Por Doug French. (Publicado el 17 de marzo de 2011)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5118.
Quien haya comprado oro durante todo este mercado alcista siempre está buscando señales de un tope. No para vender (uno nunca se libra de su seguridad), sino solo para esperar hasta que el seguro esté en venta.
Un precio manteniéndose constantemente por encima de los 1.400$ la onza (hasta el terremoto de Japón) ha puesto al oro en la portada de algunas revistas, junto con una constante supervisión del metal amarillo en los telediarios de la Fox.
Pero parece haber más palabras acerca de tener oro que posesión real de éste. El trabajo de Chris Blasi indica que los metales preciosos solo constituyen un 2% de los activos invertidos al final del año pasado, después de un mercado alcista de una década. En el mismo plazo, la inversión inmobiliaria ha permanecido constante a pesar de la enorme corriente descendente de los precios de la propiedad, lo que significa que los inversores continúan acudiendo a este sector sobreedificado.
En su sección “Wealth Adviser”, el Wall Street Journal mostraba recientemente una sorprendente imagen de barras de oro apiladas en forma de pirámide que ocupaba media portada, con apuntes sobre el oro granados en los extremos de las barras: cosas como “Lugar con la mayor acumulación de oro: la Fed de Nueva York” y “Valor de las ventas mundiales de oro en 2010: 150.000 millones de dólares”.
Como editor de la sección “Wealth Adviser”, Lawrence Rout requirió los servicios de una pareja de expertos financieros para debatir “Los argumentos a favor y en contra del oro”. Es el tipo de atención ostentosa que normalmente da una pausa al alza del oro. El editor Rout explica que los combatientes tenían que defender todos los argumentos y que “ofrecerían una profunda zambullida para que cualquier inversor se piense saltar a ello”.
Sin embargo no fue sino un partido de tercera. La planificadora financiera certificada Janet Briaud llevó el testigo del argumento del lado comprador, dando los cansinos argumentos habituales acerca de la inversión durante crisis, tiempos inciertos y eventos de “cisne negro”.
Su idea de que “bien podríamos ver una debilitamiento deliberado de las divisas en muchos países desarrollados” no es exactamente una noticia. Y luego continúa contemplando al oro como divisa de reserva con bancos centrales comprando metal, lo que ya está pasando. Briaud no apunta que se ha reconocido que el oro tiene valor durante miles de años por diversas culturas y que aunque la inversión en GLD (el fondo negociable del oro) ha crecido poderosamente, constituye un porcentaje infinitesimal de los activos financieros que tienen familias y empresas no financieras.
¿Así que cuánto oro piensa la planificadora Briaud que debería tener un inversor responsable en porcentaje de cartera? Del 5 al 10%.
El 5% es la misma proporción que recomienda Lew Altfest mantener a los inversores, siempre “que prometan mantenerla contra viento y marea” (la cursiva es de Altfest). Altfest, convocado para argumentar contra la posesión del metal amarillo, tiene su propia empresa de gestión de patrimonios y es profesor de finanzas en la Universidad de Pace.
El oro no tiene otra utilidad que ser bello, dice el profesor de Pace. No es una inversión real, como acciones, bonos, propiedad inmobiliaria o negocios privados. Si el mundo se derrumbara, tal vez tenga algún sentido tener oro, pero, escribe es experto monetario,
Las economías están en general mejorando en todo el mundo y la inflación, aunque con algunas dificultades en unos pocos países, no es actualmente un problema en el mayor, EEUU, ni debería convertirse en un problema realmente serio en el futuro. No hace falta que llamemos a las tropas del oro.
Más tarde, en su ataque al oro, el profesor se ríe de esto: “No creo que ninguna nación importante busque seriamente un declinar constante de sus divisas durante un periodo largo de tiempo”. ¿Qué supone que han estado haciendo ya estas naciones? Recuerden que Altfest, para ganarse la vida, gestiona dinero en una de las capitales financieras del mundo y enseña finanzas a los estudiantes.
Luego cuestiona la ética de la minería del oro (por sugerencia del WSJ, supongo, ya que Briaud también mencionaba la ética). Los beneficios son pocos, escribe, y “Muy poca producción tiene lugar en EEUU o la realizan compañías de EEUU y eso no ayuda a nuestro problema del desempleo”. ¿Desde cuándo la consideración de si una inversión ayuda o daña al empleo de EEUU es una consideración válida en la gestión de carteras?
Altfest debe excluir a cualquier compañía extranjera como consideración de inversión. Y aunque no hay ninguna minería en Manhattan (salvo la del dinero de los bolsillos de los inversores), mucha gente en Nevada y Alaska se gana bien la vida trabajando en el sector de la minería del oro.
El metal amarillo se menciona habitualmente como el producto a utilizar para ser libre. Cuando se le preguntó qué pensaba del oro como inversión, el financiero televisivo Ron Insama dijo sarcásticamente a la presentadora Laura Ingraham: “Claro, todo el mundo debería tener algo de oro a mano para sobornar a la policía de fronteras”. Insana no estaba haciendo intencionadamente la mejor defensa para poseer oro. ¿Pero qué es más valioso que algo que es, y ha sido durante siglos, universalmente reconocido por su valor? Cuando tu vida depende de realizar una transacción, la haces con oro. “Es el último refugio del desesperado”, escribe el inversor Jeremy Grantham, que dice odiar el oro.
Altfest no lo entiende, ni tampoco Briaud, por cierto. Cuando negocias con un matón ignorante que protege una frontera que hay que cruzar en el medio de ninguna parte o sentado en una mesa con el inversor más sofisticado del mundo, el oro es el leguaje universal y los ha sido durante siglos. Es verdad que el oro no hace nada salvo quedar bonito, sin generar ganancias o pagar dividendos. Pero es portable, duradero y divisible, con un valor altamente reconocible, es altamente comercializable y homogéneo y su oferta es estable: el dinero perfecto.
La presentación del WSJ ofrece una cronología maravillosa. En el 4600 a de C. las civilizaciones empezaron a utilizar el oro como joya. En China en el 1091 a de C. se usaban cuadrados de oro como moneda. Las primeras monedas de oro se acuñaron en lo que hoy es Turquía en el 506 a de C. Y así sucesivamente. Eso sí que es un historial.
Al concluir su alegato contra el oro, Altfest escribe que si “hoy fuera un policía de fronteras que recibiera un ‘regalo’ de oro, lo convertiría en dinero y compraría acciones”. Puede haber un día en que el profesor y gestor de patrimonios tenga que comprar así su salida de Nueva York. Espero que no piense seriamente que puede hacerlo pasando un certificado de acciones al policía de fronteras.
Douglas French es presidente del Mises Institute y autor de Early Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply y Walk Away: The Rise and Fall of the Home-Ownership Myth. Es doctor en economía de la Universidad de Nevada-Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Mises Academy.