Bienvenidos al Parque de las Agujas

Por Mark Thornton. (Publicado el 20 de julio de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5443.

 

Pánico en Needle Park era una película de 1971 protagonizada por Al Pacino acerca de una pareja de adictos a la heroína cuya vida gira fuera de control. Discurría en un parque de Nueva York frecuentado por traficantes y adictos a la heroína. El otro “parque de agujas” famoso funcionaba en Zurich, Suiza, durante la década de 1990, cuando las autoridades experimentaron con un parque abierto al tráfico y consumo de heroína.

El militar y guerrero contra la droga Joseph Califano y el anterior jefe antidroga William Bennett se unieron recientemente para escribir un artículo en el Wall Street Journal titulado “¿Real mente queremos un ‘Parque de las Agujas’ en territorio estadounidense?” El artículo es un ataque al informe reciente de la Comisión Global sobre Política de Drogas, que declara que la Guerra de EEUU contra las drogas ha fracasado y está arruinando la civilización en todo el globo. La comisión está compuesta por 19 autoridades con credenciales iguales o mejores que las de Califano y Bennett. Pide la sustitución de la inútil guerra contra las drogas por políticas de legalización y reducción de daños.

El artículo de Califano/Bennett tiene más agujeros que el antebrazo de un adicto a la heroína. Primero, la película de Pacino trataba de drogas ilegales, no de drogas legalizadas. El tiempo eran los primeros años de la guerra contra las drogas de Nixon. La marihuana se estaba haciendo más difícil de obtener y la heroína y el LSD estaban aumentando su presencia. Lo que retrata la película es lo que esperarían los abogados de la legalización, no de la prohibición.

Además, la economía del momento estaba cambiando del auge al declive. La película se estrenó seis semanas después de que Nixon cerrara la ventanilla del oro. El gobernador Nelson Rockefeller pronto empezaría a trabajar en las infames leyes sobre drogas de Rockefeller a las que Murray Rothbard calificó “el epítome de la creencia en tratar un problema social o médico con la cárcel y la cachiporra”. Estas leyes draconianas imponían sentencias de prisión de larga duración para pequeños traficantes e incluso consumidores de drogas. Quedarían para la historia como un fiasco. ¿No aprenden nunca los guerreros contra la droga?

Las condiciones en el parque de las agujas de Zurich tampoco apoyan la opinión de Califano/Bennett. Es verdad que el parque era un refugio para los adictos a la heroína, pero así lo diseñó la ciudad: una pequeña isla de legalización sin controles o infraestructura médica y social. Naturalmente, adictos de toda la ciudad, el país e incluso el extranjero se dirigieron al parque. Si yo hubiera vivido en el barrio, también me habría quejado.

Sin embargo, en lugar de seguir la ruta errónea de las leyes de Rockefeller, los suizos aprendieron de sus errores. Crearon salas de consumo de drogas que ofrecían un lugar “limpio y seguro” para adictos para inyectar heroína bajo supervisión médica en lugar de a la vista del público. También establecieron un programa de intercambio de agujas por el cual los adictos recibían jeringuillas nuevas cuando devolvían las usadas. No debería sorprender que los suizos tengan una de las tasas más bajas de infección por VIH entre la gente que se inyecta drogas: 1/8 de la tasa de EEUU y 1/20 de la de Tailandia, que mantiene una política antidroga completamente draconiana.[1]

Califano y Bennett argumentan que la legalización solo aumentará el uso de drogas legalizadas. Es una opinión respetable, pero luego aprovechan este argumento para aludir a historias de un aumento masivo en los delitos. Dicen que los delitos violentos aumentarán por el uso de las drogas y que los delitos contra la propiedad aumentará porque más adictos necesitarán más dinero para seguir su hábito. Por supuesto, esto es ridículo. Los crímenes más violentos los cometen personas alcoholizadas o las drogas como el crystal meth, que solo se introdujo recientemente a causa de la prohibición de las drogas. Con la legalización las drogas serán asequibles incluso para los que tengan un trabajo con salario mínimo. La idea de que aumentarían los delitos contra la propiedad a causa de la legalización es sin duda disparatada.

Califano y Bennett argumentan que la legalización aumentaría los costes sanitarios de los contribuyentes. Argumentan que el 30% de los costes de la sanidad de los contribuyentes son atribuibles al uso de drogas,  que los adictos en Medicaid son tres veces más costosos para los contribuyentes y que por cada dólar recibido en impuestos al alcohol y al tabaco, incurrimos en 9$ en gastos de dinero del contribuyente. Por supuesto, uno puede esperar que esos programas para aprovechados experimentaran esos resultados. Ambulancias gratis, urgencias gratis, doctores gratis, hospitales gratis, medicamentos gratis, ¿qué esperaban? La verdad secreta es que la sanidad pública en realidad anima al uso de drogas.

Además, el artículo de Califano y Bennett me recuerdan el estudio que concluía que fumar mata a 450.000 estadounidenses cada año. Te da la impresión de que cada año el equivalente a toda la población una ciudad del tamaño de Atlanta simplemente caen muertos por enfermedades relacionadas con el tabaco. Pero en realidad el estudio era solo una “simulación”. La simulación estaba pensada para calcular el número de fumadores que mueren cada año. Sí, los fumadores sí mueren más jóvenes de media que los no fumadores, pero siguen viviendo hasta los 60, de media.[2]

Veamos sus tres afirmaciones en orden. Primero, ¿qué pasa con alrededor del 30% de los dólares de Medicaid dedicados al abuso de las drogas? Bueno, la mayoría de este gasto es “atribuible” al alcohol y el tabaco, en lugar de a las drogas ilegales. Para una descripción más completa, veamos la propia página web de Califano, donde dice:

Alrededor del 30% de los dólares de la atención sanitaria de Medicaid se gasta en tratar lesiones de violencia y accidentes y enfermedades causadas o agravadas por el abuso de sustancias y la adicción.

Así que primero pliega los problemas del tabaco y el alcohol (que son la mayor causa de violencia y accidentes relacionados con las drogas) y luego añade “las más de 70 enfermedades causadas o agravadas por el abuso de sustancias y la adicción”. También el pobre fumador de porros que es atropellado por un coche es parte de este “30% de los dólares de la atención sanitaria de Medicaid”. Estoy dispuesto a admitir libremente que el uso de las drogas ilegales cuesta a los contribuyentes una gran cantidad de dinero en programas para aprovechados, pero esta cifra del 30% socava la credibilidad de Califano y Bennett.

Luego, ¿qué hay de que el gasto de Medicaid en drogadictos sea tres veces mayor que en no drogadictos? Bueno, de nuevo mezclan drogas legales e ilegales. Ignoran el hecho de que el uso de la marihuana pos sí mismo no contribuye a mayores costes de atención sanitaria. De hecho, está apareciendo como una forma muy eficaz en costes de tratar diversas dolencias y hoy está reconocido como un posible tratamiento o incluso cura para ciertos tipos de cáncer. Segundo, ignoran el hecho de que las drogas ilegales generan incidentes relativamente más catastróficos, como la muerte por sobredosis, mientras que el tabaco y el alcohol generan más asistencia prolongada crónica, como enfermedades del corazón o cáncer de pulmón, lo que conlleva grandes gastos durante largos periodos de tiempo.

Volvamos a la página web de Califano para aclararnos. Resulta que el gasto de Medicaid por abuso de drogas no es aquí sencillamente de tres a uno, sino de entre dos y tres a uno.

Los pacientes de Medicaid con problemas de drogas y alcohol cuestan de 5.000$ a 10.000$ al año más en costes de atención sanitaria que los que no tienen esos problemas [es decir, 5.000$].

Así que Califano y Bennett no solo echan la culpa de todas las consecuencias sanitarias un aspecto de su comportamiento, es decir, el uso de drogas (lo que es ilegítimo científicamente), sino que asimismo mezclan drogas legales e ilegales y toman las estimaciones más altas de costes adicionales y luego informan incorrectamente sobre estas cifras infladas.

Finalmente está su afirmación de que cada dólar recaudado en impuestos al alcohol y el tabaco genera nueve dólares de gasto público en atención sanitaria federal, justicia penal y costes de los servicios sociales. No pude encontrar ninguna referencia a este hecho en Internet, salvo en su obra.

Reconozco que he visto un estudio que argumenta que el tabaco genera costes sociales que multiplican varias veces la cantidad de dinero recaudado en impuestos especiales.[3] Sin embargo, este estudio olvida incluir los beneficios de fumar en sus cálculos y considera erróneamente los costes privados del fumador como costes sociales. Cuando se tienen en cuenta, fumar genera más ingresos fiscales que costes sociales.[4]

Otro estudio concluye que fumar causa absentismo laboral. Sin embargo este estudio solo considera si un trabajador ausente era fumador o no. Cuando incluimos otras variables como peso, género, edad y estado civil, la diferencia estadística desaparece.[5]

Cuando leemos alguna investigación con conclusiones estadísticas alarmantes, probablemente estamos leyendo una investigación sesgada financiada por el estado niñera.

Nadie quiere un parque de agujas en su barrio, pero eso es precisamente lo que produce la prohibición. La prohibición produce también un aumento en la violencia y los delitos contra la propiedad. La legalización traería productos fabricados comercialmente que tendrían un precio razonable. Los consumidores podrían permitirse los productos y podrían consumirlos en la privacidad de sus casas. La violencia y los delitos contra la propiedad disminuirían. Se requeriría los proveedores ofrecer suficiente información sanitaria y serían responsables si venden un producto mortal.

No me cabe duda de que si Califano y Bennett estuvieran al mando, invocarían leyes al estilo de las de Rockefeller o incluso peores. (Bennett sugirió una vez que decapitar a los traficantes de drogas era “moralmente aplaudible”). La realidad es que la legalización limitada ha demostrado funcionar y que la legalización completa es la política hacia la que deberíamos estar trabajando. La legislación reciente patrocinada por los representantes Barney Frank y Ron Paul es un paso en la dirección correcta.

 

 

Mark Thornton es miembro residente senior en el Instituto Ludwig von Mises en Auburn, Alabama, y es editor de la crítica de libros del Quarterly Journal of Austrian Economics. Es autor de The Economics of Prohibition, coautor de Tariffs, Blockades, and Inflation: The Economics of the Civil War y editor de The Quotable Mises, The Bastiat Collection y An Essay on Economic Theory.



[1] “Report of the Global Committee on Drug Policy”, Junio de 2011, p. 6.

[2] Robert B. Ekelund Jr. y Richard W. Ault. “The Political Element in Science and Technology: SAMMEC II and the Antismoking Lobby”, Investigación realizada para Savarese and Associates (Agosto de 1991), pp. 37 y ss.

[3] Ver, por ejemplo, “The Costs and Benefits of Smoking Restrictions: An Assessment of The Smoke-Free Environment Act of 1993”, Resumen ejecutivo.

[4] Ver, por ejemplo, Willard G. Manning et al., The Costs of Poor Health Habits, Cambridge, MA.; Harvard University Press, 1991; y Pierre Lemieux, “Social Costs of Tabacco: All Smoke, No Fire”, The National Post, 20 de enero de 1999, p. C7.

[5] R. Ault et al., Applied Economics, 1991, vol. 23, número 4B, pp. 743-754.

Published Thu, Jul 21 2011 6:00 PM by euribe