inflación y por tanto los acontecimientos de la Gran Depresión les pillaron completamente por sorpresa.[1]

Perspectivas de una inflación de precios

Cuando se inyecta dinero en la economía, nunca afecta instantáneamente a los precios. Como el dinero se mueve de un mercado a otro hay una demora temporal. Hemos estimado que en Estados Unidos toma alrededor de 36 meses antes de que los cambios en la oferta monetaria tengan un efecto visible en los precios de los bienes en general. Debe destacarse que las demoras son variables, es decir, en algunos casos las demoras podrían ser menores de 36 meses, en otros podrían ser mayores.

Figure 5 Figure 6

Basándonos en la pasada inyección masiva y utilizando la demora temporal de 36 meses, podemos pensar que la tendencia creciente del IPC completo y del IPC menos alimentos y energía  probablemente se fortalezca de un forma visible en los próximos meses. Prevemos que el índice anual de crecimiento del IPC puede aumentar al 2,4% en septiembre antes de saltar al 4,4% en diciembre. Anualmente, el índice de crecimiento del IPC menos alimentos y energía se prevé que ascienda al 1,5% en septiembre antes de ascender al 2,7% en diciembre. El mensaje de nuestro análisis económico es que hay un creciente riesgo de aceleración en la inflación de precios en los próximos meses.

Figure 7 Figure 8

Conclusión

Desde septiembre del año pasado, la tendencia al crecimiento del Índice de Precios del Consumo (IPC) ha mostrado un visible fortalecimiento.

Pensamos que la inyección monetaria masiva desde 2008 a septiembre de 2009 es el factor clave tras el fortalecimiento de la inflación de precios.

Basándonos en la inyección monetaria pasada, esperamos que la tendencia al crecimiento del IPC se fortalezca aún más.

 

 

Frank Shostak en investigador adjunto en el Instituto Mises y colaborador habitual en Mises.org.



[1] Murray N. Rothbard. America's Great Depression, Sheed and Ward Inc., 1975, p. 153.

Published Mon, Feb 28 2011 6:51 PM by euribe