Por qué lo sindicatos se oponen al pago de incentivos

Por F.A. Harper. (Publicado el 29 de abril de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5245.

[The Writings of F.A. Harper, Vol. 2 (1961)]

 

Al visitar Suecia recientemente para estudiar el impacto de su socialismo avanzado, me sorprendió encontrar una aceptación casi universal del principio de pagar a los trabajadores a destajo. Y recuerdo que ya al principio de Segunda Guerra Mundial, un líder político de Estados Unidos fue severamente criticado por nuestros aliados rusos porque se oponían a los bonus a individuos por producción extraordinaria en las plantas bélicas.

Estas anomalías me vinieron a la mente recientemente con la afirmación en un número del Collective Bargaining Report (Vol. 2, Nº 12) de la AFL-CIO, de que los sindicatos en Estados Unidos “normalmente se oponen a los planes de incentivos salariales”.

La AFL-CIO argumenta que el pago de incentivos “ejerce presión sobre todo el proceso de negociación colectiva (…) [y] crea fricciones entre los trabajadores”. Acusa a dichos planes de estar “basados en la idea de que los trabajadores no realizarían un trabajo diario ‘honrado’ salvo que se les ‘soborne’ con la promesa de dinero ‘extra’” y que los empresarios, esperando mayores beneficios, prometen una recompensa monetaria para inducir a los trabajadores a “producir más que en ‘un día normal de trabajo’”. Luego viene la franca admisión: “Cuando se paga a los trabajadores de acuerdo con su trabajo individual, se hace más difícil la función del sindicato de asegurar salarios garantizados a todos los trabajadores. La capacidad del sindicato local para presentar una postura unificada para aumentos en el salario base queda debilitada”.

En otras palabras, los planes de pago de incentivos absorben la supuesta función del sindicato de obtener un salario justo y razonable y por tanto amenazan el mantenimiento del poder del sindicato. “Los incentivos salariales desenfatizan el papel del sindicato en garantizar salarios más altos”, de acuerdo con el informe, y “pueden amenazar toda la existencia del sindicato”.

Un problema continuo

Por supuesto, no cabe negar que los planes de pago de incentivos son a menudo difíciles de diseñar. Es un problema con la determinación de cualquier plan de pago. El plan de incentivos implica la pregunta de cuánto produce Jones en relación con su compañero Smith. Es el mismo tipo de pregunta que implica decidir cuánta parte del producto “producen” los operadores de herramienta frente a los inversores en herramientas frente a los suministradores de electricidad y telefonía, etc.

Los problemas para una determinación apropiada de un salario justo existen, por supuesto. Pero eso solo destaca que deberían resolverse tan justamente como sea posible. Los planes de incentivos pueden ser una manera de hacerlo.

Sería reconocerse abiertamente que, en algunos casos, los frutos de un sistema de pago de incentivos pueden no compensar los costes. Muchas de las cosas apuntadas por el informe de la AFL-CIO son cuestiones importantes. Pero el si en un sistema de pago de incentivos el cargo merece el flete es un asunto que la dirección debe juzgar en cada caso. Decir que ninguna fábrica industrial debería diseñar y usar un plan de incentivos es tan absurdo como decir que todas deberían usarlo. La primera es la postura de la AFL-CIO y la mayoría de los demás sindicatos en Estados Unidos, mientras que incluso la Rusia socialista y Suecia rechazan esta forma de igualitarismo.

Cuando los sindicatos se oponen a la política general de pagos extra por trabajo extra, como pasa bajo el pago a destajo o en los incentivos, simplemente están extendiendo la práctica del featherbedding que es tan común en los acuerdos sindicales. La diferencia es solo de grado: igual paga por menos trabajo es como igual pago por no trabajar en absoluto.

Algo por nada

Los sindicatos no están solos en demandar igual paga por menos trabajo. Es una política que se ha adoptado una vez tras otra en nuestra economía. Los granjeros reclaman un precio por productos no producidos y una renta por terreno no cultivado. Los profesores reclaman igual paga por trabajos desiguales en la enseñanza, como salarios basados casi únicamente en las horas empleadas dando clase y en el aula en lugar de en su competencia en la tarea. Pueden darse muchos otros ejemplos.

Toda la cuestión del pago de incentivos necesita un punto de enfoque. Y, para mí, es éste: como los bienes y servicios económicos van a estar disponibles para intercambio en nuestra sociedad, se harán disponibles para el que los reciba con o sin incentivos.

No puede evitarse esta alternativa ni hay forma de compromiso. Una persona obtiene bienes a cambio de algo o los obtiene a cambio de nada. Un “trabajador” recibe una paga por trabajar o recibe una paga por no trabajar. ¿Qué otra alternativa puede haber?

Sobre la cuestión del pago de incentivos, parecería que los líderes sindicales encuentran ventajoso sostener el principio de pagar por no trabajar. Es solo un ejemplo más en que los derechos personales se sacrifican para fomentar el poder personal. Cuando se niega en principio el pago de incentivos, el trabajador menso diligente obtiene como un pago en exceso parte de lo que el trabajador más diligente ha ganado, pero no se le permite recibir, de acuerdo con la política sindical propuesta en este informe.

Es mala cosa para la justicia individual en Estados Unidos cuando tenemos que mirar a Rusia y Suecia para alguna indicación sobre rechazar el igualitarismo: la indicación de sostener los derechos del empleado más productivo a recibir los frutos de su trabajo manual.

 

 

Floyd Arthur “Baldy” Harper (1905–1973) fue profesor en la Universidad de Cornell y miembro de la Sociedad Mont Pelerin. Ayudó a crear la Foundation for Economic Education, codirigió el Fondo William Volker y fundó el Institute for Humane Studies. Al morir Harper, Murray Rothbard escribió: “Desde que llegó a la Foundation for Economic Education en 1946 como economista jefe y teórico, Baldy Harper ha sido, en un sentido muy real, el movimiento libertario. Durante todos estos años, este hombre gentil y querido, este maestro sabio y socrático, a sido el cuerpo y alma y centro nervioso de la causa libertaria”.

Este artículo se ha extraído de The Writings of F.A. Harper, Vol. 2: Shorter Essays, Part I (1961).

Published Fri, Apr 29 2011 6:46 PM by euribe