¿Cuál es el delito de Wal-Mart?

Por William L. Anderson. (Publicado el 27 de junio de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5405.

 

La reciente decisión de la Corte Suprema sobre Walmart ha revuelto el avispero en el New York Times. De hecho, ¿qué otra cosa podía esperarse de ese diario sino la creencia de que sería muy bueno para los abogados y el gobierno saquear uno de los más exitosos negocios del país?

Así, mientas leo un agresivo artículo de opinión de Nelson Lichtenstein, profesor de historia en la Universidad de California, Santa Bárbara, debo preguntarme cuál es el crimen que el NYT cree que ha cometido Walmart en primer lugar.

La acusación fue “discriminación contra las mujeres”, y cuando feministas, activistas de asuntos raciales y ecologistas presentan cualquier acusación contra un negocio estadounidense, el NYT nunca falla en alinearse con ellos de manera automática. Por cierto, como lamenta el artículo del diario, en realidad los daños presuntos a los individuos fueron bastante pequeños (tal vez en torno a los 1.000$), pero alegar que todas las mujeres que trabajaron (o habían trabajado) en Walmart después de cierto año fueron víctimas de discriminación transformó convertía a todo este asunto en una liquidación multimillonaria en dólares.

(Previsiblemente, la clase favorita de abogados del NYT, la barra de demandantes, haría que un pequeño grupo de individuos recibiera cientos de millones de dólares por cabeza mientras que las mujeres por ellos representadas conseguirían muy poco. Esta es la versión de “justicia” del NYT).

No estaba yo particularmente empapado con el fundamento de las acusaciones hasta leer el artículo de Lichtenstein, y me sorprendió que esté describiendo la típica atmósfera de negocios. Escribe:

Hay decenas de miles de empleadas de Wal-Mart con experiencia a quienes les gustaría ser promovidas al nivel de directores de tienda, asistentes asalariadas de la dirección. Pero Wal-Mart hace imposible para muchas de ellas acceder a ese trabajo debido a que su despiadado estilo de dirección organiza el puesto de tal manera que la mayoría de las mujeres, y especialmente aquéllas con hijos pequeños o un pariente para atender, difícilmente aceptarían.

¿Por qué? Porque para todo el cambio por el que ha atravesado Wal-Mart, en el nivel de la tienda hay todavía una considerable cantidad de la vieja sociabilidad comunitaria. Reconociendo que los trabajadores embebidos en esa cultura son candidatos débiles para auxiliares de la gerencia, que son el frente de batalla en la aplicación de la disciplina laboral, Wal-Mart insiste en que la mayoría de los trabajadores promovidos a rangos gerenciales se trasladen a una tienda diferente, a menudo a cientos de kilómetros de distancia.

Para los hombres jóvenes en apuros, esta es una molestia; para las mujeres de mediana edad a cargo de sus familias, esta política de reasignación corporativa equivale a la discriminación sexual. En verdad, claramente Wal-Mart no es la única en exigir que los directores en ascenso sacrifiquen la vida familiar, pero pocas compañías hacen de la relocalización una política fija, y pocas tienen listas de empleo del tercio de ese tamaño.

Los obstáculos para el desarrollo de las mujeres no se detienen allí. La semana de trabajo para los gerentes asalariados es de alrededor de 50 horas o más, la cual puede elevarse a 80 o 90 horas por semana durante la temporada de vacaciones. Como es lógico, algunos gerentes piensan que las mujeres con responsabilidades familiares rechazarían tales demandas, y difícilmente sería un descrédito para las miles de empleadas de Wal-Mart el que puedan estar en lo cierto.

Observen que Lichtenstein no está afirmando que solamente Wal-Mart incurre en esas prácticas. Otras empresas tienen políticas similares, pero si leemos a Lichtenstein y al NYT correctamente, él y los redactores están aseverando que esta política es “discriminación contra las mujeres” sólo en el caso de Wal-Mart. (Estoy seguro de que el NYT nunca ha relocalizado a nadie, hombre o mujer.)

Más aún, las horas de trabajo no son diferentes de algunas de mis propias horas de trabajo, o de las horas de un nuevo profesor auxiliar en trabajos para los que fue nombrado en la facultad de una institución de investigación. (Vaya usted a las oficinas del departamento de economía de cualquier universidad principal un sábado, y verá numerosos profesores auxiliares trabajando en sus oficinas en escritos de investigación).

La gerencia minorista, especialmente en las grandes tiendas como Wal-Mart, es un trabajo difícil. Además, las temporadas de vacaciones son tiempos sumamente ocupados, y aún así Lichtenstein afirma que Wal-Mart tiene gerentes trabajando esas largas horas, al menos en parte, para incurrir en discriminación.

Daré mi ejemplo personal. Mi hija mayor estuvo hace algunos años en una radio deportiva y estaba bastante bien. Tenía buenas conexiones con locutores de la red y le dijeron que tenía habilidades para “llegar a la cima”.

Un día, me llamó para decirme que abandonaba la profesión. “Quiero casarme y tener una familia, y esta carrera  no me permite hacerlo del modo que quiero”, me dijo. Por lo tanto, tomó otro trabajo que le pagaba bien pero le daba horarios flexibles, y ella y su marido tienen ahora dos niños.

Entonces, ¿mi hija habría podido demandar a su ex-empleador (o a su futuro empleador potencial, por ejemplo, ESPN) por discriminación de género? Después de todo, la clase de horas y de trabajo que requiere la difusión deportiva atenta contra cualquier mujer que desee tener una familia.

La lógica del caso de Wal-Mart, por lo menos según la monserga de Lichtenstein, es la misma que la que he presentado arriba, pero nadie tomaría seriamente una reclamación de mi hija alegando que las firmas de difusión la han discriminado por razón de su género. En ese sentido, estoy seguro de que el NYT requiere horas y condiciones de trabajo que hagan dificultoso para las mujeres tener familia y trabajar del modo que el diario demande. Entonces, ¿debería permitirse a cada reportero que ha trabajado para el NYT que inicie demandas? Parece que el diario sería la víctima de su propia lógica.

Para ser sincero, había esperado un argumento más fuerte que el que vi. El NYT está enojado porque los tribunales no le asestaron un golpe a otro negocio estadounidense, y especialmente a una empresa que no opera de acuerdo con la visión “progresista” de ese diario para Estados Unidos.

 

 

William Anderson es investigador adjunto del Instituto Mises y enseña economía en la Universidad de Frostburg State.

Published Wed, Jun 29 2011 7:18 PM by euribe