Los confundidos gurús de los bonos

Por Stephen Mauzy. (Publicado el 13 de junio de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5350.

 

Si la palabra “paradójico” no se aplica a los gurús de la inversión en bonos, no puede aplicarse a nada. El antiguo protegido de George Soros, Stanley Druckenmiller, y el fundador de Doubleline Capital, Jeffrey Gundlach, nos han advertido de que el gasto público es insostenible a los niveles actuales y de que el hinchadísimo déficit aumenta la probabilidad de impago.

Es conocido que Bill Gross, director del mayor fondo de bonos del mundo (el Total Return Fund, de PIMCO, con 243.000 millones de dólares) anunció ya en marzo que había vendido todos sus títulos del Tesoro de EEUU y luego dado la alarma y hecho que se levantaran varias cejas, con su declaración de que el impago de la deuda del Tesoro no era descartable. Pero el impago aparentemente es descartable: Gross, incapaz de resistirse al encanto de las subidas de los precios del Tesoro de EEUU, añadió en mayo deuda de éste a la cartera de PIMCO.

Respecto de la paradoja, ¿de dónde piensan los gurús inversores en bonos públicos que obtienen el dinero para generar déficits astronómicos? El gobierno lo obtiene de los inversores en bonos públicos.

Si no fuera por la deuda del Tesoro de EEUU no habría déficit fiscal de EEUU, ni habría crecimiento insostenible en la Seguridad Social, el Medicare y Medicaid, ni ningún crecimiento insostenible en el gasto militar. Los impuestos y la inflación solo pueden aumentar hasta que se irriten los ciudadanos. Sí, la Reserva Federal podría financiar completamente el Tesoro, pero eso sería un timo altamente inflacionista- La deuda es la más subrepticia, y por tanto la más siniestra, de las expropiaciones.

Los compradores privados de la deuda pública son los verdaderos villanos. Dan legitimidad a la prodigalidad, de modo que cualquier agitación de dedo y reproche de nuestros queridos inversores en bonos deberían encontrarse con ojos en blanco, no  con medios de comunicación adulándoles. La hipocresía es demasiado evidente.

Las excusas por comprar deuda pública aparecen fácilmente, pero sin convicción: Los títulos públicos tienen un bajo riesgo de crédito y por tanto son tienen un valor incalculable para los inversores reacios al riesgo. Los títulos de deuda pública están correlacionados imperfectamente con otros activos, así que también por ello reducen el riesgo.

Un inversor en deuda pública podría responder que no todo el gasto público es ruinoso: por el contrario, buena parte del gasto público es inversión y beneficios para la posteridad. Después de todo, esa carretera construida hoy durará al menos una generación o dos. Así que, en lugar de poner toda la carga de la inversión de capital que también beneficiaría a generaciones futuras a la generación presente, dejemos que esas generaciones futuras afronten su “justa” parte del coste.

Hay cierta lógica calmante en el argumento, hasta que te das cuneta de que se basa en la desdeñosa doctrina de los muertos controlando a los vivos y los vivos controlando lo inexistente.

Peor aún, la “inversión pública de capital” es una ficción, un eufemismo de duplicidad. Un bono comprado a un emisor privado le permite a éste comprar equipo con el que aumentar la producción de productos y servicios que desea el mercado (señalada por una voluntad de realizar un intercambio libre). El interés pagado al tenedor del bono se genera por el aumento de la producción que se hizo posible por el préstamo.

Por el contrario, el gobierno gasta: es todo lo que puede hacer. La inversión del gobierno no genera retornos y en la mayor parte de los casos genera pérdidas cuando se consideran los costes de oportunidad. ¿Cómo se pagan los intereses? No de los beneficios, sino de los impuestos, a los cuales contribuye en parte el tenedor de bonos, una parte aumentada por el coste de atender el bono. En efecto, el tenedor del bono se paga a sí mismo. Eso no es inversión.

“Nos debemos nuestra deuda” es el solipsismo más necio. No es ni tan sencillo ni siquiera apropiado. Más de 4,4 billones de dólares en deuda del Tesoro de EEUU se deben a extranjeros, 2 billones de ésta la poseen los gobiernos de China y Japón. Sí, los pagos de intereses irán a tenedores extranjeros, que compran deuda del Tesoro de EEUU, no como un favor a Estados Unidos, sino como herramienta para manipular su propia divisa para jugar al juego mercantilista hace tiempo desacreditado. Sin embargo, esos pagos volverán al país emisor a través de inversión o consumo de producción doméstica.

Dicho esto, de todas formas nunca podremos debernos a nosotros mismos, ni siquiera si toda la deuda del Tesoro de EEUU fuera propiedad de los ciudadanos de EEUU. Estados Unidos no es una cosa o persona que mueva trasladar dinero de un bolsillo al otro.

Ambos compradores (nacional y extranjero) debilitan los derechos de propiedad en el país soberano que emite la deuda. Cuando “C” (un ciudadano) compra deuda a “G” (el gobierno), G impone una reclamación a la propiedad de C y de todos los demás ciudadanos para pagar a C. La declaración sobre la propiedad no es distinta si “E” (el extranjero) compra la deuda: C y sus compatriotas están atrapados. Ambas reclamaciones de deuda debilitan los derechos de propiedad al permitir al gobierno al poner a la propiedad privada su propio embargo. Las reclamaciones son reclamaciones, ya sean impuestos o préstamos. Son tu responsabilidad.

El coste de oportunidad (lo que Estados Unidos u otras naciones deudoras han dejado pasar en riqueza y prosperidad) es el mayor desperdicio y la mayor tragedia. La deuda pública ha atraído fondos de la inversión privada que habrían producido bienes y servicios realmente demandados por el mercado, no bienes y servicios creados por políticos flexibles con apoyo de sus economistas sicofantes y electores en busca de rentas.

Comerciar con deuda del gobierno es peor que una suma cero. La mayoría de los gestores de dinero comercian con deuda pública apostar por la inflación, con la expectativa de que los tipos de interés suban o bajen con su pronóstico sobre la inflación. Si esperamos que aumente la inflación, nos pondremos a corto en bonos públicos, si esperamos lo contrario, nos pondremos a largo. (La mayoría de los gestores de dinero no están familiarizados con el enfoque austriaco en la preferencia temporal). Dinero que podría haber mejorado la sociedad si se hubiera prestado (tras un análisis riguroso) a empresas privadas se dedica al mercado de bonos públicos para apostar sobre si la QE2 es suficientemente inflacionista. Simultáneamente, este dinero se “invierte” en subvencionar la adicción al Lipitor del abuelo, la atroz educación del niño, la I+D de un fabricante de molinos de viento y armamentos para perpetuar un enfrentamiento sin sentido.

Con sus carteras repletas de bonos públicos, las instituciones financieras y los gurús de los bonos están comprensiblemente nerviosos. Deberían estarlo y merecen estarlo. Son en efecto, el socio minoritario del tesoro público. El propio interés empuja al cumplimiento Un caída brusca de precios en la deuda pública sacudiría hasta lo más hondo a grandes aseguradoras, gobiernos extranjeros y centros financieros internacionales. Así sea, nadie debe a nadie un título falsamente no impagable.

Para los que no tengan títulos públicos, el impago (aunque sea una posibilidad remota) sería una catarsis: una purga forzosa de un montón de podredumbre pública. Incluso si no se avecina un impago, deberíamos dar la bienvenida a la buena noticia de que hay pocos compradores privados de deuda pública de EEUU. Ningún comprador sería una noticia aún mejor.

 

 

Stephen Mauzy es analista financiero colegiado, escritor financiero y director de S.P. Mauzy & Associates.

Published Mon, Jun 13 2011 7:25 PM by euribe